CAPÍTULO 10:
EN LA
PUERTA DE LA OSCURIDAD
La trascripción de las lápidas funerarias
ibérico-tartéssicas
y su interpretación desde el vascuence comenzó con dos vocablos que
aparecían de forma reiterada en todas ellas: BALCE y ATIN.
No resultó especialmente difícil, cuenta el profesor Alonso
García, identificarlos en el vascuence actual. BALCE
(ibero) se relacionaba claramente con BALTZ (euskera) que
significa «negrura». ATIN, por su parte, partía de la misma
raíz que el vascuence ATE = «Puerta», que en este caso se
encontraba declinada, ATE-AN que en euskera sería "En la
puerta". Algo más de tiempo le llevó darse cuenta que, en realidad
BALCEATIN, «En la puerta de la oscuridad», era el nombre con
el que íberos y tartesios denominaban a la sepultura.
Era para ellos, por tanto, no sólo un punto de llegada al morir,
sino también, y a la vez, un punto de partida hacia el reino de las
sombras, es decir, de la oscuridad.
Poco a poco se reconocieron en las distintas inscripciones nuevas
equivalencias del vocabulario euskera, así como verbos, pronombres,
artículos, numerales,... que abundaban en la certeza de la hipótesis
del parentesco vasco-ibérico. A medida que se ampliaba el
vocabulario perfectamente probado en diferentes textos, se acometía
la interpretación de párrafos cada vez más amplios y más complejos,
con lo que paralelamente se iba confeccionando un pequeño
diccionario auxiliar, lo que sería de gran ayuda pues, como
habían intuido desde el principio, muchas palabras se repetían en
las frases funerarias, con lo que cada vez resultaba más sencillo
aislar las palabras nuevas que aparecían. (Ver comparaciones)
Pero la genialidad de la intuición de centrarse en las lápidas
funerarias no sólo residía en las facilidades encontradas para su
desciframiento y la consiguiente elaboración de un diccionario que
hoy ya reúne más de 4.000 términos traducidos con seguridad del
ibérico-tartéssico al español a través del vascuence. Junto al
vocabulario iba apareciendo también un conjunto de creencias
relativas a la vida de ultratumba que conformaban, a medida que
tomaban cuerpo, todo un complejo sistema, una representación del
mundo en el que las relaciones internas de los distintos grupos
sociales que habitaban la península, de éstos con la naturaleza y
con otros grupos presentan un grado de elaboración y desarrollo que
las diferencian cualitativamente de las ideologías espontáneas de
las comunidades primitivas que existían a su alrededor.
El desciframiento del significado ritual de las frases funerarias
ibérico-tartéssicas, y su posterior extensión a las lápidas etruscas
y cretenses con idénticos resultados, nos colocan, verdaderamente,
en las puertas mismas del origen de la civilización.
Pero no precipitemos acontecimientos. Próximos capítulos nos
exigirán desarrollar más ampliamente esta fascinante y compleja
transformación. Antes es necesario ofrecer una visión completa del
proceso que llevó a descifrar definitivamente idiomas que durante
siglos habían permanecido en la más completa oscuridad. El siguiente
paso significativo en el proceso de desciframiento fue el
descubrimiento de una inscripción que, si bien ya estaba publicada
desde el siglo pasado por Hubner, había pasado sorprendentemente
inadvertida para los investigadores desde entonces. Se trata de
un epígrafe funerario cuyo encabezamiento está redactado en
latín, encabezando una frase bilingüe, lo que hacía pensar que
la frase en íbero podía corresponder con la latina. Y
así era en efecto, pues tras el HEIC.EST.SIT (latín), es
decir «Aquí yace», la expresión ibérica ARE-TACE equivale por
completo a la euskera ARATZE, es decir «Te hace yacer». A
modo simplemente de ejemplo, no nos resistimos a reproducir aquí la
trascripción de una de las inscripciones recogidas por Alonso García
a fin de dar una idea más completa del método comparativo utilizado
por el investigador español. Se trata de una inscripción procedente
de Tarragona. En ella puede leerse, transcrita de acuerdo con
los valores fonéticos descubiertos hace ya muchas décadas por
Gómez-Moreno: ARETACE-ATIN-BELA-UR-ANDA. Su lectura comparativa
con el vascuence no deja lugar a la duda: ARATZE-ATEAN-BELA-UR-ANDA.
Lo que en lengua española sería: TE HACE YACER-EN LA
PUERTA-NEGRAS-AGUAS-ATAÚD. Redactado en castellano moderno (no
podemos olvidar que estamos hablando de lenguas de hace miles de
años, en las que la riqueza de vocabulario, sintaxis y giros se
encuentran todavía en una etapa incipiente) la inscripción completa
rezaría: AQUÍ YACE EL FÉRETRO EN LA PUERTA DE LAS OSCURAS AGUAS.
A medida que avanzaba la investigación, se revelaba que la
cercanía entre el íbero y el euskera era mucho mayor de lo que
pudiera pensarse al principio. De las lápidas funerarias
brotaban expresiones y plegarias sencillas redactadas con un
vocabulario casi uniforme en todo el territorio habitado por íberos
y tartessos, y que la lengua vasca permitía descifrar a un ritmo
constante y haciéndoles adquirir cada vez mayor sentido, no sólo en
sí mismas, como frases aisladas pero congruentes, sino en su
totalidad: como un conjunto de creencias ordenadas y coherentes
sobre la vida, la muerte y la vida más allá de la muerte. En el
cuadro adjunto puede observarse la inequívoca relación de cercano
parentesco que existe entre el ibérico-tartéssico, el etrusco, el
minoico y el vascuence. Esta relación se refiere sólo y
exclusivamente a las principales palabras funerarias encontradas en
las lápidas y bronces. No tiene por ello nada de aventurado avanzar
la hipótesis, sostenida por Alonso García, de que todas forman parte
de una misma gran familia de lenguas y proceden, en un tiempo no
demasiado lejano, de un mismo idioma pre-indoeuropeo.
Los antiguos pobladores de la Península Ibérica