La primera diáspora, basko-kántabra, de la Humanidad

El espíritu colonizador está firmemente grabado en los genes de los pueblos más antiguos de la Tierra. Y ello como consecuencia inevitable de una tradición de migraciones y de empresas de colonización y de conquista que se ha  prolongado por espacio de decenas de miles de años

 

 

 

 

Por Jorge Mª Ribero-Meneses 

¿Alguien podría decir dónde se encuentra escondido ese gen viajero entre los pueblos africanos cuando sus únicas migraciones conocidas han sido aquellas que han emprendido forza­dos por los pueblos euroccidentales, ya fuera para nutrir el mercado de esclavos del Nuevo Mundo, ya para surtir de mano de obra barata a las opulentas naciones del Occidente de Europa? Y nótese que, en ambos casos, han sido los inquietos y endémicamente colonizadores pueblos euroccidentales -Hiberos y Británicos principalmente- quienes han obligado a via­jar a los Africanos a otros continentes. Siempre muy a pesar suyo. La hipótesis del poblamiento del mundo por gentes las de África constituye el mayor atentado del que el sentido común haya sido objeto jamás, siendo fácil adivinar que, en el decurso del próximo siglo, la tesis de nuestro origen africano acabará gozando del mismo crédito y respetabili­dad que hoy pueda merecernos ese cuento de hadas que describe cómo los dos primeros seres humanos, Adán y Eva, fue­ron creados por Dios en el Paraíso Terrenal…

Las investigaciones interdisciplinares no conducen ni remotamente a la conclusión de que el hombre moderno procede de África. Porque el estudio del Lenguaje y de todas las tradiciones culturales demuestra que la dispersión de la Humani­dad desde un solar común se produjo en una época relativamente cercana: hace en torno a 40/50 mil años. Y es la lengua baska -no las lenguas africanas- la que se ha conservado más fiel al habla originaria de la que dimanan todos los idiomas hoy hablados en el mundo. Por otra parte, nadie ha sido capaz de explicar cómo es posible que la especie homo sapiens haya emigrado, supuestamente, de África en una época tan próxima y que, sin embargo, existan tantas diferencias genéti­cas entre los humanos contemporáneos y los actuales habitantes de África. Por el contrario, los estudios de Biología Mole­cular efectuados por Universidades europeas y americanas, han probado que los habitantes de las regiones orientales del litoral cantábrico son -en el contexto de todo el planeta- los que mayor parentesco genético presentan con los más antiguos homo sapiens conocidos.

Pretender que fueron los Africanos quienes poblaron la Tierra cuando han sido las frías tierras de Euroasia las que pri­meramente fueron colonizadas, resulta demencial y risible. Porque esos supuestos colonizadores africanos habrían dado media vuelta en cuanto se hubieran topado con la primera nevada. Y para establecer esta conclusión no se requiere de talen­tos ni de estudios especiales; basta, simplemente, con aplicar el sentido común: en un país como España en el que, a mucha menor escala, se dan los mismos contrastes climáticos que puedan existir entre África y Europa, es perfectamente conoci­do que las gentes del Sur de la Península aborrecen el clima del Norte para vivir durante todo el año, con parecida hostili­dad a la que los habitantes del Norte evidencian ante la posibilidad, siquiera sea remota, de tener que residir en las regio­nes andaluza y levantina.

Si hubieran sido los africanos los padres de la Humanidad, bien puede afirmarse que las zonas cálidas de la Tierra serían las únicas pobladas. Y que el hombre no se habría extendido mucho más allá de África y, en la hipótesis más opti­mista, del sur de Euroasia. Porque es notorio y manifiesto que el africano es el pueblo menos viajero del planeta. Tan poco viajero que hasta la fecha no se le conoce ni una sola migración fuera de su continente, salvedad hecha de las que ha debido acometer por la fuerza y bien a pesar suyo. Y si los pueblos de África no han salido de su continente ni una sola vez en toda la Historia conocida, cabe deducir que en épocas anteriores en las que los desplazamientos resultaban todavía más problemáticos, las cosas habían sucedido exactamente del mismo modo.

¿No cabe tildar de delirante la hipótesis hoy al uso de que pueblos africanos colonizaron el mundo hace 100 ó 150 mil años, cuando por una parte los negros brillan por su ausencia en todo el planeta y, por otra, tenemos constancia inequívo­ca de que ningún pueblo de África ha salido a colonizar región alguna del orbe en los últimos diez mil años de historia medianamente conocida?