Deja que los muertos entierren a sus muertos

Y trae el Cielo a la Tierra viviendo «Fa» en «Mi»

 

 

 

 

Por Emilio Carrillo. Sevilla. Andalucía. http://emiliocarrillobenito.blogspot.com/

«DEJA QUE LOS MUERTOS ENTIERREN A SUS MUERTOS»

Efectivamente, hay un mundo de muertos. Está conformado por la visión y el sistema dominantes -sus reglas de juego, prioridades, usos, costumbres e instituciones- y por las personas inmersas en su escala de valores y en su dinámica. Es el mundo de la Tercera Dimensión, caracterizado por los dualismos y dicotomías (bueno y malo, superior e inferior, mío y tuyo, tú y yo,…), la densa materialidad, los apegos, deseos y sufrimientos materiales y el espacio-tiempo finito.

Nada «malo» hay en ello. «Deja que los muertos entierren a sus muertos» (Lucas, 9,60). La Tercera Dimensión, con quien quiera estar en la misma, siempre será lo que es. Se trata de una Dimensión necesaria, imprescindible, para el Cosmos y la Creación: ¡sin ella, estarían incompletos!. No es posible que ella -ni ninguna otra de las muchas que configuran el Omniverso- deje de existir, ni que deje de ser lo que es, pues sus características y parámetros básicos son lo que han de ser: ni buenos ni malos, sino los que son y corresponde que sean. Sólo desde el seno de la Tercera Dimensión se efectúan tales valoraciones, falaces y vacías fuera de la misma. Lo Real es que Todo es Perfecto.

¿REVOLUCIÓN?: ¡EVOLUCIÓN!

¿Qué hacer entonces cuando notamos y percibimos que nuestra vibración íntima no se encuentra en armonía dentro de la Tercera Dimensión, de su franja frecuencial?

Lo primero es interiorizar lo que esto en sí significa: que hemos vivido ya experiencias en dicha dimensión -en esta vida y a lo largo de la cadena de vidas físicas en la que plasma nuestra encarnación en el plano humano- que nos han llevado a «resucitar». Esto es, a ser conscientes de que poseemos un Ser Profundo, divinal y eterno, nuestro Yo Verdadero, que es realmente multidimensional, por lo que es lógico que no se identifique con la estrecha franja vibracional en la que la Tercera Dimensión oscila.

Lo segundo, entender que la clave está precisamente en eso: en no identificarse con la Tercera Dimensión. ¡Tampoco para rechazarla o para quererla cambiar, pues también esto representa la identificación con ella y entrar en el juego de los dualismos y opuestos que está en su esencia!.

La oscuridad no desaparece porque luchemos contra ella, sino abriendo las ventanas para que se haga la luz. Por tanto, al qué hacer, la respuesta no es la resistencia, ni la pugna antisistema que nos llena de resentimiento, ni la revolución, sino la evolución. Simplemente, la evolución natural: pasar a otra Dimensión o plano en el que sí se dé tal armonía; o, lo que aún es más maravilloso, optar por existir multidimensionalmente, sin encasillarse en una dimensión concreta y comprendiendo que la Consciencia Perfecta no es el grado consciencial más alto, sino ser la Consciencia misma (no un grado calorífico, por elevado que sea, sino la temperatura y, por ende, todos los grados y ninguno).

«FA» EN «MI»: AMOR EN LA COTIDIANEIDAD

¿Cómo lograrlo?. Muy sencillo: vivir en el ahora, el único sitio donde la vida existe, como si ya estuviéramos instalados en esa nueva Dimensión o en plena Realidad Multidimensional. Metafóricamente lo han expresado los grandes Maestros a lo largo de la historia de la Humanidad. La colosal entidad espiritual que encarnó como Jesús de Narazet lo sintetizó espléndidamente cuando habló de traer el Cielo a la Tierra. Nada dijo de luchar contra la Tierra, sino de traer el Cielo (Dimensión superior -verbigracia, «fa» o «sol» en la escala musical-) a la Tierra (Tercera Dimensión -«mi», en la misma escala-).

Para ello, la clave es el Amor: vivir el ahora en y con Amor. Cada uno en su cotidianeidad -los múltiples hechos y situaciones que la conforman-, desde que nos levantamos cada mañana hasta que nos acostamos en la noche, incluso en sueños mientras dormimos.

Será así como desde nuestro interior traeremos el Cielo a la Tierra. Y comprobaremos que el exterior se va amoldando a nuestro interior, que nuestra metamorfosis íntima transforma la realidad y que nostros mismos, cada uno, somos el Milagro. Y nuestros ojos nuevos abrirán las puertas a un mundo nuevo.

DEJA QUE LOS MUERTOS ENTIERREN A SUS MUERTOS Y TRAE EL CIELO A LA TIERRA VIVIENDO «FA» EN «MI»: EN LA COTIDIANEIDAD, AMOR INCONDICIONAL