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Los misterios de Eleusis

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EXTRACTO DE LA CONFERENCIA DICTADA POR EL MAESTRO KWEN KHAN EL 27.10.11

 

Hoy quiero referirme a uno de esos cultos sacratísimos que se desarrollo durante dos mil años antes de la llegada del Venerable Maestro Aberamentho, o el Gran Kabir Jesus de Nazaret; me refiero claramente a los Misterios de Eleusis o Eleusinos.

Poco se sabe de estos Misterios, porque aquellos que los recibían juraban sobre su propia vida no divulgar jamás lo que en ellos se recibía.

Mas, sin embargo, algo, gracias a la Gnosis, ha llegado a nosotros.

Sabemos, por ejemplo, que esos Misterios tenían como base un mito, el mito de Demeter y su hija Persefone, mas hay que decir antes lo que afirmaba muy sabiamente un escritor esoterista llamado Mircea Eliade acerca de que el mito es el verdadero origen de las historias iniciáticas, decía el; por tanto el mito en el fondo es la verdadera historia, y no lo que los historiadores nos traen de manera tergiversada mas tarde. Según esta leyenda, mito o historia, Demeter, que era la Diosa de la fertilidad, de la fecundidad, de la belleza y que no es otra más que una forma de Dios Madre, tenía una hija llamada Persefone, y ella envió a su hija a la tierra llena de regocijo para que conociera el mundo de los hombres, para que conociera el mundo material. Y la historia nos dice que, encontrándose Persefone un día caminando por los senderos de la antigua Grecia, quedo hechizada por unas flores de narciso que le habían atraído. Ella se acerco y vio la belleza de aquellas flores y aspiro el aroma de las mismas, a tal punto que esto le produjo un éxtasis. Más en aquellos precisos instantes en que esto ocurría la tierra se abrió, y de las entrañas de nuestro mundo apareció el Señor de los Infiernos, Plutón, el señor del Hades, del Tartarus; apareció sobre su carro y, en un acto de osadía, tomo a Persefone, la rapto, y, aunque ella forcejeaba, se la llevo a su morada plutoniana. 

Cuando esto lo supo Demeter, se lleno de angustia, de enorme tristeza y congoja. Y entonces la Tierra empezó a volverse estéril, la agonía de Demeter producía en nuestro mundo la infertilidad, la muerte, la desolación. Y ella no vacilo en venir a la tierra a buscar desesperadamente a su hija. La busco por muchos lugares y no la encontraba. Dicen algunas crónicas esotéricas que ella, durante el día, iba a todos los rincones del mundo buscando a su hija muy amada, y por las noches continuaba con el auxilio de dos antorchas, una representa la intuición y la otra la razón superior; y es curioso que, si Demeter representa a Dios Madre, a nuestra Bendita Madrecita Interior, Persefone obviamente es nuestra alma, nuestra Esencia; es la misma Pistis Sophia caída en desgracia en el mundo de las formas.

Incuestionablemente que, cuando el Yo, la oscuridad, la sombra, Plutón o las fuerzas del infierno nos aprisionan, ella, Demeter, nos pierde; mas ella continua durante siglos y siglos y mas siglos buscándonos a través de intuiciones que ella nos envía a nuestro corazón, anhelos intuitivos que nos pone en nuestro fondo intimo, y nos auxilia también mediante preguntas que se relacionan con el intelecto superior y no con la razón subjetiva intelectualoide.

Entonces nos preguntamos: .quien soy yo?, .porque existo?, de donde proviene la Creación?, .de donde provengo yo y a donde voy el dia que me muera?, cual es mi destino final?, etc., etc.

Así es como Demeter buscaba a su hija, asi nos busca a nosotros con la antorcha de la intuición y de la razón objetiva o de la razón superior.

Dice la leyenda que Demeter descansaba a veces en un pueblecito que llevaba el nombre de Eleusis. Habéis de saber que esa pequeña ciudadela continua existiendo hoy a 20 kilómetros de Atenas. Indudablemente, tan grande era el sufrimiento de Demeter que Zeus —su esposo— en el Olimpo decreto que había de encontrar como fuese a Persefone, y entonces llamo nada menos y nada mas que a Mercurio, al Dios Mercurio, que con sus alas en sus pies, su yelmo dotado de alas y que representaba la sabiduría, veloz se presento, y a el le encomendó la tarea de rescatar a Persefone.

Incuestionablemente que Mercurio primero la busco sobre la faz del mundo, y allí no la encontró. Como quiera que el era omnipenetrante, viajo al inframundo, al mundo soterrado, y para su sorpresa encontró a Persefone desposada con el mismísimo Señor de los Infiernos. Pluton había sido muy astuto y se había casado con Persefone para obligarla, como esposa, a permanecer con el. Para colmo de los colmos habia sellado ese matrimonio haciendo comer a Persefone seis granos del fruto del granado. Indudablemente que con aquel pacto ella estaba bajo la tutela de Plutón.

Al ver esto Mercurio, que era conocido por su elocuencia, entablo un dialogo con el Señor del Hades, y al final logro convencer a Pluton para que dejara libre a Persefone. Pero Pluton puso una condición: Mi condición —dijo el— es que ella este con su madre en la superficie del mundo seis meses, los otros seis meses ella tiene que estar conmigo.

Y así sucedía, según la tradición esotérica, que, cada vez que Persefone está con su madre, la tierra es fecunda, florece y fructifica; pero cuando Persefone abandona a su madre, la tierra es yerta, mustia, moribunda; y así fue como los griegos entendían la razon de ser de la temporada del año en que la tierra da frutos, y la otra temporada en la que la tierra está cubierta de frio y nieve. Para los griegos había solo dos estaciones, no cuatro como para nosotros hoy en día: había una estación fría y húmeda, y había una estación seca y calurosa.

Así quedo registrado aquel evento en la mitología. Aquellos seis granos de granada que había comido Persefone determinaban seis meses de luz y seis meses de oscuridad, seis meses en la superficie y seis meses en el inframundo.

Claro está, mis queridos hermanos, que, cuando nuestra alma está unida a nuestra Madre Interior, entonces somos felices. Nuestra Tierra Filosofal se hace fecunda, fructifica en nosotros nuestra anatomía interior; el Espíritu Real de cada uno de nosotros se siente glorificado cuando estamos unidos a Stella Maris. Mas cuando nosotros perdemos el contacto con nuestra Madre Interior, tan solo experimentamos los horrores del Abismo, tan solo estamos rodeados de frio, vivimos en el limbo, ahí donde solo hay el lloro y el crujir de dientes, y la muerte es soberana en todos los sentidos.

Pero igual que Persefone nosotros también tenemos un gran aliado, tenemos como aliado al mercurio. Que sería de nosotros —decían los alquimistas medievales— sin mercurio?

Afortunadamente Dios nos ha dado el mercurio —decían ellos—, y con el mercurio podemos encontrar de nuevo el retorno a la gran Luz.

Es allí, hermanos, donde está el quid de esta cuestión. Si perdemos la semilla, quedamos en tinieblas, si transmutamos la simiente sagrada mercurio, la fuerza de nuestra energía creadora nos saca del caos inferior y nos hace ascender igual que Pistis Sophia de Aeon a Aeon hasta llegar al Reino de los Cielos. Esa es la virtud y el poder del dios Mercurio. Por ello no podía ser otro el heraldo de los Dioses que Mercurio. El es el heraldo entre los Dioses y los hombres. Mediante el mercurio nosotros conectamos con el mundo divino.

Sin el mercurio conectamos con el mundo obscuro, con el mundo inferior, y allí nos quedamos. Dice la tradición que los Misterios se instalaron en la ciudad de Eleusis justamente porque, cuando ella descansaba, la divina Demeter, en aquel lugar, los aldeanos, los pobladores de aquella ciudad corrían a socorrerla, le daban pan, abrigo y refugio; y ella, agradecida —dice la leyenda—, les enseño sus Misterios.