El
hallazgo de enormes formaciones rocosas en los mares que
bañan la península de Guanahacabibes constituye en
verdad una sorpresa inesperada y apasionante para la
arqueología submarina. Las expectativas a nivel
internacional no decaen. Arqueólogos, geólogos,
antropólogos, historiadores, filólogos, científicos
estudiosos de culturas antiguas en sus diversas
manifestaciones, así como el público en general, esperan
los resultados de las investigaciones iniciadas en el
año 2000 y continuadas actualmente, ahora con medios más
avanzados de todo tipo. La insoslayable pregunta es si
se está o no en presencia de estructuras megalíticas
construidas hace miles de años por la mano del hombre o
si, por el contrario, se trata solo de enormes
formaciones naturales de piedra o de alguna otra
formación geológica.
Citemos algunos datos: el descubrimiento realizado en el
año 2000 por la empresa canadiense Advanced Digital
Communications (ADC), que conjuntamente con
especialistas del gobierno cubano2 lleva
a cabo una labor exploratoria en busca de restos de
naufragios ocurridos en estas aguas en siglos pasados,
se produjo de manera accidental mientras el equipo
encabezado por la ingeniera marítima ruso-canadiense
Paulina Zelitsky cumplía esta tarea en las aguas del
occidente de la isla de Cuba. Estas gigantescas
formaciones rocosas, posiblemente de granito, a las que
Zelitsky atribuye una antigüedad de unos 6000 años a.n.e.
y por el momento considera como posible obra humana en
espera de ulteriores evidencias probatorias, están
situadas a una profundidad de 2100 pies (650 metros) y,
a primera vista, parecen tener una determinada
organización que incluiría formas piramidales, según
declaraciones del Dr. Gabino de la Rosa, especialista
del Centro de Antropología Nacional de Cuba. No
obstante, a pesar de que al año siguiente, en 2001, se
prosiguió la labor de exploración con la ayuda de un
robot submarino, las fuertes corrientes marinas y la
poca visibilidad impidieron la toma de evidencias
capaces de permitir demostrar una u otra hipótesis. En
el 2002, el equipo regresó de nuevo a la zona, y con
sistemas de iluminación y técnicas más potentes,
prosigue sus investigaciones.
No
asombra, pues, que semejante hallazgo haya dado pie a
numerosas especulaciones que el propio equipo que
participa en esta interesante misión de arqueología
submarina ha evitado alimentar sin contar aún con bases
sólidas que permitan emitir un fundamentado juicio
científico.
La
importancia de la arqueología, en este caso submarina y
prehistórica, es indiscutible. La arqueología, en
general, recupera los artefactos creados por el hombre
y, a partir de ellos, tras analizarlos y clasificarlos,
pasa al nivel de la "industria"
3 , de ésta pasa al conjunto 4 y "cuando
el arqueólogo describe varios conjuntos similares, en
sitios diferentes, se refiere a ellos como hablando de
una cultura" 5.
En resumen, que el correcto análisis y clasificación de
los artefactos representa el punto de partida idóneo
para llegar a establecer las relaciones sociales de una
cultura antigua determinada, ya sea prehistórica o
histórica.
En
el hecho que nos ocupa, por el polémico debate suscitado
hace años en torno al origen del hombre americano, la
arqueología, en todas sus ramas, tiene ante sí un reto
que ha asumido con optimismo: reconocer y dictaminar si
las estructuras megalíticas halladas son de hecho
artefactos o meras formaciones naturales. En el primer
caso, afirmar si los trazados que cubren las piedras son
de hecho inscripciones; si lo fuesen, a qué clase de
escritura pertenecen, y si son caminos y pirámides el
resto de las estructuras que no han podido observarse
con la nitidez requerida. Todo ello serían
descubrimientos de incalculable valor en la
determinación de la génesis del llamado amerindio y de
los contactos interoceánicos efectuados en la más remota
Antigüedad. En tal sentido, las palabras de Sir Charles
Lyell 6resultan
alentadoras: "...es
probable que una gran cantidad de monumentos producidos
por la habilidad y la industria del hombre en el curso
de las edades sea obtenida conjuntamente del lecho del
océano; dicha cantidad será todavía mayor de la que
exista en un momento dado en la superficie de los
continentes". Y los autores F. Hole y Robert F.
Heizer añaden al respecto:"Si se quiere conocer un
recuento ya bastante viejo de las tradiciones, algunas
de ellas probablemente estén basadas en hechos ciertos
acerca de establecimientos humanos en lugares que hoy
están bajo la superficie de lagos o del propio océano,
véase el informe que preparó Lord Bishop of Saint David
(1859)"7. Interesante
dato, teniendo en cuenta que dicho informe podría
incluir continentes legendarios y no solo la Atlántida,
sino también Mu (Lemuria), supuestamente desaparecidos
bajo las aguas a causa de algún devastador cataclismo.
Ahora
bien, como estudiosa desde hace más de cuatro décadas de
la cultura del Antiguo Egipto y de las culturas antiguas
en general, entre ellas las denominadas "precolombinas"
de Mesoamérica y Perú, he tomado nota de diferentes
informaciones que, en mi criterio, sería de interés
desarrollar en el trabajo investigativo de mesa
necesario para arrojar más luz sobre este tema que ha
captado la atención de la comunidad científica y del
hombre común a escala internacional, quienes esperan en
un futuro relativamente cercano una respuesta
conclusiva. En los apuntes que siguen, no he desdeñado,
por supuesto, las fuentes esotéricas consultadas por mí
de larga data, aclarando que "esotérico" significa "lo
oculto, lo velado en aras de preservar su pureza" y de
ningún modo, "lo falso, lo resultante de la superchería"
con lo cual, desafortunadamente, personas desconocedoras
del verdadero significado de este término han
establecido una incorrecta sinonimia. Por todo ello,
afirmo categóricamente que, sin conocer y decodificar el
simbolismo esotérico de las fuentes antiguas, el hombre
de hoy, el hombre moderno, jamás podrá entender la
esencia de aquellas viejas y por lo general, sabias
manifestaciones culturales.
La
etimología del vocablo América
En mi
libro "La
Gran Rueda (Una lectura decodificatoria de la
Espiritualidad en los Misterios del Antiguo Egipto)"
8 el
signo jeroglífico MER es uno de los pilares sobre los
cuales se fundamenta la teoría en él planteada acerca
del recorrido iniciático en los Misterios egipcios.
Analizado en toda su polisemia (amor, arado, pirámide,
canal), indica que la huella de la voz Mer está presente
en numerosos vocablos que en todos los casos apuntan a
una elevada espiritualidad: Meru, Monte; Mercabah, el
bíblico carro de Ezequiel; Ta-Mert, "la tierra bien
amada", uno de los nombres del viejo Egipto.
¿Por qué no también en América, palabra que no deriva
del nombre del navegante y geógrafo italiano "Américo"
Vespucio quien, en realidad, se llamaba Alberico?9 La
creencia generalizada es que fue Vespucio quien dio
nombre al continente y que esta denominación se utilizó
por primera vez en el siglo XVI. Analicemos dicho error:
En su magistral obra Isis
sin Velo, Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la
teosofía, presenta diversos argumentos que fundamentan
su criterio de que el nombre América era muy anterior a
la época de Vespucio: enlaza esta palabra, América, con
la comarca montañosa nicaragüense denominada Americ,
Amerrique o Amerique, "que
se extiende entre Jucigalpa y Libertad en el
departamento de Chontales", señalando que en "el
idioma indígena las terminaciones ic e ique significan
grandeza, jefatura y dignidad", como por ejemplo
cacique. Asimismo, apunta que en el relato de su cuarto
viaje, Colón cita "el
poblado de Cariai (probablemente Cacai) [...] situado en
la cordillera de Amerrique, a unos 920 metros sobre el
nivel del mar". Y añade: "Sin embargo, Colón omite en su
relato la palabra Amerrique".
Aclara a continuación
que la "denominación
Provincia de América apareció por vez primera en un mapa
publicado en Basilea el año 1522" y
cita a Wilder como corroboración de lo antes expuesto: "Es
muy probable que la cordillera nicaragüense de Amerique
(gran montaña como el monte Meru) diese su nombre a todo
el continente, pues en caso de habérselo dado Vespucio,
seguramente lo derivaría del apellido y no del nombre.
Si llega a comprobarse la etimología atribuida por
Bourbourg a las palabras atlas y atlántico, con su raíz
atlan, concordarán admirablemente ambas hipótesis. Como
quiera que Platón no es el único autor que alude a un
continente sito más allá de las columnas de Hércules, y
teniendo en cuenta que el mar es poco profundo y
abundante en algas en toda la región tropical del
Atlántico, no es despropósito suponer que en aquellas
latitudes existió un continente o un copioso
archipiélago. También en el Pacífico se hallan indicios
de que un tiempo existió un populoso imperio insular de
raza malaya o javanesa, o tal vez un continente que se
dilataba de Norte a Sur. Sabemos que el continente
lemúrico es un sueño para los científicos, y que el
desierto de Sahara y la comarca central de Asia fueron
un tiempo mares"10
Sobre la polémica Atlántida
Analizar en detalle uno de los temas más debatidos en
todo el planeta escapa, claro está, de los marcos de
este trabajo. A seguir, empero, se aludirá en pocos
párrafos a la descripción platónica de este "continente"
y al llamado "error décuplo" planteado por los
defensores de la tesis egea en detrimento de la
atlántica, incluida la mención al evento catastrófico
más universalmente referido.11
Ahora bien, la Biblia nos cuenta de Noé lo que la
epopeya de Gilgamesh cuenta de Utnapishtim. [...] En
conjunto, son 80.000 las obras escritas en 72 idiomas
sobre el Diluvio Universal, 70.000 de las cuales hacen
mención de los restos del navío legendario. [...] Pero
surge una pregunta: ¿aquella inundación babilónica es en
realidad el diluvio de que nos habla la Biblia?12
Al
analizar esta leyenda, se hace más evidente el supuesto
error de nomenclatura cometido en la transcripción del
Génesis, que habría atribuido "a
Caín el papel de agricultor y a Abel el de ganadero
(alegoría de la sustitución de la vida nómada por la
vida sedentaria). Llegado este punto, el análisis de
Eliseo Reclus invita a la reflexión. Si nos colocamos en
el punto de vista que fue sin duda el de los Caldeos,
redactores originarios de la leyenda, Caín es, pues, un
personaje muy diferente del que nos representa nuestra
imaginación, influida por la copia fiel del documento, y
el primer asesinato atribuido al labrador no debe
imputársele de manera alguna, porque no coincide con la
verdad social. Históricamente, en los ataques de pueblo
a pueblo, el ataque no viene del labrador pacífico, sino
del nómada que va en busca de tierras nuevas. Por lo
demás, la idea del asesinato había de nacer más
fácilmente en el hombre que degüella y desuella animales
que en el que se ingenia para construir el arado de
madera. La historia del primer asesinato, referida bajo
la forma judía, es en realidad la primera calumnia".13
De este
modo, hecha ya la corrección planteada por Reclus y
trasladando ambos papeles a Balamek y a Sibon-ek, podría
inferirse que este último sería el representante del
pastoreo y, el primero, de la agricultura, carácter que
habría prevalecido en la condición de grupo no agrícola
como lo fue el ciboney.
Es
lamentable que, por apartarse del tópico tratado, no sea
posible profundizar más sobre una cuestión tan
controvertida como la lucha entre hermanos por lo
general gemelos que también ejemplifica el caso de la
suplantación de Esaú por Jacob (Gn.25, 19-34), "combate"
que, llevado a su expresión última de acuerdo con los
Misterios antiguos, llegó a encarnar la lucha entre los
principios del bien y del mal (Osiris-Seth, Ormuz-Ahrimán,
etc.)14
En
la leyenda maya, sería posible decodificar con el rigor
exigido cada uno de los personajes que en ella
intervienen, así como el papel desempeñado por el
descomunal desbordamiento de las "aguas" que terminan
por separar a ambos hermanos, emblemas quizás de los
principios femenino y masculino ya separados tras la
escisión de la androginidad original (Véase
Hermes-Afrodita).
Ningún descubrimiento "aislado"
Por
último, conociendo las hipótesis sustentadas por
eruditos de la talla de Alejandro de Humboldt y Manuel
Rivero de la Calle, así como por la propia ingeniera
marítima Paulina Zelitsky, responsable de las
exploraciones de arqueología submarina que se llevan a
cabo actualmente en las costas occidentales de Cuba,
vista ya la legendaria raíz del grupo siboney y de la
propia Isla de Cuba, y conociendo que el grupo taíno
procedía también de tierras sudamericanas, adquieren aún
más fuerza las afirmaciones halladas en los libros
esotéricos antes citados referentes a la real
pertenencia de la isla de Cuba al continente americano
en un período que podría remontarse a miles o incluso
millones de años. Claro está, las diversas sumersiones y
emersiones que pueden haberse producido en dicho
territorio durante ese lapso de tiempo, unido a
cataclismos de índole volcánica de gran intensidad,
caídas de meteoritos, etc., deben de haber contribuido a
transformar la estructura original de tierras y aguas.
La
conexión territorial con la Florida no excluye la
conexión territorial con la península de Yucatán. Es
innegable que el atraso cultural del grupo siboney no
está en correspondencia con el desarrollo cultural del
pueblo maya, enigma que podría develarse una vez
establecida la cronología pertinente. Sin embargo, los
puntos de contacto entre diversas manifestaciones, como
el carácter religioso y el desarrollo del juego de
pelota de mayas y taínos, es otro motivo de reflexión.
También podría serlo que en el primer período maya, al
norte de la península yucateca y situada entre Chichén
Itzá y Tuluum, hubiese una zona denominada Coba, vocablo
que podría asociarse con Cuba.
Quizás las estructuras megalíticas con posibles
inscripciones vislumbradas hasta el momento constituyan
arcaicas estelas mayas o de alguna otra cultura
prehistórica capaz de erigir también caminos y
construcciones piramidales. No debe olvidarse que
"pirámide" es una de las acepciones de la voz Mer, y que
a medida que han ido surgiendo nuevas evidencias sobre
los vínculos entre América y Asia, la teoría del
aislamiento americano ha dado paso a la certeza de un
contacto prolongado entre estas y otras tierras. Pruebas
irrefutables de ello son diversas prácticas comunes
tales como la construcción de monumentos megalíticos, la
heliolatría, la ofiolatría, los mitos de la Creación, el
diluvio, cataclismos volcánicos, el origen divino de los
reyes, la momificación, las estructuras piramidales, la
escritura jeroglífica, el simbolismo de piedras
preciosas (jade, etc).15 Por
todo ello, apoyo a quienes han desechado la teoría del
"origen independiente" de las culturas precolombinas y,
sobre todo, la de Florentino Ameghino en cuanto al
carácter autóctono de los primitivos pobladores
americanos. Thor Heyerdahl, el gigante cultural
unificador de pueblos, se encargó también de demostrarlo
con sus expediciones "Kon-Tiki" y "Ra II".
En
lo adelante, los investigadores que participan en la
exploración del ADC-Cuba tienen ante sí la tarea de
alcanzar las importantes metas planteadas por la
arqueología moderna: a) datación y clasificación de los
artefactos y estructuras mediante el análisis de
laboratorio de sedimentos, fósiles y, en general, de
cada estrato geológico, así como la conservación
correspondiente, b) la reconstrucción de lugares y
ambientes a partir de artefactos, industrias y conjuntos
hasta delinear el marco de la cultura de que se trata,
c) explicación de los resultados, todo ello con el
auxilio ininterrumpido de la información más rigurosa y
a la vez abarcadora que pueda recopilarse. Y si bien en
el campo de la arqueología moderna métodos de datación
como la palinología, la paleontología, la datación por
radiocarbono, por magnetismo y el índice de
sedimentación son, entre muchos otros, valiosos
instrumentos científicos para el arqueólogo, geólogo,
ingeniero marítimo, biólogo, lingüista y demás
investigadores, no debe dejarse a un lado la consulta,
estudio y decodificación de textos esotéricos antiguos
que, como se ha visto, a lo largo de los siglos son
capaces de suministrar asombrosas y certeras
informaciones científicas.