El Sol que mora en las Tinieblas
El bien como el mal, ambos sagrados. ¿Dónde se esconde nuestra luz? En el corazón de nuestra oscuridad
Emilio Fiel
La tenemos invertida en angustias, miedos, rencores, rechazos, dudas. Y hemos de bajar al vientre para recuperarla de nuevo pero ya transmutada en conciencia. Este cuerpo es nuestra materia divina y el medio para realizarnos como dioses encarnados. Esa es la misión: llenarlo de luz en el corazón de cada célula y vencer la mentira de la muerte. Para ello la mejor manera de disolver la dolorosa atadura que sufrimos con la forma humana es cuadrar nuestros balances entre la luz y la oscuridad. Eso nos permitirá ser de nuevo seres fluidos capaces de fundirnos empáticamente con cada uno de los cinco reinos de la naturaleza: mineral y vegetal, animal y humano, además de los seres dévicos o angélicos del universo que Yo Soy. De ese modo la columna de fuego de los chakras, el resplandor del cuerpo luminoso y la reconexión del ADN, unirán sus fuerzas para facilitar nuestro proceso de ascensión física, más allá de la quinta dimensión hasta las fronteras de la undécima, que está a nuestra disposición en estos momentos de la historia planetaria. Los trabajos internos de kundalini, la meditación profunda, el servicio desinteresado, la ensoñación consciente, el amor mágico, las ceremonias de sanación planetaria, el uso de las crisis como maestras, nuestro vínculo con la Madre Tierra y sus elementos, la hermandad con seres estelares y de otras dimensiones nos reconocen como seres capaces de generar luz y conciencia en cada momento y por tanto como guerreros y amazonas preparados para la batalla florida contra nuestra propia oscuridad.
Recapitular, observar con detenimiento el transcurso de nuestra propia existencia es ya maravillarnos de la sabiduría infinita de la Vida. Ella sabe bien en qué momento exacto han de llegar los exámenes, los retos; cuándo se dan las circunstancias precisas, cuándo hacemos acopio de la fortaleza suficiente para afrontarlos.
Cuando menos lo imaginamos, la Vida nos aboca a la encerrona imprescindible, nos presenta la prueba de las pruebas sin escapatoria alguna: o seguir el itinerario ya conocido, responder como siempre lo hicimos o por el contrario dar el salto hacia lo desconocido, allí desde la cota más noble, más valiente de nosotros mismos que seamos capaces de escalar.
De cualquier forma, raramente escalamos lo debido. Raramente respondemos con el suficiente amor, pero sin duda, en el transcurso de las vidas vamos experimentando progreso. Las pruebas importantes tienen que ver con abrazar lo más oscuro que se nos presenta en la existencia. Bajamos a la tierra para forjarnos en incondicional amor. Los retos que atendemos tan sólo testan nuestros avances en este sentido, constatan nuestros progresos o retrocesos en nuestro nivel de entrega.
Amor por amor no entraña mayor salto evolutivo. No hay mérito en amar a quienes nos aman. La Vida se encarga siempre de ponernos un listón más alto. El genuino amor se constata cuando se nos aboca a abrazar lo oscuro, lo dañino, lo adverso, lo contrario…
La prueba de las pruebas tiene que ver con devolver bien por mal, con dar la victoria al contrario, con desearle lo mejor, con alegrarse de sus progresos… La prueba de las pruebas consiste en perdonar la ofensa y acercarse al ofensor, encajar el mal y comprender al malhechor…
Antes de bajar a la tierra dijimos que podríamos, que seríamos capaces de encarnar incondicional amor, que en las más difíciles coyunturas conseguiríamos abrir los brazos; pero llegado el momento dudamos y protestamos al Cielo por habernos acercado ese cáliz. Siempre es posible dar algo más de nosotros mismos, amar más allá de lo que hasta el presente supuestamente amamos.
Hay muchas formas de amar que al día de hoy se nos escapan y que, por supuesto, poco tienen que ver con los contratos de compra-venta que tan a menudo establecemos. Amar no implica necesariamente palabras o gestos de cariño…, por supuesto nada tiene que ver con doblegamiento o servilismo. Amar puede ser una palabra severa, pero desnuda de odio, una actitud firme, pero no exenta de compasión, puede ser incluso una respuesta contundente y a un mismo tiempo henchida de misericordia. Hay muchas formas de amar, seguramente más de las que podamos llegar a creer, y no siempre se expresan con miel en los labios.
Miyo sabe de todo esto. Curtido en batallas buscadas o encontradas, siempre salió airoso. Eligió bien arena y adversarios y a ninguno de ellos le privó de su omnipresente sonrisa. Creo que tentó al dragón quizás en exceso, pero de cualquier forma lo afrontó con amor. Entre batalla y batalla se plantó ante el monitor y nos compartió estrategias de compasión, mapas de internas batallas… Sabe dónde flaquean murallas, dónde el asalto se consuma con éxito, cómo perpetrar el ataque ante las íntimas fortalezas…
Con la lectura de esta última entrega de Miyo, uno difícilmente se puede quedar en teorías, sin sentirse espoleado a la arena de adentro. Nos lo hacía saber en multitud de ocasiones, al pie de acantilados, en la profundidad de los bosques, en el círculo de fuego, en la ronda de palabra… A veces le oíamos un tanto extrañados ante su insistencia de abrazar la oscuridad, tema que constituye también el argumento fundamental del presente libro.
Pero las pruebas más temidas siempre acaban llegando. Nosotros mismos las atraemos. Y entonces es cuando retumba en nuestros oídos el reclamo de Miyo invitando a encarar imposibles. Al final nos persuadió de que era preciso apretar con el mismo candor el metal de dos caras, la vida en un mismo “pack” con su anverso y reverso.
El futuro nos ha alcanzado. Se concitaron ahora las condiciones para superar lo que siempre postergamos. Solos no podremos, por eso pediremos al Cielo que nos llene de fuerza y así devolver bien por mal y así iluminar con potentes watios las tinieblas. Únicamente tras esas pruebas supremas nos graduaremos; sólo tras superar esos desafíos titánicos, iniciáticos, podremos empezar nuestra carrera de servicio a la Vida, a la humanidad, comenzando por nuestros más cercanos… El paso por la tierra invita siempre a un gran salto, que en un momento hay que dar, so pena de dejar el cuerpo con el alma sometida a las mismas, ancestrales y egoístas inercias.
Miyo se especializó en fulminar esas inercias. Por encima de todo le agradezco el habernos acercado a esas particulares tinieblas. Se amontonan los recuerdos. Siempre había su «¡ánimo!», antes del vértigo, siempre su rostro encendido… El vértigo podían ser rayos, precipicios, aguas heladas, cuevas insondables… y nunca faltó melodía en sus labios, mirada alentadora…
La vida es luego más amable, más sencilla y llevadera para quienes han frecuentado los vértigos. Miyo no nos los ahorró. Más bien desarrolló toda su inventiva, nada despreciable por cierto, para multiplicarlos.
Viví en su compañía algunos de esos imposibles, que al rato trucaron en aurora. Agradezco esos desiertos, esas tormentas… que atravesamos ante su empuje. Agradezco el rayo que nos tumbó en inolvidable bendición en las murallas de Montsegur.
A veces me pregunto qué seríamos sin esos desafíos que él concitó delante de nosotros. De seguro, nuestras piernas hubieran temblado más visiblemente ante postreros retos de la Vida. Sin su presencia grande, a veces incluso desmesurada, los dragones seguramente se habrían quedado sin abrazo y nosotros sin disfrutar de ésta y otras tantas enseñanzas, de ésta y otras lecturas suyas tan bellas y provocadoras, tan profundas y esclarecedoras a un mismo tiempo.
PRELUDIO
“Ahora sientes la tenaza del miedo y es perfecto, eso te hace humano. Únicamente los vanidosos y los imbéciles ignoran el miedo. Pero de ese temor debe nacer una fuerza capaz de vencerlo.
Un guerrero encarna la tormenta, el furor del cosmos y lo implacable del rayo. Creer sólo en la bondad de lo humano es una debilidad que destruye reinos. Debilita pueblos enteros y arruina culturas que pierden su progreso.
En este tiempo en que has de enfrentar la Oscuridad sin tregua, se la mano que actúa y entrega, pero también la que a veces golpea y castiga. Y cuando por fin reunifiques tu fuerza en un diamante de luz, levanta la espada flamígera del Amor Incondicional, devuelve el Caos desintegrador al olvido y recrea la Armonía del Ser”.
El Sol del Amor radiante
Abordamos un tema tabú para gran parte de las culturas planetarias en estos comienzos del siglo XXI. Un tema cuya influencia es tan desmesurada en nuestra vida que puede cargar sobre sus hombros la mayor parte del dolor, la enfermedad y la muerte que la humanidad ha venido sufriendo a lo largo y ancho de los últimos milenios. Se trata de la necesidad de amar la oscuridad y de aceptar el mal para disminuir su poder sobre el mundo y especialmente para reducir la influencia destructiva que produce en la generalidad de las relaciones humanas. Más que nunca ha llegado el momento de aplicar en nuestro camino el ama y haz lo que quieras. Y ¿qué vas a amar además de tu gente y tus gustos sino lo que te molesta o agrede, lo que te parece negativo o despreciable, lo que está en contra de tus creencias o quiere acabar con tus privilegios? Es hora de realizar que el amor y la compasión son las armas de los verdaderos dioses creadores, allá donde golpean hacen florecer la vida en vez de extender la muerte. Este es el nuevo desafío: amar la enfermedad y la muerte; amar al demonio que yo soy y a los ángeles caídos; amar al enemigo que ataca agresivamente; amar la mentira, amar a los gobernantes corruptos y amar a los hijos de la oscuridad; amar al jefe que nos echa del trabajo, a los que piensan contrario a nosotros y a las ex parejas que se alejaron de nuestro lado…
Ya en la Comunidad del Arco Iris (hace casi treinta años) esta fue la bandera que defendí para el cambio de conciencia de tercera a cuarta dimensión a través de la superación de todos los límites mentales; de afrontar lo prohibido; de liberar la sexualidad; del despertar de los chakras y de experimentar la síntesis de tradiciones. Un trabajo que se resumía en la disposición para sumergirse en la cueva de los secretos que está en el vientre. Luego en el 87 tuve que cerrar esa etapa para que el paso de cuarta a quinta dimensión fuera posible: asumir lo divino y lo diabólico de nuestra personalidad; equilibrar las polaridades masculina y femenina; canalizar los mensajes de las estrellas; realizar ceremonias planetarias; crear redes de conciencia; activar el cuerpo luminoso y la merkabah (el vehículo del alma); acelerar la activación genética de las trece espirales del ADN, etc.
¿Cómo realizar estos objetivos sin sumergirte conscientemente en la cueva del dragón? ¿Cómo mantener la calma en medio del desastre si ni siquiera has penetrado voluntariamente en la oscuridad de tu vientre? ¿Cómo moverte libremente en medio de un incendio o sobrevivir en el hielo polar si antes no has resuelto los temas pendientes con la materia, el sexo, el poder y lo inconsciente?
Vivimos el tiempo del equilibrio de las polaridades y sabemos que nadie atravesará la barrera de fuego de la 5ªD (quinta dimensión) para viajar por los mundos del alma y del espíritu, si no es capaz de establecer un balance equilibrado entre lo masculino y lo femenino en su interior, entre la luz y la oscuridad (el bien y el mal) y entre lo sagrado y lo profano (el espíritu y la materia). Pero este objetivo que es tan fácil de formular no resulta tan sencillo cuando lo intentamos aplicar en lo cotidiano. Cuando se trata de amar la enfermedad sin intentar matarla a pastillazos y radiaciones; cuando hay que aceptar la muerte de un hijo y establecer relaciones con su alma como si de un aliado al otro lado del velo se tratara; cuando es cuestión de respetar y agradecer a una pareja que se ha alejado de nosotros y está con otra persona (simplemente porque el amor entre nosotros ya no fluye); cuando hemos de sumergirnos en la oscuridad, la soledad, el vértigo al vacío, o de aceptar de manera natural a las arañas, las serpientes, las cucarachas o las ratas… La mujer ha de aprender a desarrollar la sobriedad emocional, la serenidad, la fuerza y el propósito para sumergirse de lleno en el reino de su inconsciente que está en su útero (vientre), y el hombre ha de ser capaz de abrir su pecho a las emociones intensas que le dan pavor, a ser vulnerable y creativo sin perder su poder personal, su centramiento, su firmeza y su propia confianza.
Aún más, en cada decisión a tomar hemos de permitir que la oscuridad se exprese y manifieste sus medios (casi siempre violentos y destructivos), y también que la luz se revele ante nosotros (soluciones pacíficas y comprensivas). Y luego hemos de elegir libremente entre ambas, sabiendo que aquello que decidamos está bendito en el universo porque ha sido establecido a partir de un equilibrio entre la luz y la sombra. La oscuridad parte de que el mundo es un lugar peligroso y todo está separado de mi, por eso desarrolla el miedo y la agresión contra los adversarios, buscando en todo momento el interés propio caiga quien caiga. Y la luz parte de la unidad del mundo y de ese corazón amoroso fruto de la chispa divina que cada ser humano porta en su interior, por eso encuentra sendas de colaboración y de sinergia de grupo, dejando a cada cual su lugar en el proceso global. En la vida real, los dos tienen ventajas y defectos, y tanto la luz como la oscuridad pueden cegar al peregrino. La luz peca de orgullo y prepotencia y la oscuridad de maldad y de ambición. Por eso es necesario que ambas se equilibren una a otra para tomar la justa decisión en este lugar, en este instante y para esta situación concreta. Ni siquiera es difícil imaginar que cuando un adulto está violentando a una criatura, buena parte de las posibles voluntades que constituyen la Voluntad de Dios pasan por caminos distintos que el de enviar amor al agresor o violador, y que en muchos casos simplemente la Voluntad de Dios que Yo Soy es una patada fulminante en sus partes sensibles.
Equilibrar los opuestos y convertirlos en complementarios y colaboradores en cada instante para realizar la justa acción es todo un arte refinado y sofisticado que exige mucha dedicación. Dejar de juzgarlo todo como bueno o como malo y simplemente unificar las diferentes actitudes y posibilidades presentes para tomar la mejor decisión posible, es una especie de liberación del estrés y una especie de iluminación de la conciencia. Ya no hay bueno y malo, razón y corazón, luz y oscuridad, tan sólo existe el espíritu y todo lo que me sucede es sagrado. Si enfermo, si me separo, si se muere algún ser cercano, si la casa se quema, si sucede cualquiera de las posibles catástrofes propias del apartado de sucesos, hay que detenerse e intentar comprender la lección que nos trae la nueva situación, y asumir conscientemente como se adecua lo sucedido a nuestros propios deseos soñados o manifestados en las últimas semanas. Porque la mayor parte de las veces lo aparentemente negativo y oscuro que nos sucede es la manera que utiliza el universo para concedernos (indirectamente) nuestros deseos más profundos. Y sólo si somos capaces de llevar con dignidad estas situaciones podrán manifestarse en nuestra vida las soluciones que conllevan.
Por eso tenemos que afirmar que todo viene en parejas y que si persigues la parte positiva de cualquier dualidad que puedas imaginar, ten por seguro que primero habrás de afrontar serenamente y de manera lúcida la parte negativa de esa misma dualidad. Quien vive con alegría, serenidad y entusiasmo la pobreza, la enfermedad o la separación, puede estar seguro de que pronto será recompensado con la abundancia material, el bienestar corporal y mental, y una nueva y más intensa relación de pareja. Este instante, sea de día o de noche, es único y hemos de vivirlo con aceptación, integridad y una cierta dosis de pasión, que nunca abandona a los seres que tienen energía disponible. Quien aprende a ser consciente en el aquí y ahora ha logrado traspasar el juego de lo bueno y lo malo. Pero la clave es asumir sin lugar a dudas que no hay enemigos, que no existe nada en el universo que haya sido creado contra nosotros, que lo que viene es fruto (aunque a veces enrevesado y confuso) de nuestras propias intenciones y propósitos. Quizás este simple camino (tan sencillo que sólo lo pueden entender las mentes que han vuelto a la conciencia transparente del niño interno) sea uno de los muros insalvables con los que cada ser humano topa una y otra vez a lo largo de sus cincuenta o sesenta años de recorrido vital como persona adulta.
Y siguiendo estas pautas ¿cuál es el objetivo de este pequeño ensayo que recoge comentarios diversos, canalizaciones personales y de todo tipo de intermediarios, contactos con el ser, reflexiones de grupo, extractos de conferencias impartidas a lo largo de los últimos veinte años, y todo aquello que en los últimos diez se ha cruzado en mi camino interno relacionado con luces y sombras, con lo bueno y lo malo, con la integración de lo masculino y lo femenino en cada uno de nosotros? La clave es reconocerme como un intermediario entre el cielo y la tierra, entre la conciencia y la materia, entre dios y el demonio, entre la luz y la sombra. Lo más luminoso y lo más oscuro del universo se unen en mi interior para producir felicidad, comprensión y libertad sin límite. Y ciertamente el espíritu es uno y está más allá de la unión de los contrarios, así que ambos extremos le sirven y le manifiestan, al margen de la moralina social en uso. En estos tiempos estamos abriendo la mente a la aceptación de nuestra naturaleza divina y aunque nos cuesta asumirlo vamos aceptando que nuestra voluntad es la voluntad de dios en este instante, y que no hay ley divina por encima de ella, que este es el increíble regalo del libre albedrío que el espíritu nos ha concedido para elevar (a través de la oscuridad) la frecuencia luminosa de todo el universo. Pero aún falta mucho para que aceptemos con todas sus consecuencias la otra parte de la ecuación, que sintetiza nuestra naturaleza diabólica, que sepamos tratarla con suavidad y sin perder nuestro centro de observación, y ese es el siguiente paso al que estamos indefectiblemente abocados. Así que ante la pregunta de cuál es el objetivo de este libro, bien podría contestar en un humilde homenaje a ese gigante de la conciencia que fue y sigue siendo Shri Aurobindo, que descubrir el sol radiante que mora en las más profundas tinieblas de nuestro Ser.
¡Se abre el telón! Y ahora si vamos a comenzar con ese juego de sombras chinescas, donde la luz crea el espectáculo con la ayuda de la oscuridad que proyecta. Un camino abrupto y glorioso en el que puedes entender con claridad el mensaje que te transmite la vida. La increíble oportunidad de palpitar dentro de un cuerpo humano aprendiendo a través del contraste, de la libre elección y de la conciencia. Ha llegado el momento de sumergirte en aguas pantanosas sin dejar que sea el miedo el que te guíe, flotando en la barca del misterio y avanzando con los remos de la curiosidad y del entusiasmo. Te deseo una feliz travesía, y ahí en medio de las nieblas de Avalón nos vemos…
¡Buen camino y que tu sol sea siempre brillante y amoroso!
“En la universidad del alma las materias a estudio se llaman luz y oscuridad y sólo alcanzará su licenciatura el que sea capaz de mantener la calma, la comprensión y la sonrisa en presencia de cada una de ellas. Una es tan importante como la otra y ambas son sagradas y se necesitan mutuamente. También el momento presente, el ahora, es sagrado y nuestro espíritu ha de aprender la lección que cada instante trae consigo. Si es de día, será la lección de la luz. Si es de noche, la de la oscuridad. Opuestos o complementarios, ¿qué más da? Lo que vivimos en el eterno ahora es lo que cuenta, sea claro o sombrío. En el presente no hay más que lo que hay. Si claro, luz, si negro, oscuridad. Hay excesos en lo luminoso y magníficas lecciones en lo oscuro. Acepta lo que viene y mantén tu centro con una sonrisa y un sentimiento unificador en el corazón. Toda nuestra vida es un sinsentido porque tenemos la energía invertida en daños, traumas infantiles, separaciones, muertes y dolores que absorben nuestra vitalidad y nos drenan de poder personal. En realidad es más bien como si después de haber pagado el precio del desafío de la sombra oscura, después de haber podido mirar cara a cara al guardián del umbral sin perder la calma, nos fuera devuelto el poder que durante tanto tiempo habíamos invertido en evitarlo”.
Miyo