Capítulo
8
LA
EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: EL CRISTIANISMO
UNITARIO
El
descubrimiento de la biblioteca de Khenoboskión. La importancia de la
gnosis en la Península Ibérica
La
ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas. La interpretación
gnóstica de sus bajorrelieves.
La
obra de Prisciliano. Su condenación. El priscilianismo.
La
penuria de textos arrianos. Sus causas. La política conciliadora de
Leovigildo. La fórmula arriana de las monedas del siglo VIII. Discusión.
La antífona malagueña. El sol, símbolo del monoteísmo Unitario.
La
gnosis
Desde
el comienzo de la historia escrita hasta nuestros días, ha
oscilado constantemente el pensamiento humano entre dos polos:
la creación mítica que satisface a la necesidad de expansión
sentimental y religiosa que a sus horas siente la humanidad, y
el uso de la razón. 1-la producido el primer principio las
religiones irracionales; el segundo los conceptos matemáticos y
el conocimiento científico. la evolución de las culturas y de
las civilizaciones no se ha desarrollado desde la prehistoria
hasta la era nuclear de acuerdo con este esquema abstracto, por
obra del cual quedaban lentamente amenguadas las concepciones
irracionales, corroídas por el juicio crítico para perder
parte de su importancia, en un principio muy grande, en provecho
de la razón y alcanzar así el florecimiento del pensamiento
científico. Como todos los fenómenos de la naturaleza, sean físicos,
sean biológicos o intelectuales, se ha realizado este lento
caminar del pensamiento de acuerdo con oscilaciones múltiples
entre estos dos polos, produciendo situaciones numerosas
intermedias.
Enseña
la historia de la Alta Edad Media en la Península Ibérica la
existencia de movimientos pendulares. De modo paralelo a la
propagación del cristianismo y de sus
herejías, rompió sobre el país una oleada irracional con
carácter extremado, llegada ella también de Oriente: la
gnosis. Pero fue contenido y atenuado este movimiento por una
acción racional más desenvuelta: el priscilianismo, afianzado
años más tarde por el arrianismo, que llegó a ser en España
durante más de ciento cincuenta años la religión oficial.
Esta mutua oposición entre conceptos contrarios produjo un
equilibrio; favoreció la formación del sincretismo musulmán,
en donde lo sobrenatural quedaba reducido a la mínima expresión.
En
su acepción primera, de acuerdo con la etimología de la
palabra, es la gnosis el saber por excelencia; mas en los
primeros siglos de la era cristiana se desfigura esta concepción
estrictamente filosófica. Degenera, no en una religión como en
mucho tiempo se creyó, sino en un vastísimo movimiento de
ideas que se pusieron de moda porque permitían la superación
de un politeísmo infantil. Sabían los adheridos a la gnosis,
no por el ejercicio de la razón, sino por la revelación de
secretos que transmitían los maestros a los discípulos. Por
eso, según San Juan Crisóstomo, se llamaba a los iniciados «gnósticos»,
porque pretendían saber más que los demás. Estaban en posesión
de conceptos y fórmulas, recibidos por una tradición de
escuela que remontaba a las antiguas creencias de los sacerdotes
de Isis o a las enseñanzas de los magos de Caldea; todo ello
enriquecido por las aportaciones de algunos elegidos que habían
gozado de contactos sobre. naturales. En una palabra, resulta
ser la gnosis el producto de antiguas tradiciones mezcladas con
revelaciones modernas, condimentado tan extraño pisto con las
angustias apocalípticas de aquellos tiempos.
Emanantistas
eran los gnósticos en cuanto a la creación. Dualistas, atribuían
la existencia del mal a la imperfección del demiurgo que había
creado el mundo temporal y por consiguiente negaban la Trinidad.
Tanto sabían algunos acerca de la personalidad divina que podían
los partidarios de Valentino precisar que la creación, por la
existencia del mal, era una mancha sobre el vestido llevado por
Dios. ¿Puédase de ello deducir que aceptaban algunos una
concepción más o menos monoteísta de la divinidad? Difícil
resulta contestar a la pregunta, pues en general desembocaba la
gnosis en un panteísmo intelectual. La filosofía neoplat6nica
de Alejandría se ha impuesto con toda evidencia sobre la gnosis
egipcia, mientras que la siríaca dependía más bien de
concepciones iranianas, cuya tradición había sido últimamente
trastornada por el maniqueísmo.
Poseía
la gnosis egipcia un estilo que por su carácter pietista y ascético
la aproxima al cristianismo primitivo; de tal suerte que en la
lectura de los textos se puede deslizar el error con suma
facilidad. En 1946, se ha descubierto en el pueblo de Khenoboskión,
en el Alto Egipto, una biblioteca gnóstica compuesta por libros
desconocidos, aunque de algunos se conocían los títulos.
Demuestran que la secta propietaria de la biblioteca, guardada
en una jarra, estaba dominada por una simbiosis extraordinaria:
la tradición mágica con la persona de Cristo. Lo maravilloso y
la poesía están más desarrollados en estos apócrifos que en
los Evangelios sinópticos.
Como
lo apreciaremos en las páginas siguientes, ha ejercido la
gnosis egipcia una influencia considerable sobre ciertas
comunidades hispanas y sobre el desenvolvimiento de sus ideas.
Estaba emparentado este movimiento con tradiciones locales, pero
también con concepciones diversas llegadas de Oriente por otras
vías, como el culto de Mitra. Arraigaron aquí y allá en razón
de un similar estado
de sensibilidad en las clases populares. Se formó, por lo menos
en España se puede apreciar con claridad, un telón de fondo
sobre el cual destacaron las principales doctrinas religiosas
que desde el siglo IV se desarrollaron en el país: el
cristianismo trinitario, el priscilianismo y el arrianismo.
Oscuros
son los orígenes de la gnosis en España. Con certeza se puede
asegurar que se esparcieron sus gérmenes con la primera oleada
llegada de Oriente. Por lo que nos atestigua la arqueología de
los siglos III y IV, lo que no implica que pudiera haberse
desenvuelto con más lozanía en otras partes, pero no lo
sabemos, adquirió la gnosis gran importancia en la parte
occidental de la península. No hacen referencia a la misma los
obispos reunidos en Elvira, pero el primer concilio celebrado en
Zaragoza condenó «a
varios
de sus miembros»165.
Por los textos posteriores se puede deducir que en los
siglos V y VI dominaban el gnosticismo y sus variantes el
noroeste del país. Grande fue entonces la confusión y el
desbarajuste en los conceptos. La mayor parte del pueblo y de
sus dirigentes religiosos, aquí y en otros lugares, no eran lo
bastante cultos para ver la luz en tanta sutileza. Cuando la
celebración del primer Concilio de Toledo, en el año 400,
Patruino, obispo de Mérida, pronunció el discurso de apertura
con el siguiente exordio: Quoniam
singtdi coepimus in ecclesiis nostris Jacere diversa, quae usque
scisma perveniunt... Porque cada uno de nosotros hemos empezado
a obrar de distinta manera en nuestras iglesias, y de aquí se
han originado escándalos que rayan cari en
verdaderos cismas...
A propuesta suya condenó el concilio proposiciones
antitrinitarias y panteístas que componían el común
denominador de los diversos movimientos de opinión que se
difundían por la península. Dos, la XVI sobre la maldad del
matrimonio por sus relaciones sexuales, y la XVII oponiéndose
al vegetarianismo, aluden claramente al gnosticismo166.
Poseemos
bastantes textos antignósticos, en particular las proposiciones
condenadas en el primer concilio bracarense; pero, como lo
apreciaremos en un párrafo
posterior, es difícil distinguir, por el confusionismo que
probablemente imperaba en las ideas de los obispos, lo que
pertenecía al fondo gnóstico de las propias enseñanzas de
Prisciliano y de las costumbres más o menos legitimas que
pudieran haber implantado sus discípulos.
Mas
ahora se desprende de lo que sabemos de esta época un he-dio
evidente que viene a complicar aún más la cuestión: Eran
conocidos los misterios gnósticos por mucha gente... con un
lujo de detalles que ignoraban los historiadores modernos que
habían estudiado la cuestión. Doresse en su análisis de los
libros de Khenoboskión se da cuenta de que Prisciliano había
leído algunos textos, las Actas
y el Evangelio de
Santo Tomás, por ejemplo, que se habían perdído167.
Es decir que sabía más sobre la gnosis que los comentaristas
que le habían criticado sin conocer sus escritos y, cuando
fueron publicados, sin haberlos entendido. ¿Cómo podía
haberse divulgado una doctrina que sólo debía ser transmitida
en el secreto? Sencilla es la respuesta: Como así ha ocurrido
muchas veces en la historia, las ideas gnósticas habían
desbordado ampliamente los conventículos primitivos, más o
menos herméticos, para divulgarse en una parte importante de la
población. En esta transferencia habían sido atacados ciertos
puntos de la doctrina por los autores trinitarios y otros, pero
el fondo había resistido. Por una convergencia notable con las
necesidades de aquellos tiempos, se puso de moda el estilo gnóstico.
La llama que se desprendía de esta interna combustión se
mantendría aún por varios siglos.
Un
problema nuevo se presenta entonces al historiador. Nadie ha
discutido la existencia de la gnosis en la península, con sus
ramificaciones diversas dualistas o maniqueístas. No existe
esta unanimidad para apreciar su importancia.
Al
estudiar una documentación cuyo carácter dominante era la
imprecisión, como toda moda en donde no se trasluce dogma
alguno que podía servir de punto de referencia, cada cual según
sus convicciones o sus preferencias extendía o disminuía en el
espacio y en el tiempo su área y su constancia. Equivocados la
mayoría por una tradición
de escuela en donde se explayaba con insolencia el complejo que
hemos anteriormente señalado han tenido tendencia los
historiadores a reducir su acción en el curso de los años. Se
había apagado la gnosis antes del siglo VI y hasta el
descubrimiento de los escritos de Prisciliano se había
confundido en este amplio y tupido movimiento de ideas
concepciones paralelas o impregnadas de estilo gnóstico.
Desconociendo una documentación posterior a esta fecha, habían
tropezado en el mismo error que les había llevado a exagerar
las consecuencias de la abjuración de Recaredo, sin darse
cuenta de que las ideas y su simbolismo se habían mantenido en
los monumentos arquitectónicos y en la literatura posterior, no
sólo en los cristianos, sino también en los místicos
musulmanes como se desprende de los estudios de Asín Palacios. Las
obras de los autores de la época visigótica posterior y de
la Escuela de Córdoba del siglo IX enseñan su persistencia en
el campo trinitario. Así se entiende que no sólo tuviera por
objetivo la cruzada de Cluny la reforma le una liturgia más o
menos trasnochada, sino la transformación de un estilo y acaso
de una mentalidad que se mantenía en estos ritos particulares168.
No
pertenece al dominio de la fantasía la importancia que damos al
desenvolvimiento de la gnosis en la sociedad hispana de la Alta
Edad Media. Confirma nuestro criterio la arqueología. En el
estado actual de las investigaciones, nos hallamos ante el hecho
siguiente: Mientras que no se conoce documento arqueológico
cristiano anterior a la mitad del siglo lv —y esto en el mejor
de los casos— se han encontrado gnósticos que son mucho más
antiguos y que se han recogido en los lugares más apartados de
la península. Podrán discutir los especialistas la fecha de
algunos. Estiman que son anteriores al siglo IV
169.
La
arqueología gnóstica
Por
su fecha tardía, por sus dimensiones y por su valor artístico
destaca un testigo sobre todos los demás. Se trata de una
ermita situada cerca de Burgos, en la carretera que une esta
ciudad con Soria, llamada Santa María de Quintanilla de las Viñas,
que da su nombre al pueblo cercano. Se llama así por el gran número
de racimos de uva que la decoran. Sus bajorrelieves han
maravillado y extrañado a todos sus visitantes170.
Dan por fecha de su construcción la gran mayoría de los
autores el siglo VII, criterio que suscribimos. (Véase la
discusión en el apéndice IIL) Se han esforzado los arqueólogos
en descifrar los numerosos enigmas que presenta, sobre todo los
que se desprenden de su epigrafía. Mas, a pesar de que han
reconocido todos su extraña configuración —el complejo
religioso anteriormente mencionado— imponiendo su prejuicio,
nadie se ha atrevido a confesar que no pertenecía a la
ortodoxia trinitaria, salvo el holandés L. H. Grondijs, el cual
intrigado por los signos astrológicos allí esculpidos advirtió
que se trataba de un templo maniqueo171.
Poseemos las pruebas requeridas para demostrar que esta
capilla ha sido construida para el uso de una secta cuyo
parentesco con la gnosis egipcia nos parece indiscutible. Hemos
sido favorecidos en nuestras investigaciones por el
descubrimiento de los manuscritos de Khenoboskión. La lectura
de los textos publicados y los primeros estudios emprendidos nos
han ayudado en la comprensión de los símbolos representados en
Quintanilla.
Construida
por una dama, Doña Flammola —se sabe el papel que han desempeñado
las mujeres en las sectas gnósticas—, importantes
bajorrelieves esculpidos con gusto y habilidad decoran el
monumento. Lo reconocemos: Su interpretación que ha intrigado a
todos los visitantes era imposible hasta nuestros días; lo que
explica la desorientación de los eruditos. No era solamente que
nuestros incompletos conocimientos acerca de la gnosis egipcia
hacían indescifrables los motivos descritos sobre la piedra;
era además necesario apartar el velo que el complejo trinitario
había echado sobre tan extraordinaria obra de arte. En una
palabra, era menester comprender que los símbolos que aparecían
sobre las paredes de Quintanilla no eran cristianos. De ser así,
había que admitir un criterio opuesto al que había sido
mantenido hasta ahora por la historia clásica. Había ésta
bautizado como cristianos todos los que se conocían en
Occidente de la Alta Edad Media, involucrando en un mismo
concepto aquellos cuya tradición trinitaria era evidente,
aquellos que poseían una ascendencia pagana, aquellos que habían
sido empleados por las sectas más diversas.
Así
se expresa el historiador alemán Hauttman sobre este asunto:
«Muchos
de los temas decorativos que la baja antigüedad empleaba sin
asignarles significado alguno, paran a adquirir entonces un
valor simbólico: Balo la figura del pez se esconde Cristo; la
paloma simboliza para el cristiano el alma que vive en la paz
eterna; el pavo real, la incorruptibilidad; la vid alude a la
"verdadera viña"; flores y jardines representan el
paraíso terrenal»172.
En
esta tradicional interpretación notable es la mezcolanza. Símbolo
cristiano auténtico, lo es el pez, mas no la paloma que
empleada por los trinitarios lo ha sido también por los
herejes, que han traspasado el concepto a los musulmanes
hispanos. Lo han asimilado éstos tanto en obras literarias como
en el arte escultórico173.Ocurre
lo mismo con el pavo real cuyas manifestaciones son más
importantes en las obras de los no cristianos que en los
trinitarios. El área de su representación se extiende desde el
Irán hasta Andalucía. ¿Por qué convertir la vid en un símbolo
cristiano? Racimos y uvas pertenecen al arte decorativo helenístico
y bizantino. Su empleo se ha mantenido por la menos hasta el
arte musulmán hispano174.
¿No es un abuso reducir a un pensamiento religioso
determinado un símbolo que ha sido empleado por todo el mundo y
con distinta acepción?
Sea
lo que fuere, los gnósticos se han valido con frecuencia del símbolo
de la viña en sus textos y en su iconografía. Con exuberancia
aparece en Quintanilla. ¿Por qué esta profusión?
Cierta
luz nos aportan los libros de Khenoboskión, pues nos permiten
entender con cierta aproximación el significado de sus enigmáticos
bajorrelieves. En uno de estos tratados, anónimo y sin título,
designado por Doresse con el número 40, se describe la historia
de la creación. Entre otras cosas se lee lo siguiente:
De
pronto aparece Eros... De una belleza extremada hace que se
prenden de él los Dioses y los ángeles, llega a ser poderoso
sobre todas las criaturas del Caos. Trae las primicias de la
voluptuosidad y de la unión carnal. 41 mismo tiempo, de la
sangre derramada sobre la tierra nace la vid, luego surgen otros
árboles. Entonces la Justicia, una de las potencias de Sabaot,
crea el Paraíso apartado de los ciclos de la Luna y del Sol, en
una tierra de delicias. Aquí se halla el árbol de la vida.
Inmortales hará las almas de los Justos, los cuales saldrán de
las tinieblas. Se alza hasta los cielos. Se asemejan sus ramales
hermosísimos, similares a los cipreses, a racimos de uvas
blancas175.
Descrito
está el proceso de la creación en las piedras de Quintanilla.
Están recubiertos los muros externos de la capilla con tres
frisos que repiten los mismos temas decorativos. Dentro de círculos
en forma de medallones, enlazados los unos con los otros, surgen
representaciones de especies zoológicas y vegetales, los cuales
al parecer tienen por objeto despertar en la mente del creyente
la imagen del Paraíso terrenal. Con flores y racimos de uva se
alza el árbol de la vida, el hom,
que aparecerá más tarde en el arte arábigo-hispano
y en los capiteles románicos del siglo XI, como en Silos,
inspirados en el arte visigodo176.
Luego entremezclada con plantas diversas se manifiesta una
colección de pájaros: avestruces con sus patas altísimas y
largo plumaje, águilas que se reconocen por sus picos
encorvados y sus garras temibles, perdices rechonchas... En
medallones especiales, con similar greca, se manifiestan cuadrúpedos
varios: toros cuyos cuernos apuntan hacia los cielos, caballos,
asnos, perros, especies en verdad difíciles de determinar...
Aquí y allá, destacan letras misteriosas que forman
combinaciones al estilo visigótico, como las del tesoro de
Guarrazar, según observación de Elie Lambert. Han sido objeto
de numerosas interpretaciones. (Ver apéndice III.)
Nos
encontramos, si no nos equivocamos, ante alegorías gnósticas.
El principio según el cual participa la naturaleza divina en la
constitución de las piedras, de las plantas y de los animales,
principio ensalzado por las teorías teosóficas, conocido era
en España desde fechas muy anteriores. Tres siglos antes de la
construcción de esta capilla, en su Apologeticus,
se oponía Prisciliano a concepción semejante:
«Anatema
ait qui legens grifos, aquilas, asinos, elefantos, serpentes et
bestias supervacuas conf usibilis observarztiae vanitae captivus
velut mysterium divinae religionis adstruxerit... Sea anatema el
que estudiando los grifos, las águilas, los asnos, los
elefantes, las serpientes y los animales imaginarios, alcanzado
por la estupidez de un culto insensato, lo concibe como un
misterio de la religión divina.»
Líneas
antes de este mismo texto se defendía el gran pensador de la
acusación que le había sido hecha, la que le llevaría al
cadalso, según la cual era un maleficus,
un mago, un encantador. Pues había sido incriminado de
consagrar los frutos de la tierra a la luna y al sol por medio
de fórmulas adecuadas. Lo que no implica que estuviera muy bien
informado acerca de la gnosis egipcia. Sabía que para ciertos
de sus adeptos era la divinidad dual, compuesta de un principio
femenino y de otro masculino, la que es el origen de todas las
cosas. «Illis enirn,
sicut ab infelicibus dicitur, masculofemina putetur deus... Por
éstos, en efecto, como lo afinnan pobres
gentes, es concebido dios masculino y femenino.»
Mas ahora, en posesión de la clave que nos permitirá
conocer el secreto de Quintanilla, penetremos en la capilla, en
cuyo interior, lejos
de la tierra de las
delicias y del árbol
de la vida, pues dejamos en el exterior sus
manifestaciones simbólicas, aparte
de todo, se venera la representación de los dos
principios que gobiernan el mundo: la luna y el sol.
Encuadrando
sobre el transepto el ábside rectangular, característico de
las iglesias visigóticas, surge en gracioso vuelo un arco toral
de herradura, maravillosamente decorado con pájaros y racimos
de uva, similares a los que adornan los muros exteriores. Dos
columnas sostienen sendos capiteles-impostas, también
rectangulares, sobre los cuales descansan los dos extremos del
arco. Han sido esculpidos los dos lienzos que dan sobre la nave:
componen dos bajorrelieves admirables en su ingenuidad. De
acuerdo con un precedente característico de arte helenístico
que seguirá empleándose en España hasta el siglo XVI, dos ángeles
sostienen un medallón177.
Se repite el mismo tema en ambas impostas, sólo son diferentes
los personajes representados. No están en adoración los
enviados celestes ante la imagen situada en los medallones.
Abiertas sus grandes alas como si descendieran del cielo,
mantienen éstos en sus manos para traer a la tierra la efigie
hierática.
Destaca
en el medallón de la izquierda parcialmente roto una cara
femenina. Sobre la cabellera lleva el cuerno lunar. Para que
duda alguna no pueda perturbar la sesera del creyente, están
esculpidas las letras formando la palabra: luna,
por encima del emblema. Por entero se conserva el medallón
de la derecha. Encuadra el rostro alargado de un hombre,
guarnecido de bucles, coronada la cabeza por nueve rayos
solares. Asimismo aparece la palabra: sol,
con gran nitidez, identificando al personaje. En la
parte superior del lienzo, en lugar preferente, pues nada
similar existe en el capitel de la izquierda, está grabada una
inscripción latina. Se descifra con facilidad:
Hoc
eximium eximia off. do. Flammola
votum d. (Ver
en el apendice III su traducción e interpretación.) Se trata
del ex voto de la señora Flammola, la que con probabilidad ha
pagado los gastos del monumento.
Compone
el conjunto una unidad de gran belleza. Mas, a pesar de la emoción
que siente el visitante sensible ante la magia de la obra de
arte, choca a su espíritu algo anómalo. Acaso extrañado por
el contacto con un estilo para él desconocido, abre bien los
ojos para convencerse. Después de un instante tiene que
rendirse ante la evidencia: En una capilla que posee las trazas
de una iglesia cristiana, se alzan en las partes más visibles,
de tal suerte que no pudieran no verlas la concurrencia de los
fieles... ¡ las imágenes de la luna y del sol!
Estamos
en presencia de los dos principios masculofemina,
según la terminología de Prisciliano, que caracterizan a
la gnosis egipcia. Esculpidos en la piedra, están representados
en Quintanilla por dos símbolos astrológicos. Pues sabemos hoy
día que el culto primitivo del sol y de la luna ha sufrido en
la antigüedad transposiciones sucesivas hasta conseguir con la
gnosis y otras sectas un alcance religioso..., a veces hasta
filosófico.
Pitágoras
enseñó el camino hacia estas concepciones, si no son aún más
antiguas. Según Yámblico, su biógrafo, eran el sol y la luna
islas en donde moraban los bienaventurados. Más tarde, bajo la
influencia de los sacerdotes egipcios, se vio en el sol el
principio generador de la vida y sin duda, por su potencia genésica,
que siempre ha inspirado admiración y envidia a los humanos, ha
sido representada por la imagen del toro178.
Cuando invadieron Roma las ideas orientales, reconociendo la
importancia del culto solar, se hicieron retratar los
emperadores con sus atributos como si asimilaran de este modo
para su uso particular algún reflejo de su divinidad. Lo que al
fin y al cabo era simplemente un medio para reforzar su
autoridad. Llevan las monedas romanas del tiempo de Constantino
un monograma cristiano y en el revés se puede leer: Soli
invicto comiti, invocación al dios solar, dios del
ejército y del emperador desde Claudio II hasta Aureliano179.
Varias
transposiciones del mito solar se han dado también en la península.
Poseía el padre Flórez una moneda ibérica que ya mostraba una
muy característica. En una de sus caras estaban grabados un atún
y letras de este alfabeto; en la otra un toro con una estrella
de cinco puntas; es decir, la potencia genésica y el sol180.
Adquiere la yuxtaposición de ambos símbolos una
importancia considerable porque demuestra la tradición hispana
afianzada desde tiempos muy remotos de representar al generador
de la vida por una u otra imagen. Según Macrobio se mantenía
el culto solar con gran lozanía entre los gaditanos en el siglo
V de la era cristiana. Era substituido el astro por un Marte
radiante, con estilo similar al de las efigies de los
emperadores en las monedas. «Occitani
hispana gens simulacrum
martas ornatum máxima relígione celebrant, Neton yocantes...
Los pueblos hispánicos de Cádiz (o de Andalucía)
reverencian
con el mayor culto la imagen de Marte radiante,
que llaman Netón»181.
En caso de duda se encarga el autor de explicarnos que Marte
es el sol: «¿Marten solem
este qui dubitet?... ¿Quién duda que Marte es el sol?»
Con el curso del tiempo quedó la estrella generalmente
adornada con ocho puntas en vez de la única representación del
principio. Se la encuentra en abundancia en la Alta Edad Media.
Apreciaremos más adelante el papel que ha desempeñado como símbolo
religioso y político en la gran revolución del siglo VIII.
Al
principio de nuestra era un alud de conceptos irrumpiendo de lo
más hondo de Oriente logra impregnar las capas diversas de las
sociedades que componen entonces el Imperio Romano. «Todas
las religiones paganas
del Próximo Oriente y del Mediterráneo, escribe
Doresse,
han acomodado sus
creencias a los
grandes mitos de la astrología, admitida tan formalmente como
si fuera una ciencia,
según la cual se
encuentra el hombre desde su nacimiento basta
su fin encadenado al curso de la fatalidad»182.
Puesch ha demostrado que estaban íntimamente ligadas
estas concepciones con la noción del tiempo. Cuando para los
helenos es circular en razón del eterno retorno e irreversible
para los cristianos desde la creación hasta el fin del mundo,
para los gnósticos está dominado el tiempo por la fatalidad,
cuyo origen y acción son astrológicos183.
Entonces, ¿cómo luchar contra estas intervenciones que
pueden ser perjudiciales? Implorando la protección de los
astros más poderosos, la luna y el sol; mas, no con la
simplicidad de sus primitivos adoradores. Una mitología y un
dogma bastante complicados fueron elaborados involucrándose con
las primitivas ideas cristianas; y a estas nuevas creencias
fueron adaptados los viejos conceptos de la magia caldea y
egipcia.
Para
los gnósticos se sitúa en un lugar privilegiado la figura de
Cristo-Salvador en la sucesión de las diversas transposiciones
que del mito solar hemos descrito. Esto produce una cierta
confusión, como lo atestiguan los escritos de los autores de
Khenoboskión184.
Parece, sin embargo, que logró el principio fundamental
mantenerse, es decir, que fue transfigurado según las
necesidades que imponía la moda religiosa: Barbelo-Madre-Luna,
de una parte, que representan el principio femenino;
toro-sol-Cristo-Salvador-luz, que representan el principio
masculino. Así se explica la presencia de las dos efigies
revestidas de los atributos astrológicos en el sitio más
importante de la pequeña capilla de Quintanilla.
Existe
en Egipto, en K5m de Bauit, en la orilla izquierda del Nilo, a
mitad de camino entre Tebas y Herakleópolis, las ruinas de una
iglesia que tiene por fecha el V o el VI siglo. Una expedición
llevada a cabo por Chassinat Klebat en 1901, ha traído al Museo
del Louvre frisos, capiteles, bajorrelieves, cuyos temas y
decoración se asemejan de modo sorprendente con los de
Quintanilla de las Viñas. Con esta diferencia: Desde un enfoque
artístico pertenece el monumento egipcio a un estilo helenístico
decadente, en donde todo está embarullado, relamido, farragoso,
mientras que los motivos decorativos de la capilla castellana
son daros, de una simplicidad ingenua que heredará con su
encanto el arte románico.
Como
Quintanilla, conserva Kóm de Bauit frisos decorados con volutas
floronadas helenísticas o adornados con flores y racimos de
uvas que sugieren ellos también la alegoría del Paraíso
terrenal. Expone el Louvre un bajorrelieve de esta iglesia tan
extraordinario como los que hemos descrito anteriormente. Se
trata de un paño de piedra (un metro de largo por 0,40 de
altura aproximadamente) en donde está esculpida la cabeza de
una mujer formando un tema similar a los castellanos. Ella también
está encuadrada en un medallón, pero no lo sostienen dos ángeles,
revestidos con sus largas túnicas acanaladas, sino dos genios,
desnudos y regordetes, el uno masculino, el otro femenino. Los
pechos abultados de la figura principal, los órganos sexuales
de ambos genios y la decoración general cuyo carácter pagano
se trasluce de modo evidente para que se pueda atribuir la
imagen a una personalidad cristiana, recuerdan más bien el
barroco de las divinidades orientales de más allá del Indo185.
Sea lo que fuere, cabe preguntarse si tan extraña figura
emparentada con la del cuerno lunar de Quintanilla, pertenece
ella también a la mitología gnóstica representando el
principio femenino.
Es
legítimo sentir dudas acerca del parentesco entre la figura
femenina egipcia y la gnosis; la filiación gnóstica de las
representaciones de Quintanilla nos parece más segura. La sola
presencia de la mujer llevando el cuerno lunar podría sugerir
su pertenencia a una secta religiosa distinta de las de la
gnosis, aunque emparentada con ella como ocurre con el maniqueísmo.
Así lo había supuesto Grandijs. Pero el conocimiento que hemos
adquirido con los textos de Khenoboskión elimina cualquier duda
sobre la identidad del personaje que identificamos con el
principio masculino. Pues demuestran, por lo menos en el estado
de la cuestión cuando fue estudiada por Doresse, la transposición
de Cristo-Salvador con la representación del símbolo solar.
Nuevas investigaciones sobre los textos gnósticos comparándolos
con su arqueología proporcionarán aún más de una sorpresa.
De lo que se desprende por ahora, parecería que la asimilación
del sol con Cristo era para la gnosis egipcia un lugar común.
El
violento contacto entre las concepciones cristianas y la antigua
astrología oriental producía así un extraño resultado. «El
Salvador Jesús, escribía
Doresse al condensar el pensamiento de los textos de Khenoboskión,
debe romper la fatalidad,
modificando la rotación de
las esferas para atenuar
sus efectos»186.
Mas entonces, afirma la señora Meyerovitch, de acuerdo con
la tradición gnóstica según la cual Cristo sería el
demiurgo,
«Cristo es
asimilado al sol, como
el dios de los siete rayos de la gnosis caldea»187.
En las transposiciones anteriores al siglo VII, Marte y los
emperadores habían sido representados con aureolas. Basta
fijarse en el bajorrelieve castellano para apreciar que la
figura del Cristo-sol está aureolada con rayos varios,
dispuestos como en las efigies imperiales de las monedas
romanas. De donde es legítimo concluir no sólo que el símbolo
indicado pertenece al ambiente gnóstico, sino también que el
artista para figurarlo en la piedra había seguido la tradición
local, es decir, la tradición romana y pagana que se mantenía
aún en la península, como lo atestiguan numerosos documentos.
Con
el paso de los años, los dogmas, la mitología y el estilo gnóstico
se han fundido en dos movimientos religiosos, unitario y
trinitario, los cuales se enfrentarán para alcanzar la supremacía
religiosa en España. Planteada así la cuestión, no cabe duda
de que en el siglo VII, época en que fueron construidos los
bajorrelieves de Quintanilla, es decir, en fecha tan tardía,
poseía aún el movimiento gnóstico una lozanía y una
influencia que nadie hace poco hubiera podido concebir. Se
pueden hallar fácilmente en los siglos posteriores testimonios
de esta supervivencia, tanto en los unitarios premusulmanes,
como en los trinitarios.
Conocen
perfectamente los autores de la Escuela de Córdoba (siglo IX)
la doctrina gnóstica. Llama Alvaro de Córdoba maniqueo a Félix,
el hijo del juez Graciano. ¿Era exacta la afirmación o tratábase
de una injuria? Difícil es determinarlo. Un estudio completo de
las obras de la Escuela podría aportar mayores confirmaciones.
Desde un enfoque artístico los símbolos gnósticos se
encuentran en los libros miniados y en las esculturas de las
iglesias cristianas posteriores. Así, los motivos vegetales y
zoológicos de Quintanilla ocupan gran lugar en las distintas
copias de los Comentarios
al Apocalipsis de Beato de Liébana, en los manuscritos
visigóticos o de este estilo conservados en San Isidoro de León,
en ciertos motivos decorativos de San Pedro de la Nave y en los
capiteles románicos del siglo XI.
Los
símbolos de la luna y del sol se mantendrán en la iconografía
cristiana por toda la Edad Media. Mas, han olvidado los artistas
que ambos astros representan los principios masculino y femenino
que gobiernan el mundo. Para los escritores se convierten en una
imagen literaria. Manifiesta su reminiscencia Pablo de Mérida
cuando escribe glosando los méritos del diácono Inocencio,
«cuyus
doctrina hactenus
rutilat et fulget Ecclesia,
ut sol et luna.., cuya doctrina hasta nuestros
días hace lucir y brillar la Iglesia, como la luna y el sol»188.
Para
los artistas se convierten los dos astros en un tema de decoración
más o menos ligado a una antiquísima tradición, de la que no
se sospecha los orígenes. Realzan ambos la Crucifixión. Desde
un sencillo punto de vista astronómico, es mero disparate. Para
la gente antigua que observaba los movimientos de los astros con
una atención perdida hoy por el gran público, el hecho resulta
sospechoso: ¿seguirían los artistas una tradición que
remontaba a una fuente sencillamente antignóstica? Luego se había
repetido el tema por rutina. Sea lo que fuere, ha sido
reproducido hasta el Renacimiento y por los imagineros populares
hasta nuestros días.
En
los unitarios, la yuxtaposición de los dos principios quiebra
por obra del arrianismo. Se desvanece el principio femenino,
queda sólo dominante el masculino fundiéndose con la idea
unitaria. Pero la influencia del estilo gnóstico se conserva en
España por lo menos en el Islam. Varios de los símbolos que
decoran Quintanilla, racimo de uvas, árbol de la vida, flores,
animales, se encuentran en el arte arábigo-andaluz. Si algunos
pueden desempeñar un papel meramente decorativo, es difícil no
apreciar en otros un significado emparentado con el de antaño:
así el del árbol de la vida. Por otra parte, como lo
apreciaremos en la tercera parte de esta obra, el arte arábigo
en España es la prolongación en una misma curva de evolución
del ibero y del visigótico. La parte de la Mezquita de Córdoba,
por ejemplo, agrandada por Abd al Ramán II en el siglo IX, está
decorada con racimos de uvas similares a las de Quintanilla.
Asimismo con otros símbolos que nos son familiares, los cuales
poseen una tradición oriental y también hispánica, como lo
estudiaremos más adelante. Adornan los objetos tallados en
marfil de la gran época del califato.
Para
el objeto de nuestras tesis reviste una importancia considerable
la última transposición del mito solar en simbolismo
abstracto. Convertido el sol en el principio generador de la
vida, se desprende de toda mitología pagana anterior, tanto en
los unitarios como en los trinitarios. Tenía esto lontana
ascendencia. Para San Juan como para los gnósticos Dios es la
luz189.
Se ha mantenido este criterio más o menos inconscientemente
en toda la Edad Media cristiana y algunas de sus manifestaciones
se han conservado en las tradiciones locales190.Ya
para los
partidarios del unitarismo en el siglo VIII, la concepción de
un mediador, Salvador-Jesús, también se ha desvanecido. Para
hacer la idea más pura y concreta, el mismo sol es reducido a
la mínima expresión, a la representación de una estrella que
llegará a ser el signo de afiliación de los antitrinitarios.
Pues el sol-Salvador-luz-estrella, se transfigura en el símbolo
del unitarismo: un solo Dios con el resplandor de toda su
potencia.
El
empuje racional
En
el estado actual de los conocimientos, cuanto más desde el
descubrimiento de los libros de Khenoboskión, hay que rechazar
la antigua concepción según la cual era la gnosis una herejía
cristiana. Por ciertas circunstancias reducida a una enseñanza
hermética y esotérica, en una palabra teosófica, su
estilo pietista y ascético había anchamente
desbordado la doctrina confusa y abigarrada, para envolver la
casi totalidad de las concepciones religiosas brotadas en
Oriente. Ocurría esto precisamente en el momento en que unas
inquietudes apocalípticas angustiaban a los pueblos mediterráneos;
así se explica el afán creador de conceptos ultraterrestres.
Por ello les era fácil a los historiadores reconocer su impacto
en el cristianismo primitivo y descubrir su influencia tardía
en el Islam.
A
esta oleada, cuyo carácter irracional era manifiesto, se opuso
una reacción contraria. A pesar del renacimiento neoplatónico
de la filosofía alejandrina cuyos autores judíos estaban
contagiados por el ambiente, no se habían olvidado del todo las
lecciones de los grandes maestros paganos. Su prestigio se
mantenía incólume en los espíritus esclarecidos e impedía
que el racionalismo griego y latino quedara sumergido por la
marea viva, irrumpiendo tanto en las naciones ricas y cultas
como en las pobres e ignorantes. Entonces trataron algunos,
imbuidos de la fe religiosa, mas no al punto de haber olvidado
las enseñanzas recibidas en la escuela, de conciliar la razón
con sus nuevas convicciones. Se trasluce ya este esfuerzo por
alcanzar un equilibrio con las primeras herejías. La constitución
del dogma cristiano ha sido una constante tira y afloja entre
estos dos polos de atracción: lo racional y lo irracional.
En
el siglo IV, después de las oscuras discusiones del anterior en
las cuales cuaja la concepción trinitaria de la divinidad, se
distinguen por su genio y su predicación dos hombres: Arrio en
Oriente, Prisciliano en España. Tuvieron sus ideas gran
divulgación. Aceleraron la división de los monoteístas,
favoreciendo con su racionalismo a los partidarios del
unitarismo en detrimento de la irracionalidad trinitaria. A la
larga, sus enseñanzas condujeron al sincretismo musulmán.
Mucho
más complicada resulta la evolución de estas ideas en Oriente
que en Occidente, porque en las provincias asiáticas de
Bizancio se encontraba el arrianismo en lucha con otros dos
movimientos paralelos y potentes: el nestorianismo y el
monofisismo. Destacan claramente estos tres conceptos en la
turbamulta de los secundarios. Pero esta profunda agitación de
ideas religiosas, que poseían todas un común denominador
antitrinitario, ha producido una enorme confusión. En mucho
tiempo no han podido los historiadores en tal algarabía
distinguir el hilo que conducía al sincretismo musulmán. En
España se plantea el problema con mayor simplicidad.
Contrariamente a lo ocurrido en Oriente, sólo dos principios
heterodoxos destacan claramente sobre los demás que tuvieron
escasa resonancia: el priscilianismo y el arrianismo.
Esto
permite una mayor comprensión de la evolución de las ideas
cuyo proceso se realiza aquí más lentamente que en Oriente.
Puesto en movimiento poco más o menos en la misma época,
cristalizaría mucho más tarde en un dogma no cristiano con la
contrarreforma almorávide y almohade. Mas se desenvolvió a
paso lento, como a velocidad reducida la proyección de una película.
De donde la posibilidad de situar puntos en una misma curva; lo
que al fin y al cabo conducía a una similar consecuencia, a la
misma finalidad: lo que Runciman expresó con las siguientes
palabras: Vino el Islam, «simplificó
las cosas y
barrió a
las sectas»191.
Tuvo así Mahoma el gran mérito de reducir el
irracionalismo de las anteriores concepciones religiosas a la mínima
expresión, al volver al puro monoteísmo mosaico.
Con
el descubrimiento de los escritos de Prisciliano, encontrados en
1885
en la biblioteca de la Universidad de Wuzburgo por George
Schepps, hubo que inclinarse ante la evidencia: No era
Prisciliano un gnóstico como por tanto tiempo se había creído.
Conocía muy bien las enseñanzas de la secta, porque genio
curioso y ecléctico gustaba de enterarse de todo aquello que
tuviera alguna relación con la religión. Antes del
descubrimiento de sus obras, anegados en la confusión que había
oscurecido una mejor comprensión de la gnosis, habían aceptado
los historiadores el criterio de las autoridades religiosas que
le habían condenado. Mas ahora se presenció una bien extraña
discusión, que manifestaba el escaso juicio crítico que habían
demostrado ciertos eruditos. Era gnóstico Prisciliano porque así
lo estimaron las autoridades religiosas de la época, sin
molestarse en averiguar si los gnósticos eran ellos de la misma
opinión. Las declaraciones que se hallan en sus escritos según
las cuales anatematizaba los principios gnósticos no debían
tenerse en cuenta: ¡ Eran el fruto de la duplicidad!
¡Santo
Cielo! Existen mentirosos en esta tierra, se pueden hallar entre
la gente intelectual.., y hasta entre los eclesiásticos. Mas,
¿puede admitirse tal argumento como principio de método histórico?
Era muy cómodo para rechazar los testimonios fastidiosos o
engorrosos. Para prescindir de la propia autoridad de los textos
de Prisciliano, había que demostrar que no era sincero y que
sus escritos eran mentiras; lo que desde nuestros días con tal
lejanía y la escasez de documentos era descabellado tan sólo
intentarlo. Para sospechar de la duplicidad del heresiarca se
han atrincherado algunos autores tras el argumento sorprendente
de que había mentido para salvaguardar el juramento prestado
durante su ingreso en la secta. Era correr la posta a la ligera,
pues sabemos por múltiples testimonios, confirmados por la
lectura de los libros de Khenoboskión, que muy anteriormente al
siglo IV se habían divulgado los secretos gnósticos. Estaban
por lo visto al alcance de cualquiera deseoso de informarse. En
resumidas cuentas, gustara o no gustara, bastaba para conocer el
pensamiento de Prisciliano con leer sus escritos con
imparcialidad.., y con el seso alumbrado.
Poseía
Prisciliano una inteligencia sintética. Había perfectamente
comprendido el sentido de la evolución de las ideas que en su
tiempo se dirigían en gran parte de las regiones mediterráneas
hacia el racionalismo del sincretismo arriano. Era un precursor
y como tantos otros con su cabeza pagó la superioridad de su
inteligencia que le permitía percibir lo que era vedado a los
obtusos. Por consiguiente, se podría suponer que se esforzaba
este ingenio extraordinario y tan moderno en crear un
sincretismo cuyo eje fuera la figura de Cristo, mas desprendido
de todo dogmatismo; lo que permitía al juicio crítico
desenvolverse con libertad. Si se hubiera impuesto esta concepción,
hubiera superado el sincretismo arriano que padecía de un
entumecimiento tan dogmático como el trinitario. Acaso con el
curso de los años, de haber prosperado hubiera hecho
innecesario o hubiera quitado hierro en gran cuantía al
sincretismo musulmán. Así se entiende por qué se esforzaba en
rebuscar en todos los ámbitos criterios a veces opuestos, pero
que pudieran fundirse en un todo. Acaso había aceptado reglas
ascéticas y pietistas gnósticas, acción que sus discípulos
exageraron; pero que no dejaron los autores antiguos, con o sin
razón, de destacar192.
En
lo que concierne a la evolución de las ideas en España, dos
puntos de su doctrina nos interesan: su concepción atenuada, de
sabor sabeliano, de la Santa Trinidad; su racionalismo cristiano
que le emparenta con los tiempos modernos y que le sitúa a una
legua de todo dogmatismo exagerado, por consiguiente del gnóstico.
Existe
en el cristianismo primitivo hispano un hecho extraño desde
cualquier punto de vista en que uno se coloque. En la Alta Edad
Media citan diferentes autores textos del Nuevo Testamento que
no coinciden con la lectura de los más antiguos manuscritos
griegos, ni con la Vulgata. Mas ocurre que Prisciliano ha
incluido en su Liber
apologeticus una frase que se ha vuelto célebre a propósito
de la Santa Trinidad. En el siglo VIII ha sido interpolada en un
versículo de la primera Epístola
de San Juan. Se trata del comma
johanneum, del que hemos hecho mención en un capítulo
anterior. Para demostrar que existe en los libros canónicos un
testimonio indiscutible referente a la Santa Trinidad, había
enzurronado un ingenio agudo en el texto de San Juan la frase,
convincente a pedir de boca. Ahora bien, en su profesión de fe
acerca de la divinidad de Jesucristo, había citado Prisciliano
en su libro el versículo de San Juan con la frase que servirá
para la interpolación; pero con esta particularidad: no
coincide del todo su texto con el que ha copiado e interpolado
el tramposo.
He
aquí el texto de San Jerónimo con la frase interpolada puesta
entre paréntesis:
Quoniam
tres sunt (qui testimonium dant in coelo: Pater,
verbum el Spiritus Santus; et hi tres unum sunt. El tres
sunt) qui testimonium dant in terra: spiritus el aquae et
sanguis: et hi tres unum sumt193.
Dice
así el texto de Prisciliano:
Sicut
Johannes ait:
tria sunt quae testimonium dicunt in ten-a
aqua caro el sanguis el haec tria in unum sunt, el tria sunt
quae testimonium dicunt in coelo pater,
verbum et spiritus el hae tria unum sunt in Cristo Jesu194.
Las
últimas palabras de Prisciliano no aparecen en la interpolación.
Poseen un perfume demasiado sabeliano que no convenía a los
autores de la superchería195.
Este ejemplo y algunos otros que pudieran espigarse en sus
escritos acaso dejar suponer que no estaba inclinado a aceptar
una concepción de la Trinidad por demás rígida.
Prisciliano
no ha establecido una doctrina fija y precisa que se estudia y
discute. Como lo han advertido varios autores, entre los cuales
destacan Menéndez y Pelayo y el padre Villada, se pueden leer
sus escritos sin encontrar una proposición que sea contraria a
la doctrina católica196.
Por ello no aparece en la historia como un verdadero
heresiarca. En su tiempo lo han defendido hombres honestos y
esclarecidos y en nuestros días especialistas como Babut197.
Entonces, ¿por qué el clamor clerical en su tiempo? Aparte
cierto juicio que mencionaremos más adelante, era Prisciliano
un hombre culto, muy inteligente e independiente; de ahí el
odio de los obispos, sus colegas y compatriotas, que no lucían
estas cualidades. Le permitía interpretar esta libertad de
criterio las concepciones cristianas con el mismo desenfado que
las gnósticas.
He
aquí un ejemplo característico: Hemos trascrito en un párrafo
anterior una de sus frases acerca de los dos principios que según
la gnosis componen la esencia de la divinidad, la que es
concebida masculina y femenina. Pero inmediatamente añadía de
su propia cosecha escudándose tras un versículo del Génesis:
«Nobis
autem, et in mascula et
in femina dei spiritus est, sicut scriptum est:
Fecit deus hominem ad imaginem
el
similitudinem suam: masculam et feminam» (Liber apologeticus)198.
Acaso
demasiado comprometido en sus discusiones eludía Prisciliano
con una pirueta el fondo del problema. Mas, para hacerla sin
romperse la crisma, requerido era poseer un espíritu de tal
independencia que no rehusara emplear el razonamiento199.
En este sentido se agiganta por encima de sus contemporáneos.
Por esto se sitúa su pensamiento en los antípodas de la
gnosis, irracional por definición. ¿Por qué ha sido entonces
considerado por las autoridades religiosas de su tiempo como gnóstico?
Según nuestro leal saber y entender, porque enseñaba que no
debía reducirse solamente la literatura cristiana oficial al
uso de los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, tales como
desde entonces están seleccionados. Autores antiguos tenían
tanto mérito como los ya admitidos para ser incluidos en las
colecciones canónicas. Entre ellos señalaba libros apócrifos
apreciados por los gnósticos. En otras palabras, si era
necesario aceptar la tradición, había que aceptarla en bloque
y no realizar una selección en la tradición.
Se
funda su convicción en la siguiente argumentación: «Se hace
referencia en los libros canónicos a materias cuya precisa
descripción no se halla en ningún lugar de la Biblia. Tenía
pues que existir en otros textos cuyo carácter debe ser tan
venerable y sagrado. Por otra parte, se encuentran en la Biblia
referencias claras e indiscutibles a estos libros. Entonces, ¿por
qué rechazarlos ?»
Pero
el historiador debe situar esta cuestión en el mismo tiempo en
que fue planteada, en el siglo IV. Estaba entonces en gestación
el dogma. Entran en competición textos diversos cuyos
partidarios estimaban que debían ser considerados como
sagrados. De la supervivencia de estos escritos, del olvido de
otros, dependía el porvenir del cristianismo tal como hoy día
lo conocemos. De aquí el valor de la escritura más o menos
formal de estos textos. No hay que olvidarlo. Empezó San Jerónimo
la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento
después del suplicio de Prisciliano. Su informe hecho en
defensa de libros que habían sido rechazados o que inducían
sospechas, había por lo visto levantado una oleada de
discusiones. Por donde el disgusto de ciertas personalidades. El
papa San Dámaso y San Ambrosio en Milán no quisieron recibirle
cuando emprendió el viaje a Italia para defenderse de la
acusación que le había sido hecha de ser gnóstico.
Por
presión de las autoridades religiosas le hizo decapitar el
Emperador tomando por pretexto el tribunal su condición de
mago, calificativo que demuestra la calidad moral de sus
perseguidores. Sulpicio Severo nos advierte también de las
razones particulares que habían movido al autócrata. Los
partidarios de Prisciliano eran gente rica, padecía Maximiano
estrecheces dolorosas. Encontró cómodo perseguir a estos heréticos
de los cuales según la ley recibiría las herencias en
beneficio. Al mismo tiempo se congraciaba con Roma. ¡Dos presas
con un solo tiro! Existía, sin embargo, una dificultad jurídica..,
una nimiedad. ¿En qué fundarse para condenarle? No se podían
hallar en sus escritos proposiciones culpables, como había
ocurrido en Nicea con las de Arrio. No se prestaba su
pensamiento a tales juicios fundidos en bloques de acero. No podían
acusarle por sus esfuerzos de exegeta porque en aquellos tiempos
era inconcebible esta disciplina. Se deshicieron de él porque
ejercía la magia. Con algunos de sus discípulos le cortaron la
cabeza en
385.
Causó
indignación el asesinato. Para oponerse a la oleada de
protestas se reunió en 397 o en 400 el primer Concilio de
Toledo con el propósito de condenar las ideas de Prisciliano.
Sus partidarios eran ya tan numerosos que no tenía sentido
acusarle por sus habilidades en brujerías, ya que esta facultad
personal no se transmite a través de las generaciones. Se cargó
sobre las espaldas del muerto todas las herejías que habían
visto la luz desde la fundación del cristianismo y como no era
bastante también le colaron actividades extrarreligiosas como
la astrología, que era entonces considerada como una ciencia, o
el vegetarianismo200.
Renegaron de la secta, que ya poderosamente había cuajado
con el martirio, varios obispos y presbíteros. Pero un obispo
heroico, un tal Herenas, se levantó en la asamblea y tuvo la
osadía de proclamar la inocencia de Prisciliano y el gran escándalo
de acusar a los obispos sus enemigos. Así se expresa parte de
la
copia
de la sentencia definitiva sacada de las actas:
Herenas
prefirió más bien seguir a sus clérigos, los cuales espontáneamente,
sin ser preguntados,
habían aclamado a Prisciliano
como católico y santo mártir, y él mismo dijo que había sido
católico hasta el final y que había padecido la persecución
de parte de los
obispos, afirmando lo cual había culpado
por su propia
cuenta a todos los santos, muchos de los cuales ya habían
muerto, y algunos todavía
viviendo en este mundo, y decretamos que éste debe ser depuesto
del episcopado con todos aquellos, tanto clérigos suyos
como los demás obispos,
esto es: Donato, Acuno, Emilio que apartándose de la profesión
de fe de los santos, habían preferido seguir
en la compañía de los perdidos..201
Queda
así testimonio de la creación del cisma, lo que sin duda no
habían previsto los culpables de la muerte de Prisciliano.
Probablemente había dicho la verdad Herenas con respecto al
comportamiento de los obispos enemigos del Mártir. Pero el
juicio de San Martín de Tours, muerto en 397,
revestía mucho mayor alcance, pues apuntaba a la política
que siguió la Iglesia desde aquellas fechas hasta nuestros días;
lo que se ha llamado el pacto constantiniano: La injerencia del
poder público en las discusiones teológicas, declaró
entonces, resolviéndolas con la espada sería a la larga para
la Iglesia una intervención nefasta.
«En
medio de la gran libertad de interpretación que aplica a los textos
sagrados,
escribe
Menéndez y Pelayo..., muestra
Prisciliano una erudita curiosidad y cientos
vislumbres de espíritu critico que sorprenden en épocas
tan remotas.» Es el primer exegeta que aparece en la
historia, si se da a esta palabra el sentido que hoy en día
posee. Mas el espíritu destaca sobre la letra. El cristianismo
de Prisciliano es meramente bíblico. Por esto Paret, uno de los
primeros autores que lo han estudiado en sus textos
recientemente descubiertos, lo colocan «por
cierto género de libre examen»
entre los precursores del protestantismo; criterio que
reconoce Menéndez y Pelayo. El libre examen le eleva por encima
de la mayoría que prepararon el camino a la Reforma. El
concepto religioso es un mero símbolo. El
símbolo es obra de Dios. «Symbolum opus domini est.» El
mito es por consiguiente más importante que la historia de los
hechos. Por la acción del mito cada uno escucha en su corazón
la voz de Dios. Por su mediación brota la fe202.
Hacía
ya mucho tiempo que el simbolismo era empleado por las sectas más
diversas; se sabe el amplio empleo que del mismo hicieron los gnósticos.
Acaso sus textos extravagantes no tenían otro objeto que
sugerir un estado de espíritu, careciendo la letra de
importancia. Es posible que Prisciliano en su fuero interno
concibiera la persona de Cristo como un símbolo; lo que
explicaría por qué Sinfosius, obispo priscilianista de
Galicia, en su abjuración en el primer Concilio de Toledo
rechazó la doctrina según la cual jamás el Hilo podía haber
nacido de modo físico. «In
qua dicebatur Filius innascibilis.» Ahora bien, Prisciliano
en sus escritos jamás ha dicho tal cosa y el obispo Sinfosius
afirma que ha leído esta proposición «poco
ha, en no sé que pergamino». Como por las actas del
concilio nos enteramos de que corrían de mano en mano libros
con proposiciones heréticas, entre ellas los que confesó haber
escrito el obispo Dictino, ignoramos si las proposiciones
condenadas pertenecían a Prisciliano o eran de la cosecha de
los muchos que entonces daban un cuarto al pregonero; lo que los
obispos mayoritarios se cuidaron muy mucho de no precisar203.
Sea
lo que fuere, legítimo es concluir que a finales del siglo IV
existía en España una efervescencia de ideas religiosas, de la
que no se halla nada parecido en el resto de Occidente;
efervescencia popular, pero respaldada por una literatura
heterodoxa desde entonces desaparecida y por lo tanto ignorada
de los historiadores. Así se explica que después de la muerte
del Mártir adquiriese el priscilianismo un impulso
considerable, de tal suerte que se ramifica en numerosas sectas
paralelas, cuyo conocimiento se nos alcanza por la lectura de
los posteriores concilios. Mas, considerado en un todo, consta
que se mantuvo hasta fines del siglo VII204.
Lo importante fue que su acción consciente o inconsciente se
sumó al ambiente antitrinitario que evolucionó en aquellos años
hasta desembocar en el siglo IX en el sincretismo musulmán.
Pertenecía
Prisciliano a una familia importante, probablemente pagana, pues
parece que fue bautizado en edad tardía. Poseía facultades
intelectuales notables como lo han reconocido sus contemporáneos;
entre ellos Sulpicio Severo. Ya mayor fue nombrado obispo de Ávila
por aclamación de la muchedumbre. No fue condenado, como se ha
dicho, por el Concilio de Zaragoza205.
Después de su decapitación ocurrida en Aquisgrán,
transportaron su cuerpo con grandes procesiones y ceremonias a
Galicia, de donde se supone que era oriundo. Es muy probable,
como ha sugerido Unamuno, que había sido enterrado en
Compostela. Con el curso de los siglos, la evolución de las
ideas y el terrible impacto de los acontecimientos —fue
Galicia varias veces sacudida por las revoluciones y las
invasiones—, se olvidó el culto de Prisciliano. Con la
cruzada cluniacense, acaso antes, el recuerdo de un gran profeta
cuyo cuerpo había sido traído desde tierras lejanas por sus
discípulos, quedó transpuesto en la persona de Santiago206.
Después
de la muerte de Prisciliano sus propias ideas, más las ajenas,
alcanzan las proporciones de una Iglesia cismática con su culto
propio. Sabemos que poseían los priscilianistas una literatura,
himnos, cánticos, etc.; llevaban los clérigos y lectores una
tonsura especial que los distinguía de los ortodoxos; tenían
unas traducciones del Antiguo Testamento para su uso particular.
Ha sido tan importante la nombra-día de Prisciliano que han
ocupado algunos de sus escritos un lugar preeminente en la
literatura cristiana hispana. Se conservan unos ocho ejemplares
de Biblias del IX y del X que guardan aún los comentarios de
Prisciliano a las Epístolas
de San Pablo. Afirman ciertos autores que fueron
posteriormente corregidos; lo que no desdice, de ser esto
cierto, de lo extraordinario del caso, tratándose de un
heresiarca que había sido condenado.
Para
combatir la «peste priscilianista» se reúne el Primer
Concilio de Toledo. Basta leer el preámbulo de las actas para
apreciar la existencia en España de una situación sin parangón
en el resto de Occidente. Divididos estaban los cristianos. Se
adhieren los obispos ortodoxos al Concilio de Nicea. hacen acto
de fe trinitaria y condenan a los que se oponen a esta concepción
de la divinidad. Pero, descontando los que abjuraron y los que
fueron condenados, la mayoría componiase de solamente
diecinueve obispos, cifra escasísima en comparación con la
importancia del concilio, acaso el más decisivo de la Alta Edad
Media por su labor dogmática. Se desprende de esta corta matemática
lo exiguo de la comunidad ortodoxa en el país. Descansaba su
poder en el respaldo que recibían los obispos de los
gobernantes. No duraría mucho tiempo este privilegio. Algunos años
más tarde, se alzaba Eurico con el mando e introducía el
arrianismo como religión oficial del Estado. Contraproducente
se volvía el pacto constantiniano.
Entonces
se trasluce un hecho de alcance incalculable: Bajo la apariencia
del cisma priscilianista, con los ramales más o menos gnósticos
de sus adheridos, ante la existencia de otras herejías —la
masa aún pagana de una gran parte de la población a la que sería
menester añadir el número de los indiferentes— se desprende
que antes de la toma del poder por los godos arrianos, una
fracción importante de la población, si no la mayoría, estaba
en contra de los obispos que mantenían su autoridad gracias a
la ayuda de un Estado que estaba en vísperas de derrumbarse. De
repente, como por arte de birlibirloque quedaban sus protegidos
desamparados y por así decir en la calle. Como el hombre es el
único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, se
repetiría la misma situación tres siglos más tarde. Con el
enfoque relumbrante de la historia se alcanzaba entonces el
verdadero sentido de las actas del primer Concilio toledano: Se
trataba de una auténtica declaración de guerra en contra de
adversarios dogmáticos, pero realizada desde una falsa posición.
Tendría esto por consecuencia una anemia constante del
cristianismo que duró mis de ciento cincuenta años, hasta la
abjuración de Recaredo, si nos atenemos tan sólo a la verdad
oficial, ya que la realidad se sospecha, pero se ignora. Así se
explica que no pudiese ser triunfante el cristianismo en España,
como lo había sido en otros lugares de Occidente. Por la
presencia de temibles enemigos empezaba una terrible rivalidad.
Se prolongaría a todo lo largo de la Edad Media. Opondría las
dos concepciones del monoteísmo. Los acontecimientos descritos
como una pretendida invasión de España por los árabes eran un
episodio en esta milenaria competición.
El
sincretismo arriano
Como
todos los movimientos ideológicos, ha debido de propagarse el
arrianismo en la Península Ibérica de modo anónimo. No existe
duda alguna de que en el siglo 1V existían ya muchos adeptos a
esta doctrina, es decir, antes de que los godos la convirtieran
en la religión oficial del Estado. Se ha supuesto que varias
personalidades religiosas importantes se habían afiliado a la
misma, entre otros, Potamio, obispo de Lisboa, y Florencio,
obispo de Mérida. También se ha dicho que cedió Osio a los
encantos de sus argumentos, la personalidad más importante de
su tiempo en el campo trinitario, la que dirigió en Nicea las
discusiones, como legado del Papa, y redactó el Credo.
Se
han enzarzado las discusiones sobre el tema. Nos parecen
temerarias, porque estimamos arriesgado con la escasísima
documentación existente, sobre la que además pesa la sospecha
de haber sido interpolada, querer seguir la evolución del
pensamiento de una personalidad intelectual, tanto más si ha
desempeñado un papel importante en la lucha de las ideas. Basta
con recordar la revisión que en nuestros días se ha hecho de
las concepciones propias de ciertos autores del siglo XVI que la
pasión religiosa había colocado sea en el campo católico, sea
en el protestante, cuando estaban tan alejados del uno como del
otro, para advertir con qué prudencia debemos enfrentarnos con
estos problemas. Mis vale atenerse a lo generalmente admitido
hasta que aparezcan nuevos hechos y otra luz. Pues es muy
probable que al fin de sus vidas se esforzaran estos hombres,
asustados por el giro de los acontecimientos, en buscar un
terreno de conciliación entre los dos extremos. Nos consta que
fue realizado el intento por ciertas personalidades en los años
anteriores al siglo VIII, por lo cual fueron llamados
semiarrianos. Entre ellos destaca Leovigildo que se empeñó en
unir las dos ramas del cristianismo por mutuas concesiones; lo
que acaso hubiera impedido la guerra civil en perspectiva con la
islamización consiguiente del país. Mas, como sucede con
demasiada frecuencia con los partidos moderados, fueron
reducidos a nada por el extremismo de las partes contrarias. Sea
lo que fuere, la llegada de los godos a España robusteció la
propagación del arrianismo, cuando los partidarios de la
Trinidad periclitaban.
A
principios del siglo V se hallaba la Península Ibérica en
plena efervescencia religiosa. Ocurría lo mismo en las
provincias orientales de Bizancio. Sobre un fondo eminentemente
pagano en donde se mezclaba el recuerdo de los viejos ritos con
las imágenes del Panteón latino, se habían sedimentado los
principios aportados por oleadas sucesivas, llegadas de Oriente.
Ya en el siglo IV se podía perfectamente distinguir en el ámbito
mediterráneo las dos principales corrientes de ideas-fuerza,
trinitarias y unitarias, que iban a dividir a los monoteístas.
Con la descomposición del Imperio Romano, la llegada al poder
de los germanos, muchos de los cuales eran arrianos, y de otros
cristianos recientemente convertidos, se acentuó este divorcio
por obra de la política. Los godos que tomaron el mando en España
eran arrianos o se adhirieron a esta doctrina al poco de llegar107.
Desde entonces la pasión política se mezcla con la
religiosa, dando lugar a un producto explosivo. Se envenenaron
las relaciones sociales. Se trasluce esta deformación en los
escritos de la época. Se vuelven a veces tan tendenciosos y con
tal ingenuidad que pierden todo crédito. A veces están
alcanzados sus autores por tal rabia infantil que la lectura de
sus escritos, cosa infrecuente, se vuelve divertida208.
Mas esta efervescencia ha producido una importante literatura de
la que sólo conocemos del campo trinitario un número pequeño
de obras. Las de los unitarios se han perdido.
Esto
ha sido motivado por causas diversas:
1.
Con la conversión de Recaredo numerosos libros arrianos fueron
quemados. Cuenta la crónica de Fredegario, que se añade
generalmente en apéndice a la obra de Gregorio de Tours, que
hizo amontonar el rey en una casa de Toledo todos los libros
arrianos que pudo encontrar y le prendió fuego209.
Así se explica que no conozcamos en España ningún texto
escrito en idioma godo, ni tampoco ningún ejemplar hispánico
de la Biblia de Ulfila.
2.
Otros libros se han perdido sea en las represiones trinitarias
posteriores, sea en la guerra civil del siglo VIII, sea a causa
de incuria por parte de sus poseedores. Por estas razones
desaparecieron textos importantes trinitarios, pues conocemos
sus títulos y demás referencias. También ha ocurrido otro
hecho: Fueron destruidos los escritos que tenían un carácter
unitario cuya inspiración estaba encaminada hacia el
sincretismo musulmán. En la evolución de las ideas habían
perdido interés y se habían vuelto ininteligibles para las
nuevas generaciones. Estaban escritos en latín, lengua de los
trinitarios, mientras que con el curso del tiempo se había
convertido el árabe en el idioma de los unitarios. Confundidos
con los textos cristianos fueron olvidados con el mismo desdén.
3.
Solamente guardamos de esta época oscura algunos manuscritos
latinos que conservaron las minorías cristianas de Córdoba.
Fueron escritos en la mitad del siglo IX. Pero en razón de la
situación minoritaria en que se encontraban estas gentes,
salvaguardaron los escritos extremosos que reforzaban su ideología
exaltada. Menospreciaron los textos que defendían una posición
conciliadora con los unitarios, los que tenían más interés
para el historiador deseoso de esclarecer la evolución de las
ideas en aquellos tiempos.
Así
se explican las dificultades con las cuales tropezaron los
historiadores, como asimismo nuestros contemporáneos.
Confundidos por mitos diversos, cristianos y musulmanes, no podían
distinguir en trozos de pergamino, en cortas frases, en
sencillas palabras, los signos de un larguísimo movimiento de
opinión que daba la impresión de no existir, para de pronto
surgir en brutal explosión de acontecimientos; pues atribuían
sus causas a hechos extraños, lejanos y fabulosos. Por otra
parte, una actitud confesional de corto vuelo acentuaba el velo
histórico a que nos hemos referido en páginas anteriores. Menéndez
y Pelayo en la madurez de su genio confesaba que los textos que
había escrito en su juventud sobre la historia de los
heterodoxos eran
«casi
infantiles»210.
En
estas condiciones, hasta que estudios más importantes no hayan
sido hechos, nos tenemos que contentar con un esquema general,
una curva de evolución construida con muy pocos puntos
concretos, pero precisos y conocidos con la mayor exactitud.
Apunta hacia un amplio sincretismo que cristaliza en el siglo
VIiI.
Alentado
por su independencia, cumple Eurico el propósito de romper con
Bizancio. Convierte el arrianismo en la religión del Estado en
gran parte de Francia y de España que gobierna. Se propaga la
herejía con tanta mayor facilidad cuanto que existe en la nación
un ambiente propicio. Se combina con el priscilianismo para dar
mayor auge a las concepciones unitarias. Como en Oriente, al
movimiento se añaden sectas de valor secundario, pero que
niegan la Trinidad. Entonces, favorecido por el prestigio que da
el trono y por la eficacia de los gobiernos arrianos que
supieron mantener la paz y acaso con Leovigildo incrementar la
prosperidad, se difunde el arrianismo. Desde entonces existe en
España una opinión unitaria, que se mantendrá hasta el siglo
VIII, disimulada por el optimismo aparente oficial.
Las
personalidades trinitarias del siglo VII fueron importantes,
pero no supieron o no pudieron desvirtuar el movimiento de las
ideas que alentaba en la gran mayoría de la población hispana.
Le ha ocurrido a San Isidoro lo que a San Agustín. A pesar de
su genio no impidieron la cristalización del sincretismo
arriano y musulmán en sus tierras tunecinas o andaluzas. La
fachada de un Estado teocrático estaba corroído por un cáncer.
Después de aconteceres desfavorables, con una sacudida más
violenta se derrumbaron fachada y estructura.
Conocemos
mal el arrianismo por la sencilla razón de que no se pueden
leer los libros de Arrio. Fueron todos destruidos. Han podido
los historiadores esquematizar la esencia de su doctrina fundándose
en la exposición que hicieron de ella sus enemigos para
refutarla. Mas, como ocurre con harta frecuencia en casos
parecidos, no suele ser ésta objetiva. Han tenido que
rectificar su criterio los que estudiaron la gnosis antes del
descubrimiento de los libros de Khenoboskión, asimismo ocurrió
con Prisciliano que adquirió otra personalidad después de la
lectura de sus obras. Enseña esta experiencia los peligros del
método y la prudencia que se impone.
Reducido
a la más sencilla expresión, se puede concretar que niega el
arrianismo la divinidad de Cristo: Está supeditado el Hijo a su
Progenitor; de donde discusiones interminables para definir términos
y palabras. Por otra parte, es sensato suponer que en función
del gran movimiento de opinión que movió y conmovió a España,
sufrió el arrianismo un proceso de evolución desde el IV al
VIII, para desembocar en un vasto sincretismo antitrinitario.
(Se adelantan los acontecimientos en Oriente en donde dicho
sincretismo debió de formalizarse del VI y VII.) Jamás
tendremos, por lo menos en Occidente, un conocimiento preciso y
detallado de este impresionante alud de conceptos. Sin embargo,
nos es posible esclarecer hoy día algunas fases de esta evolución.
En
un principio se asiste a una sutil discusión acerca de ciertas
palabras griegas. Trataban en el siglo IV de lograr los
semiarrianos una fórmula conciliatoria con los más
intransigentes de los trinitarios211.
Ahora son latinos: Tratan ambos bandos de ponerse
infructuosamente de acuerdo sobre un texto con el cual canta la
Iglesia las glorias de la Trinidad: Gloria
Patri et Filio et Spiritu Santo. Por la crónica del abate
de Biclara sabemos que en su tiempo, a finales del VI, habían
eliminado los priscilianistas la última partícula et
de esta clásica proposición. Decían pues: Gloria
Patri et Filio, Spiritu Santo.
Insinuaban así que Jesucristo y el Espíritu Santo eran
una sola persona, un Logos algo gnóstico, en una palabra un
demiurgo a las órdenes del Padre.
En
580, según este cronista y otros testimonios, reúne Leovigildo
en Toledo un concilio de obispos arrianos212.
Acuerdan emplear la misma fórmula que los trinitarios para
cantar el Gloria,
pero sin preposiciones: Gloria
Patri, Filio,
Spiritu Santo. Tomaron
también la decisión de que los convertidos «de
la religión romana a nuestra fe católica».., de
romana religione ad nostram Catholicam fidem venientis213
no necesitaban recibir un nuevo bautismo arriano, lo
que anteriormente había sido un grave impedimento para atraerse
prosélitos. Era suficiente la imposición de manos, si
recibiera la comunión el converso pronunciando la fórmula
arriana del
Gloria.
Dos
años más tarde, en 582, se adoptó otra fórmula del Gloria
aún más atractiva para los «romanos»: Gloría
Patri per Filium in Spiritu Santo. Estas facilidades
y otras disposiciones de orden fiscal promovieron mi
gran número de conversiones, entre ellas la del obispo de
Zaragoza, Vicencio. «Li
ansiedad que se adivina claramente en las páginas
de Gregorio de Tours ilustra la gran atención con que
los hombres en los
Estados católicos vecinos seguían el resultado del sínodo de
Leovigildo» (Thompson). Luego vino la guerra civil,
encendida por su hijo Hermenegildo, y por fin la abjuración de
Recaredo. Parece que con el respaldo del monarca y de sus
hombres de armas ha vencido el cristianismo a su rival. Pero
sabemos por nuestros estudios anteriores que no ha sido así.
Las palabras triunfantes de los obispos en los concilios
posteriores no podían esconder la realidad: el texto de sus cánones
está encaminado en su mayor parte a luchar y a desacreditar a
un enemigo misterioso que no se nombra por su verdadera apelación,
pero que está siempre presente en la mente de los legisladores.
En
virtud de una acción anterior cuyo proceso ignoramos por falta
de una documentación adecuada, de repente aparece el
sincretismo arriano en los primeros años del siglo VIII. El único
texto que poseemos resume el concepto. Se rompe definitivamente
con los trinitarios y se da un paso importante hacia el
unitarismo, pues toda alusión a las concesiones del tiempo de
Leovigildo ha desaparecido. Reza así: in
nomini domini non Deus nisi Deus solas sapiens non Deo símiles alias.
Nos encontramos ante un texto de valor excepcional, clave de
los acontecimientos, tanto desde el punto de vista de los hechos
políticos, como de los religiosos214.
Si
se apartan los textos trinitarios referentes al adopcionismo y
los Comentarios al
Apocalipsis de Beato de Liébana, sólo existen hoy día del
siglo VIII dos clases de documentos: unas monedas y el templo
primitivo de la Mezquita de Córdoba, que será objeto de
estudio en la tercera parte de esta obra. Son las monedas unas
piececitas de oro en las que están grabadas unas inscripciones
latinas. Se conservan en los monetarios de la Biblioteca
Nacional de Paris y del Arqueológico de Madrid.
Están
de acuerdo los especialistas en que pertenecen al principio del
siglo VIII. Mas tarde aparecen monedas bilingües y al fin del
siglo o a principios del VIII, verdaderos dinares árabes.
Oscuras son las fechas de los mismos, pues es difícil hacer
coincidir las cronologías cristianas y musulmanas. Ha sido esto
un problema ya engorroso para los autores de los siglos IX y X,
como lo veremos en las páginas siguientes. Mas, para los fines
de este estudio, nos interesan solamente los sueldos de oro con
las inscripciones latinas.
El
hecho de labrar moneda constituye una prerrogativa de la
autoridad soberana, por la sencilla razón de que el dinero es
el nervio de la guerra. En estas condiciones, resulta un tanto
extraño saber que los árabes que se apoderaron de Damasco, según
se nos asegura, en 639, esperaron nada menos que cincuenta y
cuatro años para acuñar piezas propias que afianzaran su
autoridad. Fue solamente en 693 cuando el califa, Abd el Malek
ibn Meruane, emitió las primeras que se conocen. Imitó a las
monedas bizantinas: el sólido y sus dos fracciones, mitad y
tercio, se convirtieron en el dinar con sus dos divisiones
correspondientes, aunque poseyeran una pequeña diferencia de
peso en relación con sus modelos. Veinte años más tarde, bajo
la dirección de los califas que sucedieron al hijo de Meruane,
ejércitos árabes hacen la conquista de la Península Ibérica.
Pero, hecho aún más extraño que el precedente, las monedas
que han sido labradas en estos años de la conquista se parecen
como dos gotas de agua, no a los dinares de Damasco, sino a las
monedas visigóticas anteriores. Hecho todavía más
extraordinario, si cabe, no son mahometanas como lo han afirmado
con ligereza muchos historiadores obsesos por el mito de la
invasión.
Su
origen es indiscutible. Tienen grabadas en una de sus caras la
siguiente leyenda: Solidus
ferítus ín
Spania. «Sueldo
batido en España» En la otra, en abreviatura, «llevan,
según expresión de Levi Provencal, la
fórmula islámica del
unitarismo». Es la inscripción latina que hemos
transcrito anteriormente y cuya traducción reza así:
«En
nombre del Señor, de Dios sólo hay un Dios sabio, no hay otro
parecido a Dios»215.
En el centro, de acuerdo con la tradición visigótica
está dibujado un símbolo: En estas piececitas una estrella con
ocho puntas216.
Han discutido los numismáticos acerca de las abreviaturas
que en ciertos casos pudieran referirse a la indicción, fecha
de la acuñación de la moneda. Grandes son las dificultades,
sobre todo en las más modernas, para hacer coincidir la
cronología de la Hégira con la cristiana. Mas, por lo que
interesa a nuestros estudios, no se trata de descifrar los
problemas que conciernen a estos sueldos, sino el texto en ellos
grabado.
En
la serie de fórmulas que hemos expuesto y que han servido de señal
de adhesión para los arrianos en los diversos momentos del
desarrollo de sus ideas, se coloca esta leyenda en un instante
muy preciso en la evolución de las unitarias. Por su estilo
demuestra una mayor antigüedad que las posteriores sentencias
musulmanas. Comparada con la lapidaria: Un
solo Dios existe,
es demasiado complicada. Para el creyente no son
necesarias mayores explicaciones: a saber, que Dios es el único,
el solo sabio y que no existen otros similares. En el curso de
la evolución de las ideas ha desaparecido de lo islámico lo
accesorio. Inútiles los adjetivos secundarios. Ha alcanzado
ahora el monoteísmo unitario su más sencilla expresión.
Por
otra parte, es el Islam una religión revelada. Un elegido ha
sido iluminado por Dios para predicar la buena nueva. La fórmula
que sintetiza las creencias del Islam llevará el sello de su
predicador: la unidad de la divinidad y la misión profética de
Mahoma. Pero las inscripciones grabadas en las monedas de los años
primeros del siglo VIII no hacen alusión alguna al Profeta. No
son mahometanas pues no se puede concebir el Islam sin la
palabra del Enviado de Dios. Son preislámicas, pertenecen al
sincretismo arriano.
El
esclarecimiento y filiación de este texto arriano nos señalan
la fecha de la acuñación de la moneda. Confirman el criterio
de los numismáticos que la habían situado a principios del
siglo VIII. En efecto, sí el dicho escrito no es cristiano, no
ha podido ser labrada la moneda en tiempos de los monarcas
godos, es decir, en los de Vitiza. Llevaría además alguna señal
de su autoridad. Como tampoco es musulmán, no ha podido ser
batida en tiempos de los emires. Representan pues texto y moneda
el interregno revolucionario desde un punto de vista político;
desde el religioso, el sincretismo arriano.
Se
desbarata así el criterio trasnochado según el cual habían
supuesto los historiadores que el arrianismo había desaparecido
de España con la abjuración de Recaredo. Habían aceptado la
verdad oficial de los obispos y de los reyes godos, sin
molestarse en averiguar la realidad del pueblo español.
Demostraba la revolución no sólo el hecho de una
disconformidad con lo anterior, sino que los poquísimos textos
hispanos arrianos que conocemos, pertenecen a esta ¿poca y al
siglo IX. Ya en su juventud se había percatado Menéndez y
Pelayo de que la obra del teólogo de la Escuela
de Córdoba, Esperaindeo, había sido escrita para refutar
proposiciones arrianas. Había pues herejes en Andalucía por
aquellas fechas tan tardías. Lo confirmaba también su
contemporáneo, el abate Sansón, en su libro Apologeticus,
escrito hacía 864. Se cita en el mismo el único texto de
la liturgia arriana que conocemos.
Tenía
por objeto la obra oponerse a las proposiciones heréticas del
obispo de Málaga, Hostegesis, su enemigo personal. De la pequeña
guerra teológica y panfletaria a que dio lugar, aprendemos que
los partidarios del malagueño cantaban una antífona que
pertenecía a la tradición arriana. Se dice en ella que Cristo
había sido concebido en el corazón y no en el útero de la
Virgen; de lo que se había retractado el obispo priscilianista,
Sinfosius, en su abjuración en el III Concilio de Toledo. Se
mantenía pues en el IX lo que ya era articulo de fe en el VI:
El nacimiento de Cristo era extranatural, porque le era
imposible nacer físicamente, «innascibilis».
Nos ha llegado este texto litúrgico arriano en una
frase de Hostegesis que cita el abate Sansón en su libro.
He
aquí la antífona: O
quan magnum
miracuíum inauditum!, virtus de coelo prospexit: obumbravit
uterum Virginis, potens est majestas
includi intra cubiculum cordis januis clausis. «¡Oh
cuán grande y
extraordinario milagro! La virtud del Cielo nos observa:
Cerró el útero de la Virgen, siendo capaz la majestad divina
de encerrarse en el aposento del corazón, tras haber cerrado
las puertas»217.
La
leyenda grabada en las monedas de principios del VIII posee un
sabor bíblico indiscutible. Se puede comparar con un versículo
de Isaías, el 21 del capítulo 45 de la Vulgata. Es
estrictamente imita-río. Dice el texto arriano:
In domine
domini non deus nisi deus
solus sapiens,
non deo similis alius. La traducción de San Jerónimo
pone en boca del Señor las siguientes palabras: Numquid
non ego Domius? Et non
est ultra Deus absque me! Deus justus et salvans
non est praeter me... quia ego Deus et non est alius. «¿Por
ventura no soy yo el Señor? No hay otro Dios sino yo. No hay
Dios justo, ni salvador sino yo... Porque soy Dios y no hay
otro.» En su tiempo hadan uso los arrianos de este texto de Isaías
para predicar el unitarismo a los trinitarios. Lo sabemos por el
abate Sansón que lo comenta en su Apolo
geticus para oponerle su propia argumentación218.
Sin
embargo, se sitúa el verdadero interés de la leyenda en su
intención agresiva. Esto es la clave del problema. Existe, en
efecto, un gran contraste entre la proposición arriana y el
dicho clásico del Islam: «Existe un solo Dios». En su
simplicidad demuestra una gran sabiduría. Serena respira la
paz. Pueden aceptarla todos los monoteístas. En otros términos,
la concepción islámica es post-revolucionaria. Aparece cuando
el enemigo, vencido o convencido, ya ha desaparecido. Al
contrario, la fórmula arriana apunta a la guerra civil y las
discusiones teológicas. Ofensiva es la frase: Non
deo similis alius.
No puede existir otro dios que le sea parecido. ¿Quiénes
podían ser estos otros dioses, si no lo eran las personas de la
Santa Trinidad? Pues, para los arrianos —y daro está para sus
seguidores, los musulmanes—, los trinitarios son asimilados a
los triteístas, «porque
afirman que
lo mismo existen tres personas en la Satzta Trinidad, lo
mismo existen tres dioses» (San Isidoro: Etimologkts)
- La fórmula arriana establecía así un eslabón entre
esta opinión premusulmana y el puro mahometismo219.
El
carácter unitario y antitrinitario de las monedas del siglo
VIII está confirmado por la presencia de un símbolo, una
estrella de ocho puntas, que está colocado en el centro de una
de las caras, la que lleva la leyenda formando oria. ¿Cuál era
la significación de este signo astronómico? Por lo menos
revela su gran importancia. Pues una moneda representa la
soberanía de un poder
constituido. Por otra parte el símbolo formado por una imagen
aventaja a la escritura en las masas analfabetas que componían
la mayoría de los súbditos de una nación. Dada la situación
en que se encontraba España, asolada por la guerra civil,
enardecida por una revolución que transformaba su sociedad, era
de suponer que los rasgos simbólicos de las mismas estarían
con intención acentuados. Mas, nos es fácil ahora descifrar el
enigma. Por las enseñanzas que hemos adquirido acerca de las
manifestaciones del estilo gnóstico, podemos comprender el
sentido disimulado en estas enigmáticas estrellas de ocho
puntas.
Se
halla el nudo de la cuestión en la interpretación que debe
darse a la imagen representada. ¿Se trata de una sencilla
estrella? Si fuera así, las búsquedas que hemos realizado
durante tanto tiempo serían infructuosas. ¿Qué signo podría
alcanzar en la competición religiosa la manifestación de un
atributo astronómico? Al contrario, si las puntas de la
estrella son asimiladas a los reflejos del sol y al astro que
nos ilumina, entonces todo se aclara. Se puede seguir desde la
protohistoria la evolución del mito solar. Los signos que han
representado al astro, se han ido esquematizando cada vez más,
es decir, aproximándose a lo que tenemos por costumbre concebir
como una estrella. Sabemos, por otra parte, que el simbolismo
solar ha acabado por expresar conceptos superiores. Resumimos
todas estas representaciones en el esquema siguiente, en donde
una estrella, es decir, el sol, estaría en estrecha relación
con la leyenda grabada en
la moneda: el símbolo unitario.
Moneda
ibérica:
Estrella-sol-toro
= Potencia genésica.
Moneda
romana:
Emperador
aureolado con rayos solares = Culto del jefe del Estado.
Símbolo
religioso: Cristo
aureolado con rayos solares = El Logos o el demiurgo en los gnósticos.
Para
los cristianos el sol se convierte en luz divina que ilumina a
los fieles. Para los premusulmanes el sol se convierte en el símbolo
de la unicidad.
Como
los hombres que ostentan el poder o luchan por el poder
pertenecen a un amplísimo movimiento de opinión unitaria,
fundiéndose hacia normas similares, de aquí un sincretismo, el
símbolo del unitarismo se convierte para sus fines en una señal
de adhesión. Para ellos, el sol ya no es Cristo, ni el Logos,
ni un demiurgo cualquiera, es sencillamente la imagen de la
divinidad, unipersonal y metafísica. El Creador no es asimilado
a un hombre, sino a una concepción abstracta. El sol representa
a Dios, el único.
En
la divergencia de conceptos, en la crisis que se cierne por
doquier, se desvanece poco a poco el símbolo cristiano. La luz,
representación de Cristo, se convierte en una enseñanza casi
esotérica220.
En el curso de la competición religiosa que adquiere cada
vez mayor violencia, tienen que levantar los cristianos otra
insignia que no sea tan sutil y misteriosa. Rada, el historiador
de la monarquía visigótica, ha discernido la señal de adhesión
que les distinguía en la reproducción de las dos letras del
alfabeto griego: el alfa y el omega, que se hallan en abundancia
en los monumentos y en los objetos cristianos de la época.
Asienta sus raíces el símbolo en las palabras de Cristo en el Evangelio
de San Juan:
Soy
el alfa y el omega, el principio y el fin.
Así se
expresaron los obispos del primer concilio toledano en su
sentencia sacada de las actas: Aunque hemos deliberado largo
tiempo nosotros acerca de la verdad, después del Concilio de
Zaragoza en que se había dictado sentencia en contra de
ciertos miembros suyos... Como en la sentencia toledana se
condena a varios obispos y presbíteros por priscilianistas,
muchos autores creyeron que el heresiarca en la zaragozana había
sido condenado. Mas, si se leen los cánones del Concilio de
Zaragoza, se puede apreciar que las condenas se refieren a
acciones que con amplio Criterio se podrían atribuir a
influencia gnóstica, así los que ayunan en domingo o que se
esconden en lo más apartado de su casa o de los montes.., por
persuasión de otros o por superstición, para estar ausentes
de la iglesia en tiempos de Cuaresma (canon II).
Ya
se
había dado cuenta el padre Flórez de estos deseos de
introducir novedades que traducen los cánones del primer
concilio, y asimismo del undécimo. Se cambió el ritual y el
orden en los oficios del breviario y de la misa. Se pregunta
¿por qué? Confiesa que es un punto oscuro; pero atribuye
este afán de novedades a la introducción de ritos
extranjeros, no a la presión de movimientos heréticos en la
sociedad hispana. España
Sagrada, t. III, p. 250.
Doresse,
Jean: Les livres secreta des grtostiques d’Egypte, Plon.,
1958, p. 369: Los tratados priscilianistas de Wurzburgo
contienen alusiones a los mitos conocidos por nuestros gnósticos.
Reminiscencias
de la gnosis en los siglos posteriores son constantes en la
literatura cristiana y arábigo-andaluza en España. Daremos
algunos ejemplos en el párrafo siguiente.
Los
documentos más importantes que conocemos son los siguientes: a)
Un candelabro con siete brazos, encontrado en
Herramelluri, provincia de Logrofio, la antigua Libia de los
Berones, ciudad desaparecida que estaba situada en las
terrazas del Ebro superior y en la que se ha descubierto una
Venus romana del siglo i o n, una de las obras más
importantes que tenemos de la antigüedad. Según el padre
Fita que la ha estudiado posee un carácter astrológico.
(Fita: <Boletín de la Real Academia de la Historia>, t.
XLIV, pp. 277.283.) b)
Se ha recogido en Berrueco, provincia de Salamanca, a
fines del siglo pasado, un bronce que tiene la forma de una fíbula
y cuyo estilo y efigie representada podrían ser gnósticos.
Así por lo menos lo ha entendido el padre Fita. (Riafio y
Fita: <Boletín de la Real Academia de la Historia>,t.
34, p. 124, y t. 63, pp. 361-363.) c)
Varios anillos encontrados en Galicia, en Ginzo de Lixnia.
Llevan una inscripción hecha en letras griegas
ininteligibles. Las ha interpretado Fita como una invocación
a la Luz. (Hübner:
Corpus inscriptionum
latinorum supplementum, t. II, n.’ 6259. Fita:
<Boletín de la Real Academia de la Historia>, t. 58,
pp. 404-407.) d) En
Astorga ha sido hallado otro anillo con una similar inscripción.
Fita:
El anillo gnóstico
de Astorga. <Boletín de la Real Academia de la
Historia>, t. 42, pp. 144153. Marcelo Macías: Epigrafía
romana de la ciudad de Astorga, Orense, 1903, p. 113.
También ha sido otro excavado en trabajos realizados en
Tarragona. (Fita: <Boletín de la Real Academia de la
Historia>, t. 43, p. 455.)
e) Una
piedra esculpida descubierta en 1876 en Quintanilla de Somoza,
cerca de Astorga, que se conserva en el Museo de San Marcos de
León. Entre otras cosas aparece la palma de una mano derecha,
con los dedos abiertos. Encima una inscripción griega
incompleta: Ei.s Zeus
Cerapic Iao. Unos (son) Júpiter,
Serapis y lao, la
que se asemeia a similares encontradas en Egipto. (Hiibner: Ibid.,
II, nY 5.665. Macías: ibid.,
p. 41 y Fita: Ibid.,
t. X, p. 242.) Existe otra mano, con los dedos abiertos,
en el pueblo de Carcedo de Burgos, vecino del Monasterio de
San Pedro de Ca.rdeia, Se trata do una piedra tallada en forma
cuadrangular, aprovechada como material de reempleo para la
fachada de una casa situada en la plaza de la escuela. El símbolo
está encuadrado en una cenefa sencilla. A causa de la altura,
no se aprecia si lleva también alguna inscripción.
Ha sido
recordada a la atención de los especialistas por Monteverde,
en 1927. Subraya sobre todo su valor artístico. Era la ermita
conocida de antaño. La menciona el padre Flórez en su España
sagrada (t. II, p. 311) por sus inscripciones romanas. Ceán
Bermúdez la cita en el Sumario
de las inscripciones que hay en España
Madrid, 1832, y Hübner en su Corpus
de inscripciones latinas y en su suplemento. (II n.0 2.885
y n.’ 387.)
L. H.
Grondijs: Comptes rendas des Séances de l’Académie des
lascriptions et Belles Lettres, 1952 (17 dc octubre), pp.
490.497.
Hauttman,
Max: Arte de la Alta
Edad Media, en Historia
del Arte, Editorial Labor, t. VI, página 2 (1934).
Daremos
dos ejemplos: El de la arqueta de Pamplona que está adornada
con palomas (ver apéndice IV). En el orden literario tan sólo
citaremos El collar de
la paloma de Ibn Hazm de Córdoba.
Ver más
adelante en este mismo párrafo la referencia a la Mezquita de
Córdoba.
Doresse,
Jean: ibid., p.
190.
Pineda,
Ramiro de: Ensayo sobre el simbolismo en las construcciones
eclesiásticas de la Ea!WI Media. Huici, Serapio: Marfiles de
San Millón de la Cogolla y Esculturas de Santo Domingo de
Silos, Calpe, 1925, Madrid.
Sin salir
del norte de España existen dos monumentos que pueden servir
de mojones para limitar en el tiempo el empleo del tema: Del
siglo n un bellísimo sarcófago romano en donde se guardan en
la iglesia de San Pedro de Huesca los restos de Ramina II el
Monje y del siglo xv: se repite el mismo tema en el pórtico
de la catedral de Tarazana.
«Enseña
el culto egipcio co~ múltiples razones que ha sido el toro
traspuesto al sol: sea, porque en el templo de Heliópolis el
toro, llamado Netón y a quien se tenía en gran veneración,
estaba consagrado al sol; sea, porque en la ciudad de Menfis
estaba identificado con el sol el buey Apis; sea, porque en la
ciudad de Hermunte se rendía culto al toro, llamado Pacín,
el cual estaba consagrado al sol en el magnífico templo de
Apolo.> Macrobio: De Saturnaliae, Lib. 1, cap. 21.
El padre
Flórez en su obra de numismática: Medallas
de las colonias, municipios y pueblos antiguos de España... (Antonio
Marín, Madrid, 1757-73), ya había descrito monedas
anteriores, ibéricas u autónomas, en las cuales la efigie de
los personajes estaba aureolada. Delgado, en su obra: Nuevo
método de clasificación de las medallas antiguas, Sevilla,
1871, de Malacca representa caras aureoladas. También en su España
sagrada había reproducido el padre Flórez una moneda con
una figura probablemente imperial, vista de cara, la que
estaba adornada con rayos solares. Nota que estas imágenes y
sus monedas eran frecuentes en Andalucía (t. XII, p. 62).
Flórez: ¡bid,
t. X, p. 44. En su obra de numismática mencionada en la
nota anterior, representa también otras y similares monedas
ibéricas. Láminas XXXV y XLIV del segundo tomo. Delgado, ibid.,
también representa un toro y una estrella de ocho puntas,
perteneciente a la ciudad de Asido tomo 1. Texto: p. 34, t.
II, lámina V.
Macrobio:
Ibid. Lib. 1, cap. 19: «Aquí, en Cádiz es Marte y no el
toro el que es llamado Netón>. Ver ut supra. Nota 178.
Doresse,
Jean: Ibid., p. 2.
Doresse, Jean: Ibid., pp.
115.117.
Por
ejemplo, la trasmutación de la figura salvadora de la Madre
de Cristo. Doresse: Ibid.,
p. 332.
Según K.
A. Nilakanta Sastri, en los Upanischades
es la luna la morada de los espíritus, como en la
concepción de Pitágoras. Sur
les contact.s entre rinde et l’Occident dans l’Antiquité.
«Diogéne>, 1959, n.’ 28, p. 57.
Doresse,
Jean: Ibid., p. 117.
Meyerovitch,
Eva: Les monuments
gnostiques da Haut Egipte. «Diógenes~, n.0 25,
1959.
Pablo de Mérida:
Vitae patrum
emeriterssium. Flórez: España
sagrada, tomo XIII, apéndice, p. 329.
Evangelio
de
San Juan:1,1. Epístola
de San Juan: 1,5. Doresse: ibid.,
página 329.
En razón
de un movimiento paralelo, para los cristianos de la alta Edad
Media es Cristo la Luz. Esto se traduce en el arte arquitectónico:
En la cripta del Monasterio de Leyre, anterior al siglo x, la
imagen de Cristo está simbolizada por un ventanal situado en
lo más hondo del ábside, que representa su silueta, la
cabeza inclinada. La luz blanquecina producida por el tamiz de
una hoja de alabastro ilumina el altar mayor.
Runciman,
Steven: Le manichéisme
mediéval, Payot, p. 35, París, 1949.
Fue acusado Prisciliano de organizar reuniones en las que los
asistentes del todo desnudos hacían oraciones en común.
Numerosos autores de la época han creído que se trataba de
verdaderas orgías nocturnas. ¿Estaba fundada la acusación?
No lo sabemos, aunque si nos consta la pasión y la mala fe
que envolvían las discusiones teológicas cuyos autores no
tenían reparo en envilecer a sus adversarios de cualquier
modo. Algunos, como San Jerónimo, han podido ser sorprendidos
en su buena fe por haber oído campanas. Los libros de
Khenoboskión nos enseñan, entre ellos el Evangelio
de Santo Tomás, que era frecuente esta práctica en
ciertas sectas gnósticas orientales. Ver Doresse: Ibid.,
pp. 169-171.
Primera
Epístola de
San Juan, V, 7. Según el Deuteronomio (XVII, 6 y XIX, 15) se
establecía un principio de derecho de acuerdo con el cual
ningún litigio podía ser sentenciado sin el testimonio
concordante de tres testigos. Por esta razón presenta San
Juan tres testigos.
Se plantea
un problema muy importante. Como el texto de Prisciliano es
anterior a la traducción latina de San Jerónimo, se le
ocurre a uno que la lata interpretación del texto de San Juan
ha podido en cierto caso servir de modelo al autor de la
interpolación del siglo viii. Mas la frase de Prisciliano es
más suelta, independiente, que la posterior que trataba de
demostrar la antigüedad de la tradición trinitaria. Por esto
ha sido finalmente truncada. Se reduce pues la cuestión a los
términos siguientes: o bien los gnósticos y otros heréticos
han interpolado conscientemente los textos griegos, como lo
hicieron los ortodoxos con el comma
¡ohartneum en la traducción de la Vulgata, o bien existían
en España, que mantenía con Oriente relaciones más
frecuentes que otras partes de Occidente, textos diferentes de
los que nos han alcanzado. Han podido producirse los dos
hechos. Sin embargo es imposible demostrarlo de modo positivo,
pues no poseemos lecturas o copias anteriores al siglo y.
Sabelio en
el siglo ni negaba la posibilidad de distinguir las tres
personas de la Trinidad.
Menéndez
y Pelayo: Opúsculos de
Prisciliano. «Revista de Archivos y Bibiotecas>, 1899,
incluidos por Bonilla y San Martin en su edición dc los Heterodoxos.
Padre Villada: Historía...,
t. II, p. 110: «Salvo
este error (la aceptación por parte de Prisciliano de los
libros apócrifos y el don de profecía en los modernos), no
hay nada en su doctrina que no pudiese aprobar el católico más
escrupuloso>.
E. Ch.
Babut: Priscilien et le
priscilianisme, Paris, 1909. Bibliothéque des Hautes
Etudes, fascículo 161.
He aquí
la frase entera: Illi.s enim, sicut ab infelicibus dicitur,
mascujo. ¡emma
putetur deus. Nobi.s autem, et in mascula et in ¡emma dei
spiritus est, sicut scriptum est. Fecit deus homines ad
imaginem et similitudinem suam: masculam et Jeminam. «Por
éstos, en efecto, como lo afirman pobres gentes, es concebido
Dios masculino y femenino. Mas, para nosotros, el espíritu de
Dios se encuentra en el varón y en la hembra, como está
escrito: Dios hizo el hombre a su imagen y parecido: masculino
y femenino.> Traduce San Jerónimo el texto del Génesis
con las palabras siguientes: Et creavit Deus hominem ad
imaginem suam: ad imaginem Dei creavit illum: masculum et
femiruz creavit eos. Génesis, 27.
Se puede
apreciar esta independencia, fruto de una gran plasticidad de
la inteligencia, limitada claro está por las circunstancias
propias de cada época, en toda la literatura española desde
Prisciliano hasta Unamuno; en la que un eslabón de este
proceso lo constituye, como ya lo había advertido Renan, la
obra de los filósofos y teólogos de la neoescolástica española:
L’avenir de la
science, § XVI.
El primer
concilio de Braga atribuye a Prisciliano todas las herejías
que habían aparecido desde los primeros días del
cristianismo, vinieran o no a cuento. Sus compañeros en el
anatema son: Sabelio, que había levantado la bandera
antitrinitaria, Paulo de Saxnosato, Fotino, Cerdón, Marción,
los maniqueos, los paganos, los astrólogos, los gnósticos
dualistas, los vegetarianos y los polígamos.
Por lo
visto hubo algún alboroto en la asamblea y la costumbre se
mantuvo en los siguientes concilios al extremo de que el XI
Concilio de Toledo condena en su primer canon «a
aquellos que se burlan o hacen ruido en él>. La
sentencia mencionada viene en las actas después de los cánones
y la profesión de fe de los obispos.
Prisciliano:
Liber de ¡ide et de
apochry phis. Se puede leer el texto entero en los Heterodoxos,
edición de Bonilla: Apéndice XLIII. En un preámbulo a
este apéndice se puede apreciar la rectificación de Menéndez
~ Pelayo acerca de su primer juicio sobre Prisciliano. (Ver
nota 210.) He aqui el párrafo que interesa: 162. ¡rule
denique heresis, dum sin guli ingenio suo potius quar,i deo
serviunt et non sequi symbolum, sed de symbolum disputare
disponunt, cum, si ¡idem nossent, extra symbolum nil teneret.
Symbolum enim signatura rez veras est et designare symbolum
est disputare de symbolo malle quam credere; symbolum opus
domini est in nomine patris et huí et spiritus sancti, Mes
unjas dei, ex quo Chri.stus deus dei filias salvator natas in
carne passus reSurrexzt pro pter hominis amorem; qui apostolis
suis symbolum tradens, quod ¡uit est et futurum erat, in se
et in symbolo sao monstrans fornen patris filium itemque ¡iii
patrem, ne Binionitarum error valeret, edocuit. «Por
lo tanto y para terminar, al servir cada uno más bien a sus
propias inclinaciones que a Dios, no siguen los herejes al símbolo,
sino que se apres. tan para disputar sobre el símbolo, puesto
que si conocieran la fe, no mantendrían nada ajeno al símbolo.
El símbolo, en efecto, es señal de una cosa verdadera y señalar
el símbolo es preferir disputar acerca del símbolo mejor que
creer en él. El símbolo es obra de Dios en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la fe en un Dios único,
del cual, el Cristo Dios, hilo de Dios, salvador nacido en la
carne, sufrió pasión y resucitó por amor al hombre.
Habiendo transmitido a sus apóstoles el símbolo, les enseúó
lo que fue, lo que es y lo que había de ser, mostrándoles en
sí mismo y en su símbolo el nombre del Padre, el Hijo e
igualmente el Padre del Hijo, para que no prevaleciera el
error de los binionitas.>
Por las
condenas de los concilios posteriores, en particular el primer
bracarense, sabemos que adquiere la secta priscilianista un
culto formal que acaso hubiera desaprobado el Fundador.
Canon XLI
del IV Concilio de Toledo, celebrado en 633: Se prohibe la
tonsura que usan los herejes de Galicia, es decir, los
priscilianistas, <por
lo cual conviene que a fin de acabar con el escándalo en la
Iglesia se omita esta seTial vergonzosa>. Ea la carta
que escribió San Braulio a Fructuoso, escrita según Lynch y
Madoz en 651, hace referencia el obispo de Zaragoza a la
existencia de los priscilianistas. Prohíbe el canon 1 del III
Concilio bracarense, celebrado en 675, la comunión con uvas
en lugar de vino, que debía de pertenecer a la tradición gnóstica
o priscilianista. «...Pues
hemos oído que algunos, enredados por la misma soberbia cismática
y en contra de lo
establecido por Dios y en las instituciones apostólicas,
presentan en los divinos sacrificios leche en lugar de vino; y
otros también no ofrecen en el Sacramento del Cáliz ¿el Señor
vino exprimido, sino que dan comunión al pueblo con ofrendas
de uvas...>
Ver sobre
este asunto y la obra en general de Prisciliano: Ramos y
Loscertales: Prisciliano.
Ge.sta rerum. Acta salmanticiensia, t. V, n.0 V,
Salamanca, p. 56.
L.
Duchesne, el historiador del cristianismo, de gran autoridad
en los medios eclesiásticos romanos, ha publicado un trabajo
importante a principios del siglo en el que refuta la tradición
de Santiago en España y su enterramiento en Compostela. En
sus conclusiones se puede leer lo siguiente: «De
todo lo que he expuesto, resulta que anteriormente a los
finales del siglo VIII, no hay trazas en España de una
preocupación especial por el apóstol Santiago y que
esta preocupación ha sido tan nula en Galicia como en otras
partes... De todo lo que se cuenta sobre la predicación de
Santiago en España, ¿e la translación de sus restos y del
descubrimiento de su tumba, queda un solo hecho: el del culto
gallego. Empieza en el primer tercio del siglo IX y se refiere
a una tumba de los tiempos romanos que se ha creído ser la de
Santiago.> L.
Duchesne: Saint Jacques
en Galice. Annales
du Midi, 1901.1902.
Al llegar
a España forman los suevos un reino en Galicia, conservando
su idolatría primitiva. Según la mayoría de los autores se
hicieron arrianos cuando su rey Remisrnundo abrazó esta
religión, en 464. En su Crónica
dice San Isidoro que fueron convertidos por un emisario de
Teodorico, llamado Ajax.
En 580,
envía Leovigildo a Mérida uno de sus obispos arrianos,
llamado Sunna, para que tratara de convertir a su casa a
Mausona, el obispo trinitario de la ciudad, una de las más
importantes del tiempo. Hubo una discusión pública entre los
dos teólogos. Un testigo ocular de esta controversia que era
trinitario, Pablo de Mérida, describe en estos términos al
obispo herético: «Hombre
funesto, de expresión lúgubre, el gesto horrible, el espíritu
perverso, depravadas las costumbres, el verbo mentiroso,
obscenas las palabras, ampuloso en sus expresiones, vacio por
dentro, vanidoso por fuera, hueco en su fuero interno,
hinchado en el exterior, faltándole to~ia clase de virtudes,
deforme en los dos casos, indigno en las dos ocasiones, rico
en maldades, culpable de todos los delitos, merece por lo
menos una muerte eterna...> En Vitae
patrum emeritensium. Flórez: España
sagrada, t. XIII, p. 335.
Citamos
por el padre Flórez: Riccaredus res gothorum, divino amplec.
tens christianam religionem amare, prius secretíus
baptizatur; post ¡mee omnes gothos, qui tum Arianam sectam
tenebant, Toletum adunare proecepit, et omnes libros Arianos
proecepit sibi praesentari, quos in una ¿orno conlo. caros
incendio concremari jussit. Flórez: España sagrada, t. V, p.
212. «Recaredo, rey de los godos, acogiéndose por amor
divino a la religión católica fue en un principio bautizado
en secreto; luego ordenó a todos los godos que pertenecían a
la secta arriana reunirse en Toledo y que se le presentaran
todos los libros arrianos, los cuales amontonados en una casa
ordenó que le prendieran fuego.>
Menéndez
y Pelayo: Opúsculos de
Prisciliano. «Revista de archivos>, 1899. Heterodoxos
(edición de Bonilla), t. II, p. 326. Quiso el gran
historiador rehacer por entero su obra de juventud: La
historia de los heterodoxos capaiíoles, escrita en un
estilo que el mismo autor más tarde repudió. Sólo pudo
redactar el primer tomo, habiendo muerto en la madurez de su
vida.
Buscan los
semiarrianos un medio de conciliación con una fórmula
condensada en la palabra griega: omoiousia, según la cual la
naturaleza do Cristo es similar a la del Padre y no idéntica:
omousia.
Flórez: España
sagrada, t. III, p. 244. Ver también la carta del papa
Vigilo a Profuturo, obispo de Braga, fechada en 528. Se
encuentra en la Colección
de concilios de Catalani, tomo III. Ver la exposición del
tema en Thotnpson: Ibid.,
pp. 101 y as.
Crónica
de Biclara: II, 216. Como los arrianos se consideraban ellos
los auténticos católicos, no se deben emplear en estas
descripciones de luchas teológicas términos que pueden ser
anfibológicos. Creemos más objetivo recurrir a una
terminología inequívoca para distinguir a estos cristianos:
la de trinitario y unitario. Ver nota anterior 126.
Damos la
traducción del texto más adelante.
Levy.Provençal:
Hístoire des musulmtms
d’Espagne, t. 1, p. 3. Obcecado por el prejuicio, no se
da cuenta el autor de que si la fórmula es unitaria, no es
musulmana.
Ver las
siguientes obras de numismática en donde estas monedas han
sido descritas: Codera: Tratado de numismática arábigo-española
(1879), Lavoix: Catalogue des mo nnai es musulmanes de la
Bibliothe que Nationale (1888), Rada: Catálogo de las monedas
arábigas españolas que se conservan en el Museo Arqueológico,
1892. Ver apéndice primero.
Se
observan en la iconografía pirenaica del siglo xi unas formas
notables: Se conocen virgenes románicas que sostienen el niño
Jesús de un modo antinatural. En lugar de mantenerle en sus
brazos a la altura de la cintura, lo tiene mucho más abajo
como si quisieran apuntar el lugar de su nacimiento. Hemos
supuesto que podría tratarse de un gesto antiarriano; lo que
demostraría, si no lo supiéramos por la supervivencia de
otras sectas heréticas aún más tardías, la existencia de
una tradición arriana en fechas ahora insospechadas. Ignacio
Olagüe: L’h.érésie
¿aros le ¿omaine pyrénéen. Mémoires de I7Académie des
Sciences, Inscriptions et Belles Lletres de Toulouse, 1966.
Sansonis: Apolo
geticus. Liber 1, cap. V. Flórez: España
sagrada, t. XI, página 351.
Este eslabón,
es decir la influencia del arrianismo sobre el Islam, había
sido reconocido por autores antiguos. Juan Damasceno, muerto
en 749, natural de la ciudad de Damasco, y que por
consiguiente bebía en buenas fuentes, incluía la superstición
de los ismaelitas en las doscientas herejías cristianas por
él descritas, en su obra De
Iuzeresibus Líber. Escribía: «El
falso profeta Mahoma, después de haberse dedicado al estudio
del Antiguo y del Nuevo Testamento, mantuvo coloquios con un
determinado monje arriano y creó su propia secta>. (Migne:
P. G. t. 94, p. 763.)
De aquí
un simbolismo esotérico. Se pueden encontrar muestras del
mismo en las obras de arte y en ciertos monumentos arqueológicos
cristianos, rasgos por otra parte difíciles de interpretar.
Se encuentran estos símbolos solares muy esquematizados en la
iglesia de San Pedro de la Nave, cerca de Zamora y en otros
lugares.
También
han empleado los gnósticos egipcios como símbolo la letra
omega. Hasta existe sobre el tema un opúsculo del
pseudo.Zosimo, el alquimista griego de Panópolis (siglo tsr),
concerniente a su arte, llamado: Sobre
la letra omega. (Ver Poresse: ¡bid~
t. 1, p. 105.) Según este autor se puede apreciar una
estrella por encima de cada uno de los doce apóstoles en un
sarcófago en Manosque. (Bajos Alpes, Francia. Pudiera ser el
sarcófago esculpido del siglo v) Se podrían asimilar a esta
concepción gnóstica las 14 estrellas con ocho puntas que están
esculpidas en una placa visigótica, situada como pieza de
reexnpleo y de ornamentación en la entrada de la iglesia de
San Feliu, en Gerona. Es similar el estilo del bajorrelieve a
los de Quintanilla con la diferencia de que los ángeles no
encuadran a una personalidad astrológica, sino a un cordero.
Se sabe después del descubrimiento del Evangelio
de Santo Tomós, encontrado en Khenoboskión, que el
cordero ha sido un símbolo muy empleado por los gnósticos.
Puede ser que los cristianos lo hayan recibido de ellos, como
tantas otras cosas.