DENUNCIA
Una
de las conclusiones más dramáticas a las que puede llegar un ser humano,
es la de que la honradez brilla por su ausencia, tanto entre aquellos
que nos gobiernan como entre aquellos a quienes cabe el honor y la alta
responsabilidad de enseñar a los demás. Porque cuando se descubre que la
mentira y el engaño no son la excepción sino la regla del comportamiento
de aquellos que, en definitiva, rigen y dirigen a la sociedad, la propia
fe en el género humano se resquebraja y una desazonante sensación de
impotencia y de desaliento se apodera de nosotros.
Veintitrés años
de exhaustivas investigaciones históricas me han enseñado,
dolorosísimamente, que la versión de la Historia que de dos
mil años a esta parte se ha ido transmitiendo, celosamente, de
generación en generación, es un cúmulo impresionante de mentiras
en el que resulta difícil encontrar algo que no se haya visto manipulado
y tergiversado. Y es que, al igual que hemos podido constatar
recientemente en el delirante y aberrante episodio de la guerra de
Irak, es una constante de la Historia la de que todos
aquellos que han copado y ocupado el Poder han convertido a la
verdad en una herramienta más al servicio de sus intereses, haciendo
con ella lo que les ha venido en gana y supeditando a su conveniencia lo
que el conjunto de la sociedad debe y no debe saber y conocer.
Suelo repetir, para asombro de quienes me escuchan, que
TODO cuando se nos ha enseñado desde la infancia tanto en
relación con la Historia como respecto a la Religión, es
absolutamente falso y que, por consiguiente, todo nuestro
edificio intelectual se asienta, no ya sobre los pilares de la
ignorancia sino, lo que es muchísimo más grave, sobre los del error.
Porque quien no sabe nada, está abierto a recibir sin reservas el
maná del conocimiento, mientras que quien cree saber algo se aferra
a ello desesperadamente, hasta el punto de estar dispuesto a sacrificar
su vida por la defensa de esas ideas y creencias que le han acompañado
desde su infancia. En realidad, la mayoría de las guerras que ha
padecido la Humanidad han tenido ese caldo de cultivo. O mejor debería
decir que siguen teniéndolo, si pensamos en el despropósito de
Oriente Medio, con Árabes y Judíos
desangrándose en la disputa por una supuesta Tierra Santa
que tiene tanto de Histórica y de Santa como puedan
tenerlo Corea o Senegal, al no haber sucedido en ella
nada de cuanto se dice que ocurrió hace dos milenios. Es decir, que
centenares de miles de seres están perdiendo su vida en aquella
región, por una mentira que ha arraigado con tal fuerza, que
todos o la mayoría están dispuestos a dar su vida por ella. Resulta
desolador.
Los Europeos
solemos presentarnos como los individuos más civilizados del planeta,
incapaces de caer en los fanatismos y en la visceralidad de otros
pueblos menos desarrollados cultural y económicamente..., lo que no ha
sido óbice para que las guerras más sangrientas y crueles que ha
conocido la Historia hayan tenido a Europa como escenario.
En consecuencia y precisamente por esa aureola de defensores a ultranza
de la Libertad, de la Democracia, de la Justicia y
de los Derechos Humanos de la que nos hemos rodeado los pueblos
de la Europa Occidental, las gentes del resto del mundo
dan por supuesto que existe un celo parecido, entre los Europeos,
por profundizar en la búsqueda de la verdad y, se sobrentiende
también, por defenderla hasta las últimas consecuencias.
Es cierto que a lo largo de la Historia algunos
rarísimos intelectuales europeos han consagrado sus vidas a la
búsqueda de la verdad, llegando incluso a dar su vida por defenderla (Miguel
Servet, Giordano Bruno...), pero esos adalides de la supremacía de
la Razón sobre todas las cosas han sido seres excepcionales a los
que la mayoría de los Europeos ni siquiera conocen y cuyo
compromiso ejemplar con la defensa de la verdad ha tenido escaso
seguimiento en un continente que ha vivido encenagado, durante la mayor
parte de su historia, en el lodazal de los fanatismos religiosos y
nacionalistas. Lodazal del que, por desgracia, todavía no ha salido.
La formación de Europa
Dos de las cadenas de Televisión más solventes del mundo,
la británica BBC y la francesa ORF, han
producido un extraordinario documental sobre el proceso de formación del
continente europeo, reconocido con acierto como el más singular y
diverso de todo el planeta. Documental en el que con mayor o menor rigor
se trata de reconstruir la fascinante historia geológica de Europa
desde hace centenares de millones de años, cuando -se dice- este
continente permanecía fundido al americano a la altura del
Ecuador y gozando, por ende, de un clima en consonancia. La
deriva de los continentes desgajaría a Europa
del bloque continental del que formaba parte, produciéndose a partir de
ese momento su bien conocido distanciamiento de América,
por mor del progresivo ensanchamiento de la fosa formada por el
Occéano Atlántico (Océano -sinónimo de
Occidente- es un término incorrecto).
Construido el documental en cuestión -Europa
Salvaje es su título- desde una óptica netamente gala y
anglosajona, se da por sentado que la Península Ibérica
formaba parte de África y que el progresivo acercamiento
de este continente al europeo fue el que dio origen a la
eclosión del Macizo de los Alpes y de toda la cordillera
que recorre el Norte de España, desde Cataluña
hasta Galicia, y cuyo nombre genérico fue siempre el de
Montes Perineyos o Pirineos. Todo lo cual es
rigurosamente cierto, salvo en un punto fundamental: la Península
Ibérica tiene un origen insular y todos los estudios que
se han realizado la sitúan fundida también, originariamente, al
continente americano, bien que no a la altura del
Ecuador sino de la costa septentrional de Norteamérica.
Desde aquella posición originaria, Hiberia = Hespania
habría navegado al pairo por el Atlántico, hasta
quedar varada entre África y Europa.
De todo lo cual no se dice una palabra en tan riguroso, serio...
y costoso documental. No es, pues, África la que choca con
Europa, sino la antigua ISLA de Hiberia
la que lo hace, empujada por el Sur por el continente africano.
Lo que dará lugar al levantamiento del Macizo del Atlas
que recorre El Magreb y cuyo verdadero nombre es
Duris. El denominarlo Atlas es fruto de la
ignorancia de los geógrafos griegos, obsesionados por aplicar al
reducidísimo mundo que ellos conocieron, los nombres de lugares que les
había legado la Antigüedad y que tan importante papel jugaban en todas
las fábulas mitológicas.
Si como sesgadamente pretenden los autores de
Europa Salvaje, la Península Ibérica hubiese
formado parte de África, entonces la impresionante
cordillera que se yergue sobre toda la fachada Norte de este continente,
en su confluencia con España, no tendría ningún sentido.
La única explicación de su eclosión es precisamente ésa: la de que se
produjo una doble colisión, de África con
Iberia y de ésta con Europa. La peyorativa
expresión francesa "África comienza en los Pirineos", es pues
absolutamente inexacta. Por lo menos desde el punto de vista
geológico... Como ese choque no se produjo a lo largo del resto del
litoral norteafricano, de ahí el que las cadenas montañosas brillen por
su ausencia en él. La cosa no puede ser más clara... y obvia.
La extinción de los dinosaurios
Aparece también en el documental al que me vengo
refiriendo, el manido asunto de la extinción de los dinosaurios.
Enigma que los sabios en la materia han despachado con una
simpleza que produce pasmo, dando por sentado que la causa de ese
exterminio fue el tan traído y llevado meteorito que cayó sobre el
litoral centroamericano. Nunca podré comprender cómo la onda
expansiva de ese espantoso choque acabó con los dinosaurios
solamente y no con todas las formas de vida animal, terrestre, del
planeta. Que habría sido lo lógico. Esa explicación me parece, pues, una
auténtica estupidez que, ocioso es decirlo, no me creo en absoluto.
Huelga decir, también, que en Europa Salvaje se da este
hecho como una verdad científicamente probada. Lo que es totalmente
falso. Otra mentira más. La prueba de que los dinosaurios
no es extinguieron sino que evolucionaron, nos la ofrece
el hecho de que aves, reptiles y, sin duda, otras especies
animales más, tengan su origen en ellos. Algún
investigador ha apuntado, incluso, la posibilidad de que todos los
antropoides seamos descendientes suyos, lo que no me parece
absolutamente nada descabellado.
Los primeros Neanderthales
Como profundo ignorante que soy en la materia, no entro a
cuestionar cuanto en el documental se dice sobre la formación de
Europa y sobre el porqué de los períodos glaciares, aunque el
sentido común me indica que muchas de las cosas que se están proponiendo
como verdades científicas a ese respecto, no lo son en absoluto.
Como son, en este caso, rotundamente falsas, todas las dogmatizadas
teorías hoy en boga respecto a la extinción casual y accidental
de los primeros pobladores de Europa, los
denominados hombres de Neanderthal. Tesis que suscribe y
que da como probada el documental al que me vengo refiriendo, cuando lo
único cierto y probado a este respecto es que los
Neanderthales más antiguos aparecen en el Norte de España,
primero en Atapuerca y más tarde en la asturiana
Cueva del Sidrón. Y que los más modernos, los últimos
individuos conocidos de esta especie, están documentados en la propia
Península Ibérica, aunque en este caso en el Sur, en
Andalucía.
Cuando inicié mis investigaciones en el año 1984,
era un dogma antropológico que los Neanderthales eran
nuestros antepasados directos y que nosotros éramos la consecuencia de
la evolución de esa especie. Un desatino de proporciones
catedralicias contra el que bramé en solitario durante años..., hasta
que poco a poco todos los antropólogos del planeta han acabado
suscribiendo mi tesis y negando ese parentesco. Sin embargo y siempre
por puro sentido común (existen todavía hoy en el planeta
Neanderthales puros), hacia 1990 maticé mis tesis
iniciales y empecé a defender que había existido una hibridación
entre Sapiens y Neanderthales y que los
Europeos u Occidentales somos el fruto de ese
cruce. Cruce que era inevitable en el momento en que se produce la
colonización de Euroasia por los Sapiens o
Cromagnones originarios del Norte de España, con partidas de
hombres y mujeres en las que el fallecimiento de éstas por causa de los
partos (principalmente) y de otras enfermedades, acabó abocando a
aquellos colonizadores masculinos a recurrir a las hembras de las
diferentes especies de homínidos, como único medio de satisfacer su
desbocado apetito sexual. Como los conquistadores españoles en
América, no tenían opción: o cruzarse o privarse. Ocioso es
decir que la inmensa mayoría optó por lo primero y ocioso es decir,
también, que esos cruzamientos prosperaron. La pervivencia de nítidos
rasgos neanderthales en las facciones y en la anatomía de muchos
hombres modernos, lo está proclamando a gritos.
Tras haber acabado suscribiendo mis tesis cuando negaba
todo vínculo entre Sapiens y Neanderthales,
la comunidad científica se instaló en esa idea y ha venido negando,
desde entonces, que el cruce entre ambas especies hubiera llegado a
materializarse. Lo que ha hecho que durante muchos años y salvo
rarísimas excepciones, haya vuelto a encontrarme en solitario en la
defensa de nuestro parentesco con esa familia de homínidos que
es, en definitiva, la formada por los Neanderthales. Todo
ello hasta que en el otoño del año 2006, diferentes
estudios genéticos hayan vuelto a darme aplastantemente la razón,
al demostrar que efectivamente se produjo ese cruce entre
nuestros antepasados directos y los neanderthales y que,
coincidiendo plenamente con mis tesis al respecto, esa
hibridación se había producido hace alrededor de 40.000
años. Es decir, en el momento en que se materializa la expansión
del homo sapiens u hombre cantábrico por todo el planeta.
Ni una palabra se dice en Europa Salvaje
respecto a que fuese España la cuna de los
Neanderthales. Se ignora también la enorme cantidad de
individuos de esa especie que parece haber poblado la Península
Ibérica y que tan patente queda en los rasgos de muchos
Españoles y, sobre todo, en su
estatura. Ésta es sensiblemente menor a medida que se avanza desde el
Norte hacia el Sur de la Península Ibérica. Está
ampliamente documentado que todavía hasta época romana, las gentes del
Norte de España, como los pueblos hermanos del Sur de Francia,
se destacaban por su impresionante estatura, que tanto pavor
producía entre los legionarios romanos y que coincide con uno de los
rasgos más característicos de los primitivos Sapiens o
Cromagnones...
El origen ""africano"" del
Homo Sapiens
Al hilo justamente de la procedencia de los primeros
Sapiens, los Arqueólogos y Antropólogos galos y
anglosajones que han confeccionado el guión de Europa Salvaje,
vuelven a mentir abiertamente y, por ende, a burlarse de los
millones de personas que, con el ánimo de aprender, están viendo esa
serie documental, al repetir la sandez tántas veces escuchada en
estas últimas décadas, de que los primeros Homo Sapiens
llegaron a Euroasia, desde África, hace
alrededor de 40.000 años. ¿Cómo puede sostenerse semejante
ESTUPIDEZ, cuando tanto por sus creaciones artísticas como por
los análisis del ADN está abrumadoramente demostrado que
los más antiguos Sapiens conocidos habitaron en el Norte de
la Península Ibérica? ¿Cómo puede predicarse tamaña
MAMARRACHADA cuando basta un coeficiente intelectual del 20% para
entender que los Sapiens por antonomasia, que son los
Europeos Occidentales, no pueden en modo alguno ser
originarios del continente africano? ¿En qué cabeza humana cabe
que unos negros africanos dotados de todos los rasgos faciales
que les son característicos, iban a llegar a Europa hace
cuarenta mil años y a convertirse, como por arte de birlibirloque, en
individuos de piel rigurosamente blanca, ojos claros y
cabellos rubios y pelirrojos, perdiendo al mismo tiempo en
esa mágica metamorfosis el prognatismo, los arcos ciliares y la
nariz ancha que tan característicos son de los negros africanos, así
como de todas las especies homínidas que han poblado la Tierra, incluido
el archieuropeo hombre de Neanderthal? ¿A qué besugo
ha podido ocurrírsele semejante despropósito, defendido hoy con
verdadera pasión por el 99% de los antropólogos del planeta? ¿Acaso los
sucesivos hallazgos de homínidos con millones de años de
antigüedad no han probado ya hasta el hartazgo que esos rasgos a los que
acabo de referirme se han mantenido constantes desde los
más remotos fósiles de antropoides conocidos? Y si eso es así y sabemos,
por consiguiente, que serían necesarios muchos millones de años
para que esos rasgos y otros en la misma línea llegaran a alterarse, ¿cómo
puede sostenerse desde una posición de racionalidad que unos negros
africanos se convirtieron en Suecos de la noche a la mañana,
apenas pisaron suelo europeo? ¿Se puede ser más necio de lo
que con tamaños planteamientos están demostrando ser
cuantos década tras década y siguiendo la estela de Mr.
Darwin se empecinan en sostener semejante aberración?
Aberración tanto mayor cuanto que todos los fósiles humanos que se
vienen descubriendo en África, con antigüedades que
oscilan entre los 150.000 y los 50.000 años,
son un auténtico calco de los negros africanos actuales.
Lo que demuestra que NO han
evolucionado un ápice físicamente y que mantienen, constantes, los
rasgos de sus antepasados. ¿Habrá alguien tan descerebrado como para
pretender que los negros que permanecieron en África se
quedaron tan cual, en tanto que los que, supuestamente, viajaron
a Euroasia "mutaron" (sin duda por intervención
divina) para convertirse en unos individuos que sólo en el blanco de los
ojos se asemejan a sus supuestos ancestros africanos?
Al servicio del Poder
Que la idiotez domina el mundo actual lo sabemos
todos aquellos que, muy a duras penas, vamos consiguiendo librarnos de
ese contexto general de estupidez y de ausencia de honradez
en el que se mueve la sociedad contemporánea, sometida al imperio de una
clase política absolutamente impresentable, a cuyo
abrigo medra una legión de paniaguados dispuestos a hacer y a
decir lo que sea para poder seguir ordeñando las generosas ubres de los
Presupuestos Públicos. Por eso y porque la consigna que hoy se ha
impuesto a quienes quieran seguir bebiendo de las ubres del Poder
es la de que no existen razas y que todos somos idénticos, se
sigue predicando la memez de nuestro origen africano, en la misma medida
que se procura enmudecer a quienes arremetemos contra tanta MENTIRA y
contra tanta idiotez y llamamos a las cosas por su nombre, sometidos
sólo al imperio de la RAZÓN. La búsqueda de la verdad, en
todos los órdenes, es la que nos define como seres humanos y, por
lo que a mí respecta, nada ni nadie conseguirá jamás que me aparte ni un
milímetro de ese camino. Que es el único, por otra parte, que justifica
plenamente el hecho de vivir.
La estupidez de quienes nos gobiernan ha confundido las
cosas hasta el extremo de pretender que el hecho de desvelar la verdad
sobre nuestros orígenes puede conducir a nuevos brotes de racismo,
similares a los tristísimos que ha conocido la Historia reciente y que
están en la mente de todos. Nada más alejado de la realidad, por cuanto
lo que de mis investigaciones se desprende es que todos los
habitantes del planeta estamos mezclados, en mayor o menor proporción,
con las distintas familias de homínidos que han poblado la
Tierra. Los Euro-Indios con
aquellos a los que llamamos Neanderthales, los
Africanos con aquellos a los que conocemos como Erectus
y los Asiáticos Orientales con otra familia distinta de
Erectus, que medró en el extremo oriental del continente
euroasiático, allí donde las oleadas migratorias de hombres
occidentales o sapiens llegaron en muy escasa
medida. ¿Qué racismo cabe cuando lo que se está diciendo es que
aquella raza pura con la que soñaban los Nazis es
algo que pasó a la Historia hace decenas de miles de años, una
vez que la primera gran diáspora de la Humanidad, obligó a los primeros
Sapiens a cruzarse con las hembras de todas las numerosas
familias de homínidos que poblaban la Tierra? ¿Qué racismo cabe
cuando, yendo todavía más lejos, se apunta la firmísima posibilidad de
que todas las razas del planeta hayan tenido su raíz en un mismo
lugar, habiendo conocido evoluciones o involuciones diferentes en las
diferentes regiones del globo por las que se diseminaron?
Lo de la raza pura de los Germanos era tan
rabiosamente estúpido como el concepto de raza única que quienes
nos gobiernan están tratando de imponernos y que explica el porqué de
que la mayor parte de los antropólogos del planeta -que, no se olvide
este dato, viven (y muy bien, por cierto) de los
presupuestos estatales- siguen defendiendo desatinos como los
que vengo denunciando en estas páginas.
En suma, que unas veces se miente para conservar el
estatus y el modus vivendi... y, otras, como en el asunto con
el que cierro este comentario, por mor de este nefando espíritu
nacionalista que, aunque parezca mentira, sigue presente en el
comportamiento de las que se pretenden las naciones más civilizadas del
orbe. Por eso y cuando los estudios genéticos a partir del ADN
han probado ya, abrumadoramente también, mis viejas tesis respecto al
poblamiento de las Islas Británicas por gentes originarias del
Norte de España, los investigadores que han realizado el
documental que protagoniza este comentario, han corrido un tupido velo
sobre ese hecho y, al abordar este asunto, se han limitado a decir que
las gentes que repoblaron las Islas Británicas
después del último período glacial... "llegaron a través de las
costas atlánticas". Cualquier cosa menos reconocer lo que la
Genética ha probado en Septiembre 2006: que todos los
Británicos proceden del
Norte de España. Exactamente lo mismo que he venido defendiendo
desde el año 1984 y que el 25 de Febrero de 1988
demostré en una conferencia celebrada en el Instituto de España
de la ciudad de Londres.