TARTESSOS |
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TARTESSOS Y EUROPA
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Miguel Romero Esteo | ||
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10. Donde el hilo nos lleva al ave fénix y luego a los tenebrosos iberos metidos en el nombre de Nueva York
Y dejándonos de los tales etimológicos líos, está claro que el
"olerá-olerá" como grito ritual de los georgianos svanos de muchas las
torres es demasiado paralelo con el "aurrerá" de los vascos. Ni que
decir tiene que el "olé-olé" como grito ritual de los georgianos mingrelios remite en directo al campesino y andaluz "olé" que en las
ahora tierras de Andalucía -mayormente en las de la Andalucía
Occidental: Cádiz, Jerez, Sevilla, Huelva- ha sobrevivido desde los pre-romanos
y tartesios tiempos, y todos aquí sin enterarnos. O que desde borrosos y
remotos tartesio-mingrelios tiempos y como que tan pancho. A propósito
de mingrelios, y con respecto al enigmático min- en función de pre-fijo,
el asunto de que si con respecto a la refinadísima y culturalmente proto-europea
civilización de la diosa Europa en la isla de Creta, y sus europos
minoicos del rey gran Minos, le quitamos al nombre de éste la helenoide
y nominal desinencia en -os para el masculino singular de los nombres,
pues tenemos el gran rey Min y con nombre que es el mismo del dios
Pan
en el remotísimo Egipto. Y que extraño a la camito-semítica lengua
egipcia, si teniendo en cuenta el más completo Mendes en plan de
Men-dios
que en plan de un Min-dios ya en este caso.
Tampoco tiene nada de particular el asunto si teniendo en cuenta que por los remotos tiempos de los minoicos, la isla de Creta en las inscripciones egipcias asoma de Kephtiu o Jeptiu. O sea, que por allí parece como que están de isleños los japetos o hepsuretos antes de pasarse al delta del Nilo, y llevarle lo del Jeptiu en plan de que ya el nombre de Egipto. O en fin, que el gran rey Minos en cuanto que borrosamente y meramente un Min pues es un rey-dios Pyn en sentido de un dios-rey Pan. Y en el no menos sentido de lo ya dicho con respecto a que, y en los arcaicos y perdidos topónimos portuarios malagueños, son fonéticamente equivalentes un Mainos, un Bainos. Y un Painos. O lo de las pre-romanas y portuarias proto-malagueñas Mainoba y Mainóbora. Con la impertérrita Manilva al arrimo del Peñón de Gibraltar, y como que sobreviviendo de los tales asuntos.
Al respecto del proto-malagueño Painos el oceánida Poenex en la oceánida
familia de la diosa Europa. Y ya entraremos a fondo en estos oceánidas
asuntos. Al respecto también el que cuando en fuentes de la mediterránea
antigüedad -autores latinos, autores griegos- a los bástalos de la ahora
granadina Baza, Basia o Bastía en romanos y pre-romanos tiempos, se los
nombra pini o poenes pues se les da el nombre étnico. Pero el asunto ha
venido siendo interpretado en el sentido de que remite a los
cartagineses en tanto que los itálicos los apodaban púnicos como es bien
sabido, y poenes también. Con lo que a remotos o remotísimos hechos
hispanos que en las tales fuentes asoman de púnicos pues se los remite a
cartagineses. Y todos contentos. Caso de los púnicos que según el
periplo massaliota -traducido del griego a lengua latina, y versificado
y convertido en un geográfico poema por el geógrafo latino y
romano-imperial Avieno, no se sabe cuándo- habitaron muchas prósperas
ciudades en las ahora tierras de Almería, en el sureste hispano, y que
luego resultaron arrasadas, despobladas, y convertido todo aquello en un
desierto y un erial. Y así hasta ahora. Yo estoy en que, desde la tal
fuente, el catastrófico asunto remite al final de la proto-ciclópea y
refinadísima civilización de los anónimos millarenses del muy temprano y
ciclópeo demasiado gran esplendor. Lo dicho, de hacia el año 3400 antes
de Cristo. Y que de anónimos pues ya nada, sino que púnicos y proto-púnicos.
Y en sentido de panos o poenes. O sea, hispanos y proto-hispanos. Y lo
mismo con respecto a fuentes en las que -y también en el massaliota
periplo- las gentes de las ahora costas malagueñas, y también en algún
caso las de las ahora tierras de Almería, asoman de phoenikes y también
phoinikes y que los bástulos pini o púnicos en el sentido de hispanos, o
muy proto-hispanos más bien. Que lo de phoenikes no es más que lo de los
pini bástulos y también bastetanos -lo dicho, los sufijos son muy
georgianos- y que lo de lo poenes o púnicos pues como que nacional
nombre de los refinados ciclópeos millarenses por tanto tiempo anónimos,
en sentido de que hispanos y proto-hispanos. O sea, un panorama.
Total, que a los tales muy proto-malagueños phoenikes se los ha venido interpretando como que libaneses cananeos. Y que los fenicios de la mediterránea Protohistoria. O porque los griegos los apodaban de fenicios -los cananeos nunca se autodenominaron fenicios, ni locos, ni tampoco consta que los cananeos norteafricanos, o sea, los cartagineses, se autodenominaran alguna vez púnicos- o porque, y era lo usual, al asentarse en territorio previamente phoenikio en un caso, y previamente púnico en el otro, o sea, previamente y bastetanamente hispano en los dos casos, pues o que se apropiaron del nombre, o que más bien las gentes de los alrededores siguieron utilizándolo, y a los cananeos pues que se lo echaron encima. Lo de los tales proto-malagueños phoenikes ha venido siendo la base desde la que, y de otras fuentes para remotos tiempos en el sur de la ibérica península, lo de tyrios se lo haya interpretado en que igualmente cananeos libaneses. Y aplíqueselo al asunto de los tyrios fundando la ciudad de Cádiz en remotos o remotísimos tiempos, y que tradicionalmente interpretado como que los cananeos libaneses. Que no sólo nunca se autodenominaron phoenikes -fenicios- sino que mucho menos se autodenominaron Tyrios y entre otras razones porque el pre-cananeo nombre de la portuaria ciudad de Tyro -en versión griega- era más bien un Tyrso. Y de ahí el que en las semíticas lenguas de la zona el tal Tyrso haya venido sobreviviendo como un Tsor. Ni que decir tiene que Tyrso es variante de un Tarse o Tarso. Y al respecto el que en ya históricos tiempos, y en las mediterráneas costas asiáticas, tanto en Tyro -Tyrso-como en Tarse -Tarso- hubiera un templo del verdaderamente gran Hércules, el Hércules Tarsio, y que malamente interpretado como que un Hércules cananeo -fenicio- por lo del templo en Tyro, la más bien Tyrso. Lo de Tarsio lo remite a tartesio, o proto-tartesio más bien.
Pero lo de que un Hércules phoenikio pues más bien lo remite a que un
Hércules etimológicamente proto-hispano. Y que además invadió con sus
gentes y naves el Egipto, y allí lo elevaron a los altares, y se les
quedó de dios. O en suma los fantasmales cananeos libaneses que a la
ibérica península nunca llegaron. O el no menos asunto de que el ave
Phoenix o la famosísima y legendaria ave fénix, pues en el sentido de
que originariamente pana y poenes e hispana. O lo de la norteafricana y
pene Tini en el sentido de como que previamente una Antinea -o Atenea-
pana e hispana. Y bástala y bastetana, al menor descuido. O sea, la
arqueológicamente exhumada Dama de Baza con su traje de ibera blancura
-combinada con cintilla de color rojo, como si para ir a los sanfermines
en Pamplona- y su hombruna jeta, bastante agresiva y nada recoleta. En
fin, en lo del ave fénix pues originariamente un hispano e
ibero-peninsular pavo real. Que el pavo real africano, que residual y
milagrosamente en las umbrías selvas lluviosas de al norte del Congo,
pues que muy bien pudiera haber andado revoloteando por las selvas del
Senegal, o por los bosques de la Península Ibérica, y de las ahora
tierras de Marruecos en los tales remotos o remotísimos tiempos. O el
legendario asunto de que el ave fénix se quemaba y se quedaba en
cenizas, y de las cenizas volvía luego a renacer. Pues que al pavo real
con las calores del verano -y tras la época de celo con la hembra en
mayo, al final de la primavera- el plumaje se vuelve pardusco y
ceniciento, y se le van cayendo todas las larguísimas y fastuosas plumas
de la cola.Y que luego, y con las lluvias del otoño le vuelven a brotar,
y con el invierno le va creciendo nuevo plumaje de ya otra vez
espléndidos los colores y espléndidos los brillos. Al llegar la
primavera, y ya otra vez con todo el esplendor de la azul pechuga, pues
no menos todo el gran esplendor de la gran cola con su plumaje verde y
dorado. Por otra parte, el asunto de que muy de tiempo en tiempo el ave
fénix le llegaba a Egipto desde el sur y desde la costa oriental
africana -no sé si porque metiendo en el asunto al pavo real de la
India-pues más bien hay que entenderlo en que o les llegaba volando
desde las selvas del Congo en plan de que un poco descarriado. O que, y
más bien, y como según remotas inscripciones egipcias los punt ocupaban
la mediterránea costa norteafricana -y entiéndaselos en el sentido de
poenetes más o menos tranquilamente hispanetes- pero también la oriental
costa africana del Océano índico, y hasta incluso del Mar Rojo, pues que
a los punt se les escapaba de por allí y de cuando en cuando un pavo
real, y se les iba volando hasta el río Nilo. O que pues desde allí se
lo comerciaban y se lo encaminaban hacia el río Nilo. Y a vivir, que son
cuatro días.
O en fin, y por otra parte, que de los punt o hispanetos, y varios ríos
Hispanis metidos por allí en el asunto, pues que le llegó al Mar Negro
lo de Pontos como muy antiguo nombre enigmático. O sea, que lo de los
punt parece ser como que la base más sólida con respecto al asunto, en
el perdido periplo de Ofelas, de que unos tyrios circunnavegaran desde
el estrecho de Gibraltar al Mar Rojo el continente africano. Y fundando,
a lo largo de sus oceánicas y larguísimas costas y tanto en el Océano
índico como en el Atlántico, una serie interminable de ciudades-puertos
de aguada y escala. Y que tyrios en cuanto que ciclópeos de amuralladas
ciudadelas y torres, y puede que borrosamente muy tempranos proto-griegos
hispanos metidos en el asunto, que en lengua griega tyrsos es torre y
pudo también ser ciudadela amurallada. O en otras palabras, los pre-tartesios
o proto-tartesios tursios y tyrsios o tyrios, y tarsios, tarasios, y
teresh o teresios. Y así el calificativo tartesios en sus directas
variantes. Pero que con respecto al nombre étnico, pues más bien unos
punt o hispanetos. Y tan campantes. Pero el problema muy bien pudiera
estar en que, en las legendarias historias con respecto a las
genealogías de no menos legendarias gentes -las górgonas, la Medusa, el
gran Krisaor de la espada de oro, y su hermano, el volador gran caballo
Pegaso del océano- de las que finalmente resultan el gran Gerión y sus
tartesios, que más bien muy proto-tartesios, el origen de tantas
marineras y oceánicas gentes está en un remotísimo e inicial Pontos que
con nombre que largándoles hilo al de los punt con su pavo real o
hispanetos. Lo que, y de la mano del borroso hecho histórico metido en
las legendarias historias, echaría lo de los afro-circunnavegantes punt
pues poco menos que hacia los remotísimos y púnicos ciclópeos
millarenses del tan demasiado y muy temprano esplendor.
Quedaría entonces el no menor problema con respecto a cómo llegó a
escritura griega tan remotísima y navegante historia, y de la mano del
perdido periplo de Ofelas. Pues de la mano de los tartesios y
escriturarios relatos de hechos históricos -y al respecto Estrabón en su
libro de las geografías hispanas, etnohistorias incluidas- y que, con la
serie de escritores griegos y romanos que viajaron o residieron por
tierras de la ibérica península en el par de siglos previos al
nacimiento de Cristo, pues que resultaron traducidos a lengua latina en
unos casos, a lengua griega en otros. Y traducciones que todas ellas
extraviadas. Y de las que, y si ése es el caso, finalmente sólo se
salvaron el presuntamente cartaginés periplo de Annón, el esfumado
periplo de Ofelas -se salva al menos en la significativa frase del
circunnavegar el continente africano e irle fundando ciudades tyrias en
las costas, y que a Estrabón le sonaba a que mera fantasía- y el periplo
massaliota que versificado y traducido de lengua griega a lengua latina
resultó convertido en el pedagógico poema geográfico Ora marítima del
romano-imperial geógrafo Avieno. Que tampoco se sabe muy bien quién fue.
Al respecto del famoso y presuntamente cartaginés periplo de Annón -que
nos llega en arcaica lengua griega e incompleto- pues que sus karkedonas
gentes -y retomando el hilo- al menos parecen remitir hacia
ibero-caucásicas gentes lingüísticamente kartvelianas y geográficamente
hispanas. En el sentido de que el karkedones parece no ser más que
fonética variante de un previo karkoetanos o karkoetones, con el sufijo
-etani tan georgiano. Y comienzo del asunto en una karkedona Galicia muy
pre-gallega, y de la que residualmente el nombre de Coruña como una
Karkedunia más o menos fonéticamente karkeduña. O el karka y korka como
variante de una georga y que relativo a los kartli hispanos y proto-georgianos
si echándole más etnogénesis al asunto. De acuerdo con lo tal, pues que
milagrosamente sobreviviente el muy arcaico topónimo Sargadelos -famosas
cerámicas- en las gallegas tierras resulta lógicamente un Sakartvelos,
que lo dicho, el nombre de Georgia en la georgiana lengua. Desde ya en
antiguas fuentes según creo recordar, se ha venido largando que lo de
Georgia y georgianos resultó del llamarles georgos muy tranquilamente -o
sea, agricultores- los antiguos griegos a los kartli ya caucásicos. Lo
cual resulta bastante simplista. Que igualmente pues les pudieran haber
llamado georgos a todas las demás etnias arcaicas del Mediterráneo
oriental, que también todas ellas más o menos agricultoras.
Con lo que pues yo estoy en que el georgos viene del Kardos o korkos. Y
que mayormente se lo ha venido remitiendo a los mingrelios, hermanos
lingüísticos de los kartli o georgianos. Y remitiéndoselo desde la
variante en un kolkos o el asunto de la muy pre-griega y legendaria
Kólkida -el rincón sureste del Mar Negro, no sé si incluido el sagrado y
altísimo monte Ararat- en la que la famosísima Medea, enamorada del
guaperas Jasón que en su nave Argos -los famosos argonautas- va de una
portuaria Iolkos, al arrimo del sagrado monte Olimpo, a la
ibero-caucásica Kólkida a por la piel de un carnero de doradas lanas, el
famosísimo vellocino de oro, como sabido es. Y que no sé si referido a
las ibero-peninsulares ovejas merinas que famosas y muy valoradas
romano-imperialmente por su pelambre de pelos igual que hilachas
doradas, y que no espesas borras de lanas al estilo de todas las demás
ovejas. O en fin, que los tales argonautas del guaperas Jasón están
primeramente por el Mar Negro, y luego -y no se sabe muy bien por qué-
navegan dando vueltas en torno a la Península Ibérica, por sus más o
menos alrededores. Con lo que el asunto, en su núcleo fundamental, muy
bien pudiera haber sido trasladado de una Kólkida euro-occidental y
atlántica -una kalkedonia o Karkedonia ibero-peninsular, o que no tan
ibero-peninsular al olvidarse la referencia con respecto a ésta- pues a
una ibero-caucásica Kólkida, latinamente luego una Cólquida, y que era
lo que se tenían luego por allí más a mano, los antiguos griegos.
O en resumidas cuentas, y a lo que venía entre vueltas y revueltas, que
la familia lingüística de las kartvelianas lenguas -el substrato más
importante en la gestación de la familia de las lenguas indoeuropeas,
así especialistas del asunto, y al menos substrato en las indoeuropeas
lenguas occidentales- asoma o parece asomar residualmente a todo lo
largo de la euro-atlántica banda que va desde el suroeste peninsular
-los tartesios- hasta las Islas Británicas, e incluidas éstas. Que hasta
incluso en la lengua inglesa, y de ibero-peninsular substrato pre-británico,
pueden aflorar kartvelianas palabras de lengua georgiana, o lengua
mingrelia. Y al respecto, los medievalmente residuales pictos y escotos
finalmente arrinconados en las ahora tierras de Escocia. Y con borrosos
y alto-medievales nombres étnicos que, si en un caso parecen remitir a
mingrelios, en otros casos pues parecen remitir a georgianos. Claro que,
y para redondear el tema, a manos de micro-minuciosos filólogos ya en
universitarios manuales de lengua inglesa asoma el asunto de que en ésta
el más profundo substrato le viene de los hispanos iberos peninsulares.
O al menos así le asomó en una lección universitaria el asunto a un
alumno mío que rebotado de filología hispánica a filología inglesa. O a
filologías anglo-normandas, más bien. O en fin, que todo eso me viene de
un más o menos somero ojeo a pre-romanas y arcaicas toponimias tanto de
las Islas Británicas como del oceánico oeste ibero-peninsular.
O sea, que con algo de horizonte pues los tales asuntos afloran rápidamente a superficie. Y valga el que del pre-romano nombre de Iberoa-ko y en fulminante contracción fonética resultó finalmente el tan inglés nombre de York. Y todos aquí pues sin enterarnos. Con o sin meter en el asunto, y con respecto a la etimológica raíz del iberos, el que en la itálica lengua etrusca no sólo lo de toro era un ítalo sino que lo de sagrado era un kver remitiendo hacia un kvero que, me supongo, con un mecánicamente kbero como variante. Y en línea con el georgiano veri para significar lo sagrado, lo religioso, y remitido a los letrados monjes escribas. Con o sin los falos inhiestes del gran Kviria metidos por mitad de las letras. O con o sin el etrusco mlax o malak pues significando mercaderes y mercado. Y la kyneto-tartesia Malakka pues muy probablemente metida en el tal berenjenal. Inhiestas las berenjenas. Inhóspito el panorama.