sheij principe

La Fortuna del Amor

sheij principe

 

Diwan de Rumi

Todo el poema narra la bella historia del encuentro de Rumi con su maestro,

Shams-e Tabrizi, al que alude como “fortuna del amor”.
Nota de Soliman OR: en realidad está aludiendo a Allah (Dios) su Señor a través de su sheij o maestro.


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La flor de granada esclava es de tu cara, no duermas

Oh labios de grana que derraman perlas, no duermas

Oh narciso ebrio que en sangre bebes, no duermas

Es noche de fiesta esta noche, no duermas …




Estaba muerto, volví a la vida; sólo lágrimas era, me troqué en risa,

me llegó la fortuna del amor, y, por su gracia, me hice eterno.

 

Visión madura hallé, visión madura y alma valerosa,

hallé la valentía de un león, y en fulgurante Venus me troqué.

 

Me dijo: “no estás loco y no eres digno de esta morada”.

Me fui y me volví loco, atado con la cuerda.

 

Me dijo: “no estás ebrio, vete, porque no eres de los nuestros”.

Me fui y me embriagué, totalmente colmado de alegría.

 

Me dijo: “no estás muerto, no estás lleno de gozo”.

Y ante su rostro vivificador, me caí muerto.

 

Me dijo: “eres astuto, y emborrachado andas de dudas e ilusiones”.

Y me volví sencillo, me volví temeroso, y me aparté de todos.

 

Me dijo: “te has convertido en vela y en alquibla de un grupo”.

No soy de ningún grupo y no soy una vela, me esfumé como el humo.

 

Me dijo: “eres maestro y sheij, señor y guía”.

No soy sheij, no soy guía, soy esclavo de tu voluntad.

 

Me dijo: “tienes alas y plumas, por eso no te doy plumas ni alas”.

Deseando sus alas y plumas, me arranqué cualquier pluma y cualquier ala.

 

Me dijo el que es  mi nueva suerte: “no te apresures ni te ocupes de ti mismo,

porque yo, bondadoso y generoso, soy tu único futuro”.

 

Me dijo el que es mi amor eterno: “no te alejes de mi lado”.

Contesté: “no lo haré, no, no y no”. Quieto permanecí.

 

Tú eres fuente del sol; yo, la sombra del sauce,

cuando tú me cubriste con tu ardor, ardiendo me encogí.

 

Halló mi corazón la luz del alma, se abrió y se dilató mi corazón,

halló una nueva imagen y enemigo de este menesteroso me volví.

 

La imagen de mi alma, gozosa a medianoche, empezó a presumir:

“yo era un esclavo maniatado, pero en rey y señor me convertí”.

 

La rueda celestial da las gracias al Rey de Cielo y Tierra:

“gracias a Su bondad y esplendidez, iluminado y generoso me volví”.

 

Da gracias el gnóstico de Dios porque se pudo adelantar a todos,

en la sima del séptimo cielo, como estrella brillante me volví.

 

Soy tuyo, ¡oh luna iluminada!, mirame a mí y en mí,

que, por tu risa, en risueña rosaleda me convertí.