Capítulo
14
LA
MEZQUITA DE CÓRDOBA
La
evolución del arte y la evolución de las ideas. Historia de la
Mezquita de Córdoba según los autores clásicos. Dificultades
existentes para tener datos seguros y precisos sobre el pasado del
templo primitivo. Las dos enseñanzas que se pueden deducir de los
textos árabes del siglo X.
El
templo primitivo
Su
existencia en el siglo VIII. Las enseñanzas de la arqueología. Su
antigüedad. La probabilidad de su construcción en los siglos V o VI.
La
hipótesis cristiana
La
hipótesis musulmana
No
posee ninguno de los caracteres que determinan una mezquita, ni mirhab,
ni patio, ni minarete. Su disposición en profundidad. Paralelo entre
la Mezquita de Córdoba y la de Kairuán.
La
hipótesis
herética
Las
hipótesis judía y arriana. La existencia de un culto arriano en
Andalucía en el siglo IX. La probable construcción del templo
primitivo en los siglos V o VI coincide con la expansión del
arrianismo. La supremacía de la catedral de Córdoba sobre la de
Toledo. Las basílicas latino-africanas. Las relaciones existentes
entre las basílicas latino-africanas y el arrianismo. Nueva
interpretación de la historia del templo primitivo de Córdoba.
Está
constituida una cultura por un conjunto de ideas-fuerza que componen
su íntima estructura. Lo que la distingue de otras que le pueden ser
afines es el fruto producido por sus propios elementos, autóctonos y
herederos de una genuina tradición, los cuales son diariamente
recreados por la actividad de una sociedad que vive en un cuadro geográfico
determinado. En la gran mayoría de los casos pertenece a una
construcción superior, una civilización, a la que está ligada por
ideas generales de mayor envergadura que las florecidas en su ambiente
local. Así, la cultura arábigo-andaluza ha producido manifestaciones
artísticas que le son peculiares, una literatura que goza de un sello
especial, una aportación considerable de descubrimientos y de
trabajos científicos, una filosofía cuyo rasgo sobresaliente podría
ser su racionalismo. Mas, por la lengua, por la religión, por un gran
número de otras concepciones, pertenece a la civilización arábiga.
Por estos mismos tiempos se han desarrollado en otras regiones
estructuras similares, encuadradas en el mismo principio dominante, en
Mesopotamia, en Irán, más
allá del Indo. Componen este grupo de culturas, troqueladas todas
ellas por un mismo sello característico, la civilización arábiga369.
Si
no está equivocada nuestra concepción, se encuentran entre ellas
emparentadas todas las actividades de una sociedad en su esfuerzo de
diaria creación, cuyo resultado más tarde incluirá el historiador
en una cultura y en una civilización. Pues están en función las
unas de las otras. Por consiguiente, la aparición de manifestaciones
artísticas no podrá aislarse como tal hecho de la evolución de las
ideas generales, que componen una estructura superior. Será entonces
posible, cuando los testimonios conservados de una época sean
suficientes, establecer una concordancia entre las más diversas
ideas-fuerza. En una palabra, el arte y la evolución de una cultura
se hallan tan íntimamente ligados, que debe ser factible, apoyándose
en esta relación, reconstituir un eslabón histórico para llenar una
laguna en los textos. Puede ser este método de gran utilidad en los
tiempos oscuros como el siglo VIII, cuando en razón de una gigantesca
subversión faltan los escritos literarios y escasean los testimonios
arqueológicos.
En
el curso de la competición que ha dividido en la Edad Media a los
partidarios del unitarismo y de la Trinidad, después de una larga
confusión que alcanza en el siglo VIII su punto culminante, se
endurecen los dos partidos rivales en posiciones extremas y, por lo
que ahora nos interesa, a propósito de ciertos principios estéticos.
Se vuelven ferozmente inoclastas los primeros; después de un momento
de indecisión se convierten los segundos en los animadores de la
figuración sacra.
Era
la iconoclastia la consecuencia del esfuerzo de los unitarios para
destruir los antiguos panteones griegos y latinos y
para vencer la oposición de los idólatras en general. En ellos
incluían a los triteístas, es decir, a los cristianos partidarios de
la Trinidad. Defendían éstos la figuración sacra, pues suponían
que era más fácil impresionar a las masas con obras de arte, como lo
enseñaban una experiencia y una tradición milenaria en los pueblos
indoeuropeos. Desde un punto de vista artístico, eran en aquellos
tiempos conservadores los trinitarios, mientras que los unitarios
forjadores de una nueva civilización eran entonces considerados como
verdaderos revolucionarios. Esto explica por qué las manifestaciones
artísticas en España como en otras partes no podían emanciparse de
la evolución general de las ideas. Por consiguiente, consiste el
problema para nosotros en averiguar si es posible discernir su impacto
en el solo monumento del siglo VIII que ha llegado hasta nosotros sin
ser desfigurado: la Mezquita de Córdoba.
En
otros términos, se plantea la cuestión de la manera siguiente: Si
constituye la Mezquita de Córdoba un factor de transición entre la
escuela ibero-andaluza y la arábigo-andaluza, en una palabra, si se
convierte en la piedra clave de la evolución del arte andaluz entre
el siglo VI y el X, ¿no se podría apreciar en virtud de la
concordancia existente entre todos los elementos componentes de una
cultura, el papel desempeñado por este monumento como testigo de la
evolución de las ideas religiosas? Si fuera posible reconocer en su
configuración los diversos puntos de la curva evolutiva existente
entre el sincretismo arriano, un estado de opinión premusulmán y una
verdadera concepción del Islam, se esclarecería inmediatamente el
enigma de la Mezquita de Córdoba.
Para
adelantar en esta vía se impone una condición. Es menester, de
acuerdo con los trabajos y los descubrimientos más recientes, conocer
su historia, por otra parte muy oscura, nebulosidad que se explica con
facilidad; pues ha sido transformado este monumento en el siglo VIII,
en una época en que nuestros conocimientos acerca de los
acontecimientos ocurridos son escasísimos. Como si fuera esto poco,
los testimonios literarios que se conservan acerca de la historia de
su construcción pertenecen a los siglos X y XI. Pocas o ninguna
noticia dan acerca del templo primitivo que forma el núcleo de la
mezquita. Reflejan simplemente y con la ingenuidad propia de aquellos
anos el complejo que había permitido la transición de las ideas. Los
muros de esta extraordinaria casa de oraciones habían pues conocido
con todo su realismo la larga peripecia del drama religioso; mas
inmovilizados por el estupor mudos se habían quedado. Bastaba, sin
embargo, con acariciarles e interrogarles con objetividad para que
acabaran por confesar algunos recuerdos de tan lejanos tiempos.
En
el estado actual de los conocimientos se puede reducir la historia de
la mezquita a los datos siguientes:
1.
Contrariamente a la tradición, no parece que haya existido sobre su
emplazamiento una construcción importante antigua, sea un templo
romano, sea una iglesia paleocristíana370.
2.
En el siglo VI, época en que el sur de España y Levante pertenecen
al imperio de Justiniano, se edifica sobre el actual emplazamiento de
la mezquita una iglesia. Sus dimensiones son las mismas que las del
templo primitivo cuya edificación ha sido atribuida a Abd al Ramán
1. Según los cronistas árabes muy posteriores a estas fechas estaba
la iglesia dedicada a San Vicente.
3.
Según estos mismos autores, Abd al Ramán, el Emigrado, había
construido hacia 786 la mezquita primitiva, compuesta por nueve naves,
separadas por ocho filas de columnas dispuestas de cuatro en cuatro en
una profundidad de doce travesías371.
La nave central es mis ancha que las otras. ¿Había poseído esta
primitiva mezquita un patio? Unánimes están los autores: Se ha
construido la mezquita en un año, de 785 a 786.
4.
Al final del siglo VIII erige Hixem 1 el primer minarete.
5.
Abd al Ramán II emprende en 833 la ampliación de la mezquita. sin
modificar su interna disposición; es decir, sin estropear el esbozo
del bosque de columnas ya existente. Lo ensanchó al contrario añadiendo
dos naves suplementarias a las extremidades este y oeste del templo
primitivo. Profundizó el conjunto prolongando Lis naves hacia el sur
con ocho nuevas travesías. Levantó un mirhab al final de la nave
principal cuyas columnas se conservan y engrandeció el patio o lo
fabricó de nueva planta.
6.
Murió Abd al Ramán II sin haber visto el fin de las obras
emprendidas. Fueron terminadas por su hijo en 855.
7.
Ensancha Abd al Ramán III hasta el actual límite norte el Patio de
los Naranjos. Construye un minarete más suntuoso que el elegido por
su predecesor Hixem I, cuya mayor parte de acuerdo con las
investigaciones efectuadas por Félix Hernández se encuentran en su
interior, actualmente dedicado a campanile cristiano.
8.
En 961, empieza Al Hakán lila segunda ampliación de la sala hipóstila.
Se prolongó en 95 codos, o sea poco más o menos 50 metros en la
dirección sureste, en donde fue edificado un nuevo mirhab al final de
la nave central. Emprendió el Califa una gran innovación. Fueron
construidas cúpulas nervadas en la nave principal y en las dos
laterales anteriores al mirhab. Se revistieron sus muros con lienzos
de mármol esculpidos y con mosaicos. Fueron enviados éstos desde
Constantinopla por Nicéforo Focas con los artífices requeridos para
su montaje.
9.
En 977, por razones de prestigio agrandó de nuevo la sala hipóstila
Almanzor. Ocho nuevas naves fueron construidas en la parte este. De
este modo adquirió la mezquita su disposición definitiva.
10.
El 29 de junio de 1236 entró en Córdoba Fernando III, rey de
Castilla. Fue transformada la mezquita en iglesia cristiana sin graves
mutilaciones.
11.
En el siglo XIV fue adaptada una
travesía para que sirviera de coro a los canónigos. Es la
capilla de Villaviciosa, cuyo estilo «mudéjar» representa el punto
final de la evolución del arte andaluz.
12.
En 1523, Carlos V, mal informado, mandó desfigurar la mezquita
haciendo construir en mitad del bosque de columnas una iglesia de
estilo renacentista.
Ha
sido establecido este esquema de la historia de la mezquita de acuerdo
con las noticias que nos han transmitido los escritores árabes del
siglo X, el más importante de los cuales ha sido Al Rasis. Mas no
poseemos los textos originales. Tenemos conocimiento de los mismos por
citas hechas por historiadores posteriores. En esas condiciones lo que
se nos dice suscita grandes recelos. Concordantes con las empresas
llevadas a cabo por los califas y Almanzor, despiertan desconfianza en
cuanto tratan de los orígenes del monumento, pues no se conservan
escritos contemporáneos para confrontar estas fuentes diversas. Ha
confirmado la arqueología los datos que nos han suministrado acerca
de la obra de Abd al Ramán II. Mas las noticias referentes al siglo
VIII que se pueden espigar en estos manuscritos son en su mayor parte
legendarias. Cuentan, por ejemplo, los cronistas árabes que después
de la conquista de España había sido dividida la iglesia principal
de Córdoba en dos partes para que pudieran albergar los dos cultos,
el cristiano y el musulmán. Algo parecido había sido anteriormente
contado de la iglesia de Damasco, más tarde convertida en mezquita.
No sabemos con certeza lo que allí ocurrió, mas traspuesto el modelo
a Córdoba en otras circunstancias de tiempo y de lugar, no podía el
hecho resultar más inverosímil. Mal se conciben unos cristianos
recientemente conquistados y aherrojados por un enemigo extranjero y
exótico que estuvieran dispuestos a oír misa en un edificio en que
pared por en medio podían oír los loores a Mahoma y viceversa. ¿Puede
imaginarse una torre en donde se mezclaran las llamadas de las
campanas con las voces de los almuédanos? Si hubiera sido así, tan
violento contraste hubiera impresionado a los autores de la Escuela de
Córdoba. Hubieran referido el hecho en sus obras, escritas
precisamente para refutar la herejía, que no era otra que el Islam.
Nada en ellas recuerda esta tolerante promiscuidad. Esta «historieta»,
como las llamaba Dozy, pertenece al ramillete de los anécdotas que
han sido difundidas en España en el siglo IX y cuyo origen es egipcio372
Tan
oscura y enigmática es la historia de la Mezquita de Córdoba en los
siglos anteriores como los acontecimientos políticos que ocurrieron
en el VIII. No podía ser de otra manera dada la pantalla que se
interponía entre la mentalidad revolucionaria de estos tiempos
revueltos y la del X en que habían sido escritos los textos
mencionados. En estas condiciones sólo nos aportan los manuscritos árabes
un concurso muy secundario; pues son precisamente los orígenes del
templo primitivo y su transformación en mezquita lo que interesa a
nuestra síntesis. Por fortuna los trabajos de los arqueólogos son
mucho más interesantes; en particular los estudios de Gómez Moreno
sobre la iglesia primitiva y las búsquedas emprendidas bajo el suelo
de la mezquita por su conservador Félix Hernández. Nos facilitan
estas enseñazas unos datos seguros y precisos que podemos ahora
encuadrar en el contexto histórico establecido en las páginas
anteriores.
Sin
embargo, antes de emprender el análisis de la historia del templo
primitivo, conviene destacar en los textos árabes del siglo X dos
noticias. Son producto de la tradición existente en esta época
acerca de los orígenes de la mezquita. Como en otros casos análogos
han sido deformados estos recuerdos por la erosión de los tiempos y
las habladurías de las gentes. Desde luego habían oído los
cronistas un mismo son. Para alcanzar la pureza del original, había
que despojarlo de cualquier resonancia posterior.
A.
Afirman los autores árabes que destrozaron los invasores todas las
iglesias cristianas, cuando fue asaltada la ciudad de Córdoba en 711.
Se salvó una sola: la basílica dedicada a San Vicente en cuyas
paredes fue proclamado emir Abd al Ramán, el Emigrado, en 756. Mas
conocemos los nombres de siete iglesias cristianas que en la primera
parte del siglo IX estaban destinadas en Córdoba al culto cristiano.
¿Habían sido construidas posteriormente? No es probable. Nos
describe en estos años Alvaro el abandono en que se encontraban los
templos de esta ciudad. Este hecho era el resultado de un proceso que
arrancaba desde años muy anteriores y que estaba en función de la
expansión de la herejía y del retroceso sufrido por el cristianismo
trinitario en el espíritu de las poblaciones. En estas condiciones
parece improbable que hubieran sido edificadas nuevas iglesias, cuando
era adversa la opinión mayoritaria y no gozarían los cristianos de
los medios materiales requeridos. Eran pues más antiguas y la fecha
de sus construcciones oscilaría entre los siglos VI y VII. Demuestra
esta confrontación de textos la inexactitud de la tradición recogida
por los cronistas que escribieron en árabe. Como ha ocurrido tantas
veces habían oído campanas. Por una parte, no habían sido
destruidas todas las iglesias en el curso de la invasión y de las
guerras civiles posteriores, pues un cierto número con oratorios y
monasterios existían en Córdoba y en sus alrededores a mediados del
siglo IX373.
Es posible que desaparecieran en el siglo X, mas no puede
afirmarse el hecho de modo documental. De haber sido así, era la
consecuencia de la agonía del cristianismo que acabaría por
desaparecer en un medio hostil. Por otra parte, el acto de
intolerancia que había derruido las iglesias cordobesas en el VIII,
suponía un contraste por demás violento con la tolerancia
manifestada en los mismos días en virtud de la cual se mantenían
ambos cultos en un mismo monumento.
Si
se descarta el carácter legendario de estos relatos, sobresale un
hecho con claridad meridiana: Se había requerido un tiempo
considerable —setenta y cinco años— para que la basílica de San
Vicente hubiera sido definitivamente transformada en mezquita. De
acuerdo con una tradición oscura se había llevado a cabo este acto
en una fecha muy posterior a la de la pretendida invasión,
contrariamente a lo que era lógico suponer. Parecería natural que
hubieran convertido la basílica en mezquita los invasores, desde los
primeros días de su entrada en la dudad. Así lo hicieron en sentido
Contrario los cristianos en 1236 y Femando III no esperó setenta y
cinco años para establecer en el templo una verbena de pequeñas
capillas. El error de los cronistas no era de fondo sino de forma;
pues la verdadera transformación de la mezquita, como lo expondremos
más adelante, tuvo lugar unos cincuenta años aún más tarde de lo
que habían supuesto. Como no habían comprendido lo que exactamente
había ocurrido dos siglos antes del día en que escribían sus crónicas,
habían confundido la evolución de las ideas religiosas que para
ellos se presentaban formando bloques monolíticos, con el desfase de
los años requeridos para que hubiera podido ser edificada la
mezquita. Mas se desprendía con facilidad el sentido histórico de
estos errores. La tradición recogida con un criterio muy general y
sin precisión alguna concordaba sensu
lato con nuestras tesis: La verdadera Mezquita de Córdoba había
sido edificada después de un lapso de tiempo considerable
transcurrido desde la toma de la ciudad por unos pretendidos invasores
mahometarios.
B.
Unánimes son los textos: Empezaron los trabajos ordenados por Abd al
Ramán I en 775 y acabaron en el año siguiente, en 776. También esto
es inexacto. Han malentendido los cronistas los datos que poseían
acerca de la historia de la mezquita. Desde un punto de vista
arquitectónico era imposible echar abajo la antigua iglesia, despejar
el terreno de sus escombros y reconstruir el nuevo monumento ¡ todas
estas obras hechas en sólo doce meses!
Posee
el templo primitivo nueve naves y doce travesías; o sea 54 metros de
profundidad por 80 de largo. El esbozo del bosque está compuesto por
un centenar de columnas con sus arcos correspondientes. Para
desescombrar el emplazamiento de estos 3.600 metros cuadrados a fin de
permitir la edificación de nuevas construcciones, era necesario
derribar enteramente o en parte la antigua fábrica y sus dependencias
que se encontraban en el centro de la ciudad. En estos tiempos en que
no se disponía de grandes medios, se hubiera requerido para echar
abajo las paredes y transportar en retahílas de burros los escombros
fuera de las murallas un tiempo considerable.
Por
otra parte, el nuevo templo en razón de la disposición tan singular
de su interior ha sin duda alguna requerido varios años para ser
alzado. Se trataba de un trabajo minucioso, pues el bosque de las
columnas es una verdadera obra de orfebrería. Para realzar la altura
de la sala hipóstila ha construido el arquitecto por encima de los
fustes sobre los cuales descansa la primera hilera de arcos de
herradura unos anchos almohadones. Arrancan de los mismos unos pilares
ligeros que se elevan entre los estrados. Sostienen una segunda arquería
de arcos de medio punto sobre los cuales se apoyan las vigas del
techo. Pero los arcos de herradura nada sostienen. Refuerzan
simplemente las columnatas. En Córdoba, contrariamente a lo que
ocurre en Kaíruán, la doble hilera de arcos goza de una ligereza
impresionante. De acuerdo con nuestros actuales conocimientos, en
ninguna parte, ni en tiempos de los reyes godos, se encuentra nada que
se parezca a este encruzamiento de arcos de herradura, los cuales
aunque su finalidad fuera distinta parecen dispuestos de tal modo para
crear con la multiplicidad de las columnas huyendo por todas partes
una sensación de infinito que conmueve al visitante374.
Se
volvía el trabajo emprendido todavía más enrevesado por la labor
delicada que ha sido menester realizar para establecer el dovelaje de
los arcos. La alternativa de la piedra blanca con el rojo ladrillo
aumentaba con sus tonos distintos el juego de la luz en la penumbra y
enriquecía el bosque con colores como si fuera obra de la misma
naturaleza. Ha requerido esta filigrana una atención minuciosa que
aumentaban las dificultades que tuvieron que vencer los maestros albañiles.
Por consiguiente no ha podido llevarse a cabo esta operación en sólo
un año. Testimonio de ello lo tenemos en el tiempo que ha sido
necesario emplear para edificar las posteriores ampliaciones de la
mezquita; noticias que también nos han sido transmitidas por los
cronistas musulmanes. En la época de Abd al Ramán II se requirió
mis de quince años para alargar la sala hipóstila en una profundidad
menor que la pretendidamente construida por su antepasado375.
Resulta esta labor tanto más impresionante cuanto que no han sido
despachados estos trabajos delicados de cualquier modo. Han resistido
la erosión de los siglos hasta nuestros días. Se puede pues concluir
que la construcción del templo primitivo no se ha realizado en un año.
Se presentan entonces dos hipótesis:
Es
Abd al Ramán el verdadero constructor del monumento y se ha
equivocado el cronista en el número de años que han sido requeridos
para edificarlo.
O
bien estaba bien informado el cronista; es decir, los autores diversos
que nos relatan los hechos. En este caso había encontrado el emir el
templo con la interna disposición que posteriormente ha conservado.
Se había contentado en 785 con emprender algunas modificaciones de
escasa importancia.
Apreciaremos
en el curso de este estudio que la segunda hipótesis parece ser la más
verosímil376.
Ahora bien, no hacemos en este momento la historia de la Mezquita de Córdoba.
Para los fines de esta obra nos basta con saber que a fines del siglo
VIII existía en esta ciudad un templo, la mezquita llamada del
Emigrado, cuya sala hipóstila estaba compuesta por 108 columnas
dispuestas de cuatro en cuatro, componiendo naves y travesías.
El
templo primitivo
La
existencia de la iglesia cristiana en el emplazamiento de la actual
mezquita está confirmada por testimonios históricos y arqueológicos.
El autor de Ajbar Machmua nos
informa que en una guerra de las tantas que tuvieron lugar en el valle
del Guadalquivir, entre el 13 de agosto de 748 y el 19 de este mismo
mes del año siguiente, un personaje cuyo nombre ha sido arabizado en
As-Somail (¿acaso Samail ibn Fatím, uno de los jefes que se
opusieron al partido de Abd al Ramán?)
«hace
entrar a sus prisioneros en una iglesia que está situada en el
interior de Córdoba en donde se baila hoy día la gran mezquita y
decapita a sesenta de ellos»377.
Distingue bien el cronista bereber el templo cristiano del musulmán.
Por consiguiente, según este autor, a mediados de siglo no había
sido aún la iglesia de San Vicente transformada en mezquita.
Tenemos
los testimonios arqueológicos suficientes para reconstruir las
grandes líneas de su edificación progresiva:
1.
Según Gómez Moreno que ha estudiado detenidamente la cuestión,
tenía la iglesia las mismas dimensiones que las de la mezquita de Abd
al Ramán. En sus investigaciones hechas en el subsuelo no ha
encontrado Félix Hernández nada que pudiera atribuirse a un
monumento mis antiguo. Como en la Alta Edad Media era Córdoba con
Toledo la ciudad mis importante de España, es probable que su basílica
no tuviera menores dimensiones que las de una villa de menor
importancia como Segóbriga. En el siglo XVIII se ha levantado el
plano de su basílica. Coincide en tamaño con la de la sala hipóstila
de Córdoba378.
2.
Los muros principales de la basílica cristiana han sido
destruidos en los diversos agrandamientos de la mezquita: o sea, hacia
el sur por Abd al Ramán II, por el norte por Abd al Ramán III y por
el este por Almanzor. Sólo la fachada oeste ha sido conservada. Posee
caracteres particulares que la distinguen de las otras construcciones
posteriores y que demuestran su antigüedad.
a)
Ha
sido levantado el muro de acuerdo con un procedimiento llamado en España
de soga y tizón, cuyo uso
remonta a la época romana. Ha sido empleado con frecuencia en los
tiempos de los reyes godos379.
b)
Se
ha abierto en el muro primitivo una puerta llamada hoy día: Postigo
de San Esteban. Era antaño la entrada principal de la iglesia y de la
mezquita, antes de que se practicara la que da al Patio de los
Naranjos. Ha sido reformada esta puerta en el año 855,
según una inscripción puesta en el dintel que analizaremos más
adelante. Quedan en la fachada testimonios para reconocerla como parte
integrante de la iglesia; o sea, que constituyen los trazos que han
quedado de su puerta principal. Encima de la misma están colocados
tres pequeños arcos de herradura, que aún se distinguen incluso en
las fotografías. Por los costados aparecen los restos de una
importante decoración vegetal de estilo bizantino que destaca en
particular sobre las impostas. Su extraña disposición en forma de tau
es notable. «Cosa jamás
vista y rarísima», apunta Gómez Moreno. De acuerdo con los
estudios emprendidos por este eminente arqueólogo, no cabe duda que
el Postigo de San Esteban, tal como existía en su tiempo, era una
obra de excepcional originalidad380.
3.
En los tiempos de su edificación estaba la basílica orientada
del noroeste al sureste. La parte que da al norte poseía un nartex
compuesto por un pórtico de arcos de herradura similar al de San
Miguel de la Escalada, construido de acuerdo con sus modelos
cordobeses. Es difícil apreciar si las naves se abrían directamente
sobre el nartex o estaban separadas por un muro; pues más tarde,
cuando la iglesia fue transformada en mezquita, se puso en comunicación
directa la sala hipóstila con el patio. Luego en el siglo X, como
esta parte amenazaba ruina, fue reforzada en 957 por Abd al Ramán
III. La vieja construcción se encontró de este modo absorbida por la
nueva.
4.
Ha sido construido el Postigo de San Esteban con una caliza
deleznable, pero que facilitaba el trabajo del cincel. Además por el
hecho de su orientación hacia el oeste, por donde vienen las lluvias
en Andalucía, se ha disgregado en parte la piedra. Han sido de este
modo corroídos los bajorrelieves; como debían presentar a principio
del siglo IX un aspecto lamentable y por otra parte esta puerta, por
una costumbre centenaria, era la más empleada por los cordobeses en
su época cristiana o musulmana, la hizo reconstruir Abd al Ramán II.
Ahora bien, nos demuestran estos testimonios su antigüedad y por
tanto la del templo primitivo a la que la puerta daba entrada. A pesar
de su escasa consistencia no ha podido la piedra disgregarse en unos
cincuenta años, como seria el caso si
el monumento hubiera sido edificado por el Emigrado. Ha sido
preciso un tiempo considerable, algunos siglos, antes de que quedaran
lastimados la caliza y los relieves. Por esta razón nos adherimos a
la tesis de Gómez Moreno que estima a pesar de sus dudas que por su
ornamentación helenística debe fecharse la obra en el siglo VI, en
los tiempos en que Andalucía y Levante en parte por lo menos estaban
gobernados por los bizantinos. Queda así asentada una orientación en
cuanto a su antigüedad381.
5.
Los muros exteriores están dominados por unas almenas que forman una
decoración. Tienen todas la misma hechura que las primitivas que
pertenecían a la iglesia cristiana. Son éstas similares a las que se
construían en tiempos de los godos. Ocurre lo mismo con las ventanas
del Postigo, cuyas celosías son de mármol blanco tallado en encaje.
Gómez Moreno ha notado su parecido con las que adornan las iglesias
visigóticas. Cita un modelo similar al de Córdoba en Santa Comba de
Bande382.
Existe otra ventana parecida en San Juan de Baños.
6.
Muestra el interior varios elementos y detalles arquitectónicos
que demuestran haber pertenecido a la iglesia primitiva. El enraízamiento
de los arcos en los almohadones tiene un origen romano indiscutible.
Ha sido empleado este método en los medio-puntos del acueducto de los
Milagros, en Mérida. Están construidos los arcos con ladrillos, pero
los pilares que los sostienen están hechos con unos pisos de
ladrillos alternando con otros de piedra. Ha inspirado probablemente
esta disposición al arquitecto que ha dibujado las dovelas
abigarradas de los arcos de herradura de Córdoba. Ocurre lo mismo con
los modillones existentes en el templo primitivo. Romano es el modelo
y adornos similares se encuentran en las construcciones de los tiempos
godos.
7.
Félix Hernández ha descubierto en el suelo de la mezquita
restos de arcos cuya decoración es similar a la del Postigo de San
Esteban. Convergiendo hacia el centro, componen una suerte de nicho de
escasa hondura; así se encuentran en España en los monumentos
cristianos del VI y del VII. «Aunque
no haya sido muy bien definido su objeto, escribe Helmuth Schlunk,
es bastante probable que
sirvieran estos nichos de soporte central a la mesa de un altar, pues
conocemos piezas similares que tuvieron esta finalidad en varias
iglesias del VI en Ravena»383.
Visto el lugar en donde han sido encontrado estos restos de nicho, se
puede suponer con Gómez Moreno que debía de estar colocado en la
extremidad de la nave central. El emplazamiento del hallazgo confirma
la hipótesis según la cual el altar mayor de la iglesia se
encontraba en el mismo sitio, lugar además el más adecuado para tal
finalidad vista la configuración del monumento. Por todas estas
razones se debe concluir que existía una iglesia en fecha anterior al
siglo VIII. Por la disposición de las columnas apreciaremos más
adelante que el esbozo del bosque no ha sido construido por los
trinitarios. La existencia de un altar en la nave principal, en la
dirección de la quibla en cuyos finales se construirían los mirhabs
de Abd al Ramán II y de Al Hakán II, demostraba que este lugar
estratégico había sido aprovechado por los cristianos, como más
tarde lo harían los musulmanes, en último recurso para no echar
abajo las columnas.
Si
los testimonios arqueológicos confirman la existencia de un templo
primitivo anterior al siglo VIII y a la pretendida invasión, no
existe razón alguna para suponer que no pertenece el bosque a la
misma época. ¿Cómo explicar la mayor antigüedad de los modillones
y del arranque de los arcos, si la disposición general de las
columnas había sido concebida y levantada en fecha posterior, en
tiempos del Emigrado...? Pues los fustes, los modillones, los arcos y
los demás elementos requeridos forman un conjunto que no se puede
desbaratar. Constituyen un todo, el alma del monumento: el bosque. No
solamente no había podido Abd al Ramán erigir tan magno y
sorprendente alarde en sólo un año. Basta con admirar la unidad de
estilo que le caracteriza de modo tan extraordinario, para comprender
que no habían podido ser construidas sus distintas partes en épocas
diferentes, el bosque en el VIII, el Postigo en el VI.
Puede
adelantarse también otro argumento. No es definitivo, pero añade
peso a la masa de los anteriores. Se trata de las 108 columnas y otros
tantos capiteles que componen el bosque original del templo primitivo.
No han sido construidos como los posteriores que figuran en las
diversas ampliaciones de la mezquita para esta finalidad. En su mayor
parte son de reempleo, de época romana y de estilos diversos. En
general fustes y columnas tienen orígenes diferentes. Son fáciles de
comprender las dificultades que tendría el arquitecto para reunir
estos materiales, si no los tuviera al alcance de la mano, por así
decir. En el siglo VIII la mayor parte de los monumentos romanos en
España estaban en ruinas o habían desaparecido. Para orillar la
dificultad se ha dicho que habían sido traídos de los lugares más
alejados, de Italia y de África. Nos parece esta sugestión traída
por los cabellos si se piensa en las dificultades de los transportes
existentes en la antigüedad y en los años de la Alta Edad Media. Podíase
en aquellos tiempos transportar una estatua, pero no un número tan
grande de fustes con sus correspondientes capiteles.
Si
el bosque ha sido edificado en el siglo VI los entorpecimientos de
acarreo son menores que si hubiera sido construido en el VIII. En los
días de Justiniano abundarían más los monumentos romanos
abandonados en el sur de España, que en los del VIII. No habían sido
todos destrozados por la rabia de los guerreros o para satisfacer las
necesidades de las poblaciones. Tuvo que disponer el arquitecto de una
gran cantidad de material en donde pudo elegir lo que le convenía,
para conseguir la perspectiva aérea del bosque con gastos más bien
reducidos384.
Mas ahora, si nuestra argumentación no está equivocada, poseemos la
clave que nos va a permitir dilucidar el misterio de la Mezquita de Córdoba.
Su
arquitecto, fuera quien fuere y fuera cualquiera la época en que
construyó el templo primitivo, había concebido y conseguido una obra
maestra de tal grandeza que poseía una vida y un genio propios. Se
concibe entonces que su original belleza y la impresionante atracción
que producía, se convirtieran en los más fervientes defensores que
tuvo el monumento contra los numerosos peligros que lo amenazaron en
el curso de los siglos. Varias veces transformado para servir al culto
de religiones distintas, han siempre respetado los arquitectos y sus
mandantes el principio del bosque de columnas. Era la gloria de la
ciudad. Tanto se identificaron los cordobeses con el genio de su
mezquita que en 1520, cuando los canónigos desearon y consiguieron
construir una iglesia en mitad del pétreo boscaje, amenazó el
ayuntamiento con la pena de muerte a todo obrero que se atreviera a
derribar las columnas. Fue Carlos V, educado en la entonces
intransigencia flamenca y como siempre mal informado, quien mandó
desfigurarla. Se dio cuenta más tarde del disparate, es justo
reconocerlo, pero cuando el mal estaba hecho.
El
principio de la mezquita, numen misterioso que varias veces la había
salvado del salvajismo humano, podía explicarnos el escasísimo
tiempo empleado por el Emigrado en su transformación. ¿Acaso, como
sus sucesores, subyugado por la belleza del monumento tan sólo había
realizado trabajos secundarios? Por lo cual habían durado un año.
Mas, en verdad, ¿había experimentado el afán de modificar su
interna disposición?
Ha
llegado el momento de dirimir la discusión. Importa ante todo
enfrentarse con el problema que suscita la misma existencia del
bosque. ¿Ha sido construido para un desempeño litúrgico? ¿Posee un
símbolo desconocido? Para resolver este enigma impresionante tenemos
que volver a la exposición que hicimos en la introducción de esta
obra. ¿Ha sido construido el templo primitivo para el culto cristiano
o para el musulmán? Si no ha sido así, ¿qué secta ha dado a la
piedra tal soplo que aún no se ha apagado en nuestros días, como
puede apreciarlo el visitante que se pierde en medio de sus arquerías?
De acuerdo pues con la evolución de las ideas de la que tenemos un
suficiente conocimiento y en razón de la nueva concepción que hemos
expuesto en las páginas anteriores, podemos ahora enfrentarnos con
las tres hipótesis que se pueden concebir para resolver el enigma.
Ellas solas permiten dar una interpretación a la extraña y genial
concepción que había hecho de la tierra brotar tan misterioso bosque
de mármol.
Hipótesis
cristiana
¿Ha
sido construido el templo primitivo para la celebración del culto
cristiano? Posee la estructura de una basílica romana, como todas las
iglesias cristianas de la Alta Edad Media en Occidente; es decir, una
sala rectangular cuyo prototipo es anterior al cristianismo. Más
tarde aparecerá la basílica cruciforme a imitación de las de
Oriente. Ambas, sin embargo,
han sido concebidas para permitir a los fieles seguir con sus ojos el
sacrificio de la misa, consumado por el oficiante. Por esta razón habían
sido construidas sobre el modelo de las amplias salas en las que el basileus
hacia justicia ante el pueblo reunido. De donde la denominación
de basílica. Ahora bien, una sala hipóstila como la de Córdoba, en
cuyo interior se había reunido un centenar de columnas, evidentemente
no había sido edificada para desempeñar esta función. Perdidos en
el bosque no percibían los fieles ni el altar, ni el sacerdote. El
cordobés que penetraba en el templo por el Postigo de San Esteban
chocaba con una masa de fustes que le cerraban el horizonte. En
realidad, no ha impedido este inconveniente la celebración del culto
cristiano y más tarde del musulmán. Mas es justo reconocer que la
disposición interior del monumento no había sido discurrida para la
prestación de esta función. El lápiz del arquitecto que había
dibujado el bosque no pertenecía a la mentalidad de un cristiano
trinitario. El espíritu que le había inspirado no había discurrido
su proyecto para la liturgia cristiana, cuya finalidad principal es el
sacrificio de la misa en la que están asociados en íntima comunión
el pastor y el rebaño.
Hipótesis
musulmana
¿Ha
sido construido el templo primitivo para el culto musulmán? Para
contestar a esta pregunta conviene precisar los caracteres
imprescindibles requeridos por una mezquita: Se podrá entonces
apreciar si esta antigua edificación reunía estos rasgos necesarios
para el desempeño del culto mahometano.
«Es
esencialmente una mezquita una casa dispuesta para el rezo. El plano
del edificio está adaptado al culto. Para orar se colocan los
musulmanes en filas horizontales, el uno al lado del otro, formando un
frente extendido. Detrás de esta primera fila se ordenan otras con la
mismas disposición. El director de la oración, el imán, se coloca
delante de la asamblea a la que da la espalda. Su orientación y la de
los fieles que hacen los mismos gestos que él y pronuncian las mismas
fórmulas, es la «quibla», la dirección de la Meca y del santuario
de la Kaaba, polo del Islam, la casa de Dios en la tierra. Así había
sido en tiempos de Mahoma en su propia casa de Medina, el primer
oratorio de la nueva religión, más precisamente bajo una cubierta
que había hecho establecer a lo largo de uno de los lados del patio,
simple techo de ramas y de tierra sostenido por troncos de palmeras.
Estaba sin duda desprovista esta construcción rudimentaria de
cualquier carácter arquitectónico. Pero no dejaba de fijar el
esquema de la mezquita futura con sus partes esenciales: un patio muy
amplio y la sala hipóstila que le orilla y le prolonga en la dirección
de la «quibla», sala muy larga y poco profunda cuya proporción está
lógicamente determinada por la ordenanza de la oración colectiva»
(Georges
Marçais)385.
Por
consiguiente, se compone una mezquita de los siguientes elementos:
1.
Un patio grande prolongado en uno de sus costados por una sala
rectangular, más larga que profunda, para que los creyentes puedan
alinearse en filas.
2.
La profundidad de la sala debe orientarse en dirección de la
Meca
(quibla).
3.
En esta dirección se halla un lugar sagrado, el mirhab, en
donde se guarda el Corán.
4.
Existen en el patio aljibes y fuentes para las abluciones.
5.
Domina la mezquita un minarete desde lo alto del cual cinco
veces al día llama el almuédano a la oración.
Si
se observa el plano del templo primitivo, se da uno cuenta de que no
reúne los caracteres que acabamos de enumerar. Nos advierte la
arqueología que el muro occidental, construido por el procedimiento
de la soga y tizón, no
parece prolongarse en la dirección del patio. Sabemos por los textos
que ha sido edificado en fecha posterior a la del templo primitivo.
Hasta los trabajos y las ampliaciones hechas por Abd al Ramán II, no
poseía la sala nada que se pareciera a un mirhab. A pesar de las búsquedas
de Félix Hernández no han aparecido bajo el suelo de la parte
antigua los restos de sus posibles fundamentos; cuando las construidas
por el Emir han sido perfectamente reconocidas386.
El hecho no admite recurso: una mezquita sin mirhab no es una
mezquita.
Posee
el templo primitivo la misma orientación que la quibla.
La nave central que es más ancha que los laterales y la misma
sala hipóstila están dirigidas hacia Oriente con una ligera
diferencia en los grados del cuadrante sur-este-sur. No significa este
hecho nada importante, pues en la Alta Edad Media presentaban las
iglesias cristianas aproximadamente esta misma orientación, ya que
Jerusalén se encontraba poco más o menos en la misma dirección que
la Meca para un observador situado en Occidente. Por otra parte, está
compuesto el templo primitivo por una sala rectangular que dispone de
la anchura suficiente para la alineación de los creyentes; pero su
profundidad, trece travesías, sobrepasa las dimensiones de las
mezquitas anteriormente construidas o que le son contemporáneas.
La
gran Mezquita de Damasco, que sólo tiene tres, ha servido de modelo a
la gran mayoría. Alineados los creyentes pueden seguir perfectamente
el ritual señalado por el imán. Forman un bloque compacto. No ocurría
lo mismo en Córdoba. Aquí ha sido edificada la sala hipóstila en
profundidad. Alcanza los cuarenta y cinco metros. Demuestra este solo
hecho que al dibujar los planos ignoraba el arquitecto las características
esenciales del rito musulmán: el papel desempeñado por el director
de la oración; luego la concordancia entre el patio y la sala
cubierta. En Córdoba son tan estrechas las naves y las travesías tan
numerosas que las columnas colocadas de cuatro en cuatro gozan de una
tal disposición que tapan el horizonte. Desaparece el imán tras
el bosque. Tan extraña contextura, acentuada por las ampliaciones
posteriores, no ha impedido la celebración del culto musulmán, como
tampoco la del cristiano, en fechas anteriores y posteriores a la
mezquita. Está el problema en otra coyuntura: Se trata de saber si el
arquitecto que ha dibujado los planos del templo, los ha concebido
para la oración colectiva de la religión musulmana, de acuerdo con
los deseos de una comunidad que le había encargado el pedido y se lo
había pagado.
La
ordenación interior del templo coincidía con lo que sabemos de la
historia de las ideas religiosas. En el VIII no había en Córdoba una
población mahometana suficiente —de haber existido— para
ofrecerse el lujo de una obra
maestra tan singular. No había sido construido el templo para sus
necesidades religiosas. Lo contrario implicaría una grave contradicción
entre los textos y los testimonios arquitectónicos y arqueológicos.
Si el culto musulmán había sido celebrado en el templo primitivo
desde los principios del siglo VIII, como nos lo asegura la historia
clásica, hubieran tenido los autores de la Escuela de Córdoba todo
el tiempo requerido para estudiarlo y saber de sus principios que
ignoraban aún a mediados del siglo IX. Hubieran oído algo de las
enseñanzas del Corán y las hubieran comentado o combatido en sus
obras. Hubieran sabido por boca de los almuédanos la existencia de
Mahoma antes de 850. Confirma así el contexto histórico, tal como lo
hemos establecido en el curso de esta obra, los testimonios de la
piedra cordobesa.
Como
se han convertido los cordobeses al Islam a pasos contados, han también
adaptado poco a poco el templo primitivo a las necesidades de una
mezquita, de acuerdo con las nuevas enseñanzas, que también se
extenderían muy lentamente. Se había realizado la transformación
del templo de modo tan imperceptible como la evolución de las ideas.
Por esto, la brutal intervención llevada a cabo en Damasco, de ser
cierta, no coincidía con lo ocurrido en Córdoba. No se prestaba a
ello la disposición interna del templo primitivo, aun
en el caso de haberse querido emprender una acción parecida. Se
adaptaba mejor la basílica siriaca al culto musulmán. Bastaba con
echar abajo el lienzo norte del edificio para que se abriera la sala
sobre el patio, adquiriendo así los requisitos requeridos. No era
esto posible en Córdoba, en donde la sala hipóstila del templo
primitivo poseía otra disposición interior. No podía aquí
escamotearse la profundidad a menos de derruir las columnas. Era esta
operación imposible, no sólo por el cariño de la población por su
monumento, sino también por razones históricas. Como la adaptación
del templo a nuevas necesidades se había realizado muy lentamente, no
había padecido brutales mutilaciones. Para convertirlo en mezquita en
razón de una orden impuesta hubiera sido necesario emprender una
nueva construcción. Así había ocurrido con la Mezquita de Kairuán.
Según
la tradición había tenido por origen un santuario modesto edificado
por Sidi Ocba en 670. Mas, por dos veces había sido derruido y
reconstruido. A pesar de estas modificaciones posteriores, había sido
su configuración definitiva la obra de los emires aglabidas que le
dieron el último toque en el siglo IX. Ignoramos pues la interna
disposición del oratorio primitivo y el proceso de sus
transformaciones, tanto arquitectónicas como religiosas; pues ha
podido ser adaptado a cultos diversos. Queda patente la similitud de
los dos monumentos, el de Kairuán y el de Córdoba: la ordenación en
profundidad y la multiplicidad de sus naves. Apreciaremos más
adelante que han tenido el mismo origen y acaso un modelo hoy día
desaparecido. Por el instante nos basta con anotar que a pesar del
empleo de un mismo estilo y técnica —la profusión de las columnas
de reempleo con sus arcos de herradura— el efecto producido en Córdoba
por la espesura del bosque ha desaparecido en Kairuán. ¿Por qué?
Para
adaptar la ordenación en profundidad al culto musulmán, es decir, la
tradición heredada a las necesidades de un nuevo culto, ha dado el
arquitecto tunecino más anchura a las naves y a las travesías. Para
extender más el espacio, ha edificado un transepto delante del mirhab,
que compone con la nave principal una especie de tau,
como la letra griega. De este modo puede abarcar la vista un mayor
horizonte. No se trata entonces de un bosque como a orillas del
Guadalquivir, sino de una oquedad en donde pueden ser percibidos a
cierta distancia los objetos y las personas. En una palabra, para
realizar una adaptación más ortodoxa del monumento, los ¿os
primeros oratorios de Kairuán han sido derruidos y reconstruidos por
dos veces, habiendo fracasado por lo visto las dos primeras
tentativas. Hay que suponer en estas condiciones que el arquitecto
tunecino gozaba de una libertad de movimiento que no habían tenido
los arquitectos andaluces. Mas, en verdad, ¿la habían necesitado?
Nos
ilustra la historia del arte la evolución de las ideas de un modo
mucho más preciso que los textos defectuosos llegados hasta nosotros.
Se encuentra Berbería más cercana de Oriente, centro neurálgico y
creador del Islam, que Andalucía. Por su situación geográfica
experimentaba la tierra africana una imposición mayor. De ahí una
mayor rapidez en la cristalización dogmática de la doctrina del
Profeta. Europa gozaba de una mayor independencia, lo que le permitía
dar riendas sueltas a su genio. Esto se trasluce en el lenguaje de la
piedra. Por ello hay un mayor contraste cuando se comparan ambos
monumentos. En Kairuán, el Oriente oculta a Occidente. Por su estilo,
por sus diversas edificaciones en las que destacan sus cúpulas
mesopotamicas y su minarete
siriaco, por su fachada general, pertenece la Mezquita de Kairuán a
Oriente, a pesar de sus columnatas, de sus arcos de herradura y de la
profundidad rectificada de su sala hipóstila. Como no han tenido los
arquitectos andaluces la obligación de trastornar de arriba abajo el
templo primitivo, han agrandado el monumento en el sentido de la quibla,
cuya orientación perteneciente a la iglesia cristiana estaba ya
determinada por la anchura mayor de la nave principal. Se ha
convertido así la Mezquita de Córdoba en un monumento único en su género,
pues han sabido adaptar sus constructores la herencia recibida a las
nuevas necesidades, conservando en un principio la tradición
ibero-andaluza y adaptándola al genio decorativo de Bizancio. Como
era la capital de España una de las ciudades en su tiempo más
importantes de la tierra —acaso alcanzaría su población al millón
de habitantes— fue su mezquita el modelo que en lo sucesivo imitaron
los arquitectos del Magreb. Con su extraordinaria originalidad ha
contribuido al florecimiento del arte arábigo-andaluz y se convirtió
en la obra maestra del arte musulmán occidental.
Hipótesis
herética
Si
no ha sido construido el templo primitivo para las necesidades, ni del
culto cristiano trinitario ni del musulmán, no cabe duda de que lo ha
sido para una finalidad religiosa precisa. Como se trata de un
oratorio, por eliminación ha sido edificado para los requerimientos
de un movimiento suficientemente poderoso para contar con los medios
para emprender una obra de tales dimensiones. Por nuestros estudios
anteriores sólo gozaban de estas posibilidades dos comunidades: las
que se adherían al judaísmo, las que pertenecían al cristianismo
unitario o sea al arrianismo.
Había
adquirido el judaísmo en la península una importancia
extraordinaria. No se debe, pues, menospreciar esta sugestión, tanto
más que el templo de Córdoba posee una disposición arquitectónica
que se ajusta perfectamente a las necesidades de la sinagoga. No se
requiere el órgano de la vista para seguir las ceremonias judaicas.
Es el canto el que une a los fieles en sus oraciones al Todopoderoso.
Ha dado este carácter probablemente su razón de ser al bosque
primitivo. Sin embargo no creemos pueda mantenerse la hipótesis según
la cual hubiera sido construido el templo para el culto judío. Esto
por dos razones:
1.
No coincide con los textos de los autores musulmanes.
2.
Envuelve al templo de Córdoba un ambiente que está emparentado no sólo
con el judaísmo, sino también con la filosofía alejandrina,
dominada por el genio de Israel.
Volveremos
más adelante sobre este segundo punto. Por ahora nos basta con
precisar que poseemos los testimonios de varios autores musulmanes de
fines del siglo X o del XI que nos aseguran la existencia de una
iglesia cristiana, dedicada a San Vicente, situada en el siglo
VIII en el mismo emplazamiento de la gran Mezquita.
Tenemos
pruebas múltiples para acusar a los historiadores o cronistas
musulmanes de imprecisión patente. Es muy posible —y en la práctica
el hecho es indiscutible— que un escritor arábigo en aquellos
tiempos confundiese a un cristiano trinitario con un cristiano
unitario, fuera o no arriano. Tal era la consecuencia del gigantesco
trastorno ocurrido en los conceptos. Pero tienen ciertos límites
estas equivocaciones. Un hombre de cultura no podía equivocarse,
confundiendo un judío con un cristiano, una iglesia con una sinagoga.
En
nuestro entender otra hipótesis, directamente emparentada con el
segundo punto que hemos establecido líneas anteriores, merece ser
considerada: Ha sido construida la basílica para el culto cristiano
unitario, o sea para el culto arriano y luego dedicada al trinitario
con la conversión de Recaredo. Con la victoria del partido unitario
en la guerra civil, volvió otra vez al culto arriano e
insensiblemente fue transformada
la basílica en mezquita. Puede ser apoyada esta hipótesis con los
siguientes testimonios arqueológicos e históricos:
No
puede discutirse la existencia de un culto arriano en Andalucía en
fecha tan tardía como el siglo IX. Hemos trascrito en un capítulo
anterior una antífona que se cantaba en las ceremonias de esta
comunidad religiosa. Conocemos la polémica que ha enfrentado al abate
Sansón de Córdoba con Hostegesis, obispo de Málaga. Pero no sabemos
nada más. Ignoramos las modalidades de esta liturgia de tal manera
que somos incapaces de distinguir los signos exteriores arqueológicos
de sus templos; lo que
diferenciaba en estos años una iglesia arriana de una iglesia
trinitaria, enseñanza que nos impediría confundirla con una
mezquita. Nos encontramos así, con tal ausencia de datos, en la
situación del paleontólogo que ha de reconstruir de modo abstracto
el eslabón anatómico de una especie que le es desconocida, pero que
ha existido; pues constituye un
elemento esencial en la evolución de un
filum, del cual se poseen los estados sucesivos desde su
nacimiento hasta su extinción.
Sin
embargo, la situación del historiador es más confortable que la del
paleontólogo; pues, en realidad, si poseemos este eslabón ausente.
Está presente ante nosotros. Es la sala hipóstila del templo
primitivo de Córdoba con la original disposición de sus columnas; en
modo alguno se puede eludir la significación de su presencia. Nos
faltan solamente los testimonios precisos que nos permitirían sin
error posible dar un sentido a su espiritualidad. Mas, a falta de esta
prueba que se ha perdido en el torbellino de los siglos, podemos
discurrir unos razonamientos adecuados. Nos darán tales presunciones
que el argumento abstracto será suficiente para sustituir al
documento ausente.
Por
las noticias que nos da la arqueología tenemos buenas razones para
suponer que el templo primitivo y su misterioso bosque han sido
construidos en el siglo V o en el VI. Hecho indiscutible, existía en
el siglo VIII, mucho antes de la reforma que hizo el Emigrado para
convertirlo en mezquita, según nos lo sugiere la historia clásica.
Poseía entonces tal notoriedad que el pretendido Omeya demostró el
mayor interés para hacerse proclamar emir en sus muros; lo que tuvo
lugar en 756, muchísimo antes de su transformación. Con otras
palabras, recibió en este templo una investidura real con carácter
religioso que le permitió emprender en contra de sus otros
competidores una lucha de treinta años que acabaría haciéndole dueño
de España. Entonces, se pregunta uno si esta unción divina, arto
determinante en su carrera, la hubiera podido recibir en un modesto
oratorio como lo hubiera sido la sala de oración de que nos habla la
historia clásica, parte de una iglesia dividida en dos para la
celebración de dos cultos. Descartada esta «historieta» egipcia, es
más lógico suponer que el templo primitivo, tal como lo admiramos
hoy día, existía ya con todo su esplendor. Era entonces tan
importante su irradiación espiritual sobre las poblaciones, que se
empeñó nuestro ambicioso guerrero en hacerse en el mismo coronar; de
idéntica manera y en virtud de la misma tradición por la que habían
recibido el óleo sagrado en la catedral de Toledo los reyes godos,
fueran trinitarios o arrianos.
Con
esta consagración del Emir en el templo de Córdoba se convierte esta
ciudad en la capital de España, en detrimento de Toledo cuya población
y por consiguiente catedral conservaban un carácter
ortodoxo-trinitario más acentuado; como nos lo indica el
Anónimo
latino387.
En la segunda parte del siglo VIII, nos parece que Elipando, arzobispo
de Toledo, está más cerca de la ortodoxia trinitaria a pesar de su
adopcionismo, que del unitarismo predicado por los arrianos. A pesar
de sus elucubraciones es un cristiano en el sentido estricto de la
palabra. Discute con Alcuino y los obispos reunidos en Aquisgrán. Se
interesa por la disciplina común, no es un premusulmán. ¿Lo era el
que bacía sus veces en Córdoba? En el curso de la competición de
ideas religiosas que tuvo lugar en el siglo VIII, había alcanzado la
basílica de Córdoba una notoriedad y una autoridad que suplantaba a
la que había gozado en los tiempos anteriores la catedral de Toledo.
¿Por qué? Se funda la contestación que se podría dar a esta
pregunta en un movimiento de ideas emparentado con la ceremonia que
había dado tanto prestigio al Emir. ¿Cuál era la naturaleza de la
unción divina que le había sido impuesta...? No era cristiana; sus
descendientes en este caso no se hubieran apresurado a transformar al
paso de los años el templo en mezquita.
La
ceremonia de la investidura poseía por consiguiente un carácter
espiritual que no debía ser contradicho por el Islam. Dada la situación
religiosa entonces existente en la península, no podía ser otro que
una idea afín al arrianismo; por lo cual había buscado nuestro
guerrero el prestigio del templo de Córdoba que por lo visto
despuntaba por el unitarismo de sus rectores, en oposición al de
Toledo que conservaba la tradición ortodoxa. Poseemos pruebas,
escasas pero precisas, que apuntan a una mayor evolución de las ideas
religiosas en el sur de España hacia un estado de opinión que podríamos
llamar: premusulmán. Abd al Ramán había recibido una autoridad
facultada por la divinidad que se realzaba a los ojos de sus
conciudadanos. Así se explica la oposición de los demás y los larguísimos
pormenores de la guerra civil. Ahora bien ¿por qué el templo de Córdoba
y no cualquiera de los otros entonces famosos, los de Mérida, de
Sevilla, de Segóbriga? La elección de Córdoba no ha sido fortuita.
Es de suponer que una parte de su clero había secundado la gesta de
los vencedores del partido de Roderico, si no la habían ellos mismos
encauzado. Mas esta situación se imbricaba con la misma historia del
templo y con la lejana tradición que representaba, enigma que sólo
la arqueología era capaz de dilucidar.
La
clave del problema se halla en los orígenes del bosque, pues es esta
ordenación interior la que se opone a la concepción de un
templo concebido para el culto cristiano o musulmán. Por otra
parte, hay que admitir, vistas las dimensiones y la disposición
general de la sala, que su extraña construcción no había sido
impuesta por un problema técnico cualquiera. Hacía tiempo que sabían
edificar los antiguos amplios espacios cubiertos, sea con columnas,
sea con cúpulas gigantescas como en Santa Sofía. Los romanos, los
bizantinos, los Omeyas de Asia, los Abasides, han erigido templos,
iglesias y mezquitas, sin que fuera necesario hacer surgir de tierra
un bosque de columnas. Ha sido pues buscada esta disposición original
que tanto extraña a todo aquel que penetra en la mezquita... y esto
para un fin particular.
Si
es así, se plantea una pregunta: ¿Ha sido el principio del bosque
una genial concepción del primer arquitecto del templo o la imitación
de un modelo anterior? En este caso sería menester reconocer que la
copia y el modelo pertenecían a una misma idea religiosa o poseían
un origen común. Hemos averiguado que la sala rectangular del templo
primitivo se parece a un género de construcciones de las que sólo se
han conservado algunas ruinas situadas en África del Norte. Se trata
de un tipo de basílica denominado: latino-africano. Las más
importantes se encuentran en Túnez; son los restos de Damus el Karita
y de San Cipriano, que fueron edificadas en el siglo IV o V. Se supone
que fueron muy numerosas estas iglesias en tiempos de Justiniano. Más
tarde fueron destruidas en las guerras civiles posteriores o
transformadas en mezquitas. Después de las modificaciones que
sufrieron es imposible reconocerlas. Sin embargo, las ruinas de Danius
el Karita son suficientemente explícitas, para que el padre Delattre
haya podido levantar el plano de su basílica y demás dependencias.
Se sorprende entonces el historiador. Las dos salas hipóstilas en
Berbería y en Córdoba, si no similares, son muy parecidas.
Damus
el Karita es un monasterio
situado cerca de Cartago, cuya basílica es más profunda que la de Córdoba;
o sea, 65 metros de largo por 54; pero tenía menos columnas: 86 por
108. Las afinidades entre ambas son indiscutibles, como se aprecia al
comparar sus planos. Sin embargo, posee el templo africano un carácter
que le distingue del andaluz. Dos largas naves de anchura doble que
las demás se cruzan componiendo un transepto. Si se admiten las
conclusiones de Elie Lambert sobre la Mezquita de Córdoba, existían
en el templo primitivo, en las extremidades del rectángulo, dos
largas naves que han sido dobladas cuando la reforma y ampliación de
Abd al Ramán II. Con la nave central eran más anchas que las demás.
En una palabra, si es verdad que existe en estos dos monumentos el
esbozo de un bosque de columnas, se halla este carácter más
acentuado en Córdoba en donde la masa de los fustes compone un
conjunto más compacto.
Se
ignora cómo era la disposición arquitectónica de Damus el Karita.
¿Existían en la basílica arcos de herradura? Misterio. Lo que
importa es averiguar el espíritu que ha imperado en su construcción.
Hasta
ahora no había surgido en las mentes duda alguna. Se habían
contentado los especialistas con reconocer el carácter cristiano de
las ruinas del monasterio. Para nosotros el problema es algo más
complejo. ¿Qué cristianismo? ¿El trinitario o el de una fracción
del unitarismo? Si no se compara su reconstrucción imaginaria con la
realidad del templo de Córdoba, si no se ha asimilado su ambiente, es
imposible apreciar en el plano el sentido místico que se desprende de
una sala hipóstila con columnatas múltiples.
Son
las basílicas latino-africanas los testigos tardíos de las
primitivas iglesias cristianas que han sido edificadas en Oriente,
siguiendo el modelo de la sinagoga. En los primeros tiempos del
cristianismo habían probablemente revestido estos monumentos escasa
importancia. Han desaparecido. Acaso se podría hallar un recuerdo de
los mismos en el templo primitivo de la mezquita El Akza de Jerusalén,
si se conociera mejor su historia y la interna disposición que había
tenido antes de haber sido transformado para el culto musulmán388.
Más tarde, los modelos de la basílica romana y de la basílica
cruciforme se habían impuesto, no por motivo de una nueva moda artística,
sino por comodidad. Pues sus diferencias con las más primitivas tenían
una razón funcional. Estaban concebidas para la vista, para que los
fieles pudieran seguir el sacrificio de la misa. Las latino-africanas
y las más primitivas en donde acaso la misa revestía otra liturgia,
descienden de la sinagoga en donde el canto de los salmos une a los
fieles en los actos de la ceremonia colectiva. Si es así ¿por qué
la supervivencia de esta concepción arquitectónica pasada de moda ha
podido mantenerse en ciertas regiones hasta fechas tan tardías de la
Alta Edad Media?
Estamos
ahora en condiciones de explicar tan extraño hecho. La supervivencia
de este tipo anticuado de oratorio no tenía otra razón de ser que su
carácter funcional. En un principio habían sido construidos de
acuerdo con la tradición judía, luego el principio de la basílica
latino-africana se había mantenido porque la ordenación interior de
sus salas rectangulares e hipóstilas se adaptaban mejor a las
ceremonias heterodoxas y unitarias que en ellas se celebraban. Tanto
que estaban estrechamente emparentadas con la filogenia espiritual del
monumento: con la sinagoga y la filosofía alejandrina. Ahí está la
clave del problema; pues la fecha de la construcción de Damus el
Karita y del templo de Córdoba coincidía más o menos con la expansión
del arrianismo en estos lugares.
Divulgado
en Berbería, como en España, desde las primeras predicaciones de
Arrio, de acuerdo acaso con una enseñanza anterior, había reforzado
el arrianismo su expansión en estos lugares con la llegada de
Genseric y de sus vándalos, que eran arrianos.
Desde
entonces, evolucionando estas ideas hacia un sincretismo más
acentuado, se llegaba a comprender por qué la patria de San Agustín
se había convertido tan repentinamente al Islam. Había existido un
truchimán que no era otro que la herejía unitaria. Se advierte
entonces la similitud en aquellos tiempos de los problemas religiosos
en España y en Berbería. Se trataba de un mismo proceso de evolución
de ideas-fuerza. Por haberlo ignorado había honradamente confesado su
impotencia Georges Marçais para explicarlo.
¿Débese
concluir que Damus el Karita había sido construido para una comunidad
arriana o que su sala hipóstila había sido más tarde adaptada para
ceremonias heterodoxas? Seria temerario afirmarlo en vista de una
ausencia total de documentación. Por el momento importa tan sólo señalar
el carácter tan particular del modelo de las basílicas
latino-africanas y saber por qué su construcción había sido
abandonada por los cristianos, cuando era recogida por los unitarios389.
Pues legítimo es suponer que habían edificado los arrianos iglesias
para su culto o habían adaptado a sus necesidades monumentos
edificados en la tradición cristiano-judía; tanto más durante su
mayor preponderancia política, sea bajo Genseric, sea con Leovigildo.
De
esta discusión destaca un hecho evidente: el paralelismo existente
entre Berbería y Andalucía debido a la existencia de una misma
situación política que era función de una misma evolución de ideas
religiosas, las cuales determinaban a su vez la evolución del arte.
Si ha sido así, podemos deducir ciertos conceptos que esclarecerán
nuestro problema con nueva luz.
1.
Las relaciones entre los arrianos del norte de África y de España
—descontando las relaciones normales entre pueblos vecinos— han
debido de ser frecuentes en los días de la Alta Edad Media. Cuando
gobernaron los germanos estas regiones, alcanzó el arrianismo honda
sedimentación en los numerosos años de su dominación. (Cerca de dos
siglos en España.) La abjuración de Recaredo posteriormente y la política
de los gobernantes bizantinos fueron incapaces de reducir su acción,
manifiesta o clandestina, como la demuestra la explosión final que se
produjo.
2.
Han sido construidas las
iglesias arrianas en el estilo de las basílicas latino-africanas. Las
diferencias señaladas entre Danius el Karita y Córdoba se deben a
que han sido erigidas en tiempos diferentes o acaso se deba al genio
particular de sus arquitectos. El proceso de evolución era el mismo.
Por esto, la Mezquita de Kairuán en su edificación definitiva
conserva aún el principio tradicional de la sala hipóstila, que
heredaron posteriormente las mezquitas en profundidad del Magreb y de
España.
3.
Sabemos por lo que nos enseña Ravena y por lo que se desprende del
III Concilio de Toledo, que aparentemente no se distinguían las
iglesias arrianas de las cristianas. Pero ¿ocurriría lo mismo con
los templos latino-africanos de estructura tan diferente de las basílicas
occidentales? No hay que olvidar que los testigos que podemos estudiar
como la Mezquita de Córdoba revisten la forma que tenían en el siglo
VIII. Ignoramos de este modo si anteriormente estaban revestidos los
lienzos de sus paredes con pinturas y mosaicos que los iconoclastas de
la revolución han hecho desaparecer390.
Podemos
concluir que el templo primitivo de Córdoba ha sido construido para
los fines de un culto que estaba en íntima relación con el
sincretismo arriano. Para convencerse de ello basta con penetrar en el
santuario maravilloso. ¿Por qué esta extraña sensación que os
invade cuando al adelantarnos por las columnatas parecen los fustes
huir de vuestra vista? ¿Por qué esta emoción que sorprende al espíritu
sensible, estas conexiones metafísicas que afluyen a la conciencia
del filósofo?
Generalmente
queda sorprendido el visitante por un arte que le es desconocido. No
puede el filósofo tropezar al contacto con los recuerdos que le
llegan a borbotones. Pues las ideas que surgen ahora en su conciencia
no le son desconocidas. Ha tenido trato con ellas desde los años de
su iniciación. Acostumbrado en nuestro Occidente y hasta en el Próximo
Oriente a manifestaciones artísticas que traducen en las mezquitas y
en las iglesias una concepción personal de la divinidad, se asombra
en Córdoba ante un encuentro que no esperaba: el mensaje de una
concepción metafísica que le es familiar, el dios alejandrino de un
Filón o de un Plotino. ¡ Qué complejidad si se compara Córdoba con
Santa Sofia, Santiago o Chartres!
Aquí
es infinito el espacio, pues la vista se pierde por las columnas. El
dios de Córdoba no es aquel que cuida y con amor se interesa por su
hechura. Es un principio del intelecto. Por esto, en la evolución del
pensamiento humano asimila el filósofo el ambiente que se desprende
de este monumento único con las enseñanzas de la escuela de Alejandría,
tan íntimamente ligadas al pensamiento de la intelectualidad judía.
¿Será por esta razón que tantas veces retorna con machaconería el
recuerdo de la sinagoga a la mente del historiador? Nada sabemos de la
teología ni de la liturgia del sincretismo arriano, mas por el
ejemplo del templo de Córdoba debía de ser endemoniadamente sutil y
complicada; como por supuesto las demás sectas orientales que le
hadan competencia. Más tarde rechazaría Mahoma estas sutilezas con
un concepto concreto que ha sido su fuerza... Sufrió entonces largos
eclipses el genio que había inspirado la construcción del santuario
famoso, pero no por ello fue vencido. Volvió a renacer y a abrir sus
alas en el espacio. La mística y gran parte de la filosofía
hispano-musulmana e hispano-judía de los siglos Xl y XII pertenecen
al mismo espíritu que, a orillas del Guadalquivir, del suelo había
hecho brotar un bosque de mármol...
Hemos
llegado al término de nuestra exposición. Nos es ahora posible
reconstruir a grandes rasgos los orígenes de la Mezquita de Córdoba.
1.
El templo primitivo ha sido construido en el siglo V o en el VI, en
tiempos acaso de Leovigildo, cuando los bizantinos dominaban parte del
sur de España y su influencia artística era muy grande. El primer
tiempo de la hegemonía arriana en el país se distingue por su
cultura y su riqueza. Sin que se pueda afirmar de modo positivo,
existe una gran probabilidad de que haya sido edificado para el culto
arriano. No se concibe que lo fuera para el cristiano en el VII,
durante la reacción trinitaria y la decadencia del poder público.
2.
Después de la abjuración de Recaredo o después de la expulsión de
los bizantinos del sur de España, se convierte el templo en iglesia
cristiana, consagrada a San Vicente.
3-
Con la revolución de 711 vuelve el templo al culto arriano o mejor
dicho al sincretismo arriano, siendo despojado de sus figuras por los
iconoclastas.
4.
Desde esta fecha hasta la llegada al poder de Abd al Ramán II en el
siglo IX, sufre el templo una serie de adaptaciones de escasa
importancia arquitectónica, de acuerdo con la evolución del culto
arriano a premusulmán.
5.
En
contraste con su padre Abd Alá, arriano más o menos escéptico,
emprende su hijo Abd al Ramán II una política pro-islámica por todo
el reino. Con las salvedades que impone nuestra deficiente información,
parece que fue el primer monarca verdaderamente musulmán que gobernó
España. Por este motivo acaso fue un gran constructor de mezquitas.
Según Ibn al Atir, edificó la gran Mezquita de Jaén y una parte de
las de Toledo y de Sevilla391.
Las obras emprendidas en el templo de Córdoba fueron tan importantes
que empezadas en 833, no se habían acabado en el día de su muerte,
ocurrida en 852.
6.
Su
hijo las acabó. Una inscripción en lengua árabe colocada sobre el
dintel del Postigo de San Esteban lo atestigua. Está fechada en 855.
La han traducido Levi-Provençal y Elle Larnbert como sigue: MOHAMED
HA ORDENADO LA CONSTRUCCIÓN DE LO QUE HA ESTIMADO NECESARIO EN ESTA
MEZQUITA Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA MISMA392.
De acuerdo con este texto no se trataba simplemente de la restauración
de una puerta cuya decoración había sido estropeada por la lluvia,
puerta por otra parte que era la entrada principal del monumento, sino
de una construcción en el mismo. Ha sido llevada a cabo de acuerdo
con lo que el Emir «ha
estimado necesario». Necesario. ¿Qué quiere decir esto sino que
anteriormente lo necesario no existía? En otros términos, exponía
simplemente esta inscripción que antes no existía en el templo lo
necesario, que lo anterior era superfluo, frívolo, inadecuado. Por
esta razón los restos del nicho helenístico habían sido enterrados.
Era menester concluir que de acuerdo con el criterio de los contemporáneos
la aportación ordenada por Mohamed constituía precisamente lo
necesario. No era esto la ampliación de la sala hipostila, sino lo
que hace que una mezquita sea una mezquita: el mirhab antes
inexistente y otros accesorios secundarios. En otras palabras,
confesaba la inscripción lo que nos hemos esforzado en demostrar en
las páginas anteriores, que el templo primitivo no pertenecía al
culto musulmán.
7.
Confirma este documento epigráfico los textos que se conservan de la
Escuela de Córdoba. Toma el poder Mohamed en 852. Cuatro años antes
había emprendido Eulogio su viaje a Navarra, en donde lee la biografía
de Mahoma. De vuelta a su tierra redacta en 851 su Memoriale
martyrum, para contrarrestar su doctrina, que en realidad ignora.
Es entonces cuando por su amigo el cordobés Alvaro tenemos noticia de
la existencia en la capital de España de los almuédanos. Nos lo
anuncia en 854 en su Indiculur.
Un año más tarde, coloca Mohamed su inscripción en la entrada
principal de la mezquita. Tenemos ya constancia del culto musulmán.
Para las
relaciones entre cultura y civilización véase el prólogo de
nuestra obra La Decadencia
Española, tomo primero desde la página 23 en adelante, el
capitulo XII. segundo tomo, sobre la Historia
y la evolución, y el párrafo 78 del capitulo decimocuarto
sobre la Revolución islámica.
Durante los sondeos y las búsquedas realizadas debajo del suelo
de la sala hipóstila y del patio, ha encontrado Félix Hernández
a una profundidad de cierta importancia la cimentación y los
mosaicos de casas romanas. A 55 centímetros del nivel actual ha
aparecido el emplazamiento de un edificio de menor alcance; acaso
una capilla que poseía el suelo encementado x’ los muros
compuestos por un barro rudimentario. Se han podido distinguir
tres naves de una longitud de doce metros, cuya orientación
estaba dirigida de oeste a este. (Gómez Moreno: EL
arte árabe-español ¡tarta los almohades. Arr hi.spaniae, t.
III, p. 20, Madrid.)
Lambert en sus
trabalos sobre la Mezquita de Córdoba ha expuesto una hipótesis,
en virtud de la cual la subelevación del techo de la sala hipóstila
que descansa sobre arcos de medio punto, los cuales se apoyan
sobre las columnatas de arcos de herradura, hubiera sido la obra
de los arquitectos de Abd al Ramán II. En este caso hubieran
tenido una participación muy importante en la creación de esta
obra maestra. Resulta difícil apoyar esta concepción con una
documentación positiva. Pero, aun en este mismo caso, la hipótesis
de Lamben no modifica grandemente nuestras ideas acerca de la
historía del templo primitivo. Al contrario, se encuentran
reforzadas en vista de la menor importancia arquitectónica y artística
del conjunto, en el que destaca sin embargo la base del concepto
fundamental: el bosque de las columnas.
Confirma por
otra parte los argumentos de Dozy. Han simplemente transplantado
los historiadores egipcios del ix en adelante a España lo que
suponían había ocurrido en su país. En este caso, la Mezquita
de Damasco les servia de ejemplo. Como se trata de un hecho
determinado puede ser confrontado, como lo hemos hecho en páginas
anteriores. Los testimonios literarios de los escritores del siglo
X, árabes o que escriben en árabe, acerca de la Mezquita son los
siguientes: Aluned al Rasis, del cual reproduce Al Makari,
historiador del siglo xvii, en su obra Analectas
un texto concerniente a la Mezquita. Ibn Adlari que reproduce
largas citas del mismo autor en su Bayan
aL Magreb. Iba al Atir en sus: Annales
da Maghreb et de L’Espagne en la traducción de Fagnan.
Iba Al Kotiya: Crónica.
Levi.Provençal ha encontrado otros textos que dan datos
suplementarios acerca de los trabajos realizados en la Mezquita en
los siglos ix y x. Comunicados a Elie Lamben los ha comentado en
su obra anteriormente citada, pp. 53.86. Pertenecen a El Hassan
iba Mufarnidj, anterior a 961, a Mu’awiga iba Hischam que
escribe en el reinado de Al Hakán II y de Iba en Nazam que también
redacta su texto en los mismos años.
Es verdad que
los testigos de una estructura similar han podido haber sido
destruidos en el curso de la Edad Media. Desde el punto de vista
de la construcción, una doble fila de arquerías cuya primera está
compuesta por arcos de sostenimiento pertenecen a la tradición
romana. Existen en España acueductos construidos con este
principio. El más célebre es el de Segovia. Mas la idea original
y genial era combinar las arquerías de tal forma que dieran la
sensación del bosque.
Según los
autores musulmanes se requirió veinte años para edificar la
segunda ampliación de Abd al Ramán II: cinco para levantar las
panes principales, quince para decorar lo construido. Es verdad
que esta ornamentación es más importante que en el templo
primitivo, pero éste es más grande y hubo que desfigurarlo.
Se habían ya
apercibido Gómez Moreno y Elle Lamben del error o de la
contradicción de los textos musulmanes. Para salvar esta
dificultad, el arqueólogo francés concibió su hipótesis sobre
la construcción de la sala hipóstila, que hubiera sido realizada
en dos tiempos. Esta sugestión muy interesante no contradice el
hecho que defendemos y que es una de las bases de nuestras tesis:
la existencia en el viii del bosque de columnas. Sin embargo, como
lo podrá apreciar el lector, no parece favorecer la tesis de Elie
Lambert el contexto histórico. Confirma más bien el pensamiento
de Gómez Moreno, el cual supone que la obra del Emigrado había
sido de menores alcances de lo que se había supuesto. (Gómez
Moreno: Ars Hispe. riiae, t.
III, p. 29.)
Edición
Emilio Lafuente Alcántara: Ibid.,
p. 65.
Gómez Moreno:
Arr hispaniae, t. III,
pp. 19.20.
De acuerdo con
esta técnica poseen los bloques una forma rectangular. Tienen en
el muro del templo primitivo las siguientes dimensiones: 1,15
metros de largo; 0,47 m. de ancho; 0,15 m. de alto. Para componer
la pared han sido colocados de la manera siguiente: en la hilera
presenta un bloque al exterior toda su largura y le sigue otro que
no ofrece a la vista sino su anchura, como si una larga fuera
seguida de una breve. Está soldado el conjunto con cemento.
Declara Gómez Moreno que esta técnica es excepcional en el arte
clásico, sea en Asia, sea en Grecia. Se encuentra, por ejemplo,
en el mausoleo de Sulpicio Pletorino. Pero ha sido empleada con
frecuencia en Andalucía en la época romana: en el anfiteatro de
Itálica, en la puerta de Córdoba, en Carmona y en el gran puente
de Córdoba, cerca de la Calahorra. Más tarde aparece la misma técnica
reforzada con el empleo de arcos de herradura en la puerta de
Sevilla, en Córdoba, en la doble puerta de Mérida, en San Juan
de Baños de Cerrato y en Santa Eulalia de Bande. Según este
autor parecería que este método de construcción ha sido más
frecuente en España que en parte alguna. (Gómez Moreno: Arr
ld.spardae, t. III, pp. 19-20.)
Observa Gómez
Moreno que el muro del templo primitivo está compuesto por una
caliza cuyo color se asemeja a la de la paja dorada. Se distingue
fácilmente de los trabajos posteriores; ningún problema para
aislarlos de la parte antigua. Este arqueólogo ha hecho un
estudio minucioso del conjunto. Señala que la ornamentación
vegetal desborda de exuberancia y de libertad naturalista. Ninguna
relación, existe, con el arte que ha prosperado bajo los
visigodos, ni con el Oriente musulmán; de tal suerte que no se
percibe con claridad ni su filiación, ni su cronología <Ars
hispaniae. Ibid., pp. 41 y 42).
Gómez Moreno:
Historia del arte, t.
‘1, p. 692, Labor.
Gómez Moreno:
Ars hispaniae. ibid., p.
33.
Helinuth Schlunk: Ars
hispaniae, t. II. Arte
visigótico, p.
252.
Las columnas y
sus capiteles de las ampliaciones posteriores fueron construidos
¡a situ en sus fechas
respectivas.
Georges Marçais: L’art
musulman, p. 5, Presses Universitaires, París.
Conservaron
piadosamente los arquitectos musulmanes posteriores las columnas
del primer mirhab, que están colocadas como adornos en la amplia.
ción de la mezquita.
Nos enaltece
su autor varias personalidades que en ei siglo viii se dis.
tinguieron en Toledo en la administración de la diócesis (ver apéndice
II).
Debía de
existir en Oriente el modelo de la basiica latino-africana en
virtud del mismo principio que hemos expuesto y probablemente
anteriores o de la misma época que las tunecinas. Mas han sido
destruidas o desfiguradas. La mezquita de Al Akza, en Jerusalén,
cuya transformación para el culto musulmán data de 706, no es el
solo ejemplo que conocemos de una tradición encubierta por las
artes de una nueva cultura.
La disposición
de las columnas en forma de bosque se prestaba mejor a su
liturgia, en la que debía de dominar el cántico sobre la vista,
como en el culto de la sinagoga, más íntimo que el fausto
cristiano. Se trata tan sólo de una hipótesis, pues ignoramos la
liturgia arriana, pero consta su espíritu por la atmósfera que
se desprende de estos monumentos, como la describimos más
adelante.
En el estudio
de Helmunth Schlunk del tomo segundo de Arr
Hi.spaniae, encontrará el lector varios ejemplos de esta
rabia iconoclasta, característica del siglo viii.
Ibn al Atir: Annales
da Makgreb et de L’Espagne, traducción Fagnan, página 220.
E.
Levi.Provençal: Irtscriptions
arabes d’Espagne, 1, Leyde.París, 1931. Elle Lamben: Art
mu,sulman et art clirétieri dans la Pénin,rule íbérique. Ibid.,
página 60. Según este autor compone esta inscripción el
texto árabe más antiguo que conocemos, existente en esta ciudad,
que ha llegado hasta nosotros y cuya fecha, añadimos nosotros, es
segura.
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