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IBERIA CUNA DE LA HUMANIDAD


La senda aborigen. Una re-visión de la prehistoria


Autor: Guillermo Piquero

 

III parte.

En busca de la lengua aborigen. Siguiendo el rastro del euskera

 

“El euskera es una reliquia de las antiguas lenguas de Europa occidental, no sólo prerrománica, sino pre-indoeuropea. Es la única lengua autóctona que ha podido superar las invasiones e influjos culturales de los últimos 3000 años. Los vascos han demostrado una gran capacidad para integrar esos influjos sin perder su personalidad cultural. Constituyen, de hecho, la gran excepción de las leyes de la historia política y cultural de Europa

Marija Gimbutas, “Civilization of the Goddess”.

 

Capítulo II

Siguiendo el rastro del euskera por la península ibérica

“Creemos, no obstante, que la lengua que hablaba el primitivo pueblo cántabro, tenía mucho de común con la de los demás pueblos de la costa cantábrica, y aún del

resto de España, y que ésta se ha conservado, por sus circunstancias históricas, solamente en los territorios que constituyen las provincias Vascongadas. Esta es, a

nuestro juicio, la única razón de que encontremos en Cantabria voces, principalmente topónimos, restos indudables de la primitiva lengua, que hoy identificamos con

otros del idioma que, por la zona de supervivencia, denominamos vascuence.(...) En nuestra península y más concretamente en la costa cantábrica a que nos referimos,

no podía existir en una misma época una lengua diferente en cada región, aunque éstas tuvieran diferencias dialectales como ocurre hoy con el vascuence actual, en el

que son más de una veintena las variantes dialectales que se conocen correspondiendo a diferentes zonas de su territorio.”

Manuel Pereda de la Reguera. “Cantabría raíz de España”

 

Esta hipótesis que vamos a intentar demostrar no es nueva, sino poco conocida o más bien “despreciada”. Nosotros simplemente la retomamos y le añadimos nuevos datos.

 

Comencemos con un pequeño repaso histórico a través de las palabras que el santanderino Manuel Pereda de la Reguera dejó impresas en su libro “Cantabria raíz de España”:

“El que la lengua que hoy denominamos vascuence fuera general en la España primitiva ha sido sostenido, con mayor o menor fundamento y propósito, por muy diferentes historiadores de anteriores épocas. Entre ellos pudiéramos citar a Garibay y Zamalloa, que en su “Dialogo de las lenguas” decía, que son muchos los que creen que “la lengua que usan hoy los vizcaínos es la antigua España”: Josefo Escalifero dice: “En las lenguas de Europa”, que se usaba en estas regiones antes de la romanización. Beuter, en “La crónica Aragonesa”, Marineo Siliciano, en “La historia del antiguo lenguaje”, o Francisco Javier de la Fuente, en “La España primitiva”, dicen también que esta lengua fue la primitiva de España. Igualmente, Peralta Barnuevo en la “Historia de España” insiste en que “no puede dudarse que fue la primitiva y universal lengua de España”, lo que también afirma en análogos términos el P. Moret en sus “Investigaciones históricas” y en “Anales de Navarra”. Del mismo modo lo afirman Pedro Salazar de Mendoza y Rodrigo Méndez Silva en su “Población de españa”, y los vascongados Andres de poza, en “La antigua lengua poblaciones de España” (1585). Baltasar de Echave y Antonio Navarro de Larrategui, en su “Epítome de los Señores de Vizcaya”, impreso en Turin en 1620, y el padre Mariana en su “Historia General de España” o en la “Inquiridión de los tiempos”, de Fray Alonso de Venero”.

 

Incluimos a continuación dos estudios recientes que abonan estas tesis. Uno referente al lenguaje ibérico-tartésico y otro que trata de descubrir la multitud de raíces euskerikas que posee el castellano.

 

1) EL DESCIFRAMIENTO DEL IBÉRICO-TARTÉSICO

Extractos de “El Origen de los vascos y otros pueblos mediterráneos”

Antonio Arnaiz y Jorge Alonso

 

“Desde hacía muchos siglos eran conocidas en la Península Ibérica y Francia una serie de inscripciones misteriosas que recibían el nombre de "ibéricas" por considerarse pertenecientes a este pueblo prerromano; con posterioridad se descubrieron otros textos redactados en un alfabeto distinto, al que se denominó meridional o "tartésico". La contribución de diversos filólogos, fundamentalmente la de Gómez-Moreno (25), supondría el conocimiento de los valores fonéticos de aquellos signos. Un importante paso para averiguar el contenido de una lengua sobre la que se habían adelantado varias hipótesis.

 

Para la mayoría de los investigadores, el "ibero" y el "tartesso" eran idiomas distintos. El "ibero" podría traer sus raíces del Cáucaso, África, Armenia, etc. El "tarteso" se

consideraba un habla emparentada con las indoeuropeas, posiblemente al jónico o al tirseno. Jorge Alonso se interesó desde muy joven por la cultura tartéssica, y muy especialmente después de su estancia en la Base Naval de Rota, donde examinó diferentes restos tartéssicos, y dedicó no pocos esfuerzos al estudio de esta civilización. Asimismo, en los múltiples viajes al norte de África, convencido del parentesco del ibero y el bereber, se decidió a centrarse en el "vasco- iberismo". La vieja hipótesis para el desciframiento del ibero mediante el idioma euskera, que no se encontraba ya en su mejor momento, pues el grueso de los especialistas sin avance alguno la consideraban un instrumento trasnochado. Habían sido muchos los investigadores que no lograron encontrar las conexiones entre ambas lenguas, y consecuentemente la ciencia filológica acabaría desviándose por otros derroteros menos lógicos. Trabajando desde el "vasco-iberisino" durante cierto tiempo, la interpretación de diversas frases funerarias daría las claves necesarias para penetrar en el fascinante mundo de los iberos y los tartessos (...) Durante varios años Jorge Alonso recorrió la mayor parte de los poblados ibéricos y tartéssicos, recogiendo la información escrita que se guardaba en bibliotecas y museos, y familiarizándose con los restos materiales de estas culturas. Así se obtuvo el imprescindible flujo de inscripciones para cualquier trabajo en este campo, consiguiendo superar las pequeñas dificultades que siempre presenta el manejo de los alfabetos antiguos, con proliferación de caracteres con el mismo valor fonético. Asimismo, se recopiló el máximo de literatura sobre los desciframientos de idiomas en los últimos años "hitita" y "Lineal B", reflexionando detenidamente sobre la eficacia de métodos como el criptográfico y combinatorio. Finalmente, Jorge Alonso enfocó sus esfuerzos en la búsqueda de una metodología que permitiese entrar en la fortaleza ibérica. Y después de no pocos ensayos y dudas, centró su estudio en las frases funerarias, con la esperanza de que se dieran las condiciones que había observado en la epigrafía de las tumbas etruscas, que contienen casi siempre las mismas palabras, y son muy reiterativas en las expresiones. Un ejemplo de lo que ocurre en nuestros propios cementerios, donde las dedicatorias son muy semejantes en sus referencias y redacción. Trataba así de sortear una de las principales dificultades que ofrecían los escritos ibérico-tartéssicos: la separación de vocablos, que enmascara el comienzo y final de las palabras. Más tarde harían acto de presencia otros inconvenientes no previstos, como que algunas consonantes

conllevaban vocales que no se escriben o que los escribas redactaban de oído. Del gran número de textos, que se suponían funerarios a priori, se eligieron una quincena,

donde a simple vista se adivinaban varias palabras semejantes.

 

La Escritura ibérica La transcripción al alfabeto latino de varias donde aparecen los vocablos

"BALCE" y "ATIN" es la siguiente:

BALCEATIN

BALCEATINTAE

BALCEKALDUR

ATINBELAUR

BALCEATINOE

BALCEATINISBETARTICEREBANEN

 

No resultó especialmente difícil identificar en euskera los vocablos BALCE y ATIN que se repetían en las frases. BALCE (ibe) la comparé con BAL (vas) = "charca de agua", pero relacionado además con "BALTZ" (vas) ="negrura". Tampoco la segunda, en su raíz ATE (vas) ="Puerta", "Salida", que en este caso se hallaba declinada ATE-AN (vas) ="En la puerta". Algo más de tiempo llevó descubrir que ATEAN era uno de los nombres que usaban los pueblos hispanos prerromanos para denominar la "sepultura".

 

Según se desprende de los ahora numerosos textos descifrados, las gentes ibéricas creían que su espíritu, al depositarse el cadáver en la tumba, viajaba por el mundo subterráneo hacia un lugar más allá del "río de fuego", donde encontraba cierta morada junto a sus antepasados. De ahí que la sepultura era la "puerta" por donde iniciaba el viaje hacia su destino final. Poco a poco se reconocieron entre los distintos epígrafes otras equivalencias del léxico euskera, así como verbos, pronombres, artículos, numerales, que confirmaban la hipótesis del parentesco vasco-ibérico. Según se disponía de vocabulario seguro, es decir, perfectamente probado en diferentes textos, se acometían párrafos más amplios y más complejos. La interpretación de las frases arriba indicadas queda de esta manera:

(...) Uno de los momentos más significativos del proceso de desciframiento fue la interpretación de una pequeña frase de la lista de Hubner, en su “Monumento Linguas Ibérica”.

 

Sorprendentemente se trataba de una pequeña “Piedra de Roseta” que había pasado inadvertida para los investigadores, no obstante de haber sido publicada en el siglo pasado. La primera parte de este epígrafe funerario estaba redactada en latín, y encabezaba una frase bilingüe en una lápida funeraria que dice así:

-HEIC. EST. SIT (latín)

-ARE. TACE. CE(NN) SAKARILN (ibero)

 

(...) La escritura "tartéssica", considerada durante muchos años distinta de la ibérica, constituye otra de las sorpresas del desciframiento. Al igual que con el alfabeto levantino, Gómez-Moreno (25) determino el valor fonético de los caracteres de estas inscripciones meridionales tartéssicas, semejantes pero diferentes a las ibéricas utilizadas en la franja mediterránea. Muchos de sus textos, redactados una línea en una dirección y la siguiente en la contraria, aparecían en el sur de Portugal, y casi siempre en lápidas sepulcrales; pero también se conocían epígrafes procedentes de Andalucía y plomos en comarcas mucho más al Este, en Castilla-La Mancha y Valencia. El historiador A. Schulten, estudioso de la civilización tartéssica, identificó estas inscripciones con el tirseno, una variedad de la lengua griega. Se basó en la identidad entre la frase tartéssica "NARONABAGEON", repetida en el ritual religioso meridional, y la frase "ZARONAI", que se leían ambas con facilidad en una losa de la isla de Lemnos, en el Egeo. El investigador alemán, que discrepaba de la interpretación de los lingüistas hispanos, leía mal el abecedario de las estelas portuguesas. Y la pretendida relación filológica carecía de fundamento. Sí tienen absoluta correspondencia con el euskera con el significado de "EN ESTE LUGAR (SE) CONCEDE BUENA ACOGIDA" o "LA VOLUNTAD DEL CIELO", y está dentro del léxico funerario ibérico. Llave que ha servido igualmente para abrir la caja de los secretos lingüísticos de la lengua que habló el famoso imperio de Tartessos.

 

Como en el caso levantino, las hipótesis sobre la personalidad de aquellos textos estaban equivocadas. Hoy se puede asegurar que, frente a todo pronóstico, esta lengua no es indogermánica, y se encuentra también emparentada con el vascuence. De acuerdo con el método seguido anteriormente, se tradujeron las diminutas inscripciones grabadas en los ajuares funerarios. He aquí algunos ejemplos:

(...) De acuerdo con el progreso en el desciframiento de la lengua ibérico-tartéssica, se fue confeccionando un diccionario que ha servido de ayuda durante todo el proceso de traducción, que ha durado varios años. (...) El número de inscripciones contabilizadas en la actualidad supera el medio millar, aunque muchas de ellas están en mal estado, mutiladas, o son básicamente iguales, por su contenido, a otros textos. Su procedencia se distribuye por las provincias andaluzas, Extremadura, Castilla-La Mancha, Valencia, Murcia, Aragón, Cataluña, Navarra, etc. Pero también las hay en algunos departamentos de Francia, Portugal, Italia y el norte de África. Grabados en plomos, bronces, cerámica y piedra, pueden datarse desde los siglos m-v a. de Cristo hasta nuestra era, pues varias vasijas de Tarragona mencionan a los cristianos. Sin duda alguna, el idioma ibérico particularmente se mantuvo vivo hasta bien entrada la civilización de Roma en la mayor parte de la Península. Milagrosamente, el habla euskera, del mismo tronco que el ibérico-tartésico, conseguiría sobrevivir al amparo de los bosques, las montañas y las regiones alejadas de las principales calzadas. Un fenómeno lingüístico de los más increíbles que haya conocido la humanidad, pues este idioma puede acreditar, con los testimonios históricos de Estrabón, ocho milenios de existencia. Con él han cobrado sentido los cientos de documentos redactados en bronces, lápidas, plomos y cerámica,que aportan multitud de noticias de la Iberia prerromana. Pero no es menos importante que gracias a ese tesoro filológico se podrán descifrar otras lenguas consideradas como muertas: el etrusco, osco, minoico, en muy breve plazo. Y todo ello sin apartarse una línea del "hecho científico", pues el parentesco de los descendientes de la cultura neolítica sahariana se conserva aún lo suficientemente próximo como para jugar el papel de un posible texto bilingüe. Una opinión que ya ha probado reiteradamente su eficacia, con doscientas traducciones susceptibles de comprobarse de principio a fin, por lo que merecen la consideración de argumento válido.” Antonio Arnaiz y Jorge Alonso

 

 

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