Ciclo menstrual sagrado

La menstruación es esa pérdida de sangre que cada mes vivimos las mujeres. Está directamente relacionada con el útero o matriz, y la incidencia en él de una serie de acontecimientos fisiológicos, hormonales, emocionales, sexuales, espirituales y lunares. Es un proceso de renovación asombroso. Un testimonio de vida y movimiento extraordinario que la mujer lleva consigo desde la adolescencia hasta una avanzada etapa de su vida

Como hemos visto , la cultura masculina en la cual nos desarrollamos desde hace milenios, se ha encargado de despreciarla, ensuciarla, ocultarla, y repudiarla. De esta manera, ha educado a generaciones de niñas en el estigma contaminante de la menstruación. Esto ha generado un profundo rechazo de la mujer hacia su propia naturaleza y sexualidad, y la ha hecho «padecer» de un «mal» que nunca ha existido.

Para la inmensa mayoría de mujeres del planeta la menstruación es un detritus, un desperdicio, «un desagradable acontecimiento por el que hay que pasar sin que ‘los otros’ lo noten». Esta prejuiciosa actitud hacia una manifestación saludable del cuerpo nos ha ido alejando de la posibilidad de conocer nuestro femenino. Y en gran cantidad de mujeres provoca serios trastornos de salud.

El ciclo menstrual abarca todo el mes, y se corresponde, esquemáticamente hablando según la medicina, con diferentes etapas: menstruación, proliferación celular, ovulación y fase de secreción.

Se le consideró sagrado hasta hace unos cinco milenios, mientras las culturas fueron matriarcales. Y desde siempre se le ha equiparado con el ciclo lunar de 28 días que pasa por cuatro fases: Luna nueva, creciente, llena y menguante. Estudios estadísticos actuales confirman que la relación del ciclo menstrual con los cambios de la luna no es un mito. Los índices más elevados de concepción y probablemente de ovulación se producen en la luna llena o los días previos.

La luna rige el movimiento de los líquidos corporales. Su influjo tiene tal fuerza que gobierna el movimiento de los océanos. El ciclo de la fertilidad y el parto también se acompasan con el ciclo de las mareas.

La interrelación macrocosmos-microcosmos se hace evidente en la mujer, cada mes. Eso no es una casualidad, una coincidencia o un capricho de la existencia. El ciclo menstrual es una de las tantas manifestaciones de esa identidad femenina, que nos hace ser cómplices innatas de la Creación. No tenemos que hacer nada para sentir esa confabulación con lo celeste, venimos a la vida hechas con esa capacidad. Despreciarla, ignorarla o anularla tiene sus consecuencias.

Según la ciencia médica, la menstruación es la señal visible del «fracaso reproductor» . Esa forma de adjetivar este fenómeno biológico natural ha sellado el psiquismo femenino durante infinidad de generaciones. Y acecha aún hoy la emocionalidad de las mujeres, incluso de las que se creen liberadas.

Para sanarnos de esa herida que nos ha sido infligida como especie, tenemos que aprender a ver nuestro ciclo con una lente no reduccionista -ni materialista y mecanicista como la científica-, sino con una visión universalista y femenina de humanidad, que nos permita descubrir las resonancias de nuestra condición física, psíquica, emocional, creativa y espiritual de mujeres. No vamos a entrar en los detalles anatómicos ni fisiológicos descritos en cualquier libro de medicina o de divulgación, aunque sí los vamos a tener en cuenta.

¿Cuál es la expresión de belleza más relevante y universal de la naturaleza? Ésa con la que todos los habitantes del planeta nos conmovemos. Ésa que atrae nuestra vista y nuestro olfato. Ésa asombrosamente original en cada diseño, en cada forma, en cada matiz. Ésa que se encuentra en selvas y desiertos, abismos y montañas. Ésa es: La delicada flor.

La flor es el órgano genital de las plantas que, según su naturaleza, se convertirá en fruto. Sirve a la reproducción, a la fértil multiplicación de ese ser vivo. La genitalidad de la flor se expande lejos con sus aromas, con sus perfumes. Lleva el impulso de la vida hecho para enamorarnos. Esa flor es nuestra sexualidad. Y en ella, durante una larga etapa de nuestras vidas, nos visita, una vez por mes, la menstruación.

La pérdida de sangre que se da en una mujer cada mes, le hace pasar de, aproximadamente, 4,5 litros de sangre circulante a 4 litros . Esa baja de glóbulos rojos hace que haya una menor oxigenación en todo el cuerpo y lo que más se afecta es el cerebro. Esto explica el cansancio, la debilidad y la somnolencia que se dan en esos días.

Si nos contempláramos a nosotras mismas como seres inacabados, nos daríamos cuenta que en esos días pensamos de una manera diferente a la habitual: Se nos ocurren nuevas ideas, estamos propensas a soñar y recordar los sueños, y desarrollamos una sensibilidad diferente. Nuestra capacidad de soñar despiertas es mayor.

 

Lo que sucede es que cada mes la mujer vive un AYUNO BIOLÓGICO, caracterizado por una disminución del oxígeno cerebral y esto le hace entrar en un estado de consciencia singular: Más sutil, más creativo, más sereno. Baja el ritmo de exigencia cotidiano, para entrar en un sentido más femenino de la existencia, más contemplativo.

En su interior, el útero está en un proceso caótico, de grandes cambios celulares y hormonales. Se desprende de toda una estructura que había sido especialmente preparada para concebir y recibir a un nuevo ser. Es un proceso tan vital que no se detiene ni un segundo en sus infinitos movimientos. Se prepara una renovación celular total. Es una expresión de vida sin escarceos, un derroche de vitalidad.

Mientras tanto, la mujer se manifiesta muy cambiante en sus emociones: Alegre, a veces triste o nostálgica, con tendencia a llorar; otras veces, irritable o muy activa… En ocasiones, no percibimos un cambio de carácter, aunque siempre nos notamos más sensibles.

La menstruación se corresponde con el TRANCE CHAMÁNICO.

La ciencia, cuando desea clonar una célula, la somete a ayuno. Esa situación extraordinaria actúa potenciando su capacidad renovadora y le hace dividirse con facilidad, generando otra célula igual a sí misma. De esta manera, entra en un ritmo inmortal.

Ese proceso de renovación es el que viene inmediatamente después de la menstruación. El organismo se ha liberado de todo lo viejo. Ha purificado la matriz, ha limpiado el cuenco fértil para generar un nuevo proceso creativo. Se corresponde con el ÉXTASIS CHAMÁNICO. La palabra éxtasis viene del griego y quiere decir: Fuera de la forma.

Durante la menstruación se ha dado esa renovación física, mental y anímica que nos lleva a ser otras. Cada mes somos diferentes, porque cada mes ofrendamos a la tierra todo lo que fuimos. Es como si la Creación tuviera prevista la resurrección femenina cada mes.

Las féminas vivimos un proceso misterioso y exuberante que nos hace cambiar de forma. Entramos en un aspecto renovado y desconocido de nosotras mismas. Esa renovación ha creado nuevas células sanguíneas, nuevas células uterinas y va en camino de hacer madurar a un nuevo óvulo. No somos conscientes de todo el despilfarro de vitalidad que albergan nuestras entrañas, pero el organismo sí es consciente de que «es otro».

Este proceso de extraordinaria renovación favorece la longevidad. De hecho las mujeres -según las estadísticas- viven de ocho a diez años más que los varones. Es como si la fémina, con este ayuno mensual, se preparara para un estado de inmortalidad. Pero para dar ese salto espiritual, para vivirlo en toda su dimensión, tiene que ser consciente de la trascendencia de la menstruación y de lo que ella genera en su estructura y en su sensibilidad. Tiene que aprender a cuidarse, y recuperar la veneración y el amor por su templo…

¿Pero cómo va a conectarse con esta visión trascendente de lo que es como mujer, si siente vergüenza de su menstruación?

A eso le ha llevado esta cultura masculina. En la inmensa mayoría de mujeres que habitan el planeta, el proyecto femenino, que era de inmortalidad, se bloquea a causa de esa actitud hacia sí mismas y alcanza su manifestación únicamente en la longevidad -mínima expresión material de una idea infinita-.

¿Será que el ciclo menstrual está ahí para recordar a la humanidad que es inmortal?

En la Alta Antigüedad se buscaba el «elixir de larga vida». Pero claro, el hombre siempre relacionó el «conocimiento sobre la inmortalidad» con el poder. El varón pensaba -y aún lo piensa- que poder manejar la muerte es ser Dios. Quizás ésta sea una de las razones por las cuales al varón se le ocurrió dominar y esclavizar a la mujer: Para que no se hiciera poderosa… Cosa que a la mujer nunca se le ocurrió. No es su naturaleza.

Hemos descrito dos estancias, dentro de lo que es el chamanismo, relacionadas con el ciclo femenino sagrado: El trance menstrual y el éxtasis como vivencia ulterior. ¿Y qué hay del VIAJE CHAMÁNICO?

El VIAJE CHAMÁNICO corresponde a los óvulos con los que la mujer nace, o sea, con su potencial procreador. ¿Qué hace el óvulo una vez por mes sino un viaje hasta la Trompa de Falopio? Cuando nacemos tenemos un caudal reproductor de, alrededor de 400 mil óvulos. De estos emprenderán el viaje entre 400 y 500, durante toda la etapa reproductiva.

Ahora estamos en condiciones de ver que, cada mes, la mujer está preparada para vivir una verdadera iniciación espiritual. Por ello se dice que la mujer nace bruja:

-Viene al mundo dotada de lo necesario para el VIAJE CHAMÁNICO: Sus óvulos.

-Cuando entra en la Menarquia , comienza un largo recorrido iniciático mes a mes, que la va haciendo conocer el TRANCE mediante la menstruación -días en los cuales vive el caos creativo del Universo- y el ÉXTASIS de la renovación en los días posteriores.

-El proceso culmina en la Menopausia con la manifestación de: La sabia, la bruja, la hechicera, la maga, la chamana. Diversas facetas de la mujer que, una vez liberada de los asuntos mundanos, se expande y proyecta su vida hacia la Creación , en un éxtasis permanente de devoción y amor.

Desde el punto de vista de la Medicina Tradicional China, el organismo femenino vive un equilibrio entre la sangre y la energía hasta que llega la menstruación. Es ahí cuando las mujeres entramos en el caos creativo: Ese desequilibrio necesario para que se marche lo viejo y se genere la renovación celular.

Como perdemos sangre, la energía es mayor. Es una cuestión de «vasos comunicantes» en la expresión del Tao: A menor sangre, el Qi, el soplo, aumenta.

La sangre también es energía, pero una energía Yin, concreta, manifestada, material. La energía Yang aumenta en la mujer durante los días de la menstruación -al contrario de lo que se puede deducir de la fisiología-. A menor cantidad de sangre se genera más Yang.

Lo que nos hace percibir lo contrario es que, cuando estamos menstruando, pretendemos seguir el ritmo habitual, como si nada pasara -en eso nos han educado-. Y claro, lo que nuestro ser femenino nos está pidiendo, a través de esa somnolencia, de esa sensación de cansancio, de esa bajada de ritmo, es que prestemos atención a otras cosas. ¿A qué? A todo cuanto está sucediendo en nuestro interior y a aquellas circunstancias externas que, habitualmente, no tenemos en cuenta. Nuestro ser femenino nos reclama que cambiemos la actitud habitual de haceres, rendimiento y beneficio -del mundo masculino- para poder percibir esa explosión Yang, sutil, que se da en nuestro interior. Estado que nos hace estar más receptivas a otros tipos de comunicación. Si desarrollamos esa actitud, nos damos la oportunidad de descubrir mes a mes, nuestro ser clarividente. Las mujeres no es que seamos listas. No, ¡qué va! Somos clarividentes.

Es una clarividencia en las pequeñas cosas. Esas certezas que nos vienen de cómo resolver una situación o cómo presentar tal comida o cómo distribuir la habitación o el tan necesario «saber estar».

Como Inspiración Femenina sugerimos que los días de la menstruación, como estamos viviendo ese trance chamánico, lo ideal es dedicar un espacio destacado a la meditación y a la oración. La renovación que estamos viviendo es espiritual, y así debemos tratarla. De esta manera, entraremos en sintonía con el proceso que se da en nosotras. Y, poco a poco, iremos recuperando la ilusión y la alegría de ser féminas.

Son muchas las mujeres que viven desagradablemente la menstruación. Con dolores de cabeza, sensaciones de mareo y, sobre todo, dolores en la zona abdominal y en la espalda que a veces se hacen insoportables e incapacitantes. Es la tan mentada dismenorrea. A pesar de ser tan famosa y frecuente, no es normal.

Pasar cualquier tipo de malestar durante la menstruación, es la manifestación del rechazo -inconsciente muchas veces- que siente la mujer por ser hembra.

Muchas féminas, después de tener hijos, dejan de sentir los síntomas dolorosos de la menstruación. La razón es muy simple. En el momento en que la mujer se embaraza, quiera o no quiera, acepta el rol femenino. Como hay una motivación trascendente, que es el bebé, tiene que feminizarse a la fuerza. «Ahora vas a ser mujer te guste o no te guste.» Obviamente, el rechazo a ser mujer es esperable en un ambiente social y cultural sexista, que siempre ha considerado inferior al principio femenino.

Por eso, lo que debemos hacer es ir en el sentido de recuperar nuestra identidad como femenino. En la medida en que la mujer recupere su verdadera identidad -que aún hasta las más femeninas desconocen, puesto que al femenino nunca se le permitió desarrollarse-, la dismenorrea va a desaparecer. La enfermedad no es más que la manifestación de la pérdida de identidad. Una alerta de la Creación para que el ser de humanidad dé un cambio, reaccione ante lo que le está sucediendo, y retome su proyecto de vida.

Desde Inspiración Femenina llamamos a reconciliarnos con nuestra sangre, para comenzar a disfrutar de lo que nos toca vivir cada mes. Que nos permitamos llorar a gusto, ensoñar a gusto, andar más despacio y, sobre todo, que podamos contemplarnos en todo el proceso con el humor de la transformación: ¿A ver qué siento? ¿A ver cómo reacciono? ¿Con qué he soñado este mes? ¿Cómo estaba la luna? ¿Se ha retrasado o adelantado, por qué?… etc.

No sabemos cómo va a ser cada menstruación ni cómo va a gobernar en nuestro ánimo ni qué cambios nos va a generar después de que pase. Ahora tenemos oportunidad de comenzar a darnos cuenta de lo que significa en nuestra vida.

Se nos ha regalado un palacio de 500 puertas sin cerrojos. Cada una labrada en una madera diferente, con aromas únicos y texturas insinuantes, con tallas curvas y sensuales, sencillas mas reveladoras. Hemos ido recorriendo sus pasillos, sin darnos cuenta de que, cada mes, podíamos abrir una de esas puertas y entrar en la estancia desconocida que la Creación tenía preparada para nosotras. Se nos ha regalado un inmenso palacio, donde cada estancia es una faceta de nuestro femenino, una promesa de cambio, una invitación a sentir el misterio de la existencia y la alegría de vivir.

Las que nunca abrieron las puertas de su palacio y las que aún pueden hacerlo, tendrán el gozo de transmitirlo a las más jóvenes para que puedan disfrutar del misterio de ser féminas y fusionarse -desde su sabiduría de vida innata-, con el Eterno Femenino.