Apéndice
3
ARTE
IBERO-ANDALUZ
Se
conservan testimonios suficientes, sobre todo de orden literario, para
saber que han existido en la península del siglo V al VIII basílicas
cristianas con carácter suntuario que han sido destruidas en las
guerras civiles de la revolución. Tenemos constancia de su
magnificencia por los elementos decorativos que se han hallado en sus
antiguos emplazamientos. Las más renombradas eran las de Santa
Leocadia en Toledo y la de Santa Eulalia en Mérida, que Prudencio
comparaba con las de Roma, dé las cuales no desmerecían. A pesar del
canon XXXVI del Concilio de Elvira estaban recubiertos sus muros con
pinturas o mosaicos que representaban escenas del Antiguo y del Nuevo
Testamento. Escribió Prudencio unos poemas comentándolas. Ignoramos
si poseían estas basílicas arcos de herradura y por consiguiente si
deben ser induidas en la escuela del arte ibero-andaluz, ya que no se
guarda ningún testimonio acerca de su arquitectura. Por los elementos
decorativos que se han podido recuperar sabemos que eran muy similares
a los monumentos de Ravena. Sólo queda un testigo excepcional del
arte suntuario de la época: la obra maestra del arte ibero-andaluz,
el templo primitivo de la Mezquita de Córdoba408.
Se
hallan en el sur de España los monumentos religiosos más antiguos,
poseen un carácter rústico y popular. Se caracterizan por sus arcos
de herradura, por sus ábsides externos rectangulares o formando en el
plano un arco de herradura, por la talla de la piedra. Se encuentran
en estado de ruinas, como las de San Pedro de Alcántara, cerca de Málaga,
la basílica de Alcaracejos en las cercanías de Córdoba y un
supuesto baptisterio en Galia la Grande en los alrededores de Granada.
Era importante la basílica de Cabeza del Griego, en la provincia de
Cuenca. Se descubren con frecuencia nuevos hallazgos, por lo cual no
podemos establecer aquí un inventario. Solamente mencionaremos por su
interés una piscina circular del siglo VI en Aljezares, cerca de
Murcia, que refleja una influencia africana. El de las basílicas
latino-africanas no era por consiguiente un caso aislado.
MONUMENTOS
ANTERIORES AL SIGLO VIII
Han
querido los arqueólogos y los historiadores del arte distinguir en
los monumentos religiosos de la Alta Edad Media dos tipos de
construcción: la basílica latina y la iglesia cruciforme bizantina.
Pero, ya en 1934 se oponía Torres Balbás a semejante concepción:
«Realmente
son estas edificaciones de tal variedad, de disposiciones tan
diferentes que desafían todos los intentos de agrupamiento y
clasificación clásicas en la arqueología medioeval»409.
Estamos de acuerdo con esta opinión; tanto más que habiendo roto con
nuestros estudios los moldes de una tradición política, traslucen
estas diferentes ideas creatrices el magma precursor que dará vida a
la revolución.
Se
distinguen perfectamente en el siglo VII diversas ideologías que
hierven en el crisol: ortodoxia trinitaria, gnosticismo, arrianismo,
judaismo, y otros movimientos menores, como asimismo aparecen
edificaciones dispares: basílicas latinas, iglesias cruciformes, basílicas
africanas, etc. Con la evolución del tiempo las ideas religiosas se
concretaran en dos polos ya opuestos y precisos: lo unitario, lo
trinitario. Las concepciones arquitectónicas cristalizarán en dos
tipos determinados: la iglesia cruciforme, la basílica africana. Así,
el arte ibero-andaluz se diversifica en dos ramas; un modelo religioso
de concepción iconoclasta que se convertirá en arte arábigo-andaluz,
y unas formas figurativas y antropomorfas que se prolongarán, dándole
intensa vida, en el arte románico del Pirineo.
San
Juan de Baños
Se
puede considerar esta basílica como el prototipo de las basílicas
cristianas construidas en el tiempo de los reyes visigodos de esta
religión. Se encuentra en Baños de Cerrato, a un kilómetro de la
estación ferroviaria de Venta de Baños, entre Burgos y Valladolid.
Indica una inscripción colocada ante el transepto, en la parte más
visible, que ha sido edificada en 661 por Recesvinto en honor de San
Juan Bautista, del cual se conserva una estatuilla con rasgos clásicos
que algunos estiman que pertenece al siglo VI. Sigue esta iglesia el
plano de las basílicas latinas, con tres naves y tres absides
rectangulares. Los arcos de herradura que descansan sobre columnas y
capiteles romanos probablemente de reempleo se distinguen por su largo
vuelo. De acuerdo con los testimonios que poseemos concernientes a
este estilo de arquitectura dentro de la tradición ortodoxa, San Juan
de Baños es la primera iglesia que en fecha tan lejana ha sido
concebida para una perspectiva interior realizada por medio de arcos
de herradura de gran tamaño. Por esta razón y por la fecha segura de
su edificación, a pesar de ciertos elementos adLlitidos como
orientales, está considerada esta iglesia como el modelo de las basílicas
visigodas, en las cuales la talla de la piedra, el plano latino y el
estilo general han sido luego imitados en las posteriores hasta el
siglo X. Posee frisos esculpidos, pero no hay figuras antropomorfas;
ignoramos si sus muros laterales antes del VIII estaban revestidos con
pinturas o con mosaicos.
Las
iglesias más importantes de esta época son las de San Fructuoso de
Montelios, en los alrededores de Braga, en Portugal; la cripta de la
catedral de Palencia y San Pedro de la Mata, en la provincia de
Toledo. Poseen estos monumentos —y asimismo otros mas o menos bien
conservados que no podemos reseñar— idénticos caracteres. Están
adornados con motivos esculpidos de decoración floral. Ninguna figura
humana ha sido en ellos representada ni en las paredes exteriores o
interiores, ni en los capiteles de sus columnas. En cierto sentido son
iconoclastas, por lo menos en lo que se nos alcanza y de acuerdo con
los testimonios que se han conservado410.
No
ocurre lo mismo con dos monumentos importantísimos: la iglesia de San
Pedro de la Nave y la ermita de Santa María de Quintariilla de las Viñas
que presentan bajorrelieves iconográficos de suma importancia. Dada
su calidad en ciertos casos y a pesar de la ingenuidad de sus rasgos,
induce a pensar este hecho que todavía se mantenía en esta época
tardía algo que recordaba el oficio de los maestros de los tiempos
romanos. ¿No sería el alejamiento de estos monumentos la causa de su
sencillez primitiva? Sabemos por la Crónica
latina anónima que Vamba (672-680) mandó poner estatuas en los
lugares más visibles de las murallas de Toledo que había
reconstruido. ¿Poseían la misma factura rústica? Lo ignoramos. Pero
sabemos de algunos fragmentos, algunos mutilados (cuatro escenas del
Nuevo Testamento esculpidas en la pila bautismal de la iglesia
toledana de San Salvador y un capitel que se guarda en el Museo
Arqueológico de Córdoba con los cuatro evangelistas) que enseñan la
tradición de una escuela de maestros ya duchos en el arte. El capitel
de Córdoba que se estima del siglo VI posee un aliento clásico.
Esto
demuestra que las obras del arte noble no nos han alcanzado. Los dos
monumentos figurativos que vamos a describir con los interrogantes
numerosos que plantean pertenecen al arte rústico y popular. Se han
conservado hasta nuestros días por su apartamiento de las grandes vías
de comunicación y de las aglomeraciones urbanas importantes.
Confirma
este hecho lo que sabemos por el estudio de la evolución de las
ideas. En la enorme confusión que existía a principios del siglo
VIII, estaban los artistas divididos —según los encargos que
recibian, no segun su criterio personal lo que forzosamente nos
escapa— de acuerdo con la evolución divergente de las ideas
religiosas: Iconoclastas eran los unitarios, partidarios de la
representación figurativa los trinitarios. Ahora bien, esta división
simplista alcanza este carácter esquemático por razón de nuestra
actual visión retrospectiva. En la época se presentaban los
hechos de modo mucho más complicado. No estaban definidos los
conceptos tan a rajatabla, como se presentan ahora en perspectiva.
Existían numerosas situaciones intermedias: Una iglesia gnóstica,
como Quintanilla de las Viñas, podía ser tan figurativa como un
claustro románico; basílicas ortodoxas, como las mal llamadas «mozárabes»,
pertenecer al campo iconoclasta como el templo arriano de la Mezquita
de Córdoba.
A
fines del siglo VII se presenta la situación del modo siguiente:
Los
monumentos religiosos importantes pueden situarse de acuerdo con sus
manifestaciones artísticas en dos ramas opuestas: Pueden ser
iconoclastas o figurativos. Con el transcurso del tiempo, pasado el
siglo X, se identificarán con dos civilizaciones: la cristiana y la
arábigo-musulmana.
La
rama figurativa está representada en el VII por San Pedro de la Nave
y por la heterodoxa Quintanilla de las Viñas, cuyo gnosticismo se
desvanecerá para siempre en el siglo siguiente, mientras que San
Pedro queda como el testigo de las fuentes visigóticas del arte
romanico. Sin embargo, no poseemos ninguna obra del siglo IX o del X
que pueda servirnos de eslabón en esta filogenia indiscutible. Hay
que atribuir esta carencia a dos posibles causas: o bien a la
desaparición de monumentos sitos en el norte de la península que
hubieran sido destruidos, o bien a que no hayan existido en razón de
la ola iconodasta que hubiera todo arrebatado hasta los Pirineos. Este
contagio ha sido tan importante que la docena de basílicas de los
siglos IX o X que se conservan en perfecto estado, anteriormente
llamadas «mozárabes» como si no fueran cristianas, son todas
iconoclastas.
Por
esta razón dividimos la rama iconoclasta en dos secciones de acuerdo
con la representación de una ideología religiosa diferente, la
cristiana y la musulmana, las cuales, para entender bien el fenómeno
sociológico, no eran en este tiempo tan opuestas como lo son hoy día.
La
cristiana, seguirá
la tradición visigótica representada por San Juan de Baños: arcos
de herradura, plano de la basílica latina, ábsides rectangulares,
etc., rama que se fundirá, en gran parte estrangulada, con la reacción
cluniacense para dar vida al arte románico pirenaico.
La
musulmana, que
nace con el pensamiento unitario arriano, representado por el templo
primitivo de la Mezquita de Córdoba. Mis tarde florecerán estas
concepciones en el arte arábigo-andaluz, como describimos su evolución
en el capítulo decimotercero.
San
Pedro de la Nave
Es
la más interesante de las iglesias cristianas pertenecientes al arte
andaluz. Goza de una unidad de estilo notable que la realza al grado
de obra maestra. Situada en el valle del Esla, no muy lejos de Zamora,
ha sido recientemente inundado su emplazamiento por un embalse de
grandes dimensiones. Su construcción en piedras talladas ha permitido
su desmonte pieza por pieza numeradas y ser reconstruida en una
altura, a la salida del pueblo de El Campillo.
Está
su plano emparentado con el de Santa Comba de Bande: una cruz colocada
en el interior de una basílica latina, distribuida en tres naves y
reforzada por un ábside rectangular. Toda ella está abovedada. Pero
son las esculturas íntimamente fundidas con la severidad y el dorado
de la piedra, las que le dan su gran importancia, pues convierten este
monumento en algo único en su género y en su época.
Destaca
la mano de un gran artista. Según Torres Balbás (1934) que ha sido
seguido por los autores posteriores, se pueden distinguir dos
hechuras: un cincel rudimentario que ha labrado los frisos de la nave
principal y los muros del transepto, así como los capiteles a la
entrada de la basilíca cuyos motivos son diferentes: símbolos
solares, cruz de malta que abunda en los tiempos visigodos, tallos
ondulados que sostienen racimos triangulares, etc.; y, por otra parte,
la impronta de un gran maestro que ha esculpido los cuatro capiteles
situados a los lados del altar mayor: dos cuyos temas decorativos son
similares a los de Quintanilla realzados con frisos que representan
los mismos motivos, y dos capiteles iconográficos, joyas del arte
andaluz, que describen el sacrificio de Abraham y la estancia de
Daniel en la jaula de los leones. Los cuatro capiteles a su vez están
flanqueados en los costados por personajes encantadores, concebidos
con sabrosa simplicidad: San Pedro, San Pablo, San Felipe y Santo Tomás.
Schlunk
ha visto los temas decorativos de los frisos ondulados en el interior
del palado de Diocleciano, en Spalato, y cenefas muy parecidas en
Sicilia, en el sur de Italia, en Dalmacia; por donde parecería que la
influencia bizantina y hasta helenística se trasluce en San Pedro de
la Nave. Mas los capiteles iconográficos parecen ser auténticamente
hispanos. Salvo error, son los más antiguos que se conocen, a excepción
del de Córdoba que pertenece a otra factura y a otro arte. Su filiación
con los capiteles románicos es evidente.
Según
Schlunk hay que distinguir en San Pedro de la Nave tres elementos
diferentes:
a)
una
ejecución tradicional representada por frisos geométricos tallados
al cincel, como los de San Juan de Baños; tradición iconoclasta
apuntamos nosotros.
b)
Una
influencia oriental, helenística y bizantina, con frisos compuestos
con tallos, máscaras y animales.
c)
Una
tradición iconográfica hispana.
Este
arte de esculpir cuyos antecedentes hemos mencionado ya alcanzan aquí
su verdadero rasgo hispánico en la reproducción peculiar de los
cuatro evangelistas. Schlunk ha sabido apreciar los rasgos autóctonos
que los distinguen de las demás representaciones extranjeras. Aquí
el escritor sacro y el animal componen un mismo cuerpo, mientras que
en el resto de Occidente se dibuja perfectamente cada evangelista con
dos figuras separadas. Así están reproducidos estos extraños
evangelistas en los códices miniados de los siglos IX y que no han
sufrido la influencia de la ola iconoclasta, como ocurre en algunos
casos. Se encuentran en particular en los Beati,
los comentarios al Apocalipsis
de Beato de Liébana. Ocurre lo mismo con los temas del Antiguo
Testamento, esculpidos en los capiteles de San Pedro de la Nave. Han
sido copiados de estos mismos códices con tal fidelidad que las
mismas palabras son repetidas y a veces en el mismo lugar dentro de la
composición de la figura. Por lo visto el maestro encargado de la
talla calcaba las miniaturas existentes en los manuscritos. Como se ha
mantenido desde el VI, fecha del capitel de Córdoba, una tradición y
una escuela en el arte de cincelar capiteles, es de suponer que han
florecido muchos más que no conocemos. Este hecho ha decidido a
Schlunk a ingresar en el grupo de los arqueólogos que datan San Pedro
de finales del siglo VII411.
Se
posee un cartulario según el cual hizo Alfonso III donación de esta
iglesia en el año 907. Era pues anterior. Aparte de las razones
expuestas en nota, la fecha del VII ha sido admitida por la mayoría
de los arqueólogos por sus rasgos arquitectónicos similares a otros
monumentos del siglo y por su epigrafía. Nos unimos a esta gran mayoría
de autores, tanto más que los capiteles iconográficos de San Pedro,
como los de Quintanilla, han tenido que ser hechos antes de la
revolución, de sus guerras civiles y del impacto que en todos los
sectores de la población hispana tuvo la ola iconoclasta.
Santa
María de Quintanilla de las Viñas
Hemos
hecho la descripción de este monumento en el capítulo VII, en donde
establecemos la conexión gnóstica existente entre esta ermita
castellana y los textos de Khenoboskión, descubiertos hace pocos años
cerca de este pueblo en el alto Egipto, y la iglesia de Kñm de Baouit
en esta misma región. Daremos ahora alguna información
complementaria para fechar su construcción, para presentar un esquema
de las discusiones que han tenido lugar a propósito de sus
inscripciones y para comentar las otras esculturas a las que no hemos
hecho referencia en el texto.
A.
Fecha
de la ermita
Una
gran discusión ha opuesto y dividido a los arqueólogos: Arturo
Krnsley Porter, Pérez de Urbel, Camón Aznar, sostienen el criterio
de que este monumento debe fecharse a principios del siglo VIII. Al
contrario, Orueta, Gómez Moreno, Torres BaIbís, Helinuth Schlunk y
Elie Lambert afirman que pertenece al VII. Nuestro estudio acerca de
la evolución de las ideas en España permite esclarecer con nueva luz
este problema y acaso resolverlo de modo definitivo.
Por
de pronto conviene apuntar una observación preliminar que explica
esta diversidad de opiniones. Algunos de los estudiosos citados no se
han percatado o no han valorado en toda su importancia, como lo ha
hecho notar Elle Lambert, que la iglesia de Santa María de
Quintanilla nunca ha sido acabada en su construcción primitiva y que
más tarde había sido objeto de otros trabajos para sacar partido a
lo que se había hecho.
Ha
quedado pues inacabada la construcción primitiva. Quedan en pie
solamente una parte del transepto y el ábside rectangular. Han
demostrado las excavaciones que existe un plano basilical latino
consistente en tres naves pequeñas, pero solamente una parte de los
basamentos han sido encontrados. La nave central acaso haya sido
recubierta con un armazón de madera, quedando lo demás abovedado
como el transepto. La interrupción de los trabajos es un hecho
indiscutible. Existen sobre las paredes exteriores del ábside
rectangular, seis medallones colocados para recibir labrados en la
piedra monogramas con letras enlazadas al estilo visigótico. Tres
solamente han sido esculpidos, los otros no lo han sido. Existen por
otra parte en el interior
de la iglesia bloques grandes de piedra, adornados con bajorrelieves,
con reproducciones antropomorfas que dan la impresión de jamás haber
sido colocados en el sitio para el cual estaban destinados.
Sabemos
por un cartulario que hubo en estos mismos lugares un convento de
benedictinas que recibieron una donación de los condes de Lara, el 28
de enero de 923. En vista de la exigüedad de los basamentos
descubiertos no ha debido de ser construido el convento en el mismo
emplazamiento de la iglesia, sino al lado o en los alrededores. Lo
confirma el texto de la donación:
A
los Santos, a los gloriosos, a los patronos poderosos y venerables,
cuyas reliquias se hallan en la basílica de Santa María fundada
conjuntamente con el monasterio cercano, en ¡a proximidad de ¡a
villa de Lara..., etc.412
Había sido adaptado el templo primitivo a las necesidades de las
benedictinas.
Tal
como hoy día se manifiesta a nuestros ojos, es el fruto este
monumento no sólo de dos ¿pocas constructoras, sino también de dos
concepciones religiosas diferentes. En razón de sus esculturas
iconográficas ha sido edificada la parte antigua antes de la oleada
iconoclasta y la victoria de los unitarios. Queda reforzado el
argumento por los caracteres arquitectónicos del edificio. Así lo
han reconocido la gran mayoría de los arqueólogos. Como ya lo había
sospechado Elie Lambert, los acontecimientos del siglo VIII habían
interrumpido los trabajos que acababan de empezar. La revolución había
asimilado lo que quedaba del gnosticismo en el norte de España. No
interesaba ya proseguir con los trabajos. La obra había sido
abandonada hasta el siglo X.
Nadie
hasta ahora se había atrevido a enfrentarse con el verdadero problema
planteado por ermita tan extraña, es decir, por los bajorrelieves
astrológicos del santuario. Salvo error u omisión por nuestra parte,
descontando al holandés Grondijs, los historiadores no habían tenido
la valentía de declarar o no se habían percatado de que no eran
ortodoxos; ya que de ser así la interpretación general del monumento
tenía que ser planteada diferentemente de lo que había sido hasta
ahora. Sabemos por los investigadores que han descifrado los textos de
Khenoboskión que los símbolos representados en Quintanilla son gnósticos.
A nuestro juicio la personalidad del varón adornado con signos
solares transparece con toda daridad. Se trata de Cristo-sol, el
demiurgo-luz. Por este solo carácter la atribución del templo a una
cofradía gnóstica no puede ponerse en duda; por lo menos en el
estado actual de nuestros conocimientos que pueden ser modificados por
nuevos descubrimientos.
Este
hecho confirma las enseñanzas con que la arqueología nos había
ilustrado. Existen en Quintanilla dos edificios: un templo gnóstico
cuyas partes inacabadas fueron adaptadas a las necesidades de las
religiosas que lo transformaron en la capilla del monasterio. Así se
explica que hubieran sido edificados con un espíritu diferente. Pues
era inconcebible que el oratorio de las monjas hubiera sido decorado
con símbolos paganos o heterodoxos. Por otra parte, el templo gnóstico
no podía coexistir con el monasterio cristiano. Se debe pues concluir
que pertenecen ambos a épocas distintas. Quintanilla no es el único
ejemplo en la historia en que un monumento religioso haya sido
empleado para una finalidad distinta de aquella para la cual había
sido concebido. En España el ejemplo más rotundo lo constituye la
adaptación del tempo arriano de Córdoba a la liturgia musulmana y
cristiana.
B.
Las
inscripciones
Uno
solo de los bajorrelieves lleva la siguiente inscripción que hemos
reproducido en el capítulo VIII: OC EXIGUUM EXIGUA 0FF DO FLAMMOLA
VOTLJM D. Es el solo texto existente en el monumento. Según Elie
Lambert puede leerse de dos maneras distintas: Hoc
exiguum exigua of fert domina Flammola votum deo, o bien,
Hoc
exiguum exigua of fertum Domino Flammola votum dedit.
«Lo
que nos es más que un detalle para el sentido general que se puede
atribuir a estas palabras»,
nos
asegura este distinguido arquei5-logo que ha sido amigo nuestro. Mas
para nosotros no resulta así. Una tercera lectura puede también
hacerse: Hoc exiguum exigua of
fert domina Flammola votum dedit. Eliminando una alusión a la
divinidad que puede ser interpretada en un sentido personal, la última
lectura nos parece más en consonancia con el tema astrológico a que
concierne y con la ofrenda de la donante que no era cristiana. Nos
parece más adaptada al simbolismo gnóstico; interpretación que en
última instancia tendría que ser revisada por especialistas en la
materia.
Los
monogramas de los medallones exteriores son mucho más oscuros, pues
llevan letras y no frases. Han sido objeto de diversas y numerosas
interpretaciones. Ninguna ha resuelto el enigma planteado. las letras
están enlazadas. Si se sueltan, los tres medallones cincelados dan
según Lambert las siglas siguientes:
F
D
E
A
N A
N R
N
L
L
C
Recomponen
otros autores las letras de modo diferente y dan diferentes lecturas
que coinciden más o menos con las del arqueólogo francés. La de Pérez
Urbel nos parece ajena al contexto histórico. Lambert es el autor que
ha estudiado el problema con más detalle y con un criterio más
preciso. Ignorando el carácter gnóstico del monumento por razón de
la fecha de la publicación de su trabajo, ve en los monogramas los
nombres de los artistas que han hecho las esculturas; lo que nos
parece excesivo dudo el sitio tan preferente que ocupan; es decir, en
medio del paraíso terrestre representado por los bajorrelieves
exteriores. Sin embargo, este arqueólogo ha reunido varios elementos
que dan a la discusión una nueva orientación. Acaso sea en el futuro
resuelto el enigma en este sentido. los presentamos a la consideración
del lector, dada su importancia, con ciertas sugerencias que nos han
despertado.
I.
No son los monogramas particulares de Quintanilla. De acuerdo con la
abundancia de los que conocemos, se puede afirmar que existía
entonces una moda que se ha mantenido en toda la Alta Edad Media. A
veces bastaba una letra para reconocerse como hoy día la contrasefla
que se da al centinela. Sabemos por ejemplo que ei alfa y el omega
entrelazados conjuntamente componían una sigla que era el distintivo
de los trinitarios. Los arrianos italianos han colocado letras romanas
en las togas de los personajes dibujados en los mosaicos del
baptisterio de Ravena. Como lo han hecho notar algunos autores, las de
Quintanilla están entrelazadas de modo similar a las que penden de
las coronas votivas del tesoro de los reyes visigodos de Guarrazar.
II.
Si los medallones compusieran todos juntos una frase, la inscripción
quedaría incompleta y
la frase truncada, ya que de los mismos tres están sin esculpir. Como
cada monograma está separado del más vecino por otros dos medallones
florales, las palabras, de componer una frase, se encontrarían
demasiado alejadas las unas de las otras.
III.
René Dussaud ha indicado a Lambert cómo rosáceas ana-logas a
aquellas que han sido esculpidas sobre los medallones intermedios,
constituyen una decoración empleada casi exclusivamente en los
osarios judíos hasta el siglo II de la era cristiana. Esta tradición,
anadimos nosotros, hubiera podido mantenerse en los siglos
posteriores, envuelta en el movimiento gnóstico.
IV.
Esta hipótesis reforzaría la observación de Lambert, según
la cual el alfabeto empleado sería semita. Compuesto exclusivamente
de consonantes, no aparecería otra vocal que la A, que corresponde a
la letra Alef del hebreo. Sería por consiguiente consonántico.
V.
De acuerdo con estas ideas traduce Lambert el primer monograma
de la manera siguiente: E A N 1 por Fanuel
o por Fenquel,
nombre propio particularmente hebreo, toponímico o de persona. Mí
amigo el profesor Maldonado liga la F con la 1 en una sola letra más
grande: E, lo que da: a E
n, es decir, Enea,
siendo repetida la letra E. Ceán Bermúdez y Lambert están de
acuerdo en el segundo monograma que leen D A N 1, o sea Daniel. Para
el tercero están divididas las opiniones: los unos leen: fecerunt;
otros: Jrancus, nombre
judio corriente en Castilla.
VI.
Por fin nota Lambert que las letras de los monogramas son idénticas
por su forma y su particular ejecución —un hueco formando tira
entre dos lineas en relieve—
con las que componen las palabras Sol
y Luna de los
bajorrelieves del interior. La filiación gnóstica de los monogramas
se halla así confirmada. Por consiguiente habría que buscar la
interpretación de las palabras reconstituidas en textos gnósticos.
En
este caso, como ya lo había sospechado Georges Gailard413,
parecería que los monogramas tendrían que ser interpretados como
invocación a los profetas o a personajes míticos que tendrían
relación con la gnosis egipcia o con su adaptación hispana. La mención
de Daniel se explicaría por la nombradía de sus profecías que en
aquel tiempo estaban de moda; por lo cual alcanzaban igual renombre
entre los ortodoxos como entre los heterodoxos. Pertenecía a la clase
de los iluminados, de los que según la creencia de la seda, «sabían»,
de donde su apodo griego. Por otra parte, Eneas representa el mito de
la predestinación.
En
cualquier caso, se desprende de este contraste de pareceres un
concepto dominante. Señalan los monogramas una inspiración judaica,
cosa que no debe olvidar el futuro investigador, a menos daro está
que aparezcan datos nuevos. Pero este carácter semítico señalado
cuadra perfectamente con la interpretación más idónea de los
bajorrelieves y con el problema que envuelve la existencia del
gnosticismo en la península en época tan tardía. Estas
consideraciones no se oponen al contexto histórico, muy al contrario.
Nos consta que muchas de las modas existentes en el Mediterráneo
oriental y las diversas heterodoxias que se habían difundido por la
península, habían sido muchas veces alentadas por elementos o
comunidades judías; pues la inquietud espiritual de esta familia
semita ha debido de ser constante en los tiempos pasados como en los
actuales. De aquí el odio de los cristianos.
C.
Los bajorrelieves
Existen
dos bloques esculpidos del mismo modo y composición que los del arco
triunfal. El uno representa dos ángeles con largas faldas acanaladas.
Sostienen un cuadro que encierra el busto de un personaje el cual
lleva una cruz griega en la diestra. El ángel que se halla a su
derecha también lleva en la misma mano otra cruz griega, pero más
pequeña. Esto ha sido el motivo que ha decidido a la gran mayoría de
los autores a apreciar la filiación cristiana de este monumento. No
es así. Salvo error de información, es la cruz un símbolo
reconocido por los gnósticos quienes consideran a Cristo como uno de
sus más grandes profetas. Algunas sedas, como la de Khenoboskión,
identifican a Cristo con el demiurgo-luz. Por otra parte, los
bajorrelieves que no son astrológicos ocupan una situación jerárquica
inferior en relación con su representación iconográfica. Esto no
puede dudarse.
1)
El bajorrelieve más importante de Quintanilla es aquel que se
encuentra a la derecha del altar mayor, de cara a la asistencia.
Normal es que sea así —siempre que esta disposición fuera la que
existía en el siglo VII—. Cristo-Salvador-Luz ocupa el lugar
preeminente por lo menos en la gnosis egipcia. Por esta razón lleva
la inscripción con la donación de Donna Flanimola.
2)
los personajes que ostentan símbolos astrológicos están
encuadrados en sendos medallones, sostenidos por ángeles. Los otros
dos, no.
3)
Los cuatro ángeles de los bajorrelieves astrológicos llevan
un nimbo en torno de la cabeza; los otros cuatro restantes no los
llevan. Son de categoría inferior.
La
preeminencia jerárquica de los personajes con símbolos astrológicos
es indiscutible, pues de la misma depende su situación dominante en
el santuario. No creemos que se trate de un reempleo. Si este cambio
se hubiera realizado en fechas posteriores, hubieran tenido más
suerte los otros bajorrelieves menos comprometedores para ocupar un
lugar preferente. Por la talla y colocación de las piedras
que componen el gran arco triunfal florido en herradura, los
bajorrelieves de las Impostas hacen cuerpo con las columnas y el
conjunto. Su gran belleza probablemente ha obrado aquí también en su
conservación. Las monjas y los demás religiosos no se han ocupado
mayormente de los símbolos astrológicos; en su fe ingenua se trataba
de Cristo y de su Madre. Otro bajorrelieve representa un personaje
femenino: Sin estar encuadrado en un medallón como los más
principales está rodeado por dos ángeles. ¿Trátase de Donna
Flammola? Se encuentran también otros dos bloques esculpidos mucho más
pequeños: Reproducen bustos de personajes aislados, encuadrados en
marcos rectangulares. Uno de ellos lleva un libro, el Otro sostiene el
brazo derecho replegado sobre el pecho.
MONUMENTOS
POSTERIORES A LA REVOLUCIÓN (SIGLOS IX Y X)
1.
Monumentos
Musulmanes
Como
dedicamos el capitulo decimocuarto al estudio de la Mezquita de Córdoba,
no nos ocupamos por ahora ni de la descripción del templo arriano
primitivo, ni de sus posteriores ampliaciones. La sola fábrica, que
interesa a nuestras tesis es la Mezquita de Toledo, llamada de Bíb
Mardon, hoy día conocida por ermita del Cristo de la Luz.
Está
fechada en el año 330 de la Héjira (1000 E.C.). No queda más que el
tramo abovedado que anteriormente precedía al mirhab. Ha sido
transformada en iglesia cristiana. Como ocurre en Córdoba, algunos
autores han supuesto que en razón de sus analogías arquitectónicas
con las iglesias del siglo VII había sido anteriormente un santuario
visigodo. «La
analogía de su plano COn el de las construcciones cristianas es
notable», escribe Elie Lambert en un estudio que ha dedicado a
esta mezquita. Su arquitecto, Muza ibn Alí, conociendo los
abovedamientos sobre arcos de herradura cruzados de la Mezquita de Córdoba
consiguió en Toledo mejorar su estructura con tal suerte que se
considera Bib Mardon como el prototipo del género. La parte que se ha
conservado y donde según Lambert se guardaba la Maqsura, comprende no
ya tres «témpanos» o espacios comprendidos entre los arcos
diagonales y los de entrada, como en el mirhab cordobés, sino que
forma un cuadro compuesto por nueve «témpanos» separados por arcos
de herradura que descansan en el centro sobre cuatro columnas. El «témpano»
del medio es más alto que los ocho que le rodean y constituye el
conjunto una auténtica construcción central. La bóveda principal
está a su vez superpuesta por otra bovedilla.
«Cosa
importante digna de notarse, según
Lambert, lo
son los arcos que sostienen esta bovedilla. En número de dos se
cruzan en la clave cortándose en ángulos rectos, exactamente como io
harán más tarde los arcos ojivales en los “témpano?’ góticos
compuestos por un Ølano cuadrado. Han conocido pues los arquitectos
árabes y empleado desde el fin del siglo X, para robustecer sus
abovedamientos, no sólo el principio de la arista, sino también el
principio del sistema de arcos cruzados en forma de cruz, que más
tarde constituirá en Francia la bóveda de érucería.»
En
su tiempo debía de ser la pequeña mezquita de Bib Mardon un
monumento modesto entre las que han existido en Toledo. Para el arqueólogo
francés es sabido que han venido a esta ciudad numerosos francos que
por sus riquezas quedaron impresionados. Supone entonces que a su
regreso habrían flevado consigo a su tierra, entre otros
conocimientos científicos y literarios, estos principios nuevos de
arquitectura, los cuales florecerían más tarde en Occidente414.
2.
Monumentos
cristianos
Existen
en la península unas veinte iglesias cristianas cuya fecha oscila
entre el siglo IX y el siglo X. La mayor parte más bien de este último.
Han sido llamadas iglesias «mozárabes» hasta nuestros días, pues
se había dado este apelativo a los cristianos que vivían bajo la
dominación árabe. Desde hace algunos años ha sido combatida esta
denominación por los historiadores del arte, cuando se dieron cuenta
de que el mote no representaba concepción alguna artística que fuera
particular a estos españoles sometidos o no a una ley extranjera. Al
contrario pertenecen estos monumentos a la misma evolución arquitectónica
anterior, caracterizada por las basílicas visigodas. Poseen pues
estas iglesias el mismo estilo iconoclasta que aquéllas. Se puede
casi afirmar que lo manifiestan de modo aún más acentuado.
En
otros términos, habían resistido los cristianos que las habían
construido a la imposición teológica unitaria, pero habían
sucumbido a la oleada iconoclasta cuyas raíces remontaban nada menos
que al Concilio de Elvira. Se manifiesta así el predominio de un
mismo principio estético para toda la población, aunque los
preceptos religiosos fueran diferentes. De tal suerte que se puede
afirmar sin temeridad que en España durante la Edad Media los mismos
artistas y maestros de taller construían y ornamentaban con igual
estilo y primor lo mismo las basílicas, que las mezquitas y las
sinagogas.
De
este hecho puede deducirse un corolario. A pesar del vandalismo
intransigente de que hicieron gala los musulmanes y los cristianos
para destruir o desfigurar los monumentos religiosos de la parte
adversa, tenemos la suerte de gozar en nuestros días de los medios
suficientes para reconstruir en sus líneas generales los edificios
—iglesias, mezquitas y conventos— que se esparcían en aquel
entonces por todo el ámbito peninsular. Esto permite apreciar que las
diferencias que pudieran distinguirlas, fueran construidas estas fábricas
en tierras del sur o norteñas, son mínimas; no más importantes que
los rasgos que pudieran apreciarse por haberse edificado en regiones
distintas, pero pertenecientes al mismo credo.
Como
ya lo hemos indicado existe una sola excepción, el islote ovetense
reducido a los tres monumentos del Naranco de Oviedo, que no
pertenecen al arte andaluz. Gómez Moreno ha estudiado en obra ya clásica
estas iglesias «mozárabes»415. He aquí una lista de las más
importantes:
Santa
María de Melque, pequeña ermita de la provincia de Toledo,
descubierta por nuestro amigo, el conde de Cedillo. San Juan de la Peña,
monasterio aragonés cercano a Jaca, en donde se guardaba en la Edad
Media el Santo Graal. San Salvador de Valdediós, en el valle
asturiano de Villaviciosa. San Miguel de Villardeveyo, en Asturias, en
donde existen varias iglesias que conservan aún testimonios del arte
andaluz. Santa Cruz de Montes, en León, interesante por sus
inscripciones. San Pedro de lurosa en Portugal. San Miguel de la
Escalada que representa el arte suntuario de aquella época con la
Mezquita de Córdoba. Su valor artístico y arquitectónico es muy
grande: Construido el monasterio en 913 por monjes andaluces en el
estilo dominante en Córdoba poaquellas fechas, permite la
reconstrucción imaginaria de los monumentos existentes anteriormente
en aquella ciudad. Su magnífico nartex compuesto de columnas de mármol
y de arcos de herradura permite suponer cómo era el de la Mezquita de
Córdoba que ponía en comunicación la sala hipóstila con el Patio
de los Naranjos. Su rica decoración cincelada pertenece a la mis pura
tradición visigótica.
Construidos
también por monjes andaluces emigrados son la magnífica iglesia de
San Cebrián de Mazote y San Martín de Casta. ñeda. San Pedro de
Montes en el Bierzo conserva una importante inscripción del siglo X.
La tradicional Santa María de Bamba. Las dos iglesias conjuntas de
San Miguel de Olerduela, en el Panadés. El monasterio de Sahagún. La
espléndida Santa María de Lebeña que conserva en 930 el estilo
tradicional de las iglesias visigóticas. Santiago de Peñalba,
admirable por la obra de sus maestros en la talla de la piedra. San
Miguel de Celanova en Galicia. Santo Tomás de las Ollas en el Bierzo.
San Millán de Suso cuya iglesia rupestre con sus arcos de herradura
imponentes en la penumbra impresiona.
Existen
también iglesias pintadas. La más renombrada es la basílica de
Santu.llano o de San Julián de los Prados, en las puertas de Oviedo,
cuyos restos de pinturas son importantes; no pertenece el arte
andaluz. Se emparenta más bien con las iglesias de Ravena. San
Baudelio, de fecha tardía (¿siglo Xl?) con su espléndida colección
zoológica nos enseña lo que habían sido los lienzos pintados de
aquellos monumentos de la Alta Edad Media hispana antes de haber sido
destruidos por la rabia iconoclasta.
Ver: Arr
hispaniae, t. II. Helmuth Schlunk: Arte
visigodo y asturiano, editorial Plus.Ultra, Madrid, 1947.
Pedro de Palol Salellas: Arqueología
paleocristiana y visigoda, pp. 17 y ss., 1954.
Torres Balbás,
Leopoldo: El arte de la Alta Edad Media y del período romantco en
España. Historia del arte, t. VI, p. 156, Labor.
En su libro 19
de las Etimologías que
trata de los navíos, de los edificios y de los trajes, analiza
San Isidoro los procedimientos diversos con los cuales se decora
una casa. Describe los techos, la manera de revestir las paredes,
sea con mosaicos, sea con figuras humanas amoldadas en estuco o
en yeso, sea con pinturas humanas cuyo origen egipcio
recuerda; no suelta prenda sobre las esculturas. Isidoro no podía
ignorar su extraordinario número en la antigüedad hasta en su
propia Andalucía. Se esculpían en su tiempo, como lo
testimoniaremos más adelante. ¿Por qué este silencio?
Se fundan los
pocos arqueólogos que estiman que San Pedro pertenece al siglo x,
en la primera observación del mismo Helmuth Schlunk que había
visto la similitud de los dibujos de los Beati
con los capiteles, siendo los códices posteriores al VIII.
Mas el reciente descubrimiento del capitel de Córdoba ha atrasado
el nudo del problema. Demostraba que la ejecución de capiteles
era muy anterior, como asimismo los temas de los Beati.
Había pues que reconocer que se identificaban éstos con un
amplio movimiento de ideas. Se habían convertido en lugares
comunes. En una palabra, pertenecían al folklore de la Alta Edad
Media hisparnca.
Enciclopedia
Espasa. Apéndices, t. VIII p. 1.129-30, 1933.
Gaillard, Georges: <L’Information Artistiques>, pp. 8-11,
nov.-dic. 1955. Apud.
Lambert,
Elie: Comps es rendus de
l’Académie des Jnscriptions..., París, 1955. L’Egli.se
visigothique de Quintanilla de las Viñas, p. 491.
Lambert, Elie: Art musulman et chrétien dans la Péninsule lbéríque,
página 39.
Gómez Moreno: lglesia,s
mozárabes, 2 vol., Madrid, 1919.
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