Autor:
Guillermo Piquero
I parte
La Europa aborigen
(Vida y muerte del viejo
mundo)
“De
las profundidades de la tierra y del inconsciente humano, arqueólog@s y
psicoanalistas están desterrando la verdad de la condición humana: aquello que
fue enviado al Hades (o al infierno) por los mitólogos fundadores del orden
simbólico patriarcal. Lo que no debe ser, ni saberse, ni imaginarse”
Casilda Rodrigañez,
“El asalto al Hades”.
Capítulo I
La “Vieja Europa”.
Las culturas animistas del
neolítico
“Su
cultura parece haber sido básicamente igualitaria, pacífica, prospera y jovial.
Sus ciudades carecían de muros defensivos, y en su arte no se aprecian escenas
de violencia. (...) Asoma una cultura basada en la “celebración de la vida”. No
hay hordas ni estados, sino poblaciones autónomas de varios miles de habitantes;
se conoce la metalurgia, pero no se aplica para fabricar armas. (...) Su culto
esta guiado por mujeres y la descendencia pasa por línea femenina, pero no hay
dominio sobre los hombres sino igualdad entre los sexos”
Nikolas
Platón, director
del museo de pre-historia de la isla de Creta.
1) LO QUE ESTÁ DESTAPANDO LA
ARQUEOLOGÍA
Como bien nos recuerda
Josu Naberan en su libro "La vuelta de Sugaar”, nos han obligado
a creer que la historia humana ha sido siempre así: gobernada por hombres
guerreros más o menos poderosos según la fuerza de sus espadas y el poder de sus
ejércitos. Hemos interiorizado una única versión de la historia llena de
fronteras, emperadores y guerras. Nos han hecho creer, o nos hemos creído, que
antes de la aparición de las catalogadas como “primeras civilizaciones” no había
nada, que los seres humanos vagaban por ahí malviviendo y luchando contra la
naturaleza hostil.
Pues bien, según nos revelan
innumerables muestras arqueológicas hubo un tiempo (entre el 10.000 y el 2.000
adne.) en el que el ser humano vivió durante milenios en pequeñas aldeas y
ciudades asentadas en el centro de los valles, mucho tiempo antes de que sus
futuros descendientes se vieran obligados a vivir en fortificados castros en lo
alto de las montañas por temor a que alguien les atacase. A esta época de
nuestro continente se la conoce como “Vieja Europa”, término acuñado por la
arqueóloga lituana Marija Gimbutas, cuyas investigaciones se han
convertido en referenciales para tod@ aquel/lla que pretenda sumergirse en la
prehistoria
“El término Vieja Europa
se aplica a la cultura pre-indoeuropea, una cultura matrifocal y
probablemente matrilineal, agrícola y sedentaria, igualitaria y pacífica.
Contrasta agudamente con la cultura proto-indoeuropea que viene después, que era
patriarcal, estratificada, pastoral, móvil, y guerrera, que se impuso en toda
Europa excepto en algunas franjas del sur y del oeste de Europa, a lo largo de
tres olas de infiltración desde las estepas rusas, entre el 4500 y el 2500 a.c.”
Marija Gimbutas, Diosas y Dioses de la Vieja Europa.
“En los milenios VII, VI, y V
a/c., los agricultores del Este de Europa desarrollaron un modelo cultural
peculiar, una cultura contemporánea, al menos, a las que se desarrollaban en
Anatolia, Mesopotamia, Siria, Palestina y Egipto.
Esa cuna de la civilización
comprende los mares Egeo y Adriático (las islas incluidas), y llega al norte
hasta las actuales República Checa, Eslovaquia, sur de Polonia y oeste de
Ucrania, incluyendo en su centro los Balcanes, Moldavia y la Cuenca del Danubio
Medio. Es el área cultural al que la eminente antropóloga Marija Gimbutas ha
bautizado con el nombre de “Old Europe”, Vieja o Antigua Europa.” Josu
Naberan, “La vuelta de Sugaar”.
Este tiempo del que hablamos,
es coincidente con la aparición de la agricultura y el progresivo sedentarismo,
lo que ha venido a conocerse como Revolución Neolítica (el progresivo paso de
las sociedades cazadoras-recolectoras hacia la agricultora) y en muchas regiones
europeas coincidiría además, aunque un poquito más adelante, con la cultura
megalítica (construcción de dólmenes, menhires y Cromlechs). Todo esto
comenzaría a ocurrir hace 10 ó 12 milenios según los lugares.
“El término Neolítico
significa literalmente “edad de piedra nueva”. Cuando se introdujo por primera
vez en el siglo XIX, otorgaba reconocimiento a la aparición de instrumentos
líticos que habían sido preparados mediante técnicas de pulimentado. Hoy en día,
el término se utiliza para designar no sólo nuevos métodos de trabajar la
piedra, sino también nuevos métodos de producción de alimentos. Durante el
Neolítico se logro un mayor control de la reproducción de plantas y animales
gracias al desarrollo de la agricultura y la ganadería. Esto a su vez sentó las
bases materiales para el surgimiento de densos asentamientos sedentarios y un
rápido crecimiento demográfico” Marvin Harris, “Introducción a
la antropología general”.
“Se han clasificado siete
complejos culturales, que han recibido los nombres de sus regiones o lugares de
asentamiento: Adriático, subdividido en las culturas Impresso,
Danilo-Butmir y Hvar (datadas del 6400 al 3500 a.c.), Egeo, subdividido
en Pre-cerámica, Sesklo y Neolítico tardío (7500 a 3500 a.c.). Centro de los
Balcanes, subdividido en Satarcevo, y Vinca (6400 a 3500 a.c.), Este de
los Balcanes, subdividido en Karanovo, Boian y Gumelnita (6300 a 3500 a.c.),
Moldavia y Este de Ukrania, subdividido en Dniesterburg, proto-Cucuteni y
Cucuteni (6300 a 3500 a.c.), Danubio Medio, subdividido en Lineal
y Lengyel (6000 a 3500 a.c.) y Tisza, subdividido en Alfold, Tisza-Bukk y
Tisza-Polgar (6300 a 3500 a.c.)” Casilda Rodrigañez, “El asalto
al Hades”.
Estos pueblos no adoraban a
belicosos dioses guerreros (como los que se han apoderado de la mitología
calificada como “Clásica”) sino que sus ritos y creencias seguían siendo
herencia del “animismo” paleolítico y, por tanto, muy similares a los de las
pocas culturas indígenas actuales que se mantienen todavía al margen de la
sociedad industrial:
"Las culturas más antiguas de
la humanidad llegaron a la conclusión de que la vida surgía, se perdía y volvía
a aparecer en un ciclo incesante (como les daban a entender las distintas fases
de la luna, el “renacimiento de la serpiente”,...). Entendieron que todos los
elementos componentes de la naturaleza sin excepción (plantas, árboles, rocas,
montes, agua, viento, sol, luna, estrellas, mar...) eran seres vivientes como el
ser humano mismo, puesto que todos esos elementos tomaban parte de igual manera
en el ciclo de vida, muerte y regeneración.
En el marco de este
pensamiento animista, concluyeron que la naturaleza en su conjunto era una
mujer/madre generadora de vida y crearon la gran metáfora que ha marcado el
pensamiento del ser humano hasta nuestros días. Hoy en día está plenamente
documentado que esta metáfora de natura/mujer (que ha quedado bautizada con
el nombre contaminado de “Diosa”) es patente en todo el arte neolítico a
través de miles y miles de imágenes”. Josu Naberan, “La vuelta
de Sugaar”.
Esta cosmovisión aborigen ha
quedado reflejada en infinidad de representaciones femeninas que las
excavaciones arqueológicas están desenterrando a lo largo y ancho del planeta. Y
aunque la mayor parte de ellas corresponden al periodo Neolítico, no son más que
una continuación más sofisticada de los ritos y creencias de nuestr@s
antepasad@s del Paleolítico, como lo demuestra el hallazgo también de multitud
de estatuillas pertenecientes a este último periodo.
“El análisis del imaginario
mítico de la Vieja Europa ha reconstruido el eslabón entre la religión del
Paleolítico Superior y el substrato pre-indoeuropeo de las culturas europeas
(...) La persistencia de la veneración a la Diosa durante más de 20.000 años,
desde el Paleolítico al Neolítico y más allá del Neolítico, se demuestra por la
continuidad de una variedad de series de imágenes convencionalizadas. Los
aspectos específicos de sus cualidades, tales como el de dar la vida, la
fertilidad y el parir nuevas criaturas, es extraordinariamente persistente”.
Marija Gimbutas, “Diosas y Dioses de la Antigua Europa”
.
“La más arcaica forma de
manifestación artística antropomorfa realizada por la humanidad prehistórica, de
la que queda constancia, son las esculturas, exclusivamente femeninas en el
Paleolítico, llamadas "Venus", datadas del año 45.000 al 10.000 adne, las
posteriores figurillas femeninas y antropozoomorfas del Neolítico datadas del
año 10.000 al 2.000 adne. Y a partir aproximadamente del año 16.000 adne. hasta
épocas históricas, nuestros ancestros realizaron otras manifestaciones
artísticas en variados medios: bien pintura en paredes o techos de cuevas, o
grabados en paredes o suelo o en estelas de piedra, bien a la intemperie o en
cuevas, también hileras de piedras en el suelo formando dibujos,... Con
diferentes motivos, en agrupaciones escénicas combinando animales, figuras
antropozoomorfas, humanos, de objetos, vegetales, motivos geométricos o
abstractos, o en representaciones aisladas,... Y desde el IV milenio adne. se
produce un cambio. Primero aparecen las figuras masculinas itifálicas
acompañando a otras representaciones de seres humanos con animales, hasta que se
realizan mayoritariamente figuras masculinas y las femeninas terminan por
desaparecer de raíz.
O sea que durante cerca de
42.000 años de la Prehistoria sólo había figuraciones femeninas, algunas
fálicas, además de representaciones de animales, quiméricas, objetos, vegetales,
abstractos, geométricos, etc, hasta que aparecieron las fálicas al final del
Neolítico.
Y según teoría generalmente
aceptada por el mundo científico, las figuras femeninas, reflejan a la Diosa
Suprema que ejercía la Soberanía en el panteón, de la primera religión
matriarcal y después de la religión agrícola Mistérica”. Francisca
Martín-Cano, “Las claves astronómicas del arte y la religión”.
“Hay evidencia de sociedades
matrifocales humanas desde hace unos 35.000 años. Desde 33.000 años a.c. y hasta
3.000 años a.c., es decir, durante al menos, unos 30.000 años, la evidencia
arqueológica prueba que la sociedad humana fue matrifocal. Los restos
arqueológicos relativos a estas sociedades se van haciendo, cuantitativamente y
cualitativamente más significativos, a partir de hace unos 10 ó 12 mil años. De
tal manera, que hoy se podría escribir (y de algún modo, ya se ha empezado) la
historia de unos 7 mil años de humanidad anteriores a los 4 ó 5 mil de la
historia oficial”. Casilda Rodrigañez, “El asalto al Hades”.
“Durante los últimos cien
años se han encontrado más de un millar de imágenes de mujeres de la época
paleolítica entre grabados, relieves y esculturas. Estas imágenes, de un periodo
comprendido entre el 33.000 y el 9.000 a/C, se han hallado en una vasta zona que
se extiende desde Aquitania hasta Siberia, muchas de ellas en las inmediaciones
de los Pirineos, Francia, Alemania, República Checa, Eslovaquia y Ucrania. Pues
bien, esta tradición tendrá continuidad en el Neolítico, habiéndose encontrado
unas 30.000 imágenes (la mayoría de arcilla y de mármol) correspondientes al
periodo 6500-3500 a/C encontradas en el Este de Europa, así como Menhires de
figura femenina, pequeñas imágenes de mujer o pendientes, en el Mediterráneo
Occidental y en las costas de la Europa Atlántica pertenecientes al periodo
comprendido entre el 5000 y el 2000 a/C”. Josu Naberan, “La
vuelta de Sugaar”.
Por su parte, Marija
Gimbutas nos dice: “Creo que la clave principal para desentrañar el
significado de la Venus paleolítica reside en esa continuidad milenaria
del Mito (de la portentosa renovación de la naturaleza simbolizada por la Diosa
Procreadora). Veo una línea simple de desarrollo (comenzando en el Paleolítico
Superior, a lo largo del Neolítico, hasta el Calcolítico y la Edad del Cobre) de
un sistema religioso basado en un ordenamiento social matrifocal. Y en el
preciso instante en que la instauración de la era indoeuropea trajo consigo un
sistema social y religioso totalmente diferente (dirigida por hombres y por
dioses masculinos) aconteció el final de la Antigua Europa y se interrumpió el
desarrollo de su sistema cultural. De esta manera, la superioridad religiosa de
la mujer aparece documentada de modo continuado a lo largo de veinticinco
milenios”.
El 3 de Octubre del 2005 se
presentó oficialmente ante la prensa el hallazgo de un colgante de piedra
paleolítico en la cueva de Praile Aitz, en Deba (Gipuzkoa). La piedra de una
antigüedad mínima de 15.000 años, parece representar una mujer de anchas caderas
y grandes pechos.
Hacemos un pequeño alto en el
camino para reseñar el continuo “alo religioso” con el que la mayor parte de
arqueólogos e historiadores cubren sus crónicas sobre la llamada “Civilización
de la Diosa”. Incapaces de imaginar o sentir el pensamiento mágico y animista de
las culturas primitivas, se empeñan en catalogar a las representaciones
femeninas como “diosas” que se adoraban al estilo de la Virgen María. A este
respecto J.Naberan afirma:
“Es un nombre un tanto
contaminado, tocado por los prejuicios teístas de la divinidad (es decir, un ser
divino “sobrenatural” que tuviera existencia más allá de la naturaleza) y
mezclado asimismo con el concepto indoeuropeo del “ídolo”. En cambio, la Diosa
de la que hablamos aquí no es más que la representación múltiple de la
naturaleza misma (un concepto bastante cercano, por tanto, al de la divinidad
panteísta); y los miles de estatuillas de esa diosa no son ídolos a adorar, sino
imágenes, las más de las veces enmascaradas, para representar el drama cósmico.
Y, como señala Gimbutas, por eso mismo son tan abundantes: porque
la representación o el drama exige muchos personajes”
Por su parte Casilda
Rodrigañez recalca: “Tanto la obra de Mellaart como la de
Gimbutas son una fuente de conocimiento importantísima, a pesar de su
divulgación tendenciosa bajo el prisma de la religiosidad que impide
percibir “el telurismo más puro” y la condición gaiática del “mundo de las
madres”: es decir, su auténtico significado material y simbólico”.
“Riane Eisler,
en un artículo que publicó en Ser mujer y que lo titulaba
Transformación social y lo femenino: de la dominación a la colaboración
solidaria, dice textualmente: Pero en este proceso de desmadejar y volver a
tejer de manera consciente los mitos convencionales de la masculinidad y la
femenidad, tenemos que estar atentos/as al peligro de podernos encontrar
inconscientemente atrapados/as en la red de los arquetipos sexuales de
dominación, y tejiendo de nuevo sin quererlo un tapiz de ritos y realidades
dominadoras” (Extraído de “Atenea o la niña que perdió el ombligo).
Pero sigamos nuestro
recorrido. Estos antiguos habitantes de la vieja Europa han sido bautizados por
los sesudos investigadores con el nombre de pre-indoeuropeos, pues representan
la cultura originaria y anterior a la que más adelante se extendería por todo el
continente, la denominada cultura indoeuropea. Veamos cuales eran las
características de aquellas primeras sociedades agrícolas.
"Según nos revelan diversos
estudios arqueológicos (como los de James Mellaart y su grupo de
arqueólogos que descubrieron dos ciudades enteras del neolítico en Anatolia, o
los cientos de lugares examinados por el equipo de Marija Gimbutas
en Grecia, Rumania, Los Balcanes, Polonia, Ucrania,...) las sociedades de la
Antigua Europa se caracterizaban por:
a) Explotación agrícola de fértiles valles atravesados
por ríos en los que sembraban trigo, avena, cebada y diversas legumbres.
b) Los restos arqueológicos de aquella época no
muestran sólidas murallas ni fortalezas, y en su abundante arte no se reflejan
motivos guerreros, batallas memorables, ni armas letales. Edificaron sus
viviendas en valles abiertos, a la orilla de los ríos, y no, como lo harían
posteriormente los indoeuropeos, en lugares de difícil acceso rodeados de
gruesas murallas. Además en las citadas ciudades no aparecen daños de guerra
durante largos periodos de siglos.
c)
Aquella sociedad no era patriarcal, eso no quiere
decir que fuera matriarcal, sino que no hay indicios de dominio, supeditación o
discriminación de un género sobre otro. Ni en el sistema de división del
trabajo, ni en los enterramientos, ni en ningún otro detalle.
d)
La “Diosa” aparece como el símbolo principal y omnipresente en
todo aquel mundo". (Extraído de “La vuelta de
Sugaar”).
Según
Villar "...sus gentes se caracterizan por ser pacíficas, con
poblamientos sin fortificar con abundante agua y suelo de buena calidad, con
casas rectangulares y economía agraria; utilizaban el cobre y después el oro
para adornos e instrumentos, si bien no conocen el bronce; religiosamente
parecen adorar a diosas madres y cultos de la fertilidad de los campos, animales
y hombres que reflejarían una estructura social matriarcal. Juntamente han
dejado su huella en la toponimia de Europa común en los ríos y montes".
(Extraído de “La llegada de los indoeuropeos a Grecia”)
Como vamos viendo, el ser
humano, al sedentarizarse, comenzó a desarrollar un tipo de sociedades mucho más
complejas que aquellas originarias paleolíticas que se habían mantenido durante
más de dos millones de años.
“Como señala Gimbutas, si la
civilización se define como “la aptitud de un pueblo para desarrollar las artes,
la tecnología y una escritura apropiada, así como para mantener relaciones
sociales”, está claro que esa Antigua Europa fue una civilización exitosa.
Esa civilización alcanzó su
clímax en el V milenio, pero los comienzos se remontan a dos milenios antes por
lo menos. Aquellos primeros colonos fueron asentándose en valles fértiles
bañados por los ríos, empezaron a cultivar cereales y legumbres, domesticaron
los animales, hicieron grandes avances en la técnica de labrar los utensilios
tanto de piedra como de hueso”. Josu naberan, “La vuelta de
Sugaar.
“Entre
el 7000 y el 3500 a.c. los habitantes de la Vieja Europa desarrollaron una
organización social compleja. Según Gimbutas, pequeñas ciudades más que pueblos
(como por ejemplo, la de Tal´noe, al sur de Kiev, de 1500 casas en un área de
700 acres y con una población de 20.000 personas, datada del 5000 a.c.), con un
alto grado de organización no jerarquizada y especialización cultural y
tecnológica reflejada en las herramientas y objetos de adorno y uso, de cobre y
oro, mármol y arcilla. No solo vasijas, cuencos, jarras y todo tipo de
cacharros, también se han encontrado husos de hilar, útiles de tejer, agujas e
instrumentos de música (flautas, tambores...). Y todo ello decorado con pintura,
grabado o esculpido. Como explican los especialistas, tan importante es lo que
representan las imágenes dibujadas, como lo que no aparece en ningún sitio
(escenas de guerras, de héroes peleando y recibiendo honores, arsenales de
armas, etc.). Por las inscripciones que han perdurado en estos objetos, sabemos
que también tenían formas rudimentarias de escritura.” Casilda Rodrigañez,
“El asalto al Hades”.
“En 1988, comentaba Gimbutas:
mis propias excavaciones en el sureste de Europa muestran que entre hace 8.000 y
6.000 años la gente vivía más cómodamente que en algunos lugares del siglo XX.
Cuando hace veinte años, excavé un poblado de 7.000 años de antigüedad en el
sureste de Yugoslavia, desenterramos casas espaciosas y pulcras con losas de
piedra en el suelo, y en los altares de los hogares encontramos vasijas
exquisitas en forma de pájaro, esculturas de tamaño natural o en miniatura de
animales y deidades, vasijas de casi un metro de alto con la cara de la diosa en
su cuello... y muchos otros artefactos notables. Irónicamente, el equipo de
excavación vivía en cobertizos construidos con estiércol de vaca, en un ambiente
mugriento, sin agua corriente. Hace cuatro mil años, los templos-palacio
minoicos tenían agua corriente y agradables lavabos. Está claro que no hubo un
desarrollo progresivo de la civilización”
“No hay ningún enterramiento
más lujoso o principal que otro, ni casas más importantes o lujosas que otras;
esto está considerado como uno de los más importantes indicadores de ausencia de
jerarquización".
“Desde el punto de vista
cultural, lo que caracteriza a algunas sociedades neolíticas desenterradas, es
un orden simbólico no manipulador, que recrea y emula el continuum gaiático.
Algunos investigadores lo han llamado acertadamente Cultura de la Celebración
de la vida. Lo que llama la atención más que ninguna otra cosa, es que es un
arte que discurre sobre la vida misma, sin despegarse de ella, que consigue
captar y fijar en sus obras los rasgos de la vida que describíamos en el
capítulo anterior: la interacción entre lo vegetal y lo animal, los movimientos
asociativos, la diversidad de las formas, la armonía del caos, los ciclos, la
noción del tiempo en la vida, la generación y la regeneración, la sucesión, el
continuum; la calidez, el bienestar, la alegría de la vida autorregulada. Desde
el punto de vista social, se caracteriza por la ausencia de jerarquía y de
cualquier tipo de jefaturas o de instancias superiores, ausencia de
jerarquización entre los sexos, ausencia de acotaciones territoriales, de
guerras y de violencia, ausencia también de símbolos de prestigio o de poder”.
Casilda Rodrigañez.
“Su cultura parece haber sido
básicamente igualitaria, pacífica, próspera y jovial. Sus ciudades carecían de
muros defensivos, y en su arte no se aprecian escenas de violencia.
Nikolas Platon, director del principal museo de la
isla (de Creta) escribe:
“aquí la sucesión se
transmitía por línea femenina... y el conjunto de la vida estaba impregnado por
una ardiente fe en la diosa naturaleza, fuente de toda creación y armonía que
inspiraba amor por la paz, aborrecimiento por la tiranía y respeto por la ley.
Su arte, a la vez grácil y realista, entona un himno a la naturaleza lleno de
formas ondulantes y dinámicas, revolotean las abejas, saltan gozosos los
delfines, ondean las serpientes, vuelan libres los pájaros. Todo fluye, como
atestiguara Heráclito muchos siglos después. En el centro de las escenas suele
estar la diosa, a menudo representada como una bella muchacha de pechos
descubiertos, a veces rodeada de sacerdotisas y jóvenes varones. Las figuras
humanas aparecen llenas de vida, plácidas, espontáneas, siempre gesticulando, en
marcado contraste con las rígidas poses del arte egipcio de la época. (... asoma
una cultura basada en la celebración de la vida. No hay hordas ni estados
sino poblaciones autónomas de varios miles de habitantes; se conoce la
metalurgia, pero no se aplica para fabricar armas; no se levantan
fortificaciones ni hay signos de violencia, pero existe un arte floreciente...
su culto está guiado por mujeres y la descendencia pasa por línea femenina,
pero no hay dominio sobre los hombres sino igualdad entre los sexos”.
Como vamos viendo, esta
Cultura de la Celebración del Vida (hija de las cosmovisiones animistas
del paleolítico), que hasta ahora la historia oficial nos ha estado
presentando en islotes (Creta, Troya,...), está emergiendo del pasado para
reivindicarse a sí misma como común a toda Europa y si seguimos tirando de la
madeja la podríamos catalogar como universal. Así, la metáfora femenina aparece
en las tres cunas principales de la agricultura: Asia Menor y Antigua Europa,
Tailandia y Centroamérica. Algunos ejemplos universales son: la diosa Nammu de
Mesopotamia, Ua-Zit e Isis de Egipto, Quetzalcoath de México, Dani y Kali de la
India, Kuan Yin de China, Yoruba Sango de Nigeria, Stara Baba de Siberia, Mari
en Kantauria..
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