CAPÍTULO V LOS VIAJES FOCENSES A TARTESSOS REFLEJADOS EN LA LITERATURA
Cuando los navegantes focenses franquearon por vez primera el estrecho de Gibraltar y vieron ante sí un mar nuevo, extraño, de otro color, con otras olas y otros vientos; cuando en Tartessos oyeron hablar de las costas oceánicas, que se extienden sin término hacia el norte, de aquellas tierras septentrionales, cubiertas de niebla, en donde durante el verano no hay noche ni durante el invierno día, de aquellos gigantes antropófagos que habitan las remotas comarcas; cuando de vuelta a sus hogares relataron las maravillas y espantos de ese nuevo mundo oceánico, todas estas noticias debieron de conmover profundamente los espíritus y excitar hasta el último extremo la fantasía griega. En efecto, ese nuevo mar no podía ser otro que el Océano, el mar que envuelve la tierra, del cual tenían los griegos alguna aunque oscura noticia por los navegantes fenicios que iban a Tarschisch. Los viajes fenicios comenzaron hacia 1200; los focenses, hacia 700. No es, pues, de extrañar que encontremos ya en la épica griega, sobre todo en sus partes más jóvenes133, cierta noción del Océano occidental y de las cosas que en él había. Los mitos que suceden a la amplificación del saber geográfico hubieron de ser trasladados al nuevo mar, y Ulises, que hasta entonces había navegado errante por las aguas griegas e italianas, salió de ellas para bogar por el Océano.
La Odisea nos da claras noticias del Océano occidental. Háblanos del Océano, mar del Oeste (4, 567; 11, 155), del país de las nieblas (11, 13), del gran mar en que se entra al salir del Mediterráneo (12, 1). También proceden de aquí esos suaves vientos oceánicos del oeste (4, 567), que tenían que producir gran admiración en los navíos orientales, tanto más cuanto que en su país el céfiro era un viento frío y violento134. Otro reflejo de los nuevos conocimientos geográficos lo encontramos en lo que dice la Odisea (1, 53) de las «columnas de Atlante, que separan el cielo de la tierra». Con razón se ha referido este pasaje a las dos rocas del estrecho de Gibraltar, que los fenicios llamaron «columnas», como los griegos más tarde les dieron el nombre de «columnas de Hércules». También la noticia de las cortas noches veraniegas del norte (Odis., 10, 86) fue transmitida por los tartesios que traficaban con los oestrymnios, los cuales navegaban por las islas británicas135. Igualmente, la fábula de los cimmeros, envueltos en eterna noche (Odis., 11, 15-19), parece referirse a las largas noches invernales del norte (v. R. E. XI, 427). Es posible también que el cuento de los Lestrigones, gigantes antropófagos, esté fundado en hechos reales, porque los oestrymnios llegaban hasta el Mar del Norte, en donde habitaban entonces los Celtas, los gigantes del norte, y el canibalismo se practicaba en la Gran Bretaña136 y en el Mar del Norte137. Existe, además, una coincidencia muy notable entre lo que dice la Odisea (11, 13 Y ss.) cuando pone la entrada de los infiernos en la tierra neblinosa de los cimmerios, y lo que dice el periplo que relaciona la tierra de la niebla junto al Anas (Guadiana) con el palus Erebea y la dea inferna. Esta coincidencia justifica la hipótesis de que el poeta haya oído hablar de la comarca del Anas y del río Tinto138.
En realidad, los escritores posteriores han situado también los infiernos y la laguna infernal en la comarca de Tartessos: 1º Estrabón, 194: [puede creerse que habiendo oído derivar el nombre de Tártaro del de Tartessos]; 2º [Tartessos, ciudad ibérica, en el Océano, cerca del lago Averno -lago sin pájaros-; Arganthonios reinó sobre Tartessos]; 3º Escol. Aristóf. Ranas, 478: [Tartessos, ciudad ibérica, junto al lago Averno]. Esa " Αορνον λίμνην", cerca de Tartessos, es la palus Erebea [laguna Erebea] (cód. Etrephaea) junto a Erbi (La Rábida) y al santuario de la dea inferna, que el periplo (Avieno, 243 y ss.) halló en la desembocadura del río Tinto (v. cap. [X).
En Hesíodo encontramos ya datos más exactos, y, por decirlo así, el primer reflejo indudable de los viajes focenses. Hesíodo se esfuerza por adaptar los mitos de la epopeya a los nuevos y más amplios conocimientos geográficos; sitúa las aventuras de Ulises en las costas, recién descubiertas, de Italia y Sicilia (Fr. 65-68 Rzach), de las cuales ya tienen conocimiento las partes más jóvenes de la Odisea (Siicania, Sikelos). Cita a los tyrrenos y los latinos (Theog., 1.013), siguiendo a los focenses, que fueron los primeros en navegar por estas costas. Prosigue el itinerario de estos navegantes por la costa ibérica y tartesia; conoce a Ceryoneus tricípite, como hijo de una Oceánide y habitante de la isla Erytheia, isla del ocaso, del oeste. Geryoneus es, como ya hemos visto (cap. III), el rey tartesio Gerón, y al mismo tiempo el dios del río, que se divide en tres brazos; este dios, poco después, es localizado por Estesícoro claramente en el río Tartessos. La época posterior confundió Erytheia con, la isla de Gades; pero primitivamente era Erytheia la isla formada por el delta del Tartessos (véase cap. 111). y si Geryon fue trasladado a la comarca de Tartessos, es también porque su figura pertenecía al mundo infernal (R. E. VII, 1.920), esto es, convenía bien con la palus Erebea, cercana a Tartessos. También Hesíodo situaba los infiernos en la región de Tartessos; ello se desprende de su descripción del palacio estigio, situado junto al Océano y sostenido por columnas de plata (Theog., 779), clara alusión a la ciudad de la plata junto al Océano.
Una vez que Geryon quedó localizado en Tartessos, siguióle al punto Hércules. Es característico el hecho de que las tres últimas aventuras de Hércules, que son también las tres últimas invenciones de su epopeya139 -los toros de Geryon, las manzanas de oro de las Hespérides, Cerbero-, fueron situadas en las comarcas occidentales recién descubiertas por los focenses. Entonces recibieron el nombre de «columnas de Hércules» las dos rocas prominentes que encuadran el estrecho.
El testimonio más antiguo que poseemos sobre el viaje de Hércules en busca de los toros de Geryon es la Geryoneida de Estesícoro, de la cual Estrabón nos ha conservado aquel valiosísimo fragmento que ya hemos citado. Dos poemas dedicó Estesícoro a las aventuras occidentales de Hércules: la Geryoneida y el Cerbero. El poeta, viviendo en Sicilia, hubo de estar en más estrecha relación con las comarcas occidentales, y es posible que los focenses, en sus viajes, se detuvieran algunas veces en su ciudad, Himera. Aquel fragmento delata un conocimiento «de viss» que sólo los focenses podían tener. Sabe el poeta que la fuente del Tartessos está en la montaña de plata, cerca de Cástulo, y su desembocadura en la isla Erytheia, la isla del delta, la que el periplo llama «Cartare». Pero hay otro fragmento de Estesícoro que revela el mismo conocimiento exacto e igual proximidad al periplo; este fragmento se refiere a una «isla de Sarpedón», en el Océano Atlántico140. Yo creo141 que esta isla, citada en la Geryoneida y situada probablemente cerca de Tartessos, como habitación que era de las Gorgonas (Suidas, Phot. [promontorio de Sarpedón), no es otra que el «castillo de Gerón», citado en el periplo y situado en la rompiente delante de la desembocadura del Tartessos. Mi suposición se robustece además por la identidad del castillo de Gerón con la άκρα Γλαύκου (véase cap. 111), siendo Glaucos y Sarpedón dos héroes que van siempre juntos. La referencia del viaje de Hércules por Apollodoro (2, 5, lO, véase Diod.; 4, 17-18) se funda en una buena tradición antigua -quizá en Pisandro, que compuso en el siglo VI una epopeya sobre Hércules-.
En efecto, Apollodoro no nombra a Gades, como los escritores posteriores, sino a Tartessos, y conoce además varias particularidades topográficas, que en los escritores posteriores no se encuentran. Llegado a Tartessos y a Erytheia, el héroe acampa en el monte «Abas». ¿No será éste el roons Cassius del periplo, la cima de la cadena de dunas que se hallan al oeste de Tartessos? (v. cap. IX). El río Anthemos, río de flores, junto al cual Hércules mata a Geryoneus, sería, pues, el Tartessos, que merecía indudablemente tal calificativo por sus hermosos prados (Justino, 44, 4). En el siglo V escribieron Hellanikos (fr. 41), Ferécides (fr. 33 y Estrabón,. 169), Herodoros y otros, acerca del viaje de Hércules a Tartessos. Se sabe que Ferécides conducía al héroe hasta Tartessos (fr. 33). Herodoros (fr. 20) nombraba las tribus ibéricas que el héroe iba tocando en su viaje de Tartessos a las columnas142: Cinetas, Tartesios, Elbysinios (= Olba), CeIcianos (= los Cilbiceni del periplo). También estos datos proceden de fuentes antiguas, pues en el siglo Vera esta comarca cartaginesa y estaba prohibido su acceso a los griegos. Las noticias del Océano septentrional, que los tartesios dieron a los focenses, se reflejan también en lo que Herodoto oyó contar de un viaje del héroe desde Erytheia -por la costa occidental del Océano- hasta los Escitas (4, 8). Dícese143 que Hecateo, refería igualmente que los Argonautas salieron al Océano septentrional por el Phasis y -navegando por las costas occidentales hacia el Sur- llegaron a la desembocadura occidental del Nilo en el Océano Atlántico144. Además, la vía comercial que pasaba a lo largo de la costa oriental española fue llamada por los focenses el camino de Hércules; pues los focenses fueron los que, si no construyeron, por lo menos usaron principalmente esta vía.
Además de la lucha de Hércules con Geryon, hay otros mitos que fueron también situados en Tartessos. Así. la lucha de Zeus con los gigantes.
1.° Escol. lIíada. 8, 479: [Los gigantes en Tartessos -esta ciudad está junto al Océano- preparaban una gran guerra contra Zeus. Pero Zeus, habiéndolos sorprendido, los derrotó a todos. Y habiéndolos enviado al Erebo, dio a su padre Kronos el reino de ellos y derrotó a Ofión, que parecía ser el jefe de todos, echándole encima un monte, que por eso se llama Ofionion] 2.° justino, 44, 4, 1: Sal tus vero Tartessiorum, in quibus Titanas bellum adversum deo gessisse proditur, incoluere Curetes, quorum rex ventustissimus Gargoris. etc... [mas los bosques de los Tartesios, en donde los titanes, según se dice, hicieron la guerra contra los dioses, estaban habitados por los Curetas, cuyo rey, el viejísimo Gargoris, etc...J (v. cap. III). 3º Thallus. Fr.2 (F. H. G. 111, 517), según la enmienda de Müller (v. pág. 518 de F. H. G. 111): [Kronos, vencido, huyó a Tartessos].
Esta localización del Erebo de los titanes y los curetas en Tartessos fue ocasionada, sin duda, por la palus Erebea, la laguna infernal cerca de la ciudad de Herbi, que, por la semejanza de su nombre con el Erebo, entró en relación con éste (véase cap. IX). Por último, a dicha localización contribuyó también, sin duda, la semejanza del nombre de Ophionion con Ophiussa, nombre focense de la Península. Acaso se haya confundido con el mons Cassius del periplo (v. cap. IX). Los saltus Tartessiorum podrían corresponder al mons Tartessiorum silvi opacus del periplo (Avieno, 308), las dunas cubiertas de pinos entre la desembocadura del Betis y Cádiz. Los Curetas fueron situados en este lugar por la semejanza de su nombre con ellitus Curense, el golfo de Gades (Plin., 3. 7: litus Curense inflexo sinu, cuius ex adverso Gades). Es frecuente en España la identificación de nombres ibéricos con mitos griegos146.
También en Tartessos fue situado el mito de las Gorgonas. Escol. Lyeophr, verso 653 (pág. 228, 27 Scheer):[así como también las Gorgonas en Tartessos de la Iberia, si bien algunos dicen que en Tarso]; 838 (pág. 270, Scheer): [fueron a las Gorgonas, que están en el Océano, cerca de la ciudad de Tartessos de Iberia].Véase Hesíodo, Theog., 274. Descendiente de la Gorgona Medusa es Chrysaor, padre de Geryor, (véase capítulo III).
El dios marino Glaukos fue igualmente situado en Tartessos. A él, al viejo del mar (R. E VII, 1410) fue atribuido el promontorio que estaba a la entrada del rio Tartessos y que recibió el nombre del rey tartesio Gerón, la arx Gerontis de Avieno. La confusión del dios marino Glaukos con el Glaukos licio, el compañero de Sarpedón, fue causa de que el cabo recibiese también el nombre de Sarpedón, de manera que los dos héroes licios tuvieron un lugar consagrado hasta en el extremo occidente. Otro héroe griego trasladado a Tartessos fue Menesteo, que recibió su culto en el Portus Menesthei (Puerto de Santa María). Él también era patrón de los navegantes.
Los viajes focenses influyeron también en el arte griego. El mito de Hércules y de Geryon fue tema predilecto del arte arcaico. La representación más antigua que conocemos de este tema -en la caja de Kypselos y en una pyxis protocorintia de hacia 650 (journal of Hellenia studies 1884, 176)- se retrotrae al siglo VII, esto es, a la época de Estesícoro. En el oriente de Grecia se representaba al gigante con tres cuerpos; en occidente con tres cabezas (R. E VII, 1291). En un vaso calcídico hallamos representada la lucha, tal como Apolodoro la describe. Se ve al héroe con el arco tenso apuntando a ΓαρυΦόνης, figurado con tres cuerpos, cuando el pastor Εύρτιων y el perro Orthos -éste no está nombrado- se hallan ya fuera de combate. Detrás de Hércules y delante de los toros conquistados aparece Athena. En los vasos áticos hay, además de la diosa, una figura de mujer junto a una palma; sin duda, es la personificación de Erytheia147.
Así como las primeras noticias, aún oscuras, de Tartessos, se reflejan en la literatura del siglo VIII- VI, así también los posteriores viajes focenses dejan una profunda huella en la literatura del siglo VI.
Anacreonte, que procede de Teos, ciudad próxima a los focenses, cita al rey Arganthonios, al amigo de los focenses, como compendio de toda ventura terrestre, y convierte en 150 años de reinado los 120 de vida que gozó aquel rey famoso. (Fr. 8, Bergk): [Yo ni de Amaltea querría el cuerno, ni años ciento y cincuenta sobre Tartessos reinar.]
Se cita de un poeta desconocido la siguiente frase (Estéf., véase [la venturosa ciudad de Tartessos].
Para la geografía griega, los viajes a Tartessos significan un progreso sólo comparable con los descubrimientos de Alejandro y de Colón. Los focenses duplicaron por el oeste la extensión del mundo habitado; ellos fueron los primeros que proporcionaron un conocimiento más exacto del Océano hasta el mar del Norte. En el mapamundi, bosquejado por Anaximandro148 y completado por Hecateo149, esos descubrimientos fueron, sin duda, utilizados. Por desgracia, no sabemos hasta qué punto. Mas si ese mapa representaba el océano como una corriente de agua alrededor de la tierra150, ya esta concepción no era una pura suposición, como en el escudo de Aquiles (Ilíada, XVIII, 607), sino una hipótesis científica fundada en el conocimiento que los focenses habían adquirido del Océano hasta el mar del Norte. El citado mapamundi no debía, pues, representar solamente la cuenca occidental del Mediterráneo -conocida ya como un conjunto cerrado- con las costas líbicas e ibéricas y el estrecho de las columnas, sino también la ciudad y el río de Tartessos y el Océano, con Oestrymnis, Albión, Ierne, y quizá también la costa ligur con el Eridano-Elba. Y esto, en efecto, es lo que parece desprenderse de la polémica que Herodoto (3, 115) sostiene contra estas cosas150, polémica en la cual Herodoto adopta frente a los descubrimientos focenses la misma punible actitud, que más tarde Polibio y Estrabón adoptaron frente a los descubrimientos de Pytheas.
El más valioso documento que ha llegado hasta nosotros sobre los viajes focenses, es el periplo de un navegante massaliota de fines del siglo VI. Este viejo periplo, principal testimonio que sobre Tartessos poseemos, ha corrido la misma suerte que la antigua capital del Guadalquivir: como ésta, ha permanecido oscuro y mal entendido. Por lo general, se fechaba en el siglo V-VI; y este error de fecha impidió reconocer su importancia, sobre todo para los últimos tiempos de Tartessos. No me es posible en este lugar extenderme sobre el periplo; vea el lector mi edición comentada, que acaba de publicarse, como primer cuaderno de la colección Fontes Hispanire anitiqu¿p152; también puede leer un artículo mío de orientación en la revista Spanzen153.
El periplo se ha conservado en un escritor latino posterior, en la Ora maritima del patricio y poeta Avieno, el cual hacia 400 de J. c., dominado por la afición entonces reinante a los viejos y remotos textos, compuso una descripción del Mediterráneo, empezando por el viejo periplo. Pero Avieno no utilizó directamente el original, sino un libro escolar griego del siglo I a. de C.154, una verificación de la geografía y descripción de las costas, hecha por Éforos155, quien, por su parte, copió el viejo periplo, no sin interpolarle trozos de los autores de los siglos VI-V -desde Hecateo hasta Tucídides-. Entre estas interpolaciones hay algunas que constituyen valiosísimos fragmentos, como los trozos de la descripción de un viaje a las islas del estaño por el almirante cartaginés Himilkon y pedazos del periplo del ateniense Euktemon, contemporáneo de Pericles. Tampoco el maestro de escuela griego y el mismo Avieno han podido resistir a la tentación de hacer a veces por su cuenta algunas adiciones que son bastante necias. Además Avieno se complace en rodear de una atmósfera de romanticismo histórico las ciudades nombradas en el periplo; para ello le basta con cambiar el presente del original en pretérito, añadiendo patéticas declamaciones sobre la prosperidad de antaño y la desolación de hogaño. Por ejemplo, verso 509:
adstabat istum civitas Ladedontia priore soecIo, nunc vacuuc lare lustra et ferarum sustinet cubilia [allí junto estaba la ciudad Ladedontia en el siglo pasado; hoyes campo sin hogares, que sirve de cubil y retiro a las fieras.]
o lo que dice de Tartessos, verso 270:
...multa et opulens civitas ævo vetust, nunc egena, nunc brevis, nunc destituta, nunc ruinarum agger esto
[¡Gran ciudad antaño opulenta, hoy desnuda, empequeñecida, abandonada, convertida en montones de ruinas!]
Por fortuna, es posible quitar la escoria de esas tres interpolaciones y sacar a la luz el viejo oro puro156. y lo que aparece, después de esta labor, es nada menos que la descripción que un navegante e investigador massaliota de 530 antes de J. C. aproximadamente, hace de su viaje de Tartessos a Massalia. El periplo es el más viejo monumento de la geografía griega, la primera descripción del Occidente y del Norte remotos, la primera noticia segura de España, cuyo carácter peninsular aparece aquí conocido claramente por vez primera (Avieno, 148 y ss.), de la Bretaña, de las Islas Británicas, de las costas del mar del Norte; el periplo constituye una exquisita muestra de la vieja ίστορίη jónica, que por su sencillez recuerda el arte de aquella misma época. El viejo marino describe su viaje de Tartessos a Massalia: la costa, con sus promontorios y las secciones comprendidas entre ellos, secciones ora rocosas bien arenosas, las islas próximas, en las cuales moran toda suerte de divinidades indígenas desconocidas, las sierras, los bosques de la costa, las bahías, los puertos, las lagunas. Nombra el navegante sobre todo -pues este es su principal interés- las tribus y las ciudades, no sólo las de la costa, sino a veces también las del interior. Pero su horizonte geográfico alcanza todavía más lejos. En Tartessos oyó hablar de los viajes que los tartesios hacían a Oestrymnis (Bretaña) en busca del estaño y de los audaces viajes de los oestrymnios hacia el norte, a las islas Ierne y Albion, en donde recogían el estaño y al mar del Norte, en donde compraban el ámbar. La visión personal del Massaliota no alcanza más que a Tartessos o al estuario del Tajo, unido a Tartessos por una vía comercial; por eso la descripción exacta comienza aquí y el Anas es el primer río y Erbi (junto a Huelva) la primera ciudad que se cita. De las comarcas sitas más al norte, sólo conoce y nombra los puntos principales. Así, pues, la descripción se compone de tres partes: una massaliota, otra tartesia y otra oestrymnia. Müllenhoff (D. A. 1, 202) cometió el error casi inconcebible de considerar el periplo como fenicio. El periplo manifiesta su hostilidad contra los fenicios tan a las claras como su carácter griego. No nombra una sola de las cuatro ciudades fenicias -Gades, Malaca, Sexi, Abdera-; pues los nombres de Gades y Malaca que figuran en Avieno son interpolaciones erróneas del adaptador, que los puso en lugar de Tartessos y Mainake (267, 426). Hay un dato especialmente característico, y es que el navegante no nombra el famosísimo templo de Hércules en Cádiz, y, en cambio, cita el santuario desconocido de una diosa marina indígena en la isla de San Sebastián. Los fenicios son citados, pero sólo en el sentido de un concepto geográfico (421, 440, 459). Ninguna persona razonable admitirá que un navegante massaliota nombre a los cartagineses, sus enemigos mortales. En efecto; los lugares en que éstos son citados (Avieno, 114, 311, 376) forman parte de evidentes interpolaciones157 .
El viejo marino del periplo era griego. Se conoce por el empleo que hace de numerosos nombres griegos o helenizados158. Era, además, griego de la Jonia, como lo demuestran las terminaciones jónicas en -ηνοί (Cilbiceni, Mássieni, Sordiceni), en -η (Cartare), ίερή νήσος (sacra insula, Ierne. Avieno 108), en -ητες (Cynetes, Ceretes, etc...). Por último, era massaliota, como lo prueban numerosos detalles: la ruta Tartessos-Massalia; la importancia dada a Pyrene, emporio de los massaliotas; la exacta topografía de las dos ciudades, Tartessos y Massalia, con sus ríos, el Tartessos y el Ródano; el hecho de comenzar la descripción personal exacta por el estuario del Tajo, límite del comercio focense; la gran minuciosidad de la descripción en las costas massaliotas (de Pyrene a Massalia); la exclusión de los fenicios, y, sobre todo, la referencia de las dos vías comerciales massaliotas, una que iba en siete días del golfo de Vizcaya a la costa massaliota, y la otra que iba en nueve días de la colonia massaliota Mainake a Tartessos y al estuario del Tajo.
El periplo ha llegado hasta nosotros anónimo. ¿No podría ser su autor aquel geógrafo massaliota, Euthymenes, que en el siglo VI exploró la costa occidental africana y compuso un [circunnavegación del mar exterior]159. Origen, época, educación, todo concuerda con nuestra periplo; incluso el objeto mismo. Euthymenes tuvo que tocar en Tartessos en su viaje de ida como en el de regreso; pues Tartessos era el punto de partida obligado para un viaje por el Océano. También es verosímil que Euthymenes describiese no sólo el viaje allende las columnas, sino la sección Massalia Tartessos. En fin, el hecho de que el autor de nuestro periplo no haya hecho rumbo personalmente hacia el Norte, dando de las comarcas septentrionales sólo las noticias obtenidas en Tartessos, confirma nuestra identificación con Euthymenes, que parece en efecto haber visitado solamente las costas africanas.
La fecha del periplo es de gran importancia para Tartessos, ser el periplo el último testimonio auténtico de la ciudad del Guadalquivir, y, por lo tanto, un terminus post quem para su destrucción. Creo poder fijar la fecha del periplo hacia 530 a. J. C. La batalla de Alalia en 537 es un terminus post quem para el periplo. En efecto, ya los cartagineses dominan el mar y cierran a los focenses el rumbo hacia Tartessos. Esto se infiere de la existencia de las dos vías terrestres Mainake-Tartessos-Estuario del Tajo (verso 178) y golfo de Vizcaya-Mediterráneo (verso 148). Los anteriores comentaristas de Avieno han desconocido el valor de este testimonio. La ruta terrestre de Mainake a Tartessos -cinco días- sólo tiene sentido en el caso de que los habitantes de Mainake no pudiesen seguir la vía marítima, mucho más cómoda y breve -tres días-. Y la prolongación de esta ruta desde Tartessos hasta el estuario del Tajo demuestra que los cartagineses habían bloqueado entonces a Tartessos también por tierra, de manera que los habitantes de Mainake se veían precisados a ir al río Tajo, en busca del estaño que allí llevaban los tartesios desde Oestrymnis.
La otra vía terrestre pone en comunicación la costa massaliota con la costa del Océano y el Golfo de Vizcaya por donde los tartesios traían el estaño. Este camino también se comprende sólo en el caso de que los massaliotas tuviesen cerrada la vía marítima a Tartessos; pues si bien el viaje por la carretera era más corto -siete días en lugar de nueve-160, en cambio, era más peligroso, porque obligaba a pasar por comarcas que habitaban poblaciones salvajes.
Lo más probable es que esta vía terrestre fuera abierta cuando los cartagineses cerraron la carretera que conducía al estuario del Tajo. Este estado de cosas nos sitúa, pues, en los tiempos que suceden inmediatamente a la batalla de Alalia; pues todavía no han apelado los cartagineses a los últimos recursos, la destrucción de Mainake y de Tartessos; todavía puede nuestro navegante ir por mar a Tartessos, y todavía pueden los tartesios hacer rumbo al norte en busca del estaño.
La fundación de la colonia massaliota Emporion constituye, en cambio, un terminus ante quemo Esta colonia, según datos de los vasos griegos, fue fundada antes del año 500161. Ahora bien: el periplo no conoce ni Emporion ni Rodas y es imposible suponer que omitiese estas dos importantísimas factorías massaliotas si hubiera existido ya entonces. Otro terminus ante quem es el primer tratado de comercio entre Roma y Cartago. Este tratado, que es el del año 509, cierra a Roma y a sus aliados, esto es, principalmente a los massaliotas, por completo el camino de Tartessos por mar162. El periplo es, pues, posterior a 537 y anterior a 509, es decir aproximadamente de 530. Esta fecha explica igualmente su coincidencia con Hecateo, que escribía hacia 510 (R. E. VII, 2670) Y el carácter arcaico de su descripción de la tierra y de los habitantes. A la península le da los viejos nombres de Oestrymnis y Ophiussa. El pueblo histórico más antiguo del Occidente, que más tarde quedó reducido a la Riviera de Génova, sigue aún en el periplo numerosos lugares de su antiguo territorio, que antaño comprendía todo el Occidente de Europa hasta el Rin y el Danubio. El periplo conoce poblaciones ligures en el mar del Norte, en las Islas Británicas -a las que da el nombre precéltico de Ierne y Albion- en la costa occidental de la Galia (los oestrymnios), en España (oestrymnios, draganos, laeus Ligustinus, Cynetes, litus Cinetieum).
Los iberos están todavía limitados a las costas sur y este, pues el interior sigue poblado aún por los celtas (Cempsos, Sefes, Berybraces). Los galos no han llegado todavía al Mediterráneo. También los nombres citados en el periplo tienen un marcado sello de antigüedad. Pocos de ellos vuelven a encontrarse en las fuentes posteriores. De las treinta ciudades que nombra el periplo, veinte son completamente desconocidas, señal inequívoca de la antigüedad, tanto del periplo como de dichas ciudades.
Los ríos, montes, islas, etc., llevan nombres antiquísimos, desaparecidos, como Iberus en vez de Luxia (Río Tinto), Sicanus en vez de Suero (júcar), Chrysus en vez de Barbesula (Guadiaro) Oleum numen (en griego Έλαίος, probablemente del ibero Elaisos) en lugar de Iberus (Ebro).
El viejo navegante nos ha dejado valiosísimos datos sobre el estado de Tartessos poco antes de su destrucción por los cartagineses. Tartessos es el objeto más importante de su interés, como también el punto de partida de su viaje. No menos de catorce veces cita su nombre. A las demás ciudades se contenta con nombrarlas; en cambio a la topografía de Tartessos dedica treinta versos (265-307, de donde hay que quitar once sobre Gades interpolados por Avieno). Más adelante nos ocuparemos detenidamente de esta descripción (en el cap. IX). Bastará por ahora advertir, que el periplo califica claramente a Tartessos de ciudad (Avieno, 290 eivitatis, 297 moeniaJ. A consecuencia de la importancia especial que le da a Tartessos, el periplo describe también el delta y el curso del río desde su desembocadura hasta su fuente en la montaña de plata (291), con las tribus que habitan sus orillas; en los demás asuntos, y conforme a su carácter, el periplo se limita a describir las costas.
Sólo hay otro río a quien el periplo confiere los mismos honores que al río Tartessos: el río de Massalia, el Ródano, cuyo curso también describe desde su fuente a su desembocadura, con los pueblos que habitan sus orillas (689-704). El Guadalquivir y el Ródano, Tartessos y Massalia quedan, pues, señalados, por esta preferencia, como principio y término del viaje. También nos habla el periplo de la gran extensión del imperio tartesio, que comprendía desde el Anas al oeste hasta el cabo Nao al este, teniendo bajo su dominación muchas tribus y ciudades. Solamente el territorio de la capital ocupaba entero el delta del río, desde la boca oriental hasta el río Tinto. Tartessos imperaba no sólo sobre las tribus de la costa, sino sobre las del interior hasta Sierra Morena. Incluso las viejas ciudades fenicias, sus señoras de antaño, se hallan ahora de nuevo sujetas a su soberanía.
Existe otra referencia geográfica de los viajes focenses a Tartesos, que guarda con el periplo una estrecha afinidad. Encuéntrase en Estéf. Byz. verso: [Tartessos, ciudad de la Iberia, junto al río que fluye de la montaña de plata, el cual arrastra estaño a Tartessos.]
El fragmento probablemente no es de Hecateo, pues este geógrafo parece haber comenzado su periégesis en las columnas (v. pág. 84)163; pero procede sin duda del siglo VI ya que después de esta época nadie conoce ya estas comarcas. En favor de esta hipótesis habla también la notable coincidencia del citado fragmento con el periplo. El periplo, en efecto, dice (Avieno, 291, 297), no sólo lo de que el río nace en la montaña de plata, sino también lo de que lleva estaño a la ciudad. Por iguales motivos debemos colocar en el siglo VI el fragmento siguiente: Estéf. [Ligustina, ciudad ligur hacia la Iberia occidental y próxima a Tartessos.] Esto corresponde al Lacus ligustinus del periplo (Avieno, 284) y procede de una época en que Tartessos existía aún.
Los fragmentos siguientes de Hecateo se refieren a tribus y ciudades del imperio de Tartessos164.
1º Estéf. [Elibyrga, ciudad de Tartessos, Hecateo en Europa.] ¿Iliturgis junto a Córdoba? 2º Estéf. [Ibulla, ciudad tartesia..., en la cual hay metales de oro y plata.] ¿Ilipa junto a Sevilla? 3º Estéf. [Mastienos, tribu en las columnas de Hércules, Hecateo en Europa; son así llamados por la ciudad de Mastia.] 4º Estéf. [Sualis, ciudad de los Mastienos]: es Suel. 5º Estéf. [Sixos, ciudad de los Mastienos]: Sexi. 6º Estéf. [Mainobora, ciudad de los Mastienos, Hecateo en Europa.] Mainake. 7º Estéf. [Molybdana, ciudad de los Mastienos, Hecateo en Europa.]
El imperio de Tartessos comprende también, según Hecateo, todo el valle del Baetis, puesto que este geógrafo cita a Elibyrga (¿Iliturgis junto a Córdoba?) como Ilipa junto a Sevilla. Con las palabras πόλις Ταρτησσού designa también Hecateo el imperio de Tartessos como imperio de la ciudad de Tartessos. Hecateo, como el periplo, conoce a los Mastienos (fr. 6-10), a Mainake (Mainobora, fr. 8), a Kalathe (fr. 3. véase Calacticus sinus en A vieno, 424), y coincide con el periplo en la topografía de la costa oriental. El fragmento 349 de Hecateo se refiere a Geryon y Erytheia, que, según Hecateo, no deberían buscarse fuera de las columnas de Hércules, sino en Ambracia. Hecateo, pues, rechaza la localización del suelo de Geryoneus en el Occidente.
Las siguientes noticias posteriores proceden también de fuentes antiguas, próximas al periplo:
Iª Dionis. Periég. (Geogr. Gr. Min., ed. Müller 11), verso 337 y ss.: [Tartessos la graciosa, de hombres opulentos, y los Cempsos que habitan al pie de los Pirineos],
de donde Avieno, Orb. terrae, 480:
... indeque Cem(p)si gens agit, in rupis vestigia Pyremere protendens populos ...
[De allí parte la raza de los cempsos, cuyos pueblos se extienden hasta las regiones de la montaña pirenaica.]
Los Κέμψοι corresponden a los cempsi del periplo, y aparecen sólo en el periplo y en Dionisio, notable coincidencia que demuestra que Dionisio se funda en el periplo o en un texto próximo al periplo. También revela coincidencia con el periplo el hecho de que los Κέμψοι sean nombrados junto a Tartessos, como próximos a esta ciudad, y que Tartessos aparezca como aún existente.
2ª La laguna Averna (= sin pájaros) citada anteriormente, concuerda con la palus Erebea del periplo.
3ª La fábula del estaño que arrastra el Tartessos -Avieno 297 y Estéf. Byz. ya citado- se encuentra también en un tercer texto165, en Éforos (fr. 5, Dop.): Escímn., verso 162: [... después de ésta (Gades) se encuentra a dos días de navegación un felicísimo emporio que es llamado Tartessos, clara ciudad, con un río que arrastra el estaño de la Céltica con mucho oro y bronce. Viene luego la tierra llamada Céltica hasta el mar, que está frente a Cerdeña.]
Aquí el río viene de la tierra de los celtas; igualmente dice el periplo que en el interior viven los cempsos, los celtas. También concuerda con el periplo el nombre de mar de Cerdeña (Avieno, 150). y el hecho de que Tartessos aquí aparezca como una floreciente ciudad comercial se debe a la tradición del siglo VI, pues en la época de Éforos, Tartessos estaba ya destruida hacía tiempo.
4ª Schol. Lycophr. 643: [Tartessos es una isla cerca de las columnas de Hércules], y [Tartessos es una isla y ciudad en la cual reinó Arganthonios]. El fragmento, que manifiestamente procede de fuentes antiguas, es importante, porque llama a Tartessos una isla. Esto concuerda con el periplo, según el cual, Tartessos estaba en la isla Cartare, formada por los dos brazos del río Tartessos.
5ª Escol. IIíada 8, 479 (fue citado anteriormente): [Los gigantes en Tartessos; esta ciudad está junto al Océano.]
La tradición más minuciosa sobre los últimos tiempos de Tartessos y sus relaciones con los focenses, la encontramos en Herodoto. Los relatos de Herodoto proceden de lo que les oyó decir a los focenses. Además de Tartessos, conoce Herodoto los celtas y los cinetes, pueblos vecinos de Tartessos; los focenses oyeron hablar sin duda de esos pueblos en la ciudad del Guadalquivir. Y este detalle concuerda también con el periplo, que sitúa a los cinetes entre la desembocadura del Sado y el Anas, esto es, al norte de Tartessos, y que habla de los cempsos y sefes, los celtas, como habitantes de la costa occidental y de la tierra alta.
Herodoto tuvo también noticias de las Casitérides, islas del estaño, a las cuales navegaban los tartesios y del Erídano-Elba, en cuya desembocadura recogían los oestrymnios el ámbar (Herod. 3, 115); pero no daba crédito a estos relatos.
Todas estas noticias tan varias y numerosas, pero que han llegado hasta nosotros por desgracia en estado fragmentario, tienen su origen en los viajes de los focenses. Debemos tributar profunda admiración a esa pequeña ciudad de la Jonia, que descubrió y colonizó el remoto Occidente y fue la primera en propagar el conocimiento de las tierras septentrionales. Y también a Massalia, la hija de Focea, de donde salieron los descubridores científicos de aquellas apartadas regiones, el autor del periplo (¿Euthymenes?) y Piteas, la gloria máxima de la ciudad del Ródano.
El mérito de los focenses es aún mayor que el de los milesios, sus hermanos, los descubridores de las tierras pónticas y del Noreste. Los focenses han hecho progresar la ciencia geográfica en la misma proporción en que los cartagineses la hicieron retroceder, retrotrayéndola al estado en que se hallaba antes. Más adelante veremos (cap. VII) cómo por segunda vez Piteas, otro massaliota, disipó las nieblas oceánicas y cómo la estupidez de sus sucesores volvió otra vez a entenebrecer el conocimiento del Occidente. En este doble ascenso y descenso de la investigación, se refleja el destino de la cultura humana, cuya historia muestra, no un progreso continuo, sino una continua sucesión de altas y bajas, y que hoy, en esta época de odios de razas y clases, parece declinar hacia una nueva decadencia.
NOTAS
133 En la Odisea aparece el ámbar como mercancía fenicia (¡5, 46, 476). Pudiera ser,. por lo tanto, que este poema fuese en gran parte anterior a los viajes focenses a Tartessos, los cuales comenzaron poca antes del año 700.
134 Volker: Homer. Geog., 81.
135 En las cuales se observó el fenómeno: César, B. Gall. 5, 13; Tácito, Agric., 12; Plinio, 2,186; Dio. Cass., 76, 13.
136 Estrabón, 201; Diod., 5, 32, etc...
137 El nombre de los Ambrones, habitantes de la isla de Amrum, en el mar del Norte, significa «devoradores de hombres.; v. las glosas en Holder, «a. Ambrones: A. devoratores hominum., que la ignorancia posterior transformó en devoratores patrimonii, Juxuriosi, etc., cosa que no coincide en absoluto con los Ambrones.
138 Müllenhoff., D. A., 1, 62; 118.
139 Las tres aventuras occidentales figuran ya en último lugar en las metopas del Templo a Zeus Olímpico (Preller-Robert: Griech. Mythologie, 2, 2, 436).
140 Escol. Apoll. Rhod., 1, 211: [Estesícoro, en la Geryoneida dice también que hay una isla Sarpedonia en el mar Atlántico]
141 Véase mi edición de Avieno, pág. 132.
142 V. Hermes, 1914, 153.
143 Escol. Apoll. Rhod. 4, 259; v. Berger, Erdkunde d. Griechen, 245.
144 Timeo (Diod., 4, 56) Y otros mitógrafos posteriores (Apoll. Rhod. 4,635; Orpheus, Argon, 1180-1245) cuentan que los Argonautas salieron por el Tanais, o sea el Rin, al Océano y llegaron a Gades. Pero estas noticias no, proceden de tradición focense, sino de los nuevos descubrimientos de Piteas, a quien sigue Timeo. Lo mismo le sucede al viaje de Hércules y Ulises a Germania (Tac. Germ.. 3; 34) Y Caledonia (Solino., 22, 1).
145 El texto conservado añade: kaí 'ώyvyos.
146 Olisipo y Oducio. de Odysseus; Tude. de Tydues; Astures. de Astyr (paje de Memon); Nebrissa. de la nebris de Dionysos. etc. (v. Silio 3. 332-405; Estrabón. 157).
147 Klein, Euphronios, pág. 56.
148 Berger, Erdkunde d. Griechen. 2, 25.
149 Jacoby, R. E. VII, 2690-91.
150 Berger, 54; Herodoto, 4, 36; R. E., VII, 11 7°2.
151 Por las islas Cassitérides no puede entender Herodoto otra cosa que las islas del estaño, de Bretaña, conocidas ya de los focenses (Avieno, 96); en efecto: las de las costas del noroeste de España no fueron conocidas hasta mucho después.
152 Berlín, Weidmann, y Barcelona (librería A. Boch) 1922.
153 Hamburgo. Ibero-American Institut, 1921.
154 Esta intervención del libro griego, se deduce de los siguientes indicios: 1º Siendo la adaptación un poema en trimetros yámbicos, no puede ser anterior a 150 a. J. c., pues Apollodoro, en su [descripción del mundo] y en la Crónica, fue el primero que trasladó al poema didáctico el trimetro de la comedia (Escimno, verso 20 y ss.. sobre todo 34). 2º El adaptador ofrece notables coincidencias con el Escimno, compuesto hacia el año 90 a J. c.; coincide en el prólogo, en la apelación a viejos autores, en el metro, en el índice de materias. en la fuente (Éforos). Véase mi edición de Avieno, pág. 35 Y ss.
155 Las citas de los autores, desde Hecateo hasta Tucídides (Avieno, 42 y s,) no pueden proceder sino de Éforos, pues este escritor, que era un jonio, utilizó en su Geografía la vieja ciencia jónica y, como muestra el Escimno, tenía hacia el año 100 a. J. C. el valor de un canon. Ahora bien; en esta fecha es cuando se hizo la adaptación. Para más detalles, véase mi edición de Avieno, pág. 32 y ss.
156 En mi edición de Avieno, he distinguido por medio de caracteres diferentes las varias capas de las Ora maritima.
157 V. mi edición de Avieno, pág. 35.
158 Griegos: Callipolis, Ophiussa, Gymnetes, Zephyris, Trete, Ligyes, Herma, Cherronesus, Strongile. Helenizados: Theodorus por Tader; Cynetes por Konios, Calacticus sinus de Kalathe.
159 V. sobre este geógrafo, Jacoby, R. E. VI, 1509.
160 El periplo cuenta de Massalia a Pirene dos días y de Pirene a Tartessos, siete días.
161 Frickenhaus, Bonner jahrbücher, 1909, 24 «En esta necrópolis, como en toda la región de la ciudad, no se han encontrado restos de vasos, anteriores a la segunda mitad del siglo VI; en cambio, hay multitudes de vasos posteriores a 550, y además cerámica de Chipre y del Asia Menor, naucrática, calcídica, corintia e italocorintia, que no se vuelven a presentar después del siglo VI. Así la necrópolis indica la fecha en la que se fundó la ciudad...
162 Las palabras[no navegar allende el promontorio hermoso] citadas por Polibio, 3, 22, no se refieren, como Polibio creía, a la navegación al este del promontorio hermoso (cabo Farina), hacia los emporios, sino a la navegación al oeste, hacia Tartessos. Quien no lo comprenda por sí mismo, vea la demostración de ello en Meltzer, Gesch. d. Karthager 1. 180,488. Por eso, en el segundo tratado de 348 a. J.C., para completar, se añade además del cabo Farina «non plus ultra» de la costa africana, «Mastia en Tarsis» como «non plus ultra» de la costa española. El primer tratado es verdaderamente del año 509 y no como Mommsen creía de 348. Esto lo ha demostrado bien Nissen (Fleckeisensjahrbucher, 95, 1867), aunque todavía se disputa sobre ello. Pero hay que tener en cuenta dos cosas: Iª Que la dificultad de lectura, que Polibio hace notar (de suerte que a los más entendidos les es bastante difícil discernir), podría proceder, sin duda, de un documento de fines del siglo VI -piénsese en la estela del foro- pero no de uno del año 348; y, 2ª que Polibio y sus amigos romanos estaban capacitados para leer la inscripción con su fecha.
163 F. Jacoby se inclina a atribuir el fragmento a Hecateo y a referir a éste también los datos que trae Herodoto sobre las comarcas de allende las columnas (R. E. VII, 2710). Pero hay que tener en cuenta que ha habido otras descripciones de estas tierras además de las de Hecateo (véase capítulo VII).
164 Los fragmentos señalados con. son anónimos. pero pueden atribuirse a Hecateo, véase Fontes Hisp. ant.. 1, 133.
165 Véase también Eustath. a Dionys., 357 (G. G M. 11. 377): [Cuentan que el río Tartessos lleva estaño a los habitantes].
166 De las columnas.
167 Se ha querido ver en este pasaje un conocimiento de que el estaño venía de la Bretaña y se encontraba en el aluvión de los ríos. Pero Éforos, puesto que habla de Tartessos como aún existente, se sirve de un texto del siglo VI, como el periplo, y para él la tierra céltica es el interior de España, habitado por los celtas, la tierra de dónde viene el Bætis, que es, por lo tanto, el río que trae el estaño. La voz se refiere al Tartessos; ello se desprende claramente de Avieno, 297 y de Estéf. Biz., como también de la analogía con el ámbar que se encontraba en las islas del mar del Norte, en la desembocadura del Elba, pero que, en la opinión de los antiguos, era traído por el Elba, el Erídano (Dion. Chrysost. Discurso 29, pág. 434 Reiske) ... [.. de los celtas, donde se dice que cierto río trae el ámbar].
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