El desarrollo de la Conciencia

“Vine desde lo Inmanifiesto…, atravesé reinos minerales y vegetales y mis dotes mentales me llevaron hasta el reino animal…, en la concha cristalina del corazón humano nutrí la gota del yo hasta que fue perla…, entonces se desvaneció la dualidad y fui absorbido en Él”.  De Ansari el Sufi.

 

 

 

 

 Por H. S. Sa´îd b. Aÿiba el Andalusí 

 

Repetidas veces hemos aludido a este tipo de poesía en la Tradición Sufi. El contenido del poema es tan evidente que no necesita de muchas explicaciones, pero ¿Qué condujo a los antiguos Maestros a expresarse de esta manera?

 

Hay dos respuestas, una es la que se fundamenta sobre la propia experiencia vivencial, que puede acontecer tras el desarrollo de la Conciencia y el análisis sobre la Causa Primordial y los efectos. De lo que ya hemos comentado ampliamente. La otra respuesta es la que se inspira en las Antiguas Tradiciones.

 

Sobre la primer respuesta, en cuanto atañe a la experiencia personal, no diremos nada pues al ser subjetiva nada podemos decir. Pero sobre la inspiración en los comentarios que al respecto nos aportan las Tradiciones, podemos decir algo.

El Midrash nos dice que;  “Yahweh creó el Adam como una masa inanimada desde la tierra hasta el firmamento”. “Llenando todo el mundo lo creó”. “Del uno al otro confín”, Dt. 4; 32. “De Oriente a Occidente”, Sal. 139; 8.

 

En su obra, pág. 257, dice Meam Loez; “Se le postran los ángeles por miedo a su grandeza”.

 

Cuando Allah creó el Adam ordenó a los ángeles que se postraran ante él. Qor´ân.

 

R. Yirmeyah ben Lazar, en el Midrash, dice; “Cuando el Santo, bendito sea, creó el Adam lo creó andrógino. Lo bendijo y lo llamó “Hombre”, 5; 2. “De forma que sólo ambos juntos son “Hombre”.

 

Y León el Hebreo, en su relato de la Creación dice; “La Creación del “Hombre” es la última parte (no la última criatura) de la Creación del Universo”.

 

Repetidas veces en distintos trabajos venimos sugiriendo esto, unas veces de forma velada y otras con toda claridad; el ser humano completo, el Insan al Kamil, es la síntesis del Total de cuanto es creado.

 

Hasta que no sea consciente del total de su feminidad y del total de su masculinidad, -su androgenia-, no será completo. Hasta que no adquiera consciencia de Su Cuerpo -el Universo-, no estará completo. Hasta que no Se reconozca como El Creador en Su Obra no será Iluminado. De aquí la importancia del desarrollo de la Conciencia, pues es Ella, Él,  Ello, lo que permite experimentar este Conocimiento.

 

El Sheyh Ibn ´Atalla de Alejandría nos dice; “La Verdad no se esconde ante ti, sino que eres tú el que no mira hacia ella”.

 

Cuantas veces indicamos que; “La dificultad que se guarda tras la simplicidad, solo se corresponde con la torpeza humana”.

 

Y un Hadit del Profeta Muhammad (p.b.) dice; “Quien actúe de acuerdo con lo que sabe, es recompensado por Al Lah con un Conocimiento que aún ignora”. 

 

Todas las personas, en diferentes grados, están en posesión de la habilidad para “Conocer”. Cuando alguien se niega al ejercicio del Conocimiento, sin importar la causa por la que lo hace, se condena a sí mismo a una especie de estado intermedio entre lo animal y lo humano. Ya que renuncia a lo que le tipifica como humano y le diferencia del resto de los animales como “Conocedor”.

 

Una de las grandes diferencias que existen entre los seres humanos y el resto de las criaturas es que, las personas, al ser portadoras de la Conciencia tienen capacidad para optar, para decidir lo que desean ser. Este privilegio comporta una grandísima responsabilidad, pues nos permite renunciar a las posibilidades del Conocimiento y, por lo tanto, al más importante de los atributos de la dignidad humana, “la Conciencia de saber-Sé”, razón de nuestra existencia.

 

Aunque esto es obvio para el ´Arif, sin embargo no nos compete a nosotros ningún juicio de valor sobre nadie, ni clasificación moral alguna al respecto, pues el misterio de cada existencia nos está velado.

 

Pero sí podemos decir que cuando el ser humano se enfrenta a los enigmas de La Creación, con el propósito de descubrir su función en medio de ella, se opera la alquimia del crecimiento. Y debido al desarrollo del Conocimiento, en el proceso de su metamorfosis, va encontrando las respuestas correctas para las incógnitas que descubre detrás de cada pregunta que se hace.

 

De esta manera su Conciencia de ser, equilibrada entre el ruh y el nafs, adquiere su verdadera dimensión, ya que acabará por descubrir la Última de las causas como Objetivo final por el que fue dotado de humanidad. Esto es, la capacidad para “Conocer” trascendiendo las simples apariencias.

 

Gracias a la habilidad para “Conocer”, nuestros sentidos se agudizan e iluminan. Y si damos por cierta y cumplida la práctica de los ejercicios correspondientes a los anteriores estados de Conciencia, la profundidad de la nueva percepción nos irá acercando a la comprensión vivencial de Haqiqa, como La Verdad Esencial.

 

Ya dijimos en anteriores ocasiones que una vez que esto sucede, no solo como simple comprensión intelectiva, sino como experiencia vivencial, el proceso es irreversible. Pues como decía el poeta; “Quien ha bebido de una fuente fresca y pura, no puede añorar los charcos del camino”.

 

Llegar a este nivel de Conciencia supone haber completado el propósito y las diferentes etapas del Tassawuf, la Tradición Sufi.

 

Aunque ya lo hemos comentado, pero con el fin de recordar, las Latîfas serían aquellas formas de “energía más sutil” que evolucionan por el desarrollo del Conocimiento, interactuando con la modificación de los estados de la Conciencia. De hecho, son un todo conjuntamente con los procesos de cambio y los estados a los que esto conduce. Su alteración, tanto evolutiva como involutiva, es una simple cuestión de mecánica cuántica, un elemento de medición física para un acontecimiento espiritual.

 

El ser humano es un elemento enormemente complejo y por lo tanto nada fácil de entender, y si bien es cierto que el progreso científico es de un valor inestimable para comprendernos, también es cierto que, por ahora, no es ni mucho menos suficiente. No podemos entender a una persona desde la sola biología, desde la antropología, la sicología o desde cualquier otra disciplina. Sino desde el conjunto de todas ellas, de todos los factores que nos hacen ser lo que somos, dimensión espiritual incluida.

 

Y aunque conocemos el desprecio que por el aspecto espiritual de la persona se tiene en algunos medios académicos, ya dijimos anteriormente que la ciencia no puede, ni tiene por qué, dar respuesta a todas nuestras inquietudes y convicciones. Creo que en esto todos estaremos de acuerdo, al menos hasta el día de hoy.

 

La Antigua Tradición ya alcanzó, hace siglos, a entender la comprensión del ser humano como un todo inseparable. En tanto que desde determinados círculos académicos, se quiere entender que la dimensión espiritual es algo así como “una especia de fantasía entre la metafísica y la superstición”. Algo propio de ignorantes y solo rentable para determinadas organizaciones, llámense sectas o religiones oficiales.

 

También tenemos en cuenta que no todos los facultativos piensan igual. Pero la mayoría, sobre todo en un pasado no muy lejano, han tendido a aplicarse en el dominio de cada disciplina sin considerar su conexión con el resto. Han supuesto, equivocadamente, que se puede afrontar el estudio del ser humano por parcelas.

 

Todavía conocemos algunos académicos con este planteamiento, o médicos que no valoran, en absoluto, los estados de ánimo en sus pacientes, sino exclusivamente el uso del bisturí, al que nosotros no restaremos su importancia cuando es preciso.

 

La Antigua Tradición, en cambio, nos enseñó, siempre, a mirar a la persona desde una perspectiva holística. Como una diversidad en la unidad, de forma que no separemos en el estudio de nuestra comprensión ninguno de los factores interactivos que nos hacen ser lo que somos. Gracias a Dios, cada vez mas, las ciencias se acercan a esta forma de entendimiento.

 

La primera promulgación hermética, Al Aqlaniya, nos dice que; “La esencia que constituye el Universo es Mental”. Y hemos comentado sobre la complejidad del ser humano como uno y al mismo tiempo diverso, lo que nos indica la necesidad de observar con una mirada holística al ser humano y no con un repaso simplemente parcelado.

 

Considerando todo lo anterior, una de las cuestiones que podemos deducir después de un análisis un poco más profundo de lo habitual, es que, como Conciencia, somos una mente que se expresa por mediación de un cerebro insertado en un mecanismo orgánico. En tanto que el animal, incluida la parte que le corresponda a nuestra naturaleza,  se aproxima más a un mecanismo orgánico que utiliza un cerebro, con menor nivel de evolución en la “conciencia”, para supervivir en el medio.

 

Sabemos que Todo es Una Mente, Una Conciencia capaz de “jugar a esconderse” de Sí misma, gracias a lo que se produce la dinámica creacional.

 

Debido a la metamorfosis del animal en humano, la Conciencia ha ocupado el papel protagonista en nuestra naturaleza. Ahora, sobre todas las demás posibilidades, somos Mente, y esta “parte” de nuestra naturaleza nos confiere el don de “Lo Eterno”, no hay en Ello principio ni fin, ni tiempo ni espacio, sino estados de la Conciencia.

 

Entregadas en su día el resto de nuestras cualidades transitorias, cada sustancia retornará a su origen, el agua al agua, el mineral al mineral, etc., y la conciencia a la Conciencia, según los niveles que, de la naturaleza de Allah, hayamos descubierto en nosotros.

 

La naturaleza de La Mente Única solo puede ser percibida cuando es manifiesta, y Su Manifestación se nos hace tangible a través de su primera expresión en lo físico, la energía en estado primigenio, como ya dijimos.

 

La Mente, que se hace perceptible en forma de energía desde el Punto Original de Singularidad, alcanza la Conciencia de Sí misma, en nuestro mundo, después de evolucionar hasta la complejidad que es el ser humano. Pues, ¿qué otro ser  existe, si no es Ella misma, ante quien pueda y por quien pueda reconocerse?

 

Podemos deducir de este hecho que, el Universo que nosotros percibimos, “es creado” en el preciso instante en el que es comprendido, ya que cada mente, cada conciencia, observa y comprende desde el dominio que tiene sobre su nafs.

 

Preguntemos a dos personas sobre la visión que tienen de un acontecimiento cualquiera, sobre alguna experiencia conjunta, y veremos que las versiones que nos dan difieren, en ocasiones, hasta el punto de parecer que describen acontecimientos divergentes. Esto significa que, de hecho, existen tantos “universos” como individualidades receptoras.

 

Somos el vehículo que, en nuestra dimensión, utiliza La Mente Única para reconocerse a Sí Misma por mediación de nuestra diversa, singular, y compleja naturaleza.

 

Por esto suelo decir que, en según que niveles de evolución de la Conciencia, el ser humano se reconoce como cocreador en la historia de “su” Universo.

 

Solo cuando La Mente Conocedora, albergada en el ser humano, domina su nafs y se hace capaz de  “ver” a través de Un Todo en armónica evolución, se dirige desde la naturaleza adámica hacia el Insan al Kamil, o “Ser completo”. Solo entonces se hace  capaz de comprender lo que verdaderamente es, y puede cerrar así el círculo de su existencia separada. Como dice el hinduismo; “para la rueda de Maya”.

 

Solo cuando “la parcela mental” se funde en su Origen, en su Total, puede persistir siendo lo que es, El Creador. Aquella otra que renuncia a su más preciado don, El Conocimiento, y se relega al estado intermedio entre lo animal y lo humano, debe de retornar en un ciclo ininterrumpido de reciclaje hasta encontrar su Faná fi Lah, la Unión definitiva.

 

Aventúrate por las rutas de la Sabiduría, sin importar donde la halles, como decía S. Muhammad (p.b.), pero antes comienza recordando lo que decía In ´Atalla; “Tu atención por los defectos que hay ocultos en ti, es mejor que tu interés por los secretos que todavía no se te muestran”.

 

“El vehículo que ahora utilizo es una entre tantas otras de Mis manifestaciones. Pero no te dejes engañar por las apariencias, descorre el velo transitorio y mírame, pues Yo Soy el Único posible, El Único Existente, El Eterno”.