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LOS PRIMEROS
HABITANTES DE EUROPA
Los artesanos
andaluces
Un recorrido
paleoantropológico descubriendo los primeros europeos
De las excavaciones y los hombres
Un recorrido
periodístico por los principales yacimientos
paleoantropológicos de Europa
Con una gran
obstinación los excavadores se afanan sobre sus dos
metros cuadrados de terreno
Anne Taverne
SIEMPRE se habla de los
descubrimientos y raramente de las excavaciones; siendo
sin embargo en ellas, sobre todo, donde se escribe la
prehistoria de nuestros antepasados. Presento aquí una
ojeada fugaz de la atmósfera que reinaba en el último
mes de julio sobre tres de las numerosas excavaciones
donde han sido extraídos vestigios de los primeros
europeos.
Sus gestos son
los mismos. De norte a sur de Europa, de Transcaucasia a
la orilla Atlántica, con una obstinación de yoguis, los
excavadores se contorsionan sobre sus metros cuadrados
de cuadrícula. El mismo preciso golpe de pincel, la
misma resolución al barrer el polvo del tiempo hasta
encontrar un improbable fósil. La misma mirada acerada
cuando se localiza un minúsculo trozo de hueso mezclado
con el sedimento mientras que las manos vuelcan
mecánicamente las cribas sobre el agua. Pues hace falta
lavar, clasificar, restaurar, anotar, verificar,
comparar, estudiar... De esta metodología paciente y muy
rigurosa nace una coherencia de datos a través de las
diferentes excavaciones. Así se escribe la prehistoria
de nuestros antepasados, los primeros europeos.
Fue en Georgia, en
1999, donde se dio el acontecimiento. Dos cráneos de
pre-sapiens de 1’7 millones de años fueron descubiertos en
la ciudad medieval de Dmanisi. Estos fósiles hacen recular
en un millón de años los homo ergaster los Homo erectus en
su forma africana a las puertas de Europa. Desde entonces,
investigadores y periodistas internacionales se suceden en
la antigua república soviética para comprobar por sí mismos
la importancia de esta noticia paleontológica. Venidos a
buscar ciencia, ellos encuentran primero un pueblo acogedor
y atento en este país, sorprendentemente, meridional.
Difícil acceso
Hacen falta 2 horas
para llegar a acercarse a la excavación de Dmanisi, al
sudoeste de la extraordinaria capital de Tiflis. Porque para
recorrer los 80 kilómetros de garriga que las separa, en un
4X4 ruso del director de la excavación, David Lordkipanidze,
evita cada socavón en una carretera completamente
destrozada, que una economía exangüe no permite hoy día
volver a asfaltar. Excusándose a cada sacudida que envía a
los pasajeros contra la carlinga, él, que tiene 37 años y
está a la cabeza del Departamento de Geología y
Paleontología del Museo Nacional de Georgia, posee una
paciencia que invita al respeto. Que un cerdo atraviesa
negligentemente la carretera, que un rebaño de vacas sin
prisa inmoviliza el vehículo bajo el sol de plomo ¡hace
más de 40º a final de julio de 2000! y él continúa con una
cortesía imperturbable enumerando los proyectos que ellos
comienzan a visualizar después de que el reconocimiento
científico por fin les ha llegado: la restauración del
Museo, el albergue para acoger a los excavadores, el
desarrollo de la prensa científica en su país... ¡son tantas
las cosas a hacer!
Atapuerca
En el otro lado de
Europa, en el norte de España, en el yacimiento de
Atapuerca, cerca de Burgos, se está bastante lejos de esta
atmósfera de pioneros. Aquí, la maquinaria está
perfectamente engrasada. Una decena de guías acreditados
atienden a los innumerables visitantes: Periodistas,
sponsors, mecenas, gran público, investigadores,
políticos... El frenesí que reina en esta excavación está
más ligado a un ir y venir permanente que a la excitación
del descubrimiento. Hace más de 10 años que este conjunto
kárstico da fósiles excepcionales. Las cifras hablan por sí
solas: cerca de 5.000 restos humanos, de los cuales 9
cráneos, y centenares de piedras talladas; hasta 2 toneladas
de sedimentos cribados por día; 120 arqueólogos repartidos
en cuatro zonas de excavación y más del doble que se prevén
para el año 2005... La pipa en la comisura de los labios y
el salakof sobre su cráneo, Eduard Carbonell, uno de los
tres codirectores de la excavación, va saltando de un
andamiaje a otro para presentar, entre continuas llamadas
del teléfono móvil, el hormiguero de excavadores trabajando.
Tatauvel
Menos agitado, más
también estudioso, el sitio de Tautavel, en los Pirineos
orientales franceses ve suceder los excavadores desde hace
más de 30 años. Ellos son hoy una centena de jóvenes
arqueólogos y paleontólogos, la mayor parte condenados al
camping, a trabajar de abril a septiembre pastoreados por el
director de la excavación, el profesor Henry de Lumley. Con
él, Tautavel y Prehistoria se han convertido en sinónimos.
Es debido a un fósil humano de 450.000 años, descubierto en
1971, y que ha tenido el título de cuna de la humanidad
europea durante 20 largos años antes de verse arrebatado su
pódium por los restos óseos italianos y españoles, a lo que
este pueblecito debe ante todo su gloria... y su desarrollo
económic. El profesor, rebosante de vulgorización (¡el
tendrá dentro de poco en su activo la creación de 6 museos
de prehistoria!) no se ha contentado con crear en esta
esquina lejana de Caune de L’Aragó, un centro de
investigación, un museo y un auditórium que acoge coloquios
internacionales. También ha inoculado el virus prehistórico
a sus habitantes que han desarrollado con placer esta
benigna enfermedad. Aquí, los bares se llaman a veces El
Sílex, e igualmente las etiquetas de las botellas de las
bodegas locales están decoradas con el retrato del
antepasado. Prueba de que la prehistoria puede ponerse al
servicio del presente e incluso servir al futuro. Una
tendencia económica que también a las puertas de Europa, en
Georgia, comienza a hacer escuela.
Los artesanos andaluces
Un recorrido paleoantropológico
descubriendo los primeros europeos
Nuevas evidencias en
los yacimientos paleoantropológicos de Georgia (Cáucaso)
Anne Taverne
(Versión ampliada de
un artículo publicado el 15 de agosto de 2000 en el diario
francés LE FIGARO)
En un verdadero paisaje de western; una
basta extensión semidesértica donde la blancura del suelo
calcáreo deslumbra bajo el sol de plomo. Cadenas de montañas
peladas rodean esta llanura casi lunar, donde el viento hace
rodar en una nube de polvo masas de ramas secas. No falta
más que la armónica de Ennio Morricone...
Es aquí, en
Andalucía, a 150 Kilómetros al norte de Granada donde los
primeros útiles tallados por la mano del hombre en Europa
han sido descubiertos. Estos tienen más de un millón de
años.
En el frescor del
amanecer, sobre la plaza de la pequeña villa blanca de Orce,
donde el centro de investigación está instalado en un
palacio del siglo XVII, una treintena de jóvenes excavadores
con cara todavía de sueño se precipitan en los todoterrenos
con su material: Picolas, escobas, pinceles, recogedores,
humidificadores, tamices. Son estudiantes de arqueología y
paleontología, en fin de estudios o escolares venidos para
comprobar su vocación cribando varias toneladas de
sedimentos a una temperatura ambiental de 45 grados. Para
algunos, este puesto estratégico, donde se resta de pie
inmóvil, con los pies en el agua fría es el peor calvario de
la excavación. Para otros, la repetición simple y mecánica
del vaciado de las cribas con fondo del chapoteo acuático
les recuerda al Edén... Siempre, todos entienden que esta
labor minuciosa es el complemento indispensable de la
clasificación de los huesos y otros restos más
espectaculares.
Tesoros
Porque como en el año
anterior, en poco más de un mes de excavaciones, ellos van
probablemente a exhumar varias centenas de restos óseos y
decenas de útiles líticos. Las excavaciones, situadas a
algunos kilómetros de Orce, rebosan de tesoros
paleontológicos y arqueológicos. «Nosotros podemos
certificar la presencia humana en Europa entre 1’3 y 1’1
millones de años», se enorgullece Isidro Toro, director de
las excavaciones y conservador del patrimonio cultural de la
provincia de Granada. «Los útiles que nosotros hemos
encontrado son sumarios, pero indiscutibles. Ellos son muy
parecidos a los del hombre de Dmanissi, y por tanto, más
viejos del millón de años. Como él, los hombres de Orce
serían carroñeros, y no cazadores», afirma el conjunto del
equipo español, que tiene una visión muy naturalista de
estos primeros europeos. Según estos científicos, el hombre
de entonces era un gran mamífero entre otros grandes
mamíferos, no poseyendo la capacidad estratégica necesaria
para organizar una caza colectiva ni mucho menos selectiva.
En una decoración de sabana, donde la hierba alta disputa el
espacio a las plantas viváceas, los Homo erectus andaluces
arrancaban los bloques de sílex de la tierra. Cuando ellos
descubrían los restos de una presa abandonada por una hiena
o por algún otro depredador, cogían una piedra de calcárea y
golpeaban con ella de una forma precisa el sílex. En pocos
gestos, secos y potentes, mil veces repetidos, extraían
lascas cortantes. Introduciendo estas temibles láminas en la
carne aún caliente de la carroña de un hipopótamo o de un
ciervo.
Después, afinando
algunas puntas, perforarían los huesos más finos para
extraerle la médula, rica en proteínas, y recuperaban la de
los huesos más gordos, y de los cerebros, machacándolos con
piedras. Abandonando sus cuchillos ya usados en medio del
festín. Los hombres, a veces, se llevarían consigo su bloque
de sílex a la espera de poder volver a tallar nuevas
cuchillas cuando se volvieran a encontrar otro resto de
osamenta.
Biodiversidad
Nunca les faltó
alimento. Una jungla salvaje poblaba las riberas de un
gigantesco lago que se vació hace 20.000 años en el río
Guadalquivir. Tigres de dientes de sable, linces, osos,
hipopótamos, hienas antiguas, búfalos, ciervos, antepasados
del lobo, elefantes prehistóricos: El yacimiento faunístico
más denso jamás encontrado para estos periodos. «Esta fauna,
que tiene la edad de los útiles, evoca la de Dmanisi»,
asegura Bienvenido Martínez, especialista en grandes
mamíferos prehistóricos. Mismo medio ambiente, mismos
animales, mismos útiles: A pesar de la diferencia de edad
más de medio millón de años- antepasados andaluces y
georgianos tendrían mucho en común. Más ellos no habrían
evolucionado al mismo ritmo. Puede ser esto debido a que el
sur de España es un fondo de saco geográfico que funcionaría
también como tal desde el punto de vista evolutivo: Esto
explicaría que las industrias se hayan mantenido aquí tanto
tiempo sin evolucionar. «La conquista de Europa por los homo
erectus fue muy rápida, puede ser que se realizara en menos
de 100.000 años», asegura Isidro Toro «sin embargo, hace
falta esperar hasta los 600.000 años para que nuestros
antepasados alcancen las latitudes del norte».
Es bastante difícil
decir hoy día si los hombres de Orce llegaron por el
corredor del Oriente Medio, por Sicilia, o por Gibraltar.
Estos son, entre otros, los escenarios que Orce permite
analizar comparando por ejemplo la fauna prehistórica entre
Andalucía y Marruecos: Una similitud entre las dos o una
diferencia formal permitiría por fin cerrar el debate sobre
la existencia o no de un paisaje entre los dos continentes
hace más de un millón de años.
Y para asegurar la
fiabilidad de todas estas investigaciones, Jorge Agustí, del
Instituto de Paleontología de Sabadell, ha confirmado las
dataciones con un meticuloso estudio de los roedores: «estos
son excelentes marcadores de tiempo puesto que ellos
evolucionan muy rápidamente, adaptándose al menor cambio
climático». Geólogos, especialistas en estratigrafía y
paleomagnetistas han confirmado la originalidad de los
descubrimientos, tanto del yacimiento de Venta Micena, que
nos presenta decenas de millares de comidas de hienas, pero
ningún útil, como sobre los yacimientos de Fuente Nueva 3 y
Barranco León (Pleistoceno inferior). Un lujo de
precauciones que es indispensable puesto que Orce, hace
quince años, ha sido motivo de sorna entre los paleontólogos
del mundo: Un fragmento craneal de 1’5 millones de años
había sido interpretado precipitadamente como de un hombre.
Según otros investigadores se trataba de un asno... El
yacimiento español ha pagado muy caro este error, con un
retraso enorme en las excavaciones. La riqueza de las
misiones de los años 1999 y 2000 deberá ayudar a hacer
olvidar este penoso suceso. Y permitir avanzar en los
conocimientos de nuestros antepasados del sur de España, que
pueden ser los primeros en haber penetrado en el corazón de
Europa.
Después de jornadas
extenuantes de excavación, y cuando la sombra comienza a
arañar por fin la blancura de las paredes de la gran plaza
del pueblo, los jóvenes excavadores y algunos directores de
investigación se reencuentran en torno a las mesas de las
terrazas de los bares, y se ponen a veces a soñar ... un
descubrimiento, el descubrimento. El de un cráneo de un
pre-sapiens, que les rehabilitara de una vez por todas a los
ojos de la comunidad científica internacional. Yo sé que lo
piensan aunque no lo digan de viva voz.
Anne Taverne:
es periodista científica y de sociedad del diario
francés Le Figaró. Durante el pasado verano del año 2000
recorrió por encargo de su periódico los yacimientos
clave para el conocimiento de la primera ocupación
humana de Europa (Orce, Atapuerca, Tautavel, Ceprano,
Dmanisi...), con el objeto de realizar una serie de
artículos que bajo el epígrafe de En busca de los
primeros europeos ha publicado este periódico a lo largo
del pasado verano.
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