¿Hubo una colonia egipcia en la desembocadura del río Ebro?
¿Es esta colonia la mítica Tartessos?
Hace casi un par de siglos, exactamente el 9 de marzo del año 1850, fueron
descubiertos por Buenaventura Hernández Sanahuja fragmentos de un
sepulcro
egipcio en la zona de las cantera utilizada para la ampliación del viejo puerto
de Tarragona, donde hoy se ubica el Salón de Exposiciones de la ciudad. Cinco
años después se descubriría no lejos de allí una momia egipcia. Los fragmentos
del sepulcro están hoy en la Real Academia de Historia en Madrid, y fueron
expuestos en el Museo de la ciudad de Tarragona con motivo del Centenario de la
muerte del arqueólogo B. Hernández Sanahuja.
En el museo de
Tarragona están expuestos aún hoy tres escarabeos egipcios y una pieza de bronce
que representa una esfinge de las cuales no se posee una clara cronología. En
cuanto a la momia hallada desconozco el paradero, incluso se afirma que no es
más que una leyenda o una estafa, aunque existen datos en libros del siglo
pasado sobre la misma.
La historia del
hallazgo de estos singulares restos es la siguiente, tal y como la explica el
propio Hernández Sanahuja en su obra del año 1855 “Resumen histórico-crítico de
la ciudad de Tarragona, desde su fundación hasta la época romana, con una
explicación de los fragmentos del sepulcro egipcio descubierto en marzo de
1850”: “En marzo de 1850, los presidiarios destinados a la explotación de la
pedrera del puerto, encontraron en el sitio donde existía el cementerio
protestante, un pavimento de grandes losas pertenecientes a la época romana, y
abajo, a mayor profundidad, otro, según todos los indicios, de origen
griego-ibérico, presentándose, entre este y la roca, el discutido sepulcro,
cubierto de una incrustación rojiza... Desgraciadamente los obreros van destruir
el monumento, creyendo que no era de ningún interés.”
Sanahuja, en la
obra citada, hace una extensa descripción de 40 de los fragmentos que se
pudieron salvar de la pedrera así como de otros relacionados, descubiertos 2
años después. El teniente de alcalde del Patrimonio de Tarragona de principios
del siglo pasado, Carles Babot Boixeda nos transcribe el manuscrito de
Buenaventura Hernández Sanahuja titulado “Quince años post-scriptum” en el cual
se expresa con respecto a los polémicos restos del sepulcro egipcio y se afilia
a las nuevas corrientes del estudio arqueológico y antropológico de la época
“retractándose” de sus afirmaciones primeras y dando la razón a la Academia de
Berlín que, entre otras, estudió con atención los restos hallados y los calificó
de “apócrifos”, es decir una recreación hecha seguramente en la época
paleocristiana por artistas que quisieron emular una tumba de estilo egipcio con
más o menos acierto. Nos explica que “la principal de las razones en que se
apoyaba la Academia de Berlín era, como queda dicho, la falta de carácter de las
representaciones egipcias, rechazando la idea siquiera de la presencia de
ninguna colonia egipcia en España”.
Continúa
explicándonos en el manuscrito que “efectivamente, como dice Mr. Ross, arriba
citado, estos monumentos ficticios o de época dudosa e indeterminada, y de
representaciones anómalas o caprichosas que se prestan a varias
interpretaciones, no son raros en Europa, y aun cuando no los cita este
ilustrado escritor tenemos conocimiento de algunos, entre los cuales citaremos
los fragmentos adornados de figuras, análogos a los de Tarragona, descubiertos
en Cerdeña en el siglo XV, sobre los que escribió una erudita disertación el
distinguido arqueólogo italiano, el general Alberto de Mármora en 1853.”
Puntualizar aquí que Alberto della Marmora no era arqueólogo sino general y
naturista, aunque por aquellos tiempos muchos arqueólogos lo eran por su
entregada afición. Después de hacer una somera descripción de las diferentes
opiniones de diversos investigadores sobre los fragmentos Sanahuja nos
dice que: “Todas estas consideraciones ... nos impulsaron algún tiempo después
de escrito el antecedente opúsculo retirar, como queda dicho, el sepulcro y no
mencionarlo como dato histórico”.
No cuenta aquí, sin embargo, la constante
presión que tuvo que sufrir por parte de ciertos sectores que le llevaron en
cierta ocasión a desembarazarse de algunos de aquellos hallazgos, los cuales
fueron arrojados al mar según afirman y la posibilidad apuntada en muchas
ocasiones de que perdiese su posición por causa de tan discutido descubrimiento
arqueológico.
Termina su “Quince años post-scriptum” diciendo: “Haciendo pues
abstracción del sepulcro, haremos observar, que intuitivamente y sin precedente
alguno de los nuevos estudios habíamos adivinado ya mucho antes de 1855 cuanto
han publicado los escritores prehistóricos, a contar desde el citado año, y para
convencerse de ello basta examinar nuestras observaciones críticas expuestas en
el precedente opúsculo, con relación a la parte histórica sincronizada de
España; y protestamos nuevamente que si en ellas o en todo el contexto de
nuestro escrito hemos dicho algo contrario a la verdad histórica, lo retiramos
con gusto a fuer de veraces, sin avergonzarnos de ello, siquiera para dejar un
buen lugar aquel refrán antiguo de que DE CONSEJO MUDA EL PRUDENTE.”
Cada vez
que leo este “DE CONSEJO MUDA EL PRUDENTE” me viene a la memoria Galileo Galilei
cuando ante la
Inquisición se tuviese que retractar de sus afirmaciones heliocéntricas para
acabar diciendo “eppur si muove”, que Alberto della Marmora (el 7 de abril, 1789
- 18 de marzo, 1863) de Alberto Ferrero era soldado y naturalista italiano.
Marmora era un general en las guerras Napoleónicas y fue adornado personalmente
por Napoleon I. Estuvo después al servicio del rey de Cerdeña.
Escribió Viaggio
en Sardegna (recorridos en Cerdeña) en 1860, que amplió el estudio de la isla
hecha previamente por Francesco Cetti. quiere decir “y sin embargo se mueve”
haciendo alusión a la Tierra. Al decir esto Galileo dejó claro que se retractaba
por imperativo de verse juzgado de severidad por la Inquisición haciéndose cargo
de las consecuencias que tendría para su vida no hacerlo, pero pese a ello no
podía renunciar al hecho para él probado de que la Tierra ya no era el centro
del universo y que movía en torno al Sol. Sanahuja deja claro que, vista la
nueva teoría emergente del relato oficial histórico y de la fuerza de aquellos
quienes tildaban de “falsedad” lo hallado en la pedrera del puerto de Tarragona
y, por último, teniendo en cuenta el descrédito y la pérdida que le amenazaba,
decide que es mejor ser prudente y cambiar de parecer.
Carlos Babot
Boixera escribe: “Morera y Llauradó, en los párrafos transcritos al principio,
indica que Hernández Sanahuja recogió todos los ejemplares que pudo de su
Resumen Histórico-crítico, así como de las láminas que lo acompañaban, y que con
todo ello realizó un “auto de fe”. “Hace algún tiempo llegó a mi poder una
colección de nueve fotografías (de 17,3x12 cm.), ocho de las cuales corresponden
a otros tantos fragmentos de las láminas litografiadas a que nos hemos
referido. La otra fotografía es mucho más interesante. Es la de la portada de un
ejemplar del Resumen histórico-crítico, Que parece tener ligeras huellas de
haber sufrido la acción del fuego, y que llevaba manuscritas las siguientes
líneas: Debajo del pie de imprenta: “Este ejemplar único que quedó de la quema
que por orden del Autor se quemaron en la falsa Braga del día 23 de Junio de
1879 por el que suscribe por los disgustos que le ocasionó. Francisco Poblet
(rubricado)”. En el margen exterior y en líneas verticales escritas de arriba a
abajo, con el mismo carácter de letra de la nota anterior: “En octubre del año
1911 vinieron de Madrid dos señores que me dijeron que el señor Hernández tenía
razón al escribir este resumen Histórico. Dichos señores eran grandes
Egiptólogos y Doctores en ciencias.”
Esta es una
parte de la Historia de los restos de características egipcias hallados en la
ciudad de Tarragona. La otra parte es la que pude vivir en el año 1991 cuando
pude ver en el Museo Arqueológico de Tarragona la exposición de una parte de
estos restos arqueológicos organizada con motivo del centenario de la muerte de
Buenaventura Hernández Sanahuja.
Tartessos, una colonia egipcia en la desembocadura del Ebro.
Afirmaciones del investigador Alexandre Eleazar
Años antes de
ver esta exposición, exactamente en 1986, adquirí junto con un amigo un libro
llamado “LOS BERE” escrito por Alexandre Eleazar. Recuerdo que compramos el
libro tras hojearlo atentamente en la librería y percatarnos de que su contenido
era bastante extraño y en el que se exponían textos en escritura ibérica
traducidos en un lenguaje muy parecido al euskera actual. Nos llamó mucho la
atención y decidimos adquirirlo para su lectura y estudio. Tardé algunas semanas
en leerlo y además lo hice sin un orden definido. Me pareció la historia allí
expuesta tan diferente a la conocida que no pude menos que quedar impresionado
por el torrente de imaginación de su autor.
Finalmente el
libro acabó en un rincón de mi biblioteca y continúe con otras lecturas e
investigaciones. Pero lo que vi en la exposición del Museo de Tarragona en 1991,
me hizo buscar con celeridad aquel libro y leer uno de sus capítulos. En la
página 357 comienza un capítulo titulado TARTEOSE, Menpain Parinsepado. Tanto en
él como en otras secciones del libro se habla de que hace algo más de cinco
milenios tropas egipcias arribaron a la península ibérica para llevar a cabo una
campaña militar y ocupar aquellos territorios.
El autor de LOS
BERE explica que:
..."en junio/julio del año 3513 A.C. ? una importante flota de guerra al mando
del FARAON TEO II (llamado en esta ocasión TEOTZAR “Zar Teo”) se presenta de
improviso frente al BUDA (estuario del actual rio Ebro)" -en aquella época el
Delta no existía como tal-.
La sorpresa es muy grande y los militares cometen el error de precipitarse al
encuentro de los intrusos, por lo que son dispersados en las marismas, dejando
prácticamente a los civiles sin defensa. En el río la Flota de Teo II entra en
combate con los pocos navíos de Aragón que defienden el acceso hacia Kartago.
Tras el primer día de lucha los defensores de Aragon quedan prácticamente
aniquilados y la totalidad de las fuerzas invasoras pone cerco a la Ciudad
Sagrada (llamada así por haber sido fundada por Alexandre)...
La ciudad fue
finalmente tomada por los Egipcios tras pasar a cuchillo a los que se rindieron.
El faraón TEO II continuará su incursión hacia las tierras interiores y fundará
la ciudad de Tarteose que dará nombre a un Principado egipcio en la Península
Ibérica. Eleazar afirma que el tan buscado Reino de Tartessos es en realidad
este Principado Egipcio que se extendió a un lado y al otro de la desembocadura
del Río Ebro. La actual ciudad de Tortosa fue fundada pues por un Faraón egipcio
y sus tropas. El Principado de Tarteose tuvo una corta duración, unos
trescientos años, aunque dejó su huella en la historia. La ciudad de Tarragona y
aún más allá estuvo bajo su dominio además de otras tierras a un lado y otro del
río Ebro. Incluso hicieron expediciones militares hacía el sur cerca de la
actual Castellón y hacía el interior más allá de Alhama de Aragón.
Reitero que no
hubiera hecho caso a ninguna de estas afirmaciones si no fuese por lo que vi en
la exposición del Museo Arqueológico de Tarragona. Tras analizar una a una
aquellas piezas y ver las reproducciones en un libro sobre las mismas quedé
fascinado por lo que en ellas se exponía. Sería muy largo aquí hablar de todas
ellas y he decidido centrarme en una en concreto que, por lo explícita que es
merece la pena sea conocida de todos y explicada en detalle.
Este es un
fragmento de uno de los mapas que ilustran la obra LOS BERE del investigador
Alexandre Eleazar. En él podemos ver la superficie aproximada que le da al
Parinsepado Tarteose. En ese corto tiempo, los egipcios (EGITANOS) fundaron la
ciudad de Tarteose (Tortosa) que capitalizo buena parte del comercio que tenia
salida en la via fluvial del Eberu (Ebro). Es aquí donde A. Eleazar, Ribero
Meneses y otros investigadores han situado la mítica Tartessos.
En esta pieza que es una pintura hecha sobre piedra rojiza podemos ver
representada de una forma muy gráfica un episodio histórico. Ante el espectador
aparece como tema central un hombre coronado que planta sus pies a un lado y
otro de las orillas de un río. El hombre está tocado por una especie de corona
(muy semejante a como las dibujamos nosotros hoy en día). En sus manos sostiene
dos grandes rocas o tablas en las que hay inscritos numerosos signos (en el
original pueden verse con mayor detalle). La figura está circundada por la
bóveda celeste en la que se representan los logoglifos de las constelaciones
zodiacales. Parece la representación del mítico Hércules. Para nosotros no cabe
duda, este Hércules simboliza las tierras de la Península ibérica y las aguas
que pasan por medio de los pies del personaje central son las del río Ebro, pues
este el río de más importancia. El artista ha sabido plasmar con gran maestría y
simplicidad el lugar sobre el que se desarrollan los acontecimientos que quiere
narrar. No cabe duda de que el lugar donde se desarrolla es la Península ibérica
y con certeza en la desembocadura del río Ebro. Después observamos como la
representación se divide en dos partes, una en la derecha y otra a la izquierda
de la figura central. En la parte inferior vemos esquematizadas las olas de un
gran mar que cubren la escena en toda su anchura.
Vamos a analizar
la parte izquierda para observar en ella tres niveles. En el superior se sitúa
una hilera de signos jeroglíficos demóticos de tosca hechura. El dibujante, que
demuestra ser muy gráfico en su explicación no es, en cambio un maestro de los
cánones y la estética egipcia. Ello puede ser por dos causas, la primera es
considerar que tales cánones aún no estaban desarrollados en el arte egipcio,
cosa que era evidente y común el el IV Milenio A.C. o, en segundo término, que
el artista-amanuense no era un buen dibujante. A mi personal interés, y hablando
como artista, la representación que aquí observo es hermosa, posee una armoniosa
distribución y es tremendamente gráfica.
En el segundo
nivel, el artista parece hacer un resumen gráfico muy sintético del culto, la
naturaleza, representa la fecundidad de sus tierras y observamos personas
recogiendo
el fruto de sus cultivos y empacándolos en fardos para ser almacenados.
En el tercer
nivel podemos ver en el extremo izquierdo a un cocodrilo que abre la boca y de
ella sale una flota naval de guerreros. El cocodrilo es el símbolo de Egipto y
por tanto, esta escena nos comunica que de Egipto partió una Flota Egipcia con
rumbo a la península ibérica. Sanahuja, haciendo un análisis de esta parte del
fragmento noveno de los cuarenta hallados en las Canteras del Puerto de
Tarragona, cree ver aquí una expedición egipcia a través de mar y tierra que
cruzaría desde el Nilo bordeando todas las tierras africanas del Mediterráneo
hasta llegar al estrecho de Gibraltar por donde cruzarían hacía la Península. A
mi entender, si los egipcios decidieron hacer una expedición militar en la
Península Ibérica, y más exactamente en la desembocadura del Ebro, la ruta más
probable, directa y practicable es la de armar una flota naval y, bordeando las
costas del Mediterráneo Sur navegar hasta llegar al lugar que tienen previsto
desembarcar. Ir por tierra hubiese supuesto una temeridad por tener que cruzar
numerosos territorios de reinos que no eran de Egipto, cosa muy difícil de hacer
por no decir imposible sin llegar a tener muy buenas relaciones con los mismos.
Luego, al llegar al estrecho de Gibraltar, estas tropas terrestres hubieran
necesitado de navíos para cruzar a la Península, lo que es un esfuerzo y gasto
extra. Finalmente tendrían que cruzar una buena parte del territorio ibérico, lo
que significaba librar constantes batallas con numerosas fuerzas que se
resistirían a su avance. Cualquier estratega sabe que si desea atacar un lugar
determinado cercano a un mar común, el camino más corto, menos costoso y más
rápido es hacer la expedición armada por el mar. Entonces, estos guerreros yendo
por tierra y montados en camello no son más que una representación de estas
mismas tropas.
Volviendo a la
línea intermedia de representaciones podemos deducir en que mes o estación del
año debió arribar la expedición egipcia al estuario del río Ebro y entablar
combate con los pueblos íberos. Sanahuja ve en estas representaciones un
calendario de los meses del año y los interpreta, por las representaciones que
pueden verse en la parte izquierda, como los meses egipcios que van desde enero
hasta el momento de recoger las cosechas que se produciría en los meses de julio
o agosto. En el lado derecho, es decir, en el ibérico, podemos continuar dicho
calendario viendo las fiestas de mediados de agosto, la vendimia hasta finalizar
en las celebraciones invernales. Es curioso que el investigador Alexandre
Eleazar determine que la batalla entre egipcios y tropas aragonesas (íberas) se
librara entre junio y julio, lo que coincide con las anotaciones de Sanahuja.
En el lado
derecho podemos ver la parte que corresponde a los íberos. Vemos un ejército
dispuesto a hacer frente a la invasión de la flota egipcia. Es de observar que
en la parte egipcia se ha representado una Palmera y a un jinete montado en un
camello, en tanto que en la parte íbera vemos un pino y un jinete montado a
caballo. Nuevamente, el artista ha querido dejar claro con estos símbolos quién
es quién. El Pino y el caballo, son sin duda, símbolos claros de los íberos y de
la Península Ibérica. Las tropas de la parte bere están comandadas, por lo que
puede observarse con cierta tosquedad, por una mujer y un niño. Justo donde
acaba la bóveda del cielo vemos dos personajes con cabeza zoomorfa, tal vez de
burro, cosa que quería representar a los Burus, es decir los jefes o capitanes
de las tropas aragonesas. Bajo los guerreros podemos ver a los pescadores del
estuario del río Ebro con sus artes o trampas de pesca, atrapando peces que
parecen descender del propio río. Hernández Sanahuja piensa que son pescadores
de atunes y situando a los mismos en la Bética, es decir en el estuario del
Guadalquivir y en Cádiz. Mi personal opinión es que no son pescadores de atunes
y, ciertamente, he visto arte de pesca de este tipo en la desembocadura del
Delta del Ebro. No hay duda, la escena se desarrolla en el estuario o
desembocadura del río Ebro.
En otros
fragmentos hallados y referentes a esta tumba de estilo egipcio, pueden verse
otras escenas bélicas así como la construcción de una ciudad por parte de los
egipcios, lo que deja patente que la expedición militar tuvo su éxito y se
procedió a la colonización de las tierras conquistadas.
Como antes hemos
explicado, la arqueología oficial no esconde la existencia de estos restos pero
si los cataloga de falsificaciones. No pudieron concretar, sin embargo, si se
trataba de una falsificación efectuada por el propio Hernández Sanahuja o si se
trataba de una tumba de hechura reciente, quizás paleocristiana, en la que el
finado encargó que se le la decorasen al estilo egipcio según lo pudo haber
visto él mismo en algún viaje a las tierras del Nilo. Los investigadores
alemanes aventuraron esta hipótesis.
Sea falsa o
verdadera, la cuestión es que las representaciones coinciden con mucho de lo que
pude leer en el libro del investigador Alexandre Eleazar titulado
LOS BERE.
Desde ese momento, volví a retomarlo y lo analicé con mucho esmero, dedicándome
a coger los signos ibéricos, etruscos, griegos arcaicos y otros que están
expuestos en su obra, y descifrando su equivalencia sonora que, en casi nada,
tenía que ver con la oficial. Quedé impresionado al ver que coincidía, es decir,
el autor no se había inventado lo que allí exponía, sino que existía realmente
una transliteración real de los signos a sonidos que conformaban una lengua que
cualquier vascoparlante podía reconocer con facilidad. Emocionado por lo que
estaba descubriendo decidí entablar contacto con el citado investigador quién
vino a verme el 14 de marzo de 1992. Desde esa primera visita hasta su muerte
acaecida el 15 de diciembre del 2004, entablamos numerosas charlas e
intercambiamos una extensa correspondencia convirtiéndome en uno de sus más
avanzados alumnos y conocedor de muchos de los enigmas históricos que todavía
están por resolver.
La parte más interesante de todas sus investigaciones se concentran en numerosas
obras antiguas que se sabe han existido y a las que él tuvo acceso. Este
conjunto de textos y libros, desgraciadamente, no pueden mostrarse como pruebas
de sus asombrosas afirmaciones históricas por el hecho de que son obras
custodiadas por viejas hermandades y grupos que no permitirán su divulgación sin
tener las garantías suficientes de que no serán secuestradas, ocultadas o
incluso destruidas como ha ocurrido constantemente desde hace miles de años.
Eleazar fue siempre muy cauteloso con rebelar estas fuentes, aunque no tuvo
inconveniente en explicar y mostrar las que sí estaban expuestas en los museos.
Entiendo
perfectamente a quienes, al leer parte o la totalidad de
LOS BERE, critican la
falta total de documentación que parece adolecer esta obra. Eleazar,
simplemente, no quiso citar sus fuentes ni exponer tampoco las de los llamados
escritores clásicos u otros. Él creía que la práctica totalidad de la historia
que se nos enseña en escuelas y universidades está equivocada por apoyarse
mayoritariamente en lo dicho por Plinio, Plutarco, Avieno, Hipócrates, etc. Es
por esta causa que no cita a ninguno de ellos, ni se apoya en lo dicho por otros
investigadores eminentes de los últimos dos siglos. Entiendo las críticas y yo
mismo, al leer el libro por primera vez no pude menos que catalogarlo como la
fabulación de un investigador llevado por una fantasía desmedida.
Aplaudí, sin
embargo, que fuese capaz de escribir más de 700 páginas plagadas de tal
desbordante imaginación que, en algunos momentos, pensé que era la obra de algún
loco iluminado. Los restos hallados en las canteras del puerto de Tarragona
volvieron a traerme al recuerdo ese libro arrinconado en mi biblioteca y después
de analizarlo con suma atención descubrí muchas cosas que iré explicando aquí.
Solo les diré a quienes juzgan con cierta ligereza la obra de Eleazar que
intenten dejar de lado lo que han aprendido en la universidad y se dediquen a
preguntarse: ¿porqué este investigador argumenta -por ejemplo- que en la
península ibérica hubo una colonia egipcia? Lean el libro con atención y después
pregúntense ¿quienes son esos “pueblos del mar”, los bárbaros nómadas del Norte
que invadieron Egipto en cierta ocasión?. Les digo que, al igual que la
biblioteca oculta del Vaticano guarda grandes secretos que cambiarían la
historia de arriba a abajo existe grupos y sociedades que guardan parecidos
tesoros históricos capaces de producir una gran conmoción en el edificio teórico
que han levantado los investigadores con respecto a nuestra historia...
De idiotas es
reírse de lo que se desconoce. De necios es defender aquello que bien se sabe es
una mentira y una falsedad.
Titulo original: COLONIA EGIPCIA EN IBERIA
autor: José Luís Alemán (Alman)
Publicado en: http://iberalde.org
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BONAVENTURA
HERNÁNDEZ SANAHUJA (Tarragona 1810-1891)
Nació en Tarragona el año 1810, en el número 30 de la calle Mercería, hijo de
una familia de menestrales y comerciantes. Su padre traslada a Tarragona, desde
Barcelona, su negocio de pasamanería. Cursa humanidades en el Seminario de
Tarragona y en la Lonja de Barcelona, estudia también en la Escuela de Dibujo de
la plaza del Pallol. El año 1844 se crea la Comisión Provincial de Monumentos
con la finalidad primera de proteger el patrimonio y se funda la Sociedad
Arqueológica Tarraconense con interés similar. El año 1845 Bonaventura Hernández
ingresa en la Sociedad Arqueológica y también fue nombrado socio de mérito de la
Sociedad Económica de Amigos del Pais. El mes de marzo de 1850 tuvo lugar el
encuentro del nombrado sepulcro egipcio, hecho que le llevó a difundir una serie
de informes a academias españolas y europeas. Después de una importante polémica
Hernández Sanahuja reconsidera su cronología y rectifica las opiniones
iniciales.
El año 1851 fue
nombrado responsable del Museo Arqueológico y más adelante, el año 1853, la
Academia de la Historia, de la cual era miembro desde 1851, le designó Inspector
de Antigüedades. Su cargo y su valía como arqueólogo hicieron posible la
salvación de muchos hallazgos, tanto en la Pedrera como en otros sectores. El
arqueólogo Hernández veía en el método denominado estratigráfico utilizado por
geólogos una forma efectiva de estudiarlos. Los trabajos de restauración del
acueducto de las Ferreres (1854 y 1856), hechos por encargo de la Comisión de
Monumentos, le reportaron prestigio internacional. El año 1870 participó
activamente en las acciones llevadas a término por parte de la Comisión de
Monumentos y la Sociedad Arqueológica para evitar la destrucción de la muralla
romana de Tarragona. De entre sus obras podemos destacar el Indicador
arqueológico de Tarragona (1867), Tarragona en poder de los árabes (1882),
Opúsculos históricos, arqueológicos y monumentales (1884), El Pretorio de
Augusto en Tarragona (1888), Historia de la antigua ciudad de Tarragona (1891) y
el Catálogo del Museo Arqueológico de Tarragona (1894).
Alberto della
Marmora (el 7 de abril, 1789 - 18 de marzo, 1863) de Alberto Ferrero era soldado
y naturalista italiano. Marmora era un general en las guerras Napoleónicas y fue
adornado personalmente por Napoleón I. Estuvo después al servicio del rey de
Cerdeña. Escribió Viaggio en Sardegna (recorridos en Cerdeña) en 1860, que
amplió el estudio de la isla hecha previamente por Francesco Cetti.
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