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Paleoantropologia .
. .   .   ESPECIAL "EL HOMBRE DE ORCE" EN TARTESSOS.INFO
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LOS PRIMEROS HABITANTES DE EUROPA
 
 
 
 
    El primer poblamiento humano
     
    Contexto cronológico y ambiental de la llegada del hombre a Europa
    Hay 500.000 años de diferencia entre los restos de Georgia y los encontrados en Guadix-Baza-Orce 

    J. AGUSTI
     

    HACE unos 1.8 millones de años, nuestro planeta se vio envuelto en una serie de pulsos climáticos fríos que han sido registrados tanto a nivel de los océanos como a nivel terrestre. Así, diversos análisis polínicos en el Norte de Europa revelan una nueva extensión de la estepa fría, que acabó con las condiciones climáticas de tipo templado-cálido imperantes en la época del Plioceno superior, hace unos 2 millones de años. Este evento climático ha sido registrado igualmente en las latitudes más bajas del Este africano, en donde se observa un incremento de la aridez, correlativo al desarrollo de la estepa fría en el continente europeo. 


Un roedor
Curiosamente, el evento faunístico más importante que acompaña al establecimiento de estas nuevas condiciones fue la dispersión de un roedor, Allophaiomys pliocaenicus, que, desde la cuenca de Guadix-Baza hasta las montañas de Nebraska, pasando por los lejanos territorios de la Siberia oriental, ha sido registrado en todo el dominio holártico. Por tanto, la dispersión casi simultánea (en términos geológicos) de este pequeño roedor constituye un fiel indicador cronológico del principio del Cuaternario a escala continental. Allophaiomys pliocaenicus constituye uno de los primeros eslabones de la cadena evolutiva que lleva hasta nuestros actuales topillos, pequeños roedores excavadores cuya actividad, registrada en forma de montoncillos de tierra que expulsan tras hacer sus galerías, puede seguirse en cualquier punto de nuestras latitudes, desde los parques y jardines de Granada hasta los altos prados del Pirineo y los Alpes. La fauna que Allophaiomys pliocaenicus encontró tras su dispersión desde los dominios de Asia central estaba caracterizada en esos momentos por grandes elefantes de la especie Mammuthus meridionalis, antecesores del mamut del Pleistoceno superior (Mammuthus primigenius), por un pequeño rinoceronte corredor emparentado lejanamente con el actual rinoceronte de Java (Stephanorhinus etruscus), por un pequeño caballo del grupo que luego dará lugar a las cebras (Equus stenonis), por las más grandes hienas que ha conocido la historia de nuestro continente (Pachycrocuta brevirostris), por el antecesor del lobo (Canis etruscus) y por dos grandes felinos dientes de sable (Homotherium y Megantereon). Pero junto a Allophaiomys pliocaenicus, nuevos inmigrantes asiáticos entraron desde el Este. Este fue el caso de los primeros bisontes que encontramos en este época, asignados al género Eobison, ciertamente más pequeños y gráciles que sus representantes actuales, así como de otros tipos de bóvidos que corroboran las extensión de las estepas en esta época. Por ejemplo, entran en este momento dos tipos de bóvidos diferentes, Praeovibos y Soergelia, emparentados con el actual buey almizclero de Alaska (Ovibos moschatus), así como el primer representante del género Hemitragus, hoy representado por el thar, una especie de cabra de aspecto robusto que actualmente vive en el Himalaya (Hemitragus jemlahicus). También entran en esta época los grandes ciervos megacerinos, un grupo caracterizado por el gran tamaño de sus astas, que en los representantes más tardíos del Pleistoceno superior podían llegar hasta los 4 metros de punta a punta. Las especies del Pleistoceno inferior tenían astas algo más reducidas (dos metros de lado a lado), pero igualmente enormes para un ciervo de nuestra época. Igualmente encontramos en esta época los primeros representantes del gamo (Dama nesti, Dama vallonetensis), cuyas astas comenzaban a mostrar el aplanamiento característico en este grupo de pequeños ciervos. 
Procedencia africana 
Aunque la mayor parte de estos nuevos elementos eran de origen asiático, algunos de ellos son de probada procedencia africana, como es el caso de los primeros hipopótamos de la especie Hippopotamus amphibius major. Pero los hipopótamos no fueron los únicos elementos africanos que en esta época se dispersaron por Eurasia, ya que es en la base del Pleistoceno inferior cuando se tienen las primeras referencias innegables de la presencia del hombre fuera de Africa. Así, en el año 1991 se descubrió por primera vez en la localidad georgiana de Dmanisi una mandíbula humana cuya edad se remonta a 1.7 millones de años. A este hallazgo se unieron en el año 2000 el descubrimiento de dos nuevos cráneos, cuya escasa capacidad craneana (entre 800 y 650 cc), así como arcaica morfología, permitían su adscripción a las especie africana Homo ergaster, cuya presencia fuera de Africa nunca había sido documentada hasta entonces. De hecho, la cronología de los restos de Dmanisi se aproxima mucho a la de los primeros representantes de esta especie en Africa, así como a la de otras formas clásicamente asignadas al género Homo como Homo rudolfensis. Ello significa que el lapso de tiempo que medió entre la aparición del género Homo y su primera dispersión fuera de Africa fue muy corto en términos geológicos.
Curiosamente, entre los restos humanos de Dmanisi, datados en 1.7 millones de años, y las primeras evidencias de presencia humana en Europa occidental (concretamente, las industrias líticas de Fuente Nueva 3 y Barranco León 5, en la cuenca Guadix-Baza), median cerca de 500.000 años. Así, aunque no existen dataciones absolutas como en Dmanisi, la edad de las industrias líticas más antiguas de Guadix-Baza se sitúan a finales del  Pleistoceno inferior, hacia 1.2 o 1 millón de años atrás (por debajo del evento magnético conocido como Jaramillo). El contexto faunístico y paleoambiental de los yacimientos de Fuente Nueva 3 y Barranco León 5 era ya muy diferente del de la base del Pleistoceno inferior. El clima había mejorado considerablemente y los bosques templados de tipo mediterráneo habían invadido de nuevo extensas áreas de Europa. 
Macacos
La presencia en algunos yacimientos de elementos tales como los macacos (Macaca sylvana) o los jabalíes (Sus scropha) corroboran este último extremo. Los grandes felinos dientes de sable llegan a su fin y son substituidos por formas relacionadas con las actuales panteras y leones. En este contexto de condiciones climáticas y ambientales más favorables, se produce pues la primera dispersión del hombre desde el Caúcaso hasta Europa occidental y probablemente también hacia el Extremo Oriente (aunque algunas dataciones muy discutidas sitúan la presencia del hombre en aquella parte de Asia en fechas tan tempranas como las de Dmanisi). Posteriormente, diversos yacimientos con industrias líticas y restos anatómicos directos (los bien conocidos de la Gran Dolina de Atapuerca y los de Ceprano, en Italia), atestiguan la presencia humana en el Sur de Europa alrededor de hace unos 800.000 años. Queda pues mucho trabajo a la hora de detallar la historia precisa de todo cuanto sucedió entre Dmanisi y Atapuerca, incluyendo los yacimientos de Fuente Nueva 3 y Barranco León. En este sentido, la cuenca de Guadix-Baza se convierte en un lugar de referencia mundial, gracias a su registro geológico prácticamente continuo y al gran número de yacimientos paleontológicos concentrados en ella. 

     

J. Agustí: Es director del Instituto de Paleontología M. Crusafont de Sabadell y Presidente de la RCMNS (Asociación internacional para el estudio del Neógeno). Su especialidad son los estudios de roedores fósiles, especialmente los arvicólidos. Ha desarrollado gran parte de su trabajo en la Cuenca de Guadix-Baza y actualmente participa en numerosos proyectos internacionales.