1. INTRODUCCIÓN
Hoy se ha aceptado llamar arte rupestre, al conjunto de
petroglifos y pinturas sobre las rocas, (y nos parece en general
correcta esta definición en castellano), derivada de: Arte, del
latín Ars que es, según el Diccionario: “habilidad,
talento, cualidades intelectuales, inclinaciones o conducta,
oficio, profesión, técnica, arte, ciencia”[4]
Y rupestre, significa lo relativo a la roca, también del latín
Petra: piedra. Sin embargo, ello no resulta exactamente
así, si trasladamos la terminología al idioma inglés, pues “rock
art” se entiende, al igual a lo descrito en castellano,
solamente dentro de la comunidad científica y de la historia del
arte, pero no así para la generalidad de la gente que habla
inglés, pues también significa el arte del rock, esa música
moderna que tanto entusiasma a la juventud. No obstante, nos
entendemos en ambos idiomas, cuando nos estamos refiriendo a
petroglifos y pinturas rupestres al aceptar tal convención.
Traemos este asunto a colación, para tratar de demostrar cómo,
ante un asunto de tanta importancia, basta una convención para
entendernos.
En algunos estudios o enfoques tradicionales
[5] acerca de como puede
ser clasificado el arte rupestre, se incluyen en ellos,
generalmente, desde perspectivas como las de: Artes Plásticas,
Historia del Arte, Antropología, y Arqueología. En algunas
clasificaciones del arte rupestre de Venezuela, también nos
encontramos con las de los arqueólogos Mario Sanoja e Iraida
Vargas (1970) donde se utilizan las expresiones “soles,
estrellas ” al referirse a los petroglifos y pinturas rupestres
de la Cueva del Elefante.
[6]
En cambio, hay otros casos como los de las siguientes categorías
morfológicas utilizadas ampliamente: “antropomorfos, zoomorfos y
geométricos” según la autora Ruby de Valencia (1989),
[7] y también de la
antropóloga Jeanine Sujo (1989)[8].
Es en la última de estas categorías del arte rupestre, los
clasificados como “geométricos”, o a veces también como
“abstractos” donde generalmente incluyen muchos autores, las
manifestaciones relacionadas con los cuerpos celestes más
conspicuos, así como fenómenos atmosféricos importantes, según
nuestra opinión. En tal sentido, pensamos que resulta una
necesidad crear una nueva clasificación que ayude a identificar
mejor, dentro del arte rupestre, aquellas manifestaciones
relacionadas con la Astronomía.
En los análisis y clasificaciones que se apoyan en la forma
de petroglifos y pinturas rupestres, suele omitirse el punto de
vista desde la perspectiva de la Astronomía, es decir, de
aquellos símbolos esculpidos o pintados en las rocas, que pueden
ser representaciones de cuerpos celestes como: el Sol, la Luna,
algunos planetas, cometas, meteoros, estrellas, supernovas
[9] y eventualmente, la Vía
Láctea, nuestra Galaxia. Igualmente sucede, con aquellas otras
manifestaciones referidas a la ocurrencia de fenómenos
atmosféricos importantes.
No pretendemos con estas ideas, abrir un debate por demás
conocido, entre arte figurativo, naturalista o abstracto, pues
estos conceptos corresponden al hombre cuya presencia en la
tierra es muy posterior a la de aquellos seres que poblaban el
Planeta desde hace más de 500 años, pero cuyas sociedades,
formas de pensar, actuar, creer, observar o vivir, en suma, su
contexto cultural, apenas recién descubrimos. Cierto es que en
ausencia de los autores (fuesen artesanos expertos o artistas)
de tales manifestaciones, no queda otra alternativa sino la de
aplicar un criterio, que bien puede calificarse de subjetivo,
para comparar algunas figuraciones del arte rupestre, con
cuerpos cuya existencia y notoriedad, debieron asombrar con sus
movimientos y presencia en el espacio, a aquellos seres humanos,
cuya vida se desenvolvía ya fuese en las montañas nevadas, en
los bosques cálidos, en las riberas de los grandes ríos y lagos
o en las llanuras. Y al igual que los cuerpos celestes de
apariciones rutinarias (Sol, Luna, estrellas, planetas) hay
otros cuya aparición súbita, tamaño y forma, tenían que
despertar por lo menos la curiosidad de esos primeros habitantes
terrestres, como en el caso de los cometas de gran tamaño, los
eclipses solares o lunares, las estrellas novas, los meteoros y
bólidos, o bien fenómenos atmosféricos violentos como las
tempestades, las tormentas eléctricas de grandes dimensiones,
los tornados, los huracanes, las nevadas y los vientos intensos.
Y pensamos que en esta materia, solamente nos quedan como
recursos, la introspección y el análisis con los ojos, el
cerebro y las concepciones de gentes que pertenecemos a los
últimos tres o cuatro siglos de la humanidad. Además, los
problemas de interpretación del arte rupestre, no son los mismos
que, por ejemplo, los del arqueólogo que halla un cráneo, una
vasija o una flecha, pues además de identificarlas como lo que
realmente son, posee herramientas cada vez más exactas para
fecharlos. Su trabajo restante, será correlacionar el hallazgo
con los individuos o la sociedad a la cual pertenecieron, así
como las funciones propias de cada uno de estos objetos. Otro
asunto muy distinto es, colocarse a observar un petroglifo o una
pintura rupestre, que independientemente del hecho de que pueda
ser datado, requiere de un tratamiento de abstracción y
comparación con la realidad conocida, pues los primeros objetos
mencionados antes, son lo que son y se les atribuyen las
funciones que sabemos tienen. No así en cuanto a los petroglifos
y pinturas rupestres.
Con respecto al arte rupestre, parece inevitable que el
investigador trate de “leer” y entender los componentes que
tiene ante sí, no obstante que deba echar mano de los registros
arqueológicos, etnográficos, antropológicos etc. para poder
completar su análisis dentro del conexo cultural de la etnia
correspondiente. Pero el investigador del arte rupestre, debe en
primera instancia, apelar a la analogía de las formas, a la
comparación, para poder aproximarse a lo que esa manifestación
del arte rupestre parece representar. Otra cuestión es si un Sol
grabado en piedra, por ejemplo, tuvo algún significado o
importancia especial para la etnia que lo produjo. No obstante,
es perfectamente posible que esa figura del Sol, no signifique
lo mismo para otra etnia.
Históricamente hablando, en lo que a América se refiere, ya
en el siglo XVI el cronista Bernardino de Sahangún, se refería a
pinturas indígenas, informando acerca de figuras celestes
representadas en aquellas. En la literatura norteamericana
abundan los ejemplos de comparaciones y referencias a
petroglifos y pinturas rupestres que poseen connotaciones
astronómicas. Como ejemplo citaremos a los autores W. Miller
(1955), A Aveni (1975, 1980), D Mayer (1977), E C Krupp (1977,
1979, 1983). En cuanto a América del Sur: M. Reiche (1949) y P
Kosok (1965) por no citar sino a algunos de los más conocidos.
En tal sentido, la propuesta que formulamos, trata de
plantear un nuevo enfoque, pero desde el punto de vista desde lo
que hoy se conoce como Arqueoastronomía, es decir, la rama de la
Astronomía dedicada al estudio de las astronomías muy antiguas
de los diferentes pueblos o etnias del mundo entero. En tal
sentido, se trata entonces de complementar el sistema actual de
clasificación del arte rupestre. Muchas veces habremos visto
petroglifos y pinturas rupestres o fotos de los mismos, donde
aparecen puntos dispersos o acumulados, soles, lunas en alguna
de sus fases, cometas, etc. los cuales han sido clasificados
como figuras abstractas, ó dentro de la categoría general de
geométricos, tanto por arqueólogos como por estudiosos de la
materia. En muy pocos casos sin embargo, algunos arqueólogos los
han identificado como lo que realmente representan, es decir,
cuerpos estelares o fenómenos atmosféricos.
Acá entramos, sin lugar a dudas en un área de posible
discusión entre los expertos en arte rupestre: pues se trata de
interpretar los petroglifos o pinturas rupestres. Así pues, que
si el hombre fue capaz de representar en la piedra, a otros
hombres, ya fueran seres comunes o shamanes, o seres imaginarios
representando alguna constelación, así como la fauna y flora
circundantes, a escenas de caza o pesca, y ello es aceptado como
tal, puesto que la literatura etnográfica y la especializada en
arte rupestre, hablan de figuras antropomorfas, zoomorfas, etc.
no vemos por qué no deban, reconocerse las figuraciones
vinculadas a fenómenos astronómicos o meteorológicos
importantes.