Autor:
Guillermo Piquero
I parte
La Europa aborigen
(Vida y muerte del viejo mundo)
Anexo a la I PARTE
EL MATRIARCALISMO CANTÁBRICO
Un superviviente de las
culturas del neolítico.
INFLUENCIA DEL PATRIARCADO EN
LA CULTURA “VASCA”
“
(...) Ahora bien, junto al
arquetipo tradicional de lo matriarcal-femenino aparece de modo reactivo en la
cultura vasca el otro polo: el arquetipo patriarcal-masculino simbolizado por el
“fuertismo” vasco y representado por el chicarrón de hercúlea fuerza y vigor
(indar), o sea, el aspecto viriloide y masculinista del “morrosko” tradicional.
Podemos simbolizar el aspecto matriarcal-femenino por la tierra y la luna, así
como el aspecto patriarcal-masculino por el sol y el cielo: mientras que el
primer aspecto encuentra en Mari su correlato simbólico, el segundo aspecto lo
encuentra en el tardío y solitario “Jaungoikoa” elevado a los cielos.
Creo que ese dualismo típico de
nuestra tradición mental vasca ha influenciado decisivamente la ambigüedad de la
mentalidad vasca hasta nuestros días, cuando el nacionalismo vasco recupera por
una parte el mito matriarcal igualitario en clave comunitarista o comunista
pero, por otra parte, politizándolo y tratando de imponerlo sea pacífica sea
violentamente. De este modo se recoge el tema matriarcalista vasco de la
tradición comunal, pero con un tratamiento patriarcal-masculino de tono agresivo
o aguerrido: se daría aquí un proceso de “estatalización en el que se pasa de la
nación común como matria o ámbito de estancia (telúrica, inmanente, vital) al de
estado propio como patria o ámbito de instancia (celeste, trascendente,
jurídica). A este respecto resulta significativa la reinterpretación
nacionalista de lo vasco como proveniente ya no de abajo sino de arriba: vasco
provendría de “euzko”, que ya no significa la tierra lunar sino el cielo solar
(eguzko). En este mismo contexto ideológico patriarcal se situaría la posición
de Sabino Arana, cuando redefine el vasco como prototípicamente viril o
masculino frente al “maketo” feminizado y devaluado.
Y bien, se trataría de
(re)mediar esta ambigüedad de la tradición vasca, elevada a sistema por el
nacionalismo vasco dualizado entre la tierra madre y el cielo paterno, la nación
y el estado, la realidad viva y la abstracción política. Pero una auténtica
(re)mediación de esta ambivalencia sólo es posible/plausible desde una
reculturización de nuestra vida excesivamente politizada (partidístamente).
Claro está que este remedio no resulta nada fácil por dos extremos: en primer
lugar, porque el “nacionalismo vasco” ha violentado la propia tradición
simbólica matriarcal vasca al patriarcalizarla según lo apuntado; y en segundo
lugar, porque el “antinacionalismo español” nunca ha tratado de entender la
interesante e intrigante mitología religiosa vasca, antes bien, la deniega,
escamotea y ridiculiza desde su desierto o deserción cultural, provocando así la
reactividad vasca.
Hago pues dos propuestas
claras, concretas y razonables: primera, recuperar la mitología y cultura vasca
como tal mitología cultural y no político-militarmente; segunda, despolitizar
nuestra vida cotidiana evitando manipular ideológicamente nuestra historia
simbólica. Estas dos máximas se resumen en una: despolitizar nuestra vida
empequeñecida para poder reculturizarla, abriéndola pacíficamente hacia dentro y
hacia afuera.
Ahora bien, la cuestión abierta
es la siguiente: culturalmente el País Vasco es una “matria” (“amerri”), pero el
nacionalismo de Sabino Arana lo convierte en “patria” (“aberri”): entonces el
“matriota” cultural (“amertzale”) se transmuta en “patriota” (“abertzale”), un
paso crítico como lo demuestra la actual sociedad vasca (y navarra).”.
Josetxo Beriain“La identidad colectiva: Vascos y Navarros”
Cuadro comparativo de Andrés Ortiz-Osés. Extraído de “El
matriarcalismo vasco”.
2) MARI (1):
EL NUMEN SALVAJE. MITOPODER Y REPRESENTACIÓN ANCESTRAL. AUTODETERMINACIÓN
SUBJETIVA Y COMUNITARIA O INSTITUCIONALIZACIÓN IMPERIOCATÓLICA.
(Extracto del
libro “El juguete de Mari”, de Jakue Pascual y Alberto Peñalva)
¿Qué es lo que sucede para que
la potencia de las fuerzas telúricas, que rigen tanto la vida del arriba y de la
tierra como de la comunidad de seres iguales (tribus, bandas y sujetos) asentada
en el hueco (entre el fuego de las corrientes subterráneas y los tempestuosos e
incandescentes cielos), se vuelva inexistente?
La respuesta es libre,
pluridimensional. Por eso aquí propondremos una interpretación que conducirá a
través de tiempos perdidos hacia hipotéticos futuros, en una trayectoria que
anticipamos como múltiple en formas y universos y perpetua en la
intercambiabilidad de sus esencias.
Algo más de lo que nos ha
llegado tiene que suponer MARI para que su perversión, su vaciado de
significados, se convierta en tema central, clave en la imposición de un
imperio; como sistema a su vez mediado (controlado), en su reproducción
valorativa, por una lógica y una simbólica institucional, religiosa y católica,
de poder moral efectivo que perdona la vida u otorga la muerte.
MARI, m-ARI. MU: palabra (HITZ)
que se hace a si misma; el verbo se hizo carne (aMa, uMe, eMe: hembra, AR:
macho...).
M-ari-U: palabra haciéndose
materia, monumento, documento, no de edificación sino de paradoja
(2). MAIRU, antepasado, el que enseña el valor de la comunidad, de la
palabra, el constructor de monumentos de identificación entre seres iguales;
y de entre todos ellos el que mejor lo ejemplifica es el CROMLECH (3):
el círculo mágico de representación del infinito y de la nada, de las
fuerzas implosivas y expansivas, de la subjetividad y de la comunidad de
iguales, el símbolo unitario, anterior a la separación del YIN y el YANG. Un
equilibrio cósmico de fuerzas contrapuestas expresadas en el LAUBURU, como
condensador genético de la materia y la energía (4). De ahí que el
poder (MANU), sea el allí (AN-sol) contenido en la palabra que ha cazado el
arriba. Quién posea esta fuerza se separará de los iguales para ejercer el
dominio sobre ellos, ya no tratará con idénticos cósmicos, la palabra que
tenga la representación del arriba eterno (espíritu) podrá silenciar su
relación de equilibrio con el abajo mortal (materia). Aquí está implícito el
principio de KIXMI, del mono, de la copia de Dios, de la
institucionalización y de la separación.
La leyenda católica dice
que los gentiles (de conducta salvaje, precristiana, “adoradora” de la
naturaleza) llamaban KIXMI a Jesús (5). Los medios de comunicación de
esta época (que entra en un Nuevo Orden Mundial: Estado absoluto,
descubrimiento colonialista del salvaje, mercantilismo y apertura de vías
comerciales, revolución esférico científica y galaxia Gutenberg) crean una
falsificación que oculta el verdadero sentido ancestral del mono de Dios.
KIXMI (leído como mono-demonio en su uso medieval) es el que repite, el que
caricaturiza, el que representa formalmente en la tierra la separación del
cosmos, como si fuera legítimo el poder que se autootorga. Esta separación
dará lugar al arriba y el abajo, a la jerarquía entre quien realiza la
representación –institución- del cielo sobre la tierra y el mortal que la
padece según su ubicación funcional en la escala del artefacto divino, como
entidades espirituales y mortales seleccionadas en su esencialidad
energética (alma) y material (cuerpo).
KIXMI para los antiguos
pobladores vascos es simplemente la institución católica de la fuerza del
IMPERIO, la representación de un poder totalitario, del diablo, del mal; por
eso cuando vieron desde sus montes la cercanía del imperio, sentenciaron que
su tiempo, el de los seres humanos iguales y en armonía con el universo que
los circundaba, había terminado. El demonio tomaba forma de separación, de
poder, de copia de Dios, de jerarquía, de institución, de guerra civil y de
imperio. La perversión inquisitorial no duda en tergiversar este contenido
atribuyendo a los “salvajes” el término de impíos, de herejes, al no
reconocer éstos la síntesis de separaciones entre poder terrenal y el
espíritu que la trasciende. Es lógico, por tanto, que el imperio tome forma
de verdad impuesta, de INQUISICIÓN, en un instante donde el poder español se
ha hecho orbital, siendo la homogeneización cultural (colonialismo) y la
disgregación social (excluyente) las mejores herramientas de las que dispone
para perpetuar su poder.
El primer punto que la
institución católica vilipendia del culto a MARI, como representante ante
Dios de la propiedad privada de la tierra, es la identificación concreta del
numen con el comunalismo, como forma primitiva de comunismo. La máxima
implícita en el mito de MARI casa perfectamente con el dar “a cada cual
según su necesidad” y “exigirle según su capacidad”. No es tanto una crítica
de la propiedad como a la utilización posesa de la misma, ya que la
producción que excede a lo que uno necesita debe revertir directamente en la
comunidad de los iguales; en ella, todos poseen el derecho inalienable a una
subsistencia digna. De lo que se trata aquí es de una relación de
intercambio, de donación de lo que excede a la propia necesidad, de POTLACH
(HAR-EMAN: tomar-dar), de desposesión en lo común que es lo de todos (6).
Por eso la ruptura del equilibrio entre el dar y el tomar situará al tiempo
fuera de sus Goznes (ARREMEAK) (7), lo sumergirá en el laberinto
cambiante de sus formas. El tiempo del capitalismo empieza con la
acumulación primitiva su rumbo hacia el desastre; la institución católica es
la garante del poder, de la desigualdad en la que se basa la fuerza del
imperio, de ahí que deba anular aquello que la cuestione desde la
esencialidad del equilibrio comunitario y cósmico (no separado).
La sabiduría ancestral
condensada en MARI, enseña que “lo dado a la negación la negación lo lleva”
(8) (“Ezai emana, eak eaman”; “Ezagaz eta baiagaz bizi emen da”). Nos
muestra que faltar a la palabra, al otro, a la tribu, es ser maldito por
romper la ley de los antepasados (mairuak). El compromiso con la propia
tierra, con los seres humanos fruto de ella, es ineludible. La sidra de Mari
es excelente, está hecha con las manzanas que el señor Monte de Ikaztegieta
negó a su comunidad.
Por eso D.Diego López de
Haro (uno de los muchos de este clan castellano) será repudiado por Mari en
la leyenda; ha roto el pacto por el que se comprometía a detentar un cargo
simbólico como Señor de Vizcaya, consumando la traición del castellano
Alfonso VIII contra los fueros y la INDEPENDENCIA de los vascos (acuerdo de
Calatayud en 1198 entre Castilla y Aragón para repartirse Navarra, Alfonso
invade el reino vasco por Treviño y Vitoria, dos años después ocupará Álava,
el Duranguesado y Gipuzkoa, que serán administrados por el II de la saga
mesetaria).
La afirmación del
matriarcalismo en Mari, no está en la violencia de la oposición dialéctica y
edípica de los contrarios como pretende ver Ortiz Osés (9), sino en
la autodefensa autoafirmante del propio deseo, en el derecho a elegir la
compañía y no en aceptar su imposición ni la violación del mutuo acuerdo. En
el caso que nos ocupa, el hecho de santiguarse de D.Diego López de Haro
(10) frente a su familia (deudora de Castilla), supone un intenso desdén
por la cultura y las leyes ancestrales de la tierra (ejemplificadas en Mari-Mairu)
con la que ha acordado (pactado) su acogida... ALIANZA DE REEQUILIBRIO
SINCRETICO. Mari huirá con su hija a las montañas (“nee umeek zeruako, ta ni
oaiñ Muruako”, “mis hijos para el cielo, ahora yo para Muru”). Pasa a la
clandestinidad para garantizar el futuro de la tierra. Y esto lo sabían muy
bien los de la Comisión Internacional sobre la Violencia en el País Vasco en
1986, todos ellos expertos en contrainsurgencia y relacionados con distintos
aparatos de Estado y paraestatales, cuando afirman que las mujeres vascas
“fomentan una conciencia política y las costumbres tradicionales” (11).
Este es el problema que plantea MARI para la perpetuación del IMPERIO en su
infinidad de formas de división (Roma, Imperio Católico Español o Nuevo
Orden Internacional: autorreproducción cambiante en sus formas + ó – cada
500 años), el de la persistencia de una lógica unitaria, entre iguales y en
armonía con el cosmos, anterior a la separación que impone el IMPERIO entre
cielo y tierra, entre los seres humanos, entre éstos y la naturaleza y entre
el hombre y la mujer.
La perpetuación del imperio
tiene en la perversa herramienta metodológica e institucional del
catolicismo la mejor coartada para efectuar la sumisión de los que antes
eran iguales (se autoconsideraban). Pero el camino que sigue no es recto, es
sinuoso y sintético (como uso tendencioso y causalista de marcos sincréticos
parciales). El catolicismo pretende imponer una creencia separada, vaciando
de contenido la referencia ancestral; de ahí la asociación del numen MARI
con la Virgen madre de Dios y su seccionamiento del pensamiento animista,
holista (12), que identifica esta fuerza con la materialización
energética, eterna, de lo que va a los antepasados y vuelve de ellos (Mairu,
Maide, Mairi, Maru), de la esencialidad básica que conforma el universo de
arriba y de abajo. Estamos en el SECRETO hermético, en el holograma del
universo (13).
Cuando hablamos de MARI
encontramos que la atribución que se le hace de ser la constructora de la
comunidad, y de la paradoja existente entre la subjetividad radical y la
comunidad de seres humanos iguales, queda expresada en los nombres de las
piedras. Los dólmenes (Marikutx), los montes (Marina Mendi) (antenas
receptoras de la tierra), las cuevas (Marizuleta, Mariasulo), llevan su
nombre. Son los lugares donados y habitados por los antepasados Mairi (Mairietxea:
dolmén de Mendibe), Maru (Maruatz-gokobia: Aretxabaleta, Maruelexa, cumbre
de Arrola, antiguo asentamiento), Maide (Maide Korralia: corral neolítico de
Alçay), Jentil (Jentilarri, Jentilbaratz, Jentilbaso, Jentileio). Cuando el
imperio carolingio invade Euskal Herria, su paladín Roldán expulsa a los
maides, gentiles (habitantes primigéneos), de Zuberoa; y puede que así
fuera, pero una retirada a tiempo hacia los Pirineos también puede
convertirse en una posterior victoria; Roldán murió en Orreaga a manos de
los que son iguales a los maides.
Por tanto, MAIRU no es el
vilipendiado “moro” del catolicismo, sino el hombre de otro tiempo que
habita entre nosotros, el antepasado, el gentil, el no bautizado (Mairu:
niño muerto sin bautismo). Su nombre es el de salvaje, el de “no civilizado”
por el imperio (Mairukeri). Mairu ha construido las casas fuertes (Irissary,
Donamartea, Larrea...) para la defensa de la comunidad y los dólmenes que
los cobijan del paso formal del tiempo. Y nos ha dado el néctar rojo del
Patxaran (Mairu-arhan). Pero los Mairus sobre todo nos han legado el círculo
mágico, la conjunción entre la nada y el uno y el infinito, entre el yo y
los iguales (COMUNIDAD), el CROMLECH (Mairubaratzak, Mairuharri, Mairubide,
Mairularrieta, Mairularri), símbolo que oculta en sí el sentido de la
comunicación, del ser humano, del equilibrio hologamático y móvil de los
contrarios (sujetos a tensiones expansivas e implosivas) y de las fuerzas
telúricas (LAUBURU). La perversión católica es doble porque su proceso de
institucionalización aculturiza y sirve de coartada para la imposición
social desigual del Imperio. [...
Otra de las atribuciones
de Mari que se olvidan alegremente, es la capacidad que manifiesta de
transgredir las limitaciones espacio/temporales. Mari premia a quienes creen
en ella, se les sube a la cabeza. “Unos viajeros que deseaban atravesar la
montaña de Atxorrotx, en Escoriaza, en un instante se hallaron en el término
de su viaje”. También en Dima se cuenta que a “un soldado del caserío
Iturriondobeitia, que se hallaba en el país de moros, fue trasladado en un
instante desde lejanas tierras por arte de Sugoi o culebro que vivía en la
cueva de Balzola”. Pero es en el citado livro dos Linhagens donde mejor se
narra esta capacidad de traslación, de ruptura de los condicionantes
fenoménicos de espacio temporalidad (14).
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