ABRIL 2008. FIN DEL
ENIGMA
Escribo estas líneas
el día 14 de Abril en el que se celebra el aniversario del
hundimiento del Titanic hace alrededor de un siglo. Y si he
elegido esta fecha precisamente, a modo de homenaje al millar y medio de
personas que murieron en aquel absurdo accidente, víctimas de la codicia
y de la mentecatez humanas, es porque el hundimiento de la
Atlántida guarda un fascinante paralelismo con el del infausto
transatlántico al que, con increíble torpeza, se fue a bautizar
con uno de los principales nombres de la isla principal del
Archipiélago de la Atlántida...: Tristania > Titana.
En suma, que
10/12.000 años después, el hundimiento del Titanic
vino a recordarnos la que en realidad ha sido la mayor catástrofe
natural sufrida por la Humanidad a lo largo de toda su Historia: el
momento en que, al hilo de las convulsiones en la corteza terrestre que
acompañaron al desenlace de la última glaciación, con el incremento en
hasta 120 metros del nivel de los Occéanos, la
estrechísima, abrupta y, por ende, muy frágil plataforma continental
cantábrica fue a quebrarse en algunos de sus bordes, desprendiéndose
de ella los fragmentos sobre los que se erguían las Islas
Atlántidas que, por consiguiente, más que hundirse
propiamente, lo que hicieron fue resbalar y deslizarse de
la plataforma continental y precipitarse, imponentemente, hasta los
cinco y seis mil metros de profundidad que se abren al pie de
la Plataforma Cantábrica y que son aquellos que fueran
idealizados por nuestros antepasados como los Abismos del Tártaro...
Sí, aquellos en los que tenían su morada, léase su tumba,
nuestros primeros antepasados los Tirtanes o Titanes,
epónimos del barco que protagonizó la mayor tragedia de la historia de
la navegación...
Pues bien, estaba
rematando la reedición del Tomo I de mi
Diccionario-Histórico-Etimológico-Geográfico-Iconográfico Universal,
más que doblado respecto a su primera redacción y cuya renovación ha
afectado, incluso, a su título [Sant´Ander es Bizkaya:
la "Fuente de la Vida"; 260 páginas a todo color en el
que tengo por el más bello de todos mis libros y, sin dudarlo, por el
más completo y por uno de los más contundentes], cuando una
concatenación de circunstancias afortunadas me ha permitido llegar a
identificar, con absoluta precisión y con certeza plena, el
emplazamiento exacto de la celebérrima Isla Atlántida que,
convencido siempre de su situación a orillas del Litoral Cantábrico,
vengo buscando desde hace exactamente 24 años. Lo que, en buena
medida, culmina la investigación que emprendí el 19 de Abril
de 1984, al ser un hecho incontrovertible que aquella Isla
fue el escenario en el que se desarrolló la gestación de nuestra
especie y en la que, por ende, tuvo su cuna la Civilización,
extremos ambos que están quedando abrumadoramente demostrados en los
sucesivos libros que vengo consagrando a este asunto y de los que el
decisivo y aquel en el que desarrollo mi reciente descubrimiento
hasta sus últimas consecuencias, verá la luz próximamente.
En suma, que al fin
conozco el emplazamiento exacto de la mayor de las islas de aquel
Archipiélago hoy sumergido y la que dio nombre a aquel País y al
propio Occéano que lo bañaba... Extraordinaria ISLA
montañosa que, coincidiendo con el testimonio de los historiadores
antiguos, tiene nada menos que 4.500 metros de altitud
máxima... Lo que la convierte en la más alta de la Península Hibérica
y en una de las más elevadas de Europa, a poca distancia del Mont-Blanc
que, por cierto, le debe su nombre. Leamos lo que el llamado Padre de
la Historia, Heródoto, nos dice al respecto:
A otras diez
jornadas de camino se encuentra otra colina de sal, con agua y
habitantes en los aledaños. El monte Atlas toca a esta colina. Es
estrecho y redondo por todas partes, pero tan alto que, según se
dice, resulta imposible ver su cima a causa de las nubes que la cubren
tanto en invierno como en verano. Los habitantes del país dicen que
es una de las columnas del cielo. De esta montaña han
tomado el nombre de Atlantes y se dice de ellos que no comen
nada que haya tenido vida y que jamás tienen ensueños.
Con esos casi
cinco kilómetros de altitud y una extensión de en torno a 55
kilómetros, podemos imaginar el monumental tsunami
(palabra euskérica) que aquella impresionante Isla de
Atlantis = Tristania, [que era relativamente
circular, redonda, y muy semejante a la de Tenerife...],
debió producir al irse al traste, hundiéndose en
los fondos abisales del Cantábrico a 5000 metros de
profundidad...
La devastación y la
mortandad que conoció toda la Cornisa Cantábrica, completamente
arrasada por las olas de centenares de metros que aquel
cataclismo provocó, permite comprender el porqué del propio
hundimiento sufrido por la impresionante Civilización Paleolítica
del Norte de España y del Sur de Francia, que de la noche
a la mañana pasó de estar a la vanguardia de todas las Culturas
de la Tierra, a situarse en el furgón de cola del más irredento
de los anonimatos y de los olvidos... Se apagó aquella prodigiosa
Civilización porque no quedó gente para mantenerla y porque los
supervivientes, aterrados, se apresuraron a huir lo más lejos posible,
viéndose pobladas a partir de ese momento todas las riberas de un mar
lacustre, interior y seguro como es el antiguo Mar de Meri,
corrompido por los dichosos y fatuos Romanos, que trataron de hacerlo
suyo, como Mediterráneo. Así, sobre los escombros de la
Civilización Cantábrica, nació la Civilización Mediterránea a
la que estúpidamente se ha venido proponiendo hasta hoy como la más
antigua de la Historia..., cuando es más moderna que el plástico y poco
o nada nuevo le aportó a la gestada por nuestros primeros ancestros
cantábricos, enterrados con sus islas en las profundidades del
Occéano. Y estoy refiriéndome a aquellos que, entre otras
cosas, pintaron Altamira y todas nuestras grutas con
pintura parietal o rupestre...
¡Cuánto
Conocimiento, cuánta Sabiduría y cuánta Energía Vital
se ahogaron con los millones de víctimas que aquella
catástrofe provocó! Y destaco catástrofe y
cataclismo en negritas, con toda la intención, al ser
estos términos dos derivados del nombre principal de aquella Isla,
abismada hoy junto a la Costa Cantábrica..., frente a los
Picos de Europa de los que formaron parte y que de ella han
tomado su nombre.
Considero ocioso
subrayar la monumental trascendencia de todo este asunto y los infinitos
horizontes que abre a la investigación y recuperación de los orígenes
de nuestra especie, celosamente custodiados desde hace alrededor de
10.000 años por las frías aguas del Occéano.
Justamente porque se trata, a mi juicio, del mayor descubrimiento de
carácter histórico que se haya realizado o pueda llegar a realizarse
jamás, he querido compartir su primicia con las personas
verdaderamente interesadas en mi labor de investigación,
enriqueciéndolas con una información que estimo de primera magnitud y
cuya paternidad intelectual, en espera de que publique mi próximo y
definitivo libro, se ve garantizada por el hecho de que el primer
esbozo y anuncio del descubrimiento ha quedado recogido en el libro
Sant´Ander es Bizkaya que acabo de editar y que cuenta ya, por ende,
con el ISBN correspondiente que acredita mi autoría y paternidad sobre
este descubrimiento.
Por lo demás y si a
alguno de los lectores de estas líneas se le ocurre alguna idea, cabal y
no fantasiosa, respecto a la forma de universalizar todo este asunto, le
animo a que dé los pasos pertinentes, haciéndome partícipe de ellos.
Porque tratándose de un descubrimiento de tamaña envergadura y teniendo
en cuenta que en este país de envidiosos empedernidos, la magnitud de un
descubrimiento es directamente proporcional a las dimensiones del
tsunami de envidia y de mala leche que genera..., todos los
esfuerzos serán pocos para conseguir sacarlo adelante.
De hecho, si las
Instituciones Oficiales que acaban de declarar a ese Macizo Montañoso
sumergido como primer Parque Natural Submarino de España,
(ignorantes por completo de su verdadera identidad), hubieran sabido de
qué montaña se trataba..., esa catalogación y protección
concedida habría sido torpedeada desde todos los frentes y jamás habría
llegado a hacerse realidad. Porque como genialmente escribiera mi cuarto
hijo, Ibán, hace ya muchos años...: La prueba concluyente de
que el Paraíso estaba en España, es que no se ha encontrado...
Porque si se ha encontrado, añado yo, se ha hecho todo lo humanamente
posible para enterrar esa verdad y para amordazar a su descubridor.
Verbigracia, la historia de mi vida desde que en 1984 escribiera
Cantabria, cuna de la Humanidad y ya más recientemente,
El origen cantábrico del Homo Sapiens y El verdadero
origen de los Baskos: la primera Humanidad. (¡Ay!, ardua tarea
la de enmudecerme con un centenar de libros escritos como
desarrollo de estos descubrimientos... y con una legión de discipulos,
declarados o no y algunos ilustrísimos, siguiendo la revolucionaria
senda que he trazado...).
España
es sinónimo de envidia y saña inquisitorial... Y así nos
luce el pelo... ¡Sí, qué DESASTRE de país, maldito, como se ve,
ya desde sus más remotos orígenes...!