INTRODUCCIÓN
... multa et opulens civitas
ævo vetusto, nunc egena, nunc brevis,
nunc destituta, nunc ruinarum agerr esto
[Grande y opulenta ciudad en épocas
antiguas, ahora pobre, ahora pequeña,
ahora abandonada, ahora un campo de ruinas.]
Avieno, Ora maritima.
La pequeña ciudad de Troya ha llegado a poseer, por obra del gran poeta, uno de
los más ilustres nombres de la historia. En cambio, Tarschisch-Tartessos, la
primera ciudad comercial y el más antiguo centro cultural de Occidente, después
de haber sido destruida por la envidia de los cartagineses, quedó envuelta en
las sombras de una tradición desfavorable y cayó en el más profundo olvido. Ello
sucedió primeramente en la antigüedad porque los cartagineses, habiendo cerrado
el estrecho de Gibraltar, convirtieron el Occidente remoto otra vez en tierra
incógnita, hasta el punto de haberse confundido Tartessos con Gades. Volvió a
suceder, empero, en la época moderna. Tartessos quedó oscurecida por un error de
Lutero, quien, en su versión de la Biblia, tradujo Tarschisch por «mar»,
eliminando así un nombre que el libro sagrado hubiera podido popularizar. Luego
también Movers, el erudito pero poco crítico historiador de los fenicios, se
esforzó en demostrar que la ciudad de Tartessos no había existido, opinión que
fue seguida por la mayor parte de los sabios; que es natural propensión de los
hombres repetir los dichos ajenos. En fin, al olvido de Tartessos ha contribuido
igualmente el desconocimiento del valiosísimo testimonio que acerca de esta
ciudad nos ofrece el periplo marsellés del siglo VI a. de J. c. contenido en la
Ora marítima de Avieno.
El presente libro se propone ordenar las confusas referencias de Tartessos que
nos dan los autores antiguos y modernos, sacar del olvido el viejo nombre y, en
lo posible, impulsar al descubrimiento de la famosa ciudad. Su autor ha estado
ya varias veces en la desembocadura del río Tartessos -Guadalquivir- buscando la
Vineta española. Sus esfuerzos no han sido todavía coronados por el éxito; pero
ésta no es razón para abandonar la empresa, sino un acicate más para proseguir
en ella. Y si a él mismo no le fuera deparada la fortuna de encontrar la vieja
Tartessos, acaso estas páginas indiquen a otros la ruta segura. Lo que importa
es el éxito, no quien lo obtenga.
Pero aún cuando no se lograse desenterrar la ciudad sepultada, su antiquísima
cultura, y sobre todo su importancia en la historia antigua de Occidente y aun
de Oriente, irá apareciendo cada día más clara merced a los descubrimientos
arqueológicos. Si entonces muchas partes de este libro resultan superadas, habrá
el autor realizado su propósito de fomentar las investigaciones. «Que nuestra
ciencia es un fragmento y nuestras profecías son fragmentos, y cuando llegue a
la perfección, entonces habrán acabado los fragmentos».
A.Schulten.
Erlanges, diciembre de 1921.