Iberia, cuna de civilizaciones, raíces de Europa

Si aceptamos la teoría de que Tharsis o Atlantis se refieren a la misma ciudad (la capital de la Atlántida) y que, por consiguiente, los tartessos fueron atlantes y los supervivientes directos de estos tras la gran inundación del 9500 a.C., las huellas arqueológicas serían numerosas …

Los Atlantes 

Los primeros pueblos arios descienden de los antiguos Atlantes, una raza de Amos. Los atlantes eran conocidos como Elohim, los hijos de las estrellas, eran verdaderos dioses sobre la Tierra, medían entre 2´5 y más de 3´5 metros de altura, eran rubios de ojos azules y piel blanca. La historia de su leyenda se haya oculta en el texto del Génesis en la Biblia. Tras el hundimiento de la Atlántida y Lemuria durante el Diluvio, de los atlantes sólo sobrevivió la estirpe de Noé. Como veremos más adelante, fue Eber, nieto de Noé, quién se estableció con su pueblo en la Península Ibérica, a él le deben su nombre los primeros íberos. Una vez establecidos en la Península, los pueblos de Eber se escindieron en dos ramas:

-la una migró hacia el norte –Vascos y Caledones, Pelasgos y Etruscos forman, entre otros, parte de esa rama eberita que conquistó las Islas Británicas, Europa central y los Paises Nórdicos fundando además avanzadas civilizaciones como la etrusca y la cretense.

-la otra rama eberita partió hacia el sur y fue la raíz originaria de pueblos y civilizaciones como las de Tartessos, los Guanches, el  Pueblo Bereber, Libios , Egipcios, Hebreos e Iranios, Urritas, Sumerios, Beribraces y otros. Fue esta última rama eberita que partió hacia el sur la que al ver entorpecido su avance frente a los imponentes macizos montañosos que separan Irán y Turquía culminando en el Cáucaso -miles de Km. atravesados de forma ininterrumpida por cordilleras montañosas de cumbres que oscilan entre los 3000 y más de 5000 metros de altura- la que daría origen a los pueblos indoeuropeos que surgirían en las estribaciones del Cáucaso y que más tarde conquistarían Irán y la India al sur y todos los territorios continentales hacia el norte y el oeste, para finalmente regresar al mismo punto del que partieron sus ancestros miles de años antes, la Península Ibérica, en lo más occidental de Europa. Así, a su regreso, estos pueblos indoeuropeos derrotaron a sus parientes lejanos en una lucha fratricida tal y como los griegos derrotaron a los pelasgos en el corazón mismo de la vieja Europa Blanca que abrazaba todos los territorios alrededor del «Mare Nostrum». Se cumplía así el ciclo, el círculo quedaba completo, partiendo de Iberia y retornando a ella en el camino de la Swástika dextrógira , en un épico periplo digno de los hijos de los dioses la Europa Aria quedaba constituida al fin con el regreso de sus hijos «perdidos», los pueblos que partieron de Iberia hacia el sur y llegaron hasta el Cáucaso desde donde partieron nuevamente hacia el norte, el este y el oeste en busca de nuevas conquistas. Los gigantes Hércules y Pyrene, hija de Bebrix, rey de los Bebrices, señalaron con sus propias tumbas, los Pirineos, el lugar donde concluye la gesta más grande que conocen los tiempos, la gesta del nacimiento, del rapto, de Europa. 

En los capítulos siguientes expondremos las bases de tal afirmación, demostrando su veracidad y verosimilitud, avaladas por el estudio en profundidad de los últimos descubrimientos realizados por expertos en el campo arqueológico y del estudio genómico y filológico-lingüístico de distintas culturas y poblaciones.
Iniciaremos la exposición de estos descubrimientos con un artículo de Luisa Alba:
La Atlántida en España 
Surgen a la luz las primeras evidencias de la existencia de una civilización, anterior a la Ibera, que se desarrolló hace mas de 10.000 años en los territorios de las antiguas Iberia (España) y Libia (norte de África) Este pueblo fue capaz de expandir su cultura al crear colonias en África, Norte de Europa y Oriente llegando incluso a América gracias al alto desarrollo que poseía de los sistemas de navegación de ultramar y a la existencia de islotes (dorsal atlántica) entre las Azores, Canarias y las Antillas. Parte de ella pereció bajo las aguas tras una gran inundación acaecida hacia el 9500 a. C. ¿Fue esta civilización la Atlántida que relata Platón? Un grupo de investigadores así lo creen y deducen que todas las civilizaciones posteriores al 10000 a C. tales como la egipcia, etrusca, fenicia, griega y romana, etc. han derivado de ella.
La revisión de algunos restos arqueológicos preibéricos y la traducción correcta de los textos de Platón (Timeo y Critias) han permitido localizar laAtlántida en la Península Ibérica y en el norte África así como a su capital, Atlántis, enterrada hoy bajo las aguas del estrecho de Gibraltar.

 

La localización de la Atlántida, además de resolver el enigma del mito, nos acerca a la antesala de nuestros orígenes ya que en todos los textos en los que se alude a la Atlántida la refieren como el lugar en donde habitaron los primeros mortales, junto a los dioses, en los confines del mundo conocido: el Occidente. Estas referencias míticas cobran una dimensión nueva ante los resultados obtenidos de estudios del ADN de diferentes poblaciones que confirman que toda la humanidad procede de un mismo tronco común y, presumiblemente, de un mismo lugar: Occidente.

 

Tras las huellas de la Atlántida
La existencia de la Atlántida nunca ha sido descartada por los historiadores, pese a la carga literaria y mítica que pueda serle atribuida, pues también la Troya de Homero se creía producto de la fantasía hasta que el arqueólogo Heinrich Schliemann la descubrió en 1903.
Herodoto, Estrabón, Séneca, Filón de Alejandría y otros eruditos, así como diversos textos religiosos y legendarios (Libro de los Muertos, Biblia, etc.) dejaron testimonios abundantes a cerca de un continente, situado en las proximidades del Atlántico, en el Oeste, desaparecido tras una gran inundación. Lo más sorprendente es que también se haga referencia a él en las leyendas bosquimanas y en las tradiciones de mas de 130 tribus americanas, ubicándolo en este caso en Oriente (Iberia y Libia). En el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, se menciona un lugar de oriente, del cual procedían los padres del pueblo maya y al que debían viajar -cruzando el mar- sus grandes sacerdotes para ser investidos como tales.
La inundación que asoló este continente -la Atlántida- fue, presumiblemente, el diluvio del que se habla en más de 600 relatos mitológicos de todo el mundo incluido el del Nuevo Testamento. Los geólogos norteamericanos Wiliam Ryan y Walter Pitman han probado que el Diluvio fue un acontecimiento real ocurrido al final de la última era glacial -sobre 9.500 años a. C.- y que junto a otros cataclismos derivados del cambio climático y de alteraciones tectónicas, transformaron la anatomía del planeta, sumergiendo unas tierras y elevando a la superficie otras. Sólo el 1% de la población consiguió sobrevivir. Estos datos están aceptados por la comunidad científica internacional.
Los restos arqueológicos del territorio no sumergido fueron catapultados bajo las construcciones de las ciudades de los nuevos pueblos. Muchos de los supervivientes de estos cataclismos emigraron hacia otras latitudes conservando el recuerdo de su antigua civilización y proyectándola en los mitos y leyendas, en la religión, en la arquitectura… en definitiva, generando las grandes culturas de la antigüedad. El descubrimiento de una civilización anterior a la ibérica, en España y norte de Africa, plantea la posibilidad de que ésta fuese la Atlántida. 
De probarse esta tesis, defendida por prestigiosos historiadores, arqueólogos, geólogos y filólogos, tales como Jorge Rivero Meneses, Jorge Díaz-MontexanoMarquez Triguero etc., la humanidad inteligente y por consiguiente la civilización, por el contrario de lo que hasta hoy la historia y la ciencia han defendido, habría surgido en Occidente y, desde ahí, se hubiera expandido hacia Oriente De esta matriz primigenia, la Atlántida, derivarían las civilizaciones egipcia, mesopotamica, celta, maya, azteca etc., teoría que justificaría las analogías existentes entre todas las culturas de la humanidad pese a las distancias espacio-temporales que media entre ellas
La Atlántida en España: Un enigma desvelado
En opinión de Jorge Rivero Meneses, Jorge Diaz-Montexano, González Cravioto, Maxine Asher -entre otros investigadores- la Atlántida siempre ha estado ahí, delante de todos; pero sin embargo ha pasado desapercibida hasta hoy debido a que la traducción incorrecta de los textos de Platón– pieza clave para su localización- ha inducido a que fuese buscada en los lugares mas dispares y alejados.

 

La nueva traducción de los textos platónicos originales, efectuada por un equipo de filólogos, describe la posición exacta del continente atlante en la península Ibérica y en la antigua Libia ( Norte de África). El epigrafista y arqueólogo Jorge Díaz-Montexano así lo afirma: “ambos territorios, Iberia y Libia, estaban unidos por un archipiélago de islas y debió tener una extensión total aproximada de 600.000 km. ya que, en la sección 24 del Timeo, se recoge: ‘y esta península junto a Libia era del mismo tamaño que Asia’. Más adelante el mismo texto explica: ‘… su capital, Atlántis, se encontraba en un archipiélago, frente a las columnas de Hércules’ . Parte de la Atlántida desapareció a partir del momento en que su capital, emplazada en el antiguo archipiélago existente en el estrecho de Gibraltar, se sumergió en el mar, hace aproximadamente unos 9.500 años, tras las inundaciones de la última glaciación”.
En las antiguas traducciones que se hicieron de los textos de Platón se produjeron tres errores fundamentales: El primero consistió en traducir la palabra griega “pélagos” como océano, en vez de cómo marisma o archipiélago, que son sus acepciones en griego, por lo que se intentó siempre buscar la Atlántida en un gran océano. Pero Platón se refirió siempre a un archipiélago ya que la traducción correcta sería : “… En aquella época, se podía atravesar aquel archipiélago dado que había una isla delante de la desembocadura que vosotros llamáis columnas de Heracles”. Después añade: “… y la Atlantis-isla, su capital, desapareció bajo el mar (zálattes) hundiéndose. Por ello aun ahora el «piélago” es allí intransitable porque lo impide el fango y los bajos que la isla allí asentada produce”. En griego existe un término para mar que es zálattas, otro para archipiélago que es pélagos y otro para océano (okeanos).
El segundo error cometido por los buscadores de la Atlántida fue el considerarla una isla. La única voz que utilizó Platón para identificarla geográficamente fue la de «nésos de pantas” que significa «península». En las ocasiones en que se refiere a una isla (nêsos), lo hace para nombrar a su capital, la isla Atlántis, la Hierópolis o ciudad sagrada que según describe Platón, se encontraba frente a las costas de Libia y a los pies de las columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar).
En el Kritias, Platón comenta que los nombres atlantes fueron traducidos al egipcio y que Solón lo hizo a su vez al griego; de esta forma puede seguirse la pista de los nombres de sus territorios, además de extraer un amplio vocabulario, pudiendo conformar un abecedario atlante, a modo de piedra de Rosetta.
Del estudio filológico se deduce que la palabra «Atlas» -en las lenguas indoiranias, ibérica, griega, bereber, euskera, azteca, maya, etc…- significa “espacio intermedio”; por lo que Atlántis -la capital- significaría “ la ciudad del espacio intermedio”. Pero este estudio filológico ha deparado otras sorpresas, que ya habían intuido investigadores como Amador de los Ríos y Adolf Schulten y es que la Atlántida y el antiguo reino de Tartessos fueron una misma civilización y si la historia convencional ha aceptado la existencia del reino de Tartessos, demostrada la identificación de ambas civilizaciones debería aceptarse la existencia de la Atlántida como hecho histórico.
Tharsis, la capital del reino de los tartessos (los primeros habitantes que ocuparon antes que los iberos el sudeste peninsular) significa, en lengua tartessica, también “espacio intermedio” y, al igual que la Atlántis mítica, desapareció bajo el mar. Para los historiadores y arqueólogos siempre ha sido un enigma la cultura de los Tartessos, entre otras causas por no poder ser ubicada satisfactoriamente en el tiempo, dado el anacronismo histórico que supone la existencia de una civilización tan altamente desarrollada como la de los tartessos en épocas protoegipcias y a la que en numerosos textos religiosos e históricos de la antigüedad se la refiere como a un antiquísimo reino. De los tartessos existen pocos restos arqueológicos, más aún cuando su capital desapareció bajo el mar. 
El paralelismo entre la histórica Tharsis y la legendaria Atlantis, ha quedado manifiesto por lo que algunos historiadores afirman que sus nombres son topónimos que se refieren a la misma ciudad. Los filólogos Ribero Meneses, J. Alonso y Arnaiz señalan además que el término ”Atlantida” es una variante helénica de la palabra “Atlastan” que, en lengua protoibérica, significa “país o región” por lo que: Atlántida se traduciría como “ el país de los atlantes” o también podría traducirse como “el país de los tartessos” dado que Tharsis y Atlántis, fueron la misma capital.

 

Restos arqueológicos atlantes en España
Si aceptamos la teoría de que Tharsis o Atlantis se refieren a la misma ciudad (la capital de la Atlántida) y que, por consiguiente, los tartessos fueron atlantes y los supervivientes directos de estos tras la gran inundación del 9500, las huellas arqueológicas serían numerosas. Los extraordinarios tesoros de Carambolo, Lebrija y Aliseda, -catalogados como tartessicos- serían fieles exponentes del grado de evolución atlante). De la Atlántida quedó como residuo la civilización tartessica que trascendió a la historia: de ella surgiría la ibérica que decaería después con la invasión cartaginesa (500 a. C.). Según Schulten muchos de los restos arqueológicos atlantes o tartessicos quedaron sepultados bajo el mar y bajo las nuevas ciudades prerromanas por lo que muchos de estos han sido confundidos con iberos, fenicios o romanos.

 

Existen suficientes evidencias arqueológicas en toda España y en el norte de Africa que atestiguan que estos pudieron ser los territorios atlantes. Según el arqueólogo Jorge Diaz, el Acueducto de Segovia, el Arco de Medinaceli, las murallas de Carmona, entre otros muchos monumentos, son vestigios atlantes ya que la juntura de los bloques de estas construcciones se encuentran fundidas de tal manera que no se advierte la unión entre ellos. En los monumentos de granito para que se produzca este fenómeno de erosión y compactación, hasta hacer que desaparezcan las uniones entre los bloques, se necesita un tiempo superior a los 12.000 años. El acueducto de Segovia (en donde, además, aparecen inscripciones en grafía tartéssica) no pudo ser nunca una construcción romana, sino anterior porque los romanos construyeron su primer acueducto trescientos años después de la dominación de Hispania. Manuel Bendala, historiador de la Universidad Autónoma de Madrid, afirma que Hispania estaba ya totalmente urbanizada antes de la llegada de los romanos.

 

Jorge Díaz comenta: «el descubrimiento de la Atlántida no consistía pues en hallarla bajo el mar sino simplemente en reconocer las evidencias dejadas en las regiones que no se hundieron».
Los Toros de Guisando, la dama de Elche o la de Baza, entre otras esculturas que han sido valoradas como ibéricas, celtas o romanas han sido catalogadas también como atlantes ya que recientes estudios las sitúan en el periodo preibérico, es decir: en el tartéssico o atlante.
Las famosas Torres de Hércules parecen haber sido localizadas en un tramo costero entre Cádiz y Huelva por el geólogo y arqueólogo Esteban Marquez Triguero, el cual afirma que los restos de las columnas de Hércules debieron estar situadas sobre la elevada plataforma costera pero que, debido a los movimientos de basculación de la costa y a la transgresión marina, se hallan hoy en gran parte bajo las aguas y a gran distancia de la cornisa atlántica.
En la costa atlántica del norte de Marruecos se alzan las ruinas de la ciudad megalítica de Lixus cuya fundación se remonta en torno a los diez mil años de antigüedad ya que en sus murallas ciclópeas se ha producido el mismo fenómeno de compactación que en el acueducto de Segovia. Sobre Lixus se asentaron diferentes pueblos del ámbito mediterráneo como el mauritano, cartaginés, fenicio y romano. El arqueólogo Sergio Navas opina que Lixus es el vestigio atlante en la antigua Libia. 
Los primeros testimonios escritos de Lixus aparecen con Herodoto, Estrabón y Plinio que llegaron a identificarla con el jardín de las Hespérides. Muy cerca de Lixus se han encontrado restos humanos sorprendentes: unos esqueletos de sapiens, de edades comprendidas entre los diez y doce años y con una antigüedad de 20.000 años; estos esqueletos miden aproximadamente entre 2 y 2´50 metros. ¿Pudieran ser los restos de los antiguos gigantes de los que hablan las leyendas? Esta excavación, que aún está en sus inicios, deparará muchas sorpresas.
La arqueóloga inglesa Elena Whishaw (directora de la Asociación para La Investigación del Antiguo Mediterráneo) afirma haber localizado los restos sumergidos de la capital de la Atlántida, en las costas de Cádiz, a unos 120 pies de la orilla. Semienterrados por bancos de almejas, arenas movedizas y otros sedimentos acumulados durante los diez mil años transcurridos. En su opinión, «las marismas cercanas a Huelva son las huellas de la gran inundación, incluso las inscripciones tartéssicas de Gibraltar muestran a hombres subiendo a botes intentando sobrevivir«. 
«Después de las grandes inundaciones y cataclismos que se desencadenaron tras la última glaciación -comenta E. Whishaw se produjo una diáspora humana hacia los lugares mas protegidos. Los supervivientes se refugiaron en su mayoría en los Pirineos y en el norte de la Península, viviendo en las cuevas, en condiciones de extrema precariedad. Estos hombres fueron los autores de las extraordinarias pinturas rupestres. Los vascos pueden ser descendientes de aquellos supervivientes atlantes que han conseguido mantener un recuerdo más vivo de su ascendencia debido al aislamiento geográfico e histórico . Esto explica que el euskera esté ligado a la lengua tartéssica y sus mitos hablen de la Atlántida. Cuando cesaron las lluvias y las aguas bajaron el nivel hubo una segunda ocupación del sudeste peninsular por los descendientes de los antiguos tartessos-atlantes, constituyendo la segunda civilización de Tartessos muy diluida después entre los iberos.»
Exploraciones submarinas realizadas por un equipo dirigido por esta arqueóloga han mostrado los restos de una enorme ciudad sumergida en los fondos marinos del estrecho de Gibraltar, entre Huelva y Cádiz. Se han estudiado las fotografías tridimensionales obtenidas por satélite, realizadas con filtros infrarrojos y ultravioletas. En ellas se observan restos de estructuras de edificios y trazados de calles y recintos en forma de pirámides escalonadas. Todo un hallazgo pendiente aún de evaluar.

 

La Atlántida: El origen de la humanidad
Contra los dogmas científicos convencionales surgen nuevas teorías que sostienen que la humanidad racional nació en Occidente y que después se expandió hacia otros territorios.
El Instituto de Antropología de la Universidad de Zurich ha probado que la humanidad racional se ha derivado de un tronco genético distinto al de todas las poblaciones de homínidos. Por otra parte, el departamento de Biología Molecular de la Universidad de Yale confirma el origen común de la especie humana, dimanada de un tronco único. Un equipo de genetistas de la Universidad de Oxford dirigido por Brian Sykes, identificó los siete linajes más antiguos que intervinieron en las formaciones poblaciones de Asia, América y Europa; estos grupos eran originarios de España y norte de África. 
En Xinkiang, China, se han descubierto 115 cuerpos momificados originarios del Occidente de Europa, con una antigüedad de más de 4000 años y que, según estudios de ADN, constituyeron la base poblacional de aquel territorio. Los análisis de ADN realizados por la Universidad de Stanford ponen de manifiesto que los descendientes directos del homo de Cromagnon (el homo sapiens sapiens) son los habitantes de la Península Ibérica y Norte de África. Ribero Meneses añade: «Los restos humanos hallados en Atapuerca ponen de manifiesto el papel preeminente que la península ibérica ha jugado en la génesis de la Humanidad«.
A causa de los acontecimientos del último periodo glacial, hace unos 11.000 años, se produjeron sucesivas oleadas migratorias que partiendo de España poblaron las regiones centrales y septentrionales de Europa, que habían estado anteriormente cubiertas por los hielos. Este suceso ha sido refrendado por los estudios efectuados por el departamento de Biología Molecular de Yale, que prueban que hubo una expansión poblacional desde la península ibérica hacia las regiones deshabitadas del Norte y Centro de Europa. El sarcófago descubierto en Londres en 1998 conteniendo los restos de una mujer -la primera pobladora de Gran Bretaña– demostró mediante análisis de ADN su origen vasco. Esto unido a las evidencias toponímicas permiten establecer el origen común de las poblaciones europeas e ibéricas.
Estudios filológicos comparativos entre las lenguas tartéssica, ibera y el euskera, realizados por Arnais y J. Alonso, evidencian que el euskera es la descendiente directa de la lengua tartéssica. Más aún ,el filólogo J. Ribero Meneses afirma que: «el euskera es el último vestigio vivo de la lengua atlante, de la cual derivaron, la lengua ibérica, las lenguas romances, el griego, las indoirania e indoeuropeas. Una placa de bronce hallada en Bembibre confirma mis tesis respecto a la existencia del castellano ya en época romana. Basta con realizar un análisis toponímico para constatarlo. También fue el origen de las lenguas precolombinas, aztecas y mayas 
Se da el hecho curioso que muchos sacerdotes vascos durante la colonización americana podían entenderse en euskera con los indios nativos. Aún en el Atlas africano y en zonas de Asia se habla un euskera arcaico o tartéssico, es decir: atlante. El director de la Biblioteca Nacional, Luis Alberto de Cuenca, afirma que: «el euskera es la base del castellano y posiblemente de las lenguas romances». Por su parte, Antonio Arnaiz Villena, tras realizar un estudio comparativo entre las lenguas mediterráneas, euskera y egipcia, llega también a la conclusión de que el euskera es una lengua primigenia anterior a la egipcia.
Que una civilización preibérica, -la tartéssica o atlante- haya sido la cuna de la humanidad, el origen de las grandes culturas de la antigüedad lo corroboran numerosos vestigios tanto científicos, como históricos o arqueológicos. En Mérida y en Gibraltar, por ejemplo, se han encontrado sendos santuarios protohistóricos de origen preibéricos dedicados respectivamente a Mitra y a Melkart construidos con anterioridad al florecimiento de las culturas persa y fenicia. La manifiesta influencia tartéssica en Egipto y la referencia que los egipcios hacen del “país de Punt” el lugar de procedencia de los invasores herreros llegados del occidente que dieron origen a las primeras poblaciones predinasticas nos remite a oleadas migratorias y al trasvase a otras tierras de una cultura que floreció en un lugar que la leyenda histórica llamó Atlántida. 

 

Los Atlantes españoles poblaron la Tierra
No pudieron darse entre los continentes europeo, africano, asiático y americano las evidentes analogías culturales, de no haber existido una cultura primigenia; y si esta civilización preibérica pudo expandir su cultura tuvo que haber practicado la navegación de ultramar. El enorme petroglifo de Santa María de Oia (sudeste de Galicia) descubierto por Pablo Noboa y J. San Román, representa un barco semejante a los barcos egipcios usados durante el Imperio Antiguo (2619-2150 a.C.) pero está fechado en unos 8000 ó 9.000 años a. C. Esto significa que los habitantes de Iberia conocían un sistema de navegación( adoptado después por los egipcios) capaz de atravesar océanos, en pleno Neolítico, mientras que ni Egipto, ni en Sumeria habían surgido siquiera como civilización.
Según el geógrafo holandés Marten Van Hoek, los atlantes debieron navegar en dirección noreste ya que, desde hace mas de 10.000 años, las corrientes del océano atlántico establecen un curso circular hacia la derecha como las manecillas de un reloj. Con salida desde Iberia arribarían a las Azores y desde ahí partirían llegando por las propias corrientes norecuatoriales a las costas africanas occidentales, a Canarias y Cabo Verde, desde donde zarparían hacia América y, a la inversa, hacia Bretaña.
El biólogo Antonio Torroni confirma tras un estudio poblacional, que una gran migración se produjo desde la Península Ibérica hacia las Islas Británicas hace alrededor de 10.000 años. Dennis Stanford y Bruce Bradley, del Instituto Smithsoniam de Estados Unidos, sostienen que pueblos procedentes de la Península Ibérica llegaron a América hace 18.000 años, afirmando que: “en cuevas de Cantabria, Andalucía o Levante se han encontrado puntas de lanza semejantes a las norteamericanas de la cultura Clovis y los recientes hallazgos de fósiles humanos en Alaska y estado de Washington sugieren que los colonizadores del continente americano proceden del sudeste europeo, que paralelamente emigraron también a las áreas más septentrionales del continente asiático.

 

La Atlántida madre del culto solar universal
En un pasaje del Critias se lee: «Neptuno fortificó la colina aislándola de todo lo que la rodeaba por medio de dos anillos de agua y tres de tierra. A partir del mar cavaron un canal que desembocaba en la cintura exterior de la ciudad en el centro de la isla . Para transportar por agua a la ciudad los maderos de las montañas y los diversos productos de cada estación, se había hecho que las diversas trincheras se comunicaran entre si y con la ciudad por canales transversales…»
Por tanto, el esquema de la ciudad de la Atlántida lo constituyen cinco anillos concéntricos rodeando a un enclave central, conectado con el exterior por un canal; el mismo esquema que encontramos en los petroglifos hallados en toda la costa atlántica, en ambos lados del océano, con mayor abundancia en la franja costera desde las islas Británicas hasta el norte de Portugal.
Las construcciones megalíticas de planta circular y las de plantas circulares concéntricas ponen de manifiesto la influencia de esta primigenia civilización, supuestamente atlante, como madre de las culturas conocidas. En la cuenca del Caribe, costas atlánticas de Norteamérica, México etc. se han hallado círculos megalíticos concéntricos y petroglifos de anillos concéntricos con núcleo central y canal semejantes al esquema atlante que describiese Platón En México, la pirámide circular de Cuicuilco, está cubierta por una capa de lava de entre 6 y 8 metros de espesor como consecuencia de la erupción del volcán Xitle ocurrida hace unos 8000 años a.C.
La forma circular concéntrica se relaciona con el culto solar, presente en todas las culturas. En Egipto el disco solar (Atón) era representado por uno o varios círculos concéntricos con un punto en el centro. 

 

Las enigmáticas esculturas atlantes
Un conjunto de setenta esculturas, representaciones de hombres, homínidos y humanoides, con un antigüedad de más de 11000 años fueron encontradas en Huelva en el área minera de Ríotinto. Este hallazgo no solo pone de manifiesto que el hombre actual y los homínidos pudieron convivir en el mismo tiempo y lugar ,contradiciendo con ello la teoría de la evolución, sino también abre las puertas a la hipótesis extraterrestre. Este descubrimiento extraordinario es considerado por algunos investigadores como evidencias arqueológicas de la mítica Atlántida
En 1974, en la zona conocida como “Llano de los Tesoros” del área minera de Riotinto (Huelva) cuando se estaban realizando obras de desmonte para descubrir la roca madre del mineral aurífero, en un terreno en donde abundan las cuevas y galerías subterráneas, la máquinas excavadoras horadaron la cubierta de una cueva sellada extrayendo con su pala huesos, cerámicas y esculturas. La empresa constructora ordenó inmediatamente que fueran arrojados a los escombros ante el temor de que pudiese intervenir la administración y ordenase la paralización de las obras.
Tres empleados de la contrata que se hallaban trabajando en el lugar con su maquinaria recogieron las esculturas y posteriormente las trasladaron en camiones, cubiertas de arena, a una finca de Córdoba en donde han permanecido ocultas hasta que pudo hacerse cargo de ellas el geólogo Esteban M. Triguero y llevadas a Torrecampo (Córdoba) para ser estudiadas.
Este hallazgo arqueológico puede significar uno de los mayores revulsivos tanto para la ciencia como para la historia. Las setenta esculturas recuperadas de las más de doscientas que fueron extraídas de la cueva, representan la diversidad racial del planeta; pero además, entre ellas se encuentran unas esculturas paleoantropoides y otras más extrañas aún ya que son auténticas reproducciones de las conocidas figuras de alienígenas de rostro triangular, boca menuda y ojos oblicuos. Lo extraordinario de este conjunto escultórico es que fue realizado hace más de 11.000 años. La pregunta que surge ante este descubrimiento es inevitable: ¿cómo pudieron ser representados juntos estos personajes, por un escultor de hace más de 11000 años?
Demostrada su autenticidad por las Universidades de Córdoba y Granada, la hipótesis salta a la palestra: los personajes representados en las esculturas del Llano de los Tesoros vivieron en un periodo y lugar que la leyenda histórica hace corresponder con la Atlántida; en consecuencia, podemos encontrarnos ante un testimonio tangible de quienes fueron sus protagonistas, los habitantes de la Atlántida. Pero de aceptarse esta hipótesis, tendríamos que admitir que en la mítica Atlántida convivieron los hombres inteligentes, los homínidos y, posiblemente, alienígenas o cuando menos tenían ya noticias directas de ellos, de lo contrario no podrían haber sido representados escultoricamente.
Este supuesto hace saltar los resortes -bien anclados hasta ahora- de la teoría de la evolución de Darwin la cual hace imposible el que hombre y homínido hubiesen podido convivir en fechas tan recientes; tanto es así que entre el hombre actual y el Australopithecus hay una distancia de más de cuatro millones de años. Los únicos que protagonizaron un periodo de corta convivencia -según la ortodoxia científica- fueron el Homo sapiens y el hombre de Neanderthal, hace aproximadamente 35.000 años. 
Pero la evidencia nos muestra parámetros bien distintos al observar estas escultoras, ya que el escultor que realizó esta obra, dado el realismo con el que están hechas las figuras, o bien los tuvo delante, posando para él o bien tuvo unas referencias muy precisas sobre nuestros supuestos antecesores, cosa improbable ya que hasta el pasado siglo XIX no se conocían. Por tanto, estas esculturas suponen una contradicción científica si intentamos explicarnos como pudieron ser realizadas en la fecha admitida para su procedencia. Pero aún se abren otras incógnitas de dimensiones mas trascendentales: ¿por qué quisieron ser inmortalizados? ¿pretendieron transmitirnos algún mensaje por medio de esta representación poblacional?

 

Las misteriosas escultura pretartéssicas
No cabe duda de que estamos ante uno de los hallazgos arqueológicos más enigmáticos y quizás más importantes para la historia de la humanidad, pues bien pudiera ocurrir que estas esculturas sean testigos silenciosos de un pasado bien diferente al que hemos construidos intelectualmente para la especie humana.
El historiador y arqueólogo Rafael Gómez Muñoz comenta: “El hecho de que este grupo de esculturas apareciesen en una explotación minera, de oro, cobre y plata, conocida desde los primeros tiempos de la antigüedad, me hace suponer que estos personajes representados debieran estar relacionados con el entorno minero y me lleva a preguntarme si los homínidos sirvieron como mano de obra, dada su inferioridad intelectual. Pero de ser así, si estos homínidos fueron trabajadores de las minas, me cuestiono el motivo por el que fueron enterrados junto a los señores e inmortalizados del mismo modo, ya que fueron extraídos de la misma necrópolis.” Desde luego si los homínidos trabajaron para el sapiens y fueron enterrados juntos y con los mismos honores nos encontramos posiblemente ante un pueblo que carecía de desigualdades sociales desde el contexto en el que hoy las entendemos; una sociedad que respondería con su comportamiento al lema: “dar a cada uno según su capacidad y según su necesidad, sin desigualdades” ya que los homínidos realizaron el duro trabajo de las minas por su inferioridad intelectual pero tendrían el mismo rango social y beneficios que los señores ya que fueron enterrados con la misma dignidad. 
Los primeros estudios geológicos realizados a estas esculturas las sitúan en una época pretartesica. En la Edad de los metales surgió el primer estado de cuya existencia histórica se tiene noticia cierta y que la leyenda relaciona con la Atlántida, el estado de Tartessos, en el sudeste peninsular. Pero los historiadores convencionales sitúan al reino de Tartessos en época posterior (III a. C.) al estimado para las esculturas de Torrecampo, (más de 11.000 años) con lo que estas esculturas quedan catalogadas dentro de un periodo pretartesico. Sin embargo, para los historiadores más progresistas Tartessos fue una civilización que se desarrolló en épocas muy anteriores a las establecidas oficialmente para esta cultura, por lo que ven en ella un testimonio arqueológico atlante, ya que consideran la posibilidad de que el reino de Tartessos que ha conocido la Historia fuese la reminiscencia de una antiguo reino de magnas dimensiones y antigüedad, la mítica Atlántida. De lo que se deduce que estas esculturas cuya realización se produjo hace mas de 11.000 años pueden ser una manifestación artística y religiosa de la civilización atlante.
Las esculturas debieron estar sustentadas sobre una base cuadrada y apoyadas sobre una pared o columna, tal y como parece indicar la parte posterior de los bustos que es bastante lisa. Junto a ellas se encontraron también escultoras de leones y linces. El realismo con el que fueron hechas evidencian que los personajes posaron ante el escultor. Las cabezas presentan una pátina compuesta de sulfatos y complejos minerales procedentes de las aguas residuales de la actividad minera datos que confirman la procedencia de estas del área minera de Riotinto.

 

Humanos, homínidos y humanoides en una necrópolis de hace más de 11.000 años
Las esculturas concentradas hoy en Torrecampo ( Córdoba ) en la Casa-Museo Posada del Moro podrían haber querido ser una fiel representación de las razas humanas existentes en aquella época: europeoides, negroides, mongoloides y amerindia; una especie de ONU de nuestros antepasados, pero además, esta muestra incluye un número variado y extenso de representaciones de homínidos: varios tipos de Australopithecus y Neanderthales, algo así como una manifestación documental de dos especies surgidas de troncos diferentes que fueron coetáneos con lo que el sapiens no descendería de los de ellos sino que convivieron y que lo hicieron en condiciones de igualdad, a pesar de las obvias desigualdades fisiológicas. 
Con independencia de la intención con la que fueron realizadas estas esculturas, lo cierto es que nos da una referencia sobre nuestros orígenes a la que se añade un elemento innovador: la participación extraterrestre en la creación del hombre.; esto es lo que sugiere la presencia dentro del grupo de esculturas de cabezas de humanoides. También podría sugerir que estos humanoides mantuvieron un estrecho contacto con los habitantes de la zona ya que son representados como formando parte de la colectividad, hasta el punto de haber sido enterrados juntos.
Todas estas figuras estaban dentro de un contexto de necrópolis y según el arqueólogo e historiador R. Gomez Muñoz : “Resulta demoledor para un arqueólogo e historiador convencional observar esta muestra ya que parece indicarnos que los homínidos convivieron con el hombre moderno, lo que rompe de lleno la teoría de la evolución de Darwin.” Por su parte el antropólogo G. Diez añade: «Nos encontramos ante las innegables primeras representaciones escultóricas de una especie intermedia entre el mono y el hombre moderno; es decir, ante individuos con caracteres simiescos que sin lugar a duda son del tipo hominoideo paleoantropo«.
Efectivamente allí están representados diversos tipos de Australopithecus que debieron haberse extinguido hace un millón y medio de años ; también lo está el sapiens arcaico que supuestamente hizo lo mismo hace 300.000 años y el Neanderthal, cuyo último asentamiento conocido fue en Zamarrya (Málaga) hace 30.000 según las afirmaciones y valoraciones de la ciencia convencional.
La ciencia admite, ante los últimos hallazgos, que en algunos casos hubo convivencia entre algunos de estos grupos, como ocurrió con el Homo sapiens y el Neanderthal, pero se ha demostrado que sin embargo no hubo cruzamiento- lo cual prueba que pertenecían a especies distintas- según avala el estudio de ADN realizado a sus fósiles. Se sabe que el Homo Erectus de Java, por el contrario de lo que se pensaba, coincidió también con el sapiens hasta hace 20.000 años así lo confirma los análisis efectuados por Carl Swisher y G. Curtis del Centro de Geocronología de Berkeley (EE.UU ).Sin embargo, no han existido hasta ahora evidencias de que pudieran haber convivido todos los diferentes tipos de homínidos con el hombre moderno, por lo que el conjunto escultórico de Torrecampo supone el hallazgo más insólito que la biología y la Antropología pudieran haber imaginado. 
Análisis recientes de ADN efectuados por el departamento de Biología Molecular de Yale y Stanford revelan que el sapiens ha derivado de un tronco genético distinto del de los homínidos, que entre uno y otro grupo existe una barrera biológica que demuestra que son especies diferentes. Según esto, habrían existido dos troncos familiares: de una parte el de los homínidos (Procónsul, ardipithecus, los Australopithecus afarensis, africanus y robustus; Homo erectus, habilis y Neardenthal) y de otra parte el de los sapiens (Sapiens arcaico, Cromañon y Homo sapiens sapiens). Del primer tronco derivarían los simios. Estos resultados avalan la tesis que algunos biólogos plantean: que la humanidad no deriva del mono sino que deriva de otro tronco y cuyo rastro mas inmediato lo encontramos en la Eva mitocondrial, una sapiens que habitó África hace 100.000 años y cuyo ADN revela que de ella descendemos la especie humana inteligente. 
Esta Eva sería el primer antecesor del hombre actual, la primera sapiens. A partir de ahí surgirían el hombre de Cromañon y el Homo Sapiens sapiens actual. No de otra forma podría explicarse la convivencia de los individuos, hombres y homínidos representados en el conjunto escultórico de Torrecampo. Wallace, alumno de Darwin y descubridor junto a él de la teoría de la evolución de las especies afirmaba que el evolucionismo era aplicable a toda especie menos al hombre ya que: «algún poder inteligente ha guiado o determinado el desarrollo evolutivo del hombre porque este es verdaderamente una excepción para el metódico sistema de las leyes biológicas 
El descubrimiento de este conjunto escultórico supone una prueba arqueológica de la convivencia entre homínidos y hombres y de valorarse correctamente se salvarían los vacios existentes en la teoría de la evolución de las especies. Pero qué duda cabe que lo más inquietante que nos ofrece este conjunto escultórico son las representaciones de los supuestos extraterrestres. ¿Cómo explicar las esculturas de humanoides? Autores como Zecharia Sitchin o Alan Alford tendrían las respuestas. 
Zecharia Stchin (autor de El duodécimo planeta) propone que la creación del hombre fue llevada a efecto por los nefilim o dioses extraterrestres que llegaron al planeta Tierra hace unos 400.000 años y crearon trabajadores para las minas, la raza humana. Esta creación se realizó a partir de diferentes combinaciones de ADN de los visitantes extraterrestres. El premio Nobel Francis Crick (descubridor junto con Watson del mecanismo básico del ADN) en su obra La vida misma sostiene que debió existir una panspermia dirigida inteligentemente en la creación. Estos microorganismos habrían sido enviados y controlados por una civilización extraterrestre, con lo que la vida en todas sus manifestaciones hubiera sido una creación manipulada por extraterrestres. 
El hecho de encontrarse cabezas humanoides dentro del conjunto escultórico del Llano de los Tesoros podría certificar la hipótesis de Crick y la especulación de Sitchin. ¿Cómo sería posible, de lo contrario, esta concurrencia de personajes hace mas de 11.000 años ? Son tan alarmantes las preguntas y respuestas que pueden ser suscitadas ante estas esculturas, que han sido relegadas en un pequeño museo de un recóndito pueblo de Andalucía sin que hayan saltado por su espectacularidad a la opinión pública y científica ya que esto exigiría un pronunciamiento de la ciencia y la historia ortodoxa poco acorde con los postulados que hoy sustentan. 

 

La autenticidad de las esculturas
El conjunto escultórico de Torrecampo ha sido analizado por los departamentos de Mineralogía y Petrología de dos Universidades, la de Granada y Córdoba. En ellas se aplicaron diversas técnicas, entre otras la de Difracción de Rayos X y Espectroscopia de Inducción de Plasma. De este modo se confirmó mediante el siguiente informe -“que la roca de la que están labradas procede de las antiguas canteras del Mioceno Superior de Niebla (al este de Huelva) y que su fortificación exterior está compuesta por óxidos y sulfatos de las aguas residuales del área minera, así como de una gama de elementos químicos de los criaderos minerales tales como hierro, cobre, plomo, cobalto y otros que se asocian a ellos como el litio, vanadio, bario, lentano (este elemento da autenticidad a la escultura) y zirconio, procedentes, tal vez, de la actividad humana, tanto minera como metalúrgica.”
La analítica realizada en Córdoba de las muestras extraídas de las esculturas describe que el material con el que se han construido pertenece a una arenisca calcárea que contiene gran número de fósiles entre los que destacan algas calcáreas y fragmentos de bivalvos y foraminíferos.