Autor:
Guillermo Piquero
I parte
La Europa aborigen
(Vida y muerte del viejo
mundo)
Capitulo II
La muerte del viejo mundo
(La irrupción de la guerra y
el patriarcado)
3) LA
DESAPARICIÓN DE LA SERPIENTE
Textos de casilda Rodrigañez
“La serpiente era la alimaña
más insidiosa de entre los seres creados por Dios”
(Génesis 3, 1)
“Vi descender del cielo a un
ángel que llevaba en su mano la llave de la gran gruta subterránea y una gran
cadena. Apresó al dragón, a la serpiente antigua –esto es, el diablo o Satán- y
lo encadenó por mil años. Lo arrojó a la gruta, cerró la entrada con la llave y
la selló hasta que se cumplieran los mil años, para que no encandilará a la
gente en adelante; después de transcurrir los mil años, tiene que quedar libre
durante algún tiempo”
(Apocalipsis, 20).
“La
serpiente es un reptil que aparece representado con frecuencia en la antigüedad.
En el Génesis (que coincide con la fecha en la que algun@s historiador@s y
arqueólog@s datan la generalización de la revolución patriarcal, es decir,
aproximadamente, en el 2.500 a.c.) la serpiente es el símbolo del mal, del
demonio que induce a Eva al pecado y a desobedecer a Yavé, el Señor que
representa el bien. Yavé, que había decidido dar una compañera a Adán (¿antes no
tenía?), en la misma escena condena a Eva –y con ella, a todas las mujeres- por
dejarse seducir por la serpiente a parir con dolor y a vivir bajo el dominio del
hombre. Luego enviará a un arcángel con alas y espadas para matar a la
serpiente: la muerte de la serpiente es el triunfo de Yavé. 2500 años después
vuelve a aparecer la serpiente, con la Virgen María, la madre pura que aplasta
su cabeza, pues, al parecer, no se había matado del todo y se hacia necesaria
una redención de nuestros pecados, junto con la consagración de la mujer como
esclava del Señor y su renuncia a la serpiente.
¿Qué más sabemos de la
serpiente? Las guías del Museo Arqueológico Nacional De Atenas dicen a l@s
turist@s que la serpiente era el símbolo de la sexualidad de la mujer en la
Grecia antigua. Marija Gimbutas, en su obra basada en el estudio de miles de
figuras de mujer recogidas en la llamada Antigua Europa y datadas del 6500 al
3500 a.c., y ya en general, todos los estudios de la Antigüedad coinciden en
señalar que la serpiente era la representación de la voluptuosidad, de la vida y
de la fertilidad impulsada por la líbido yu los deseos de la mujer.
En las ruinas del palacio de Cnossos en Creta, que por ser una isla debió de ser
uno de los últimos bastiones de la Antigua Europa que resistió a la revolución
patriarcal, aparecieron dos figuras de mujer del
1.600 a.c., vestidas con
elegantes trajes largos y con escotes que dejan los pechos al aire: una lleva
serpientes dibujadas en el vientre y enroscadas en los brazos; la otra, blande
en sus manos alzadas sendas serpientes: ¡No nos las quitarésis! ¡No pasaréis!
Parece querer decir. Y sin embargo, pasaron. Los arqueólogos las han llamado
“diosas de las serpientes”, pero podían ser simplemente la representación de dos
mujeres de la época. Con el triunfo de la revolución patriarcal y la
desposesión de la serpiente de la mujer, aparece el nuevo orden simbólico que ya
deja ver por donde van a ir los tiros: el Olimpo se llena de Dioses, y entre
ellos, Esculapio, dios de la medicina, que se ha apoderado de la serpiente y que
hoy, cual trofeo de guerra, todavía se exhibe en las bolsas de nuestras
farmacias.
El control de la capacidad reproductora de
la mujer implicó la desposesión de sus deseos y la eliminación de su líbido para
hacer funcionar la fisiología de su cuerpo, esclavizado y robotizado, según los
fines específicos del nuevo orden patriarcal: reproducir esclavos resignados y
guerreros insensibles al sufrimiento humano, así como esclavas resignadas y
futuras nuevas madres insensibles al sufrimiento de su prole; en lugar de la
vida exuberante y pacífica que llegó a existir en los palacios de las sociedades
matricéntricas del Neolítico”.
Casilda Rodrigañez.
Revista Archipiélago nº 25, 1996.
“Después de las guerras de devastación, ya
constituida la sociedad patriarcal, siguió habiendo una dura y larga resistencia
durante la cual se siguieron exterminando a las mujeres que guardaban el
rescoldo del antiguo modo de vida y de la otra sexualidad. Para justificar este
holocausto, se creó la imagen de la 'bruja' que tiene trato con el demonio, que
todavía perdura en nuestros días.
Pero la vida es como es, y no deja de serlo,
a pesar y en contra del Poder. Y para impedir que nuestra sexualidad se
desarrolle, además de silenciarla había que hacerla inimaginable, eliminando
todo aquello que pudiera delatarla o aludir a su eventual existencia.
Por ello tuvieron que cambiar el significado
de los símbolos de las culturas neolíticas, que habían estado durante milenios
vinculados a nuestra sexualidad. Símbolos presentes en costumbres y objetos
materiales de 1a vida cotidiana. Para conseguirlo se escribieron las historias y
los mitos que cambiaron el significado v el sentido de aquellos símbolos (las
grandes obras míticas, como la Biblia o la Iliada se escribieron en el siglo
VIII a.c).
El nuevo orden simbólico correlativo al
nuevo orden social, proyecta en nuestra imaginación y en nuestro inconsciente el
modelo de mujer patriarcal: una falsa percepción de nuestros cuerpos, con una
orientación exclusivamente falocéntrica de nuestro anhelo emocional, que debe
acompañar la relación de sumisión al hombre.
Este proceso de construcción del nuevo orden
simbólico, se puede verificar siguiendo el rastro del que fue símbolo de nuestra
sexualidad en casi todas las culturas: la serpiente.
La importancia y la omnipresencia de la
imagen de la serpiente había sido correlativa a la importancia del despliegue de
la líbido femenina. Hacer que la serpiente desapareciera era imposible. Por eso
lo que hicieron fue eliminar su fuerza simbólica. que mantenía viva la memoria
el recuerdo y la posibilidad de imaginar otra forma de ser mujer.
Cambiaron su significado simbólico cambiando
las historias míticas, y convirtiendo el movimiento ondulante de la serpiente en
un símbolo de todos los males y de todos los demonios. También el asco que nos
producen los reptiles, sus mucosas y sus pieles húmedas, es una construcción
cultural paralela al asco y al pudor que sentimos hacia nuestros cuerpos y sus
fluidos, y que tiene por objeto sacar de nuestra imaginación su sentido maternal
y simbiótico.
El orden simbólico tiene que hacer a lo
bueno, malo, y a lo malo, bueno. Así, junto a la satanización de la sexualidad
de la mujer, se sataniza también a la serpiente que pasa a ser el demonio del
infierno judeo-cristiano; y el infierno y el Hades pasaron a ser los lugares a
donde va todo lo que no debe ser, por contraste de los cielos donde habitan los
paradigmas de lo que debe ser; y el guardián del Hades en la mitología griega,
fue el can Cerbero, hermano de la amazona Medusa, la de la cabellera de
serpientes, que lleva también el lomo lleno de serpientes y su cola es una
serpiente. Las sirenas y las Nereidas que representaban la asociación de lo
femenino con el agua, se convirtieron en monstruos marinos que atacaban a los
héroes, como Escila que no deja a Ulises pasar por el estrecho de mesina.
Atenea, en un tiempo representada con serpientes, pasa a ser la diosa de la
guerra, y las serpientes pasan simbólicamente a manos de Esculapio, dios, como
no, de la Medicina, y de Hermes, dios de la fertilidad, de manera que la
sexualidad femenina en vez de ser una emanación de 1a mujer para la
autorregulación de la vida, pasa a ser algo administrado y gobernado por los
dioses.
En todas las culturas aparece
el héroe o el dios que desafía y mata la serpiente:
Zeus mata a Tifón, Apolo a la Pitón, Hércules a la Hidra, Perseo a Medusa y
Jasón vence al dragón que guardaba al vellocino; el dios mesopotámico Marduk
mata a las serpientes de la diosa Tiamet, y el hindú Krisna a la
serpiente-demonio Kaliya. En las culturas cristianas, después del famoso y
explícito mito del Génesis (pondré enemistad entre ti y la serpiente), la virgen
María vuelve a aplastar a la serpiente, San Jorge al dragón de Inglaterra, San
Patricio a la serpiente de Irlanda, San Miguel a diversos dragones...
Ante el cuadro del Museo del Prado de
Cornelio de Vos que representa Apolo matando a Pitón, un profesor de instituto
les decía a sus alumnos y alumnas que simbolizaba el origen de nuestra
civilización. Siempre nos sorprendemos cuando descubrimos que ellos ya sabían
estas cosas. Es la complicidad transgeneracional de los señores del Poder y de
la Guerra.
Fijaos que la resistencia al orden
patriarcal a lo largo de los siglos la delatan los mitos: porque la Virgen María
tiene que volver a aplastar a la serpiente que ya había sido enviada por Jehova
al Infierno 2500 años antes. Y en la Edad Media, para hacer las naciones
modernas y acabar con el relativo descontrol de las aldeas desperdigadas por la
tierra, siguen haciendo falta mitologías con santos que matan a las serpientes
locales: San Jorge en Inglaterra, San Patricio en Irlanda, pueblos en donde los
campesinos celtas animados por los druidas conservaron durante mucho tiempo
reductos de antiguos modos de vida. Arturo es otro mito, en plena Edad Media que
representa, al igual que Edipo, la tragedia de la transición. Arturo, no mata al
dragón, sino que lo salva, era conocido como Arturo de Pendragón, y al principio
llevaba su imagen en su estandarte porque era un caballero que defendía el
antiguo modo de vida. Llevaba sendas serpientes tatuadas en ambas muñecas. Junto
al cambio de significado simbólico de la serpiente, está la inversión de lo que
vale, del bien y del mal, y también, la significación de los que la matan: el
héroe o el santo. Matando a la serpiente, el santo salva nuestras almas y el
caballero o el príncipe azul, nuestros cuerpos.
Dice Robert Graves que muchas de estas
historias son versiones falseadas de las originales; y asegura que las fábulas
de las doncellas salvadas por héroes, que matan a los dragones o a los
monstruos, sólo puede deberse a un error 'iconotrópico': porque la doncella o la
princesa no es la futura víctima de la serpiente, sino que ella es quien ha sido
encadenada por Bel, Marduk, Perseo o Hércules después de haber vencido éstos al
monstruo que era una emanación de ellas.
Este cambio en los mitos corresponde al paso
de la dominación de la mujer por la fuerza bruta (se captura a la mujer tras
destruir por la fuerza lo que emana de ella), a la sumisión voluntaria de la
misma (la mujer se considera 'salvada' cuando se destruyen las monstruosas
emanaciones de su cuerpo).” Extraído de "Tender la Urdimbre" de Casilda
Rodrigañez
Adán, Eva y la serpiente.
“Y entonces surgió uno de los
mitos religiosos más famosos: el del “pecado original”. Pero ¿de quién era la
culpa nuevamente? De la serpiente (es decir, del máximo representante de la
Diosa, puesto que simboliza la continuidad de la regeneración y de los ciclos
cósmicos) y, por supuesto, de Eva, la primera mujer.
¿De qué se acusa a Adán y
Eva? De querer saber demasiado sobre el Bien y el Mal, sobre la Muerte y la
Vida, de la pretensión de lograr la “facultad de conocer todo” todo lo referente
al Árbol de la Vida. En adelante, el Conocimiento será malo, el
Sexo y la Procreación serán sucios, la Muerte será sagrada... Conocemos bien
estas doctrinas y a sus impulsores. -” Josu Naberan
La serpiente
de Atenas
La Serpiente
mítica, de ser protectora de la Casa, pasó a ser la protectora de la Ciudad.
He aquí la
historia de la Serpiente de Atenas, de la pluma de Herodoto. Este no cree que
exista de verdad esa serpiente (y no tiene ninguna referencia del mito
preindoeuropeo), pero nos transmite la historia con un respeto absoluto.
La armada
persa está a las puertas de Atenas y los ciudadanos no saben qué hacer: evacuar
o no a sus hijos y familiares. Al final toman la decisión de evacuarlos:
"Y por
cierto que se apresuraron a evacuarlos al objeto de obedecer al oráculo y, muy
en especial, por el siguiente motivo: los atenienses aseguraban que, en el
interior del santuario, vive una gran serpiente en calidad de guardiana de la
Acrópolis; esto es lo que aseguran y, es más, todos los meses le hacen entrega
de una ofrenda, como si realmente existiese (la ofrenda mensual consiste en una
torta de miel). Pues bien, esa torta de miel, que hasta entonces había sido
consumida siempre, quedó a la sazón intacta. Cuando la sacerdotisa informó de lo
ocurrido, los atenienses abandonaron la ciudad con mucho mayor empeño todavía,
convencidos de que también la diosa había dejado la Acrópolis. Y, tras haberlo
puesto todo a salvo, zarparon para reunirse con la flota" (Historias, VIII, 41).
Estos sucesos
corresponden al siglo V a/C., y para entonces se había desvanecido casi por
completo la memoria de la Serpiente preindoeuropeo no se había perdido del
todo. En el pensamiento mítico de los griegos de aquella época, la Serpiente de
Atenas personificaba a Erecteo, el ser que nació del semen derramado en la
tierra por Hefesto al intentar violar a la diosa Atenea. Por eso, la Serpiente
era el símbolo ctónico de Atenea, la diosa guerrera que protegía la ciudad.
Mil años
antes, sin embargo, la serpiente era el atributo de la diosa que protegía la
casa en la cultura minoica. Y dos mil años antes, era eso mismo pero en toda
Europa.
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