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El movimiento de las
placas tectónicas
Las Navidades del año 2004 las
estábamos celebrando alegremente, como las de todos años. El día de san
Esteban, el día 26, de repente todos los medios de comunicación dieron la
telúrica noticia: "se he producido un gran terremoto de 9 en la escala
Richter, que ocasionó un gigantesco maremoto que devastó el norte del océano
indico, provocando 300.000 muertos entre la isla de Sri Lanka, Bangladesh,
Indonesia, Tailandia, y un gran número de islas". Se decía que este
"tsunami" lo provocó el desplazamiento de las placas tectónicas Asiática,
Indica y la microplaca de Indonesia. Toda la gente comentaba que la
superficie de la Tierra se había movido y desplazado. Se he comprobado que
al noroeste de Sumatra confluyen cuatro placas: Placa de India, Placa
Australiana, Placa de Sunda; y la microplaca de Burma, que fue la que mayor
movimiento registró, al estar rodeada por las tres anteriores. La Tierra se
mueve, se ha movido alguna vez o se sigue moviendo desde millones de años.
Desde el albor de los tiempos se sabía que la Tierra temblaba y había
erupciones volcánicas que hacían desaparecer territorios o hacer aflorar en
los mares nuevas islas. En Europa se tenía recuerdo del devastador terremoto
del 1 de noviembre de 1775, que produjo la muerte de 50.000 habitantes de
Lisboa. Tras el terremoto se generó un tsunami con olas de 10 metros, que
arrasó el sur de la península Ibérica. También se tenía noticias de otros
terremotos en Turquía, Irán, Afganistán, Sudamérica, etc.
Pero, ¿qué es eso,
de "las placas tectónicas"?, ya que de ellas no se había hablado hasta
mediados el siglo pasado.
Fue el científico Alfred Wegener quién en entre
los años 1910 y 1920 propuso su teoría de la deriva continental y siendo
reconocida su teoría por el mundo científico desde 1960. Esta teoría
explicaba el porqué encajaban las líneas de costa de los continentes
América, África, Oceanía y la India. La teoría de Wegener , en resumen, dice
que en un antiguo tiempo de la formación de la Tierra, hace más de 200
millones de años (mil. a.), la tierra estaba formada por un supercontinente
llamado Pangea, que con el paso de los millones de años, se fragmentó en
varias placas continentales. Al norte del paralelo Ecuador se llamarían
Laurasia y al sur del ecuador Gondwana. Estos supercontinentes estaban
rodeados por un gran océano llamado Pantalasia; y entre ambos continentes
estaba el mar de Tethys, del que es el mar Mediterráneo su recuerdo.
Posteriormente, estas placas se fueron fragmentando, alejándose o
colisionando entre ellas, hasta dar con la formación de los continentes de
la actualidad. No tenemos que viajar a países asiáticos para tener
conocimiento de los efectos telúricos y efectos de terremotos y erupciones
volcánicas. Nuestra área de la cuenca del Mediterráneo ha sido testigo de
apocalípticas erupciones, como las del volcán de Santorini en el mar Egeo,
la destrucción de Pompeya por el volcán Vesubio y el Etna en la isla Sicilia;
o de las míticas ciudades Sodoma y Gomorra. En la península Ibérica siguen
los terremotos en los Pirineos y en la cordillera Penibética. No nos debemos
de olvidar del Campo de Calatrava en Ciudad Real, la Garrotxa en Girona,
donde quedan los restos de campos de volcanes, ni de las islas Canarias. La
última novedad en vulcanología se debe a las investigaciones efectuadas en
torno del fondo marino de las islas Baleares, donde se han descubierto unas
montañas cónicas que los geólogos han calificado como volcanes submarinos.
El hallazgo ha sido realizado por el equipo del Instituto Español de
Oceanografía (lEO) dirigido por Carlos Palomo y Juan Acosta. Se sospechaba
desde hacía algún tiempo y lo comentaban los pescadores de Baleares este
posible origen volcánico de los montículos que aparecían en los sonares de
pesca. La seguridad absoluta se tuvo en el verano del 2004 cuando el buque
oceanográfico Hespérides terminó de cartografiar el fondo marino de las
aguas adyacentes al Archipiélago Balear con un sofisticado aparato,
denominado "ecosonda multihaz", y todos esperaban ansiosos los resultados.
Los datos, en una zona situada a unos cinco kilómetros al suroeste de
Mallorca, eran extraños: muchas curvas de nivel que indicaban picos de entre
ocho y 500 metros de altura y unas medidas magnéticas típicas de suelos
volcánicos.
En el fondo del Mediterráneo hay otros numerosos conos
volcánicos el las llanuras del Mar Tirreno, islas Eolias, etc. La causa de
que el Mediterráneo sea una zona de alto riesgo geológico es el lento avance
hacia el Norte de la placa Africana, el desplazamiento hacia el sur de la
placa Euroasiática y del movimiento antihorario de la miniplaca de Iberia, y
la pequeña placa Corsocerdeña, formado por las islas de Córcega y Cerdeña,
que chocan, en el mar de Alborán, con la placa Africana. Este choque de
titanes geológicos causa tensiones siempre renovadas sobre la corteza de los
dos continentes, a la altura del estrecho de Gibraltar, Magreb, el mar de
Alborán, extendiendo sus efectos por cuenca del Mediterráneo pasando por
Turquía y el Golfo Pérsico. La energía que se concentra por este roce de
placas, se manifiesta en los terremotos de la cuenca perimediterránea y en
las erupciones de los volcanes Etna, Vesubio, Vulcano, etc., en el amplio
espacio desde Anatolia a Canarias.
Con el choque de la península Ibérica con
África se acabó el dominio oceánico del antiguo mar de Tethys. Este océano
se extendía desde al Atlántico hasta el Índico, que a su vez era el recuerdo
del primigenio océano Pantalasa, de la época Arcaica.
Esta guerra geológica, como la
llama el geógrafo Antonio Anguita, se detecta en España en las fallas
activas del sur de las costas lusitanas, Andalucía y los Pirineos; pero
ninguna figura entre las de alto riesgo, como pudiera ser el Rif africano.
En cuanto a Italia, sus fracturas principales siguen el espinazo de los
Apeninos hasta Sicilia. El origen de estas convulsiones está en el interior
de la Tierra. Bajo el subsuelo, a casi 3.000 kilómetros de profundidad, el
núcleo fundido a más de 4.000 ºC está formado por minerales de hierro,
níquel y otros minerales pesados. Estos minerales son los restos primigenios
el nacimiento del planeta y del sistema solar. La enorme energía y presión
que se genera en el interior de la Tierra, el núcleo y el manto, se
transmite hacia el exterior de la litosfera, poniéndose en movimiento la
masa de minerales fundidos; de modo semejante como sucede al calentar un
puchero con chocolate, la costra superior del chocolate semejaría el
desplazamiento de las placas tectónicas y continentales.
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