Yo soy positivo

Con la moderna física cuántica, aprendiste que el observador influía en el experimento. ¿Capaz de influir? Si esto fuera así, significa que todos seríamos creadores de nuestra propia realidad

 

 

 

 

 Josemaría Garzón. www.artedeamarte.net 

Pero, si es la mente la observadora -la creadora-, podrías preguntarle de que tipo de pensamientos está saturada. Cuáles son los que inciden en ti a la hora de decidir por un camino, o por otro…, contando con que fueras capaz de avanzar un paso cuando tomaras la decisión que realmente te gustase. “Sí, a mí no me importa hablar y arreglar esto, pero… no, no, que se va a molestar mucho”. Otro pensamiento: “Me siento segura tal como estoy… aunque me duela la situación”.

Se te olvidó que el miedo te separaba de algo llamado felicidad. Piensa cuántos momentos aplazaste por el miedo. Piensa cuántos temores zumbaron en tu mente como avispas amenazadoras que te decían: “te aguijoneo si te mueves”. Incluso la mente echó mano de una de las fuerzas más poderosas con las que se alía… o a la que está conectada como si fuera Matrix… la del inconsciente colectivo: “Dejaremos la cosas como están que más vale malo conocido que bueno por conocer”. Son los viejos esquemas que a menudo nos condicionan, son el software al que, mira por dónde, poco a poco nos enfrentamos para transformarlo. Aún lo poseemos, por eso nos duele la situación actual cuando deseamos reconducirnos por la vida. No, aún no somos libres, pero nos queda cada vez menos.   

Esa mente sigue sometida al yugo de una falsa creencia, la idea de que el presente solo se puede crear si se apoya en la experiencia, y el futuro se alcanza con el concurso del pasado. Es la norma aceptada por ese inconsciente colectivo, por el imaginario popular (planetario). Con lo cual, eso de que debemos vivir en el Presente, en el Aquí y el Ahora, de momento es un anhelo. Todo se queda en esa hermosa teoría de despertar espiritual del Aquí y el Ahora cuando el miedo sostiene la mente y sonríe, mirándote de soslayo y preguntándote: “¿A dónde crees que vas? Tú harás lo que yo te diga”. Pero lo que él te dicte significaría más o menos “no Ser”. Y según el poder de ese miedo no harás nunca nada. Si es muy intenso, te bloqueará; si es de baja intensidad, avanzarás con resistencias, ganándote el pan con el sudor de tu frente (¿recuerdas?) ¿Y si desapareciera por completo el miedo?… Ay, si desapareciera… entonces volarías con toda la majestad de tus alas en un anchísimo presente, tan ancho como infinito.

Quiero que seas positivo. Cuando hay miedo solo te quejas de lo de fuera. He observado que aquellos que más juzgan a los demás –o a lo que sea– más miedo albergan, y que aquellos que más miedo poseen, más juzgan la realidad externa, como, por ejemplo, la del mundo que muestra la tele. Cada juicio te separa automáticamente del corazón del otro. La verdad (mírate), quien está mal eres tú y lo de fuera no es más que lo que esa mente refleja desde tu interior. Lava tu corazón, por favor.

Es magnífico si te tomaras en serio que la vida es una perfectísima pantalla holográfica donde se proyectan tus creaciones, o las de tu entorno, o las de la humanidad –que al fin y al cabo perteneces a ella como una célula a su cuerpo–. Si fuera de esta manera, nuestra perspectiva pasaría a ser la del ángel y solo te quedarías con tres palabras: creer es crear.

A mí me parece tan hermosa la realidad que estaría horas hablándote de la danza que se desarrolla en el Universo, en la Tierra, entre los órdenes sociales. Ahora y Aquí. Un día te contaré unas cuantas historias, realidades que me suceden a menudo. Si el miedo hubiese tomado el mando en dichas situaciones otra verdad hubiera creado, diferente a esta que te escribo.

Olvidaste que sobre la base de todas las grandes pasiones y apegos subyacía el miedo, sobre la base de la ira, sobre la base de los celos, de la duda, de la vanidad, del poder.  Siempre hay un miedo a perder el control, a perder la imagen, a equivocarse, a dejar de existir, a que no te quieran, a perder los apoyos, a equivocarse, a morir… El miedo siempre tensa la cuerda hasta unos límites que, lo sabes bien, ni te deja dormir… O peor, aún, a separarte de los que te rodean. ¿Cuántas veces no has mirado para atrás y te has preguntado, pero Dios mío, qué hecho? Dios mío, ¿cuántos ratos felices perdidos por aquel temor? ¿Fue el miedo lo que te hizo actuar de esa manera? Me dijo el otro día un amigo que su jefe lo presionó tanto que cuestionó su puesto de trabajo. Al final, me confesó: “Lo que estaba haciendo él era verter sobre mí sus propios miedos porque se estaba sintiendo cuestionado por los jefes superiores”. ¿Acaso no es grande una persona que mira así?

Ahora los científicos de la famosa física cuántica dicen que el observador influye en el experimento, que, por tanto, la realidad la vamos creando nosotros a nuestro paso. ¿No te das cuenta que tú eres el experimento y que tu mente debería ser la observadora, un testigo sagrado?

¿He dicho observadora? Quizá no. Creo que hasta ahora tu mente es la controladora. Está llena de miedos que te impiden sumergirte en el mar de la Unidad, de este cuerpo del Ser cuya parte humana somos nosotros. ¿Por qué tendremos más miedo en los países ricos que en los pobres? Cuando viví en África el miedo era tan relativo… Quizá sea que como sus apegos están más limitados, no hay miedo a perder. Allí, en general, sobre todos las personas de cuarenta años para arriba, carecían de miedo a la muerte –en general, claro– porque convivían con sus antepasados y ellos les hablaban.

En el taller de Madrid, alguien me preguntó con algo de desazón en su rostro, agobiado por la necesidad de escapar de sus angustias: “No entiendo qué es el ser humano”. A esa persona con el alma agotada le contesté que el ser humano era eso: la parte humana del Ser.

Quiero que seas positivo. Es preciso mirar de manera global, viendo al Ser en todos los objetos, en todos nuestros actos. Los textos sagrados, sobre todo el Gita, dice que la Luz está en nosotros y que nosotros estamos en Luz.  ¿Qué conclusión lógica se desprende de estas dos afirmaciones? Una evidente: nosotros y la Luz somos lo mismo.

En otro lugar, más al sur de España, en Huelva, a otra persona no le dije, sino que le transmití que el Universo, lejos de conspirar contra nosotros, confabula para que materialicemos nuestro plan, un plan que por encima de todo es Felicidad y Gozo. Ser. Por eso, ahora mismo me entran ganas de rogarte que observes a una persona mayor, más o menos con ochenta y tres años. Si la conoces desde hace tiempo, pregúntate, con calma, si ella no es lo que creyó siempre que sería. ¿Acaso no creó ella su propia realidad? ¿Acaso no se la creó su entorno, su familia, sus padres? ¿Acaso no recibió y actuó según las premisas que le marcó su familia, la sociedad, porque ella creyó en ellas? Tampoco había más donde elegir, ¿verdad? Cierto, pero ¿a caso no conspiró «la realidad» para forjar sus creencias, sus temores y anhelos? Ahora eres consciente… porque tú estás leyendo esto. Como se suele decir, si has llegado hasta aquí será porque algo de esto ya está en tu interior.

La metáfora de la célula perteneciente al cuerpo

Quiero que seas positiva y que pienses cómo el Universo entero conspira para que llegues a donde Debes. Para mí existe una metáfora respecto a lo que somos y al papel que desempeñamos. Sería la una célula pequeñita perteneciente a un cuerpo humano al que podríamos llamar unidad. Esa célula vive en un tejido cualquiera de ese cuerpo. El tejido se extiende por un órgano que, a su vez, pertenece a un aparato como podría ser el respiratorio o el digestivo… que, a su vez, formaría parte indivisible del cuerpo. Unidad. Pues bien, ¿cómo podemos sospechar que el sistema llamado cuerpo trabajase en contra de esa célula que lo conforma como una parte de sí mismo? (en este ejemplo suponemos que estamos sanos, y aunque no fuera así cabe pensar la prodigiosa capacidad sanadora del cuerpo, con lo cual regresamos al principio: la extraordinaria capacidad de ayuda y apoyo por parte de todo el sistema). El sistema, con toda su dinámica, le aportará lo necesario para que ella, solo visible con un ojo de gran aumento, desempeñe su trabajo con eficacia. “Yo te apoyo porque formas parte de mí”.

El único requisito que propone el cuerpo (unidad) es confianza y aceptación por parte de la célula para recibir el apoyo, los nutrientes, proteínas, porque, de no ser así, la célula se vuelve errática y se cierra en sí misma; a continuación siente como extrañas a sus vecinas y comienza –con su miedo– a atacar. Por supuesto que imaginarás cómo se le llama a este tipo de enfermedad: cáncer.

Piensa que a la colaboración de fuerzas de todos los órganos y aparatos que forman el sistema llamado cuerpo recibe el nombre de sinergia, es decir, su resultante es una fuerza muy superior a la suma de sus partes. Por supuesto que hay muchas células que necesitan identificarse con ese cuerpo para descubrirse inmensamente grandes. Célula y cuerpo no son dos cosas diferentes, sino partes de lo mismo.

Pero ella necesita aceptarse, como primer paso hacia su propio autodescubrimiento, necesita econtrar su propia autoconquista a través de la idea de complementariedad. Estas células que no se aceptan o que no han descubierto la situación por la que atraviesan, en realidad están desconectadas de la unidad llamada cuerpo humano, y por eso sufren, y por eso controlan y por eso quieren inducir  a las demás en su desesperada desconexión.

Quiero que sea positivo. En realidad, se te ha olvidado que tu mente crea, y crea aquello que ocupan sus contenidos. Ese magnífico ordenador que llevamos dentro debe ser reencauzado con todo nuestro amor. Debemos indicarle que se tranquilice, que se rinda, que ocupe su función real que es la de ser instrumento gozoso al servicio de un ser creador (esto solo vale para aquellos, como tú, que creen que también existe Vida más allá de la mente. He dicho mente, no muerte).

Ahora que lo escribo, caramba, me pregunto si mente y muerte serán lo mismo. ¿O será que la mente debe morir para nacer al Ser?

Está dentro de ti. Si quieres llegar a lo más alto…, que es, en realidad, lo más profundo, te recomiendo que practiques sin descanso el pensamiento positivo. Él es el aliento del ser, pero debes invocarlo, practicarlo por deber. Y hay tantas maneras de llevarlo a cabo. Ahí comienza el principio de aceptación… mejor dicho, de Aceptación. Si buscas espiritualidad, salir de los marasmos del deseo, del odio, de la tristeza, de la rabia, de la costra que rodea tu corazón, búscalo sin descanso.

El Ser no es extraterreno. Ya te conté cómo la realidad no es más que tu propia creación. Así que si quieres salir de quienes te han encarcelado en cualquiera de los muchos sitios que existen, un compromiso, una familia, un trabajo, piensa que ellos son la proyección clara de lo que debes liberar, armonizar o reconciliar dentro de ti. Cuando lo consigas, lo de fuera será sincrónico y cambiará a causa de la nueva creencia, la positiva. No sería la primera vez que alguien me llama después de un taller, nada más llegar a su casa para contarme entusiasmado que después de tantos años le había llamado por fin tal o cual persona, precisamente el día que había trabajado en su interior “el problema”, y que deseaba “hablar”. No, no es magia, ni milagro, es sencillamente tu cambio interno el que se proyecta fuera. No sería tampoco la primera vez que después de un taller como este o como los muchísimos que se organizan por cada vez mayor número de personas a lo largo del mundo, se rompiese el lazo enfermizo que mantenía mal unida a dos personas. Se disolvió y ambas quedaron libres, sin traumas, ni siquiera se oyen las voces de la culpa que casi siempre provienen del inconsciente, el individual y el colectivo.

Por eso te pido que aprendas a mantener la llama de lo positivo. Un fogonazo de positivismo solo sirve para comprobar sus efectos de manera leve, pero el efecto contrario resulta devastador, por mero contraste.

¿Qué es ser positivo?

Positivo es lo que une, negativo es lo que separa (esto no hace falta aclararlo, nos sobra experiencia en este campo). Pero, sí debemos matizar la diferencia entre positivo y “bueno” y entre positivo y “optimista”. El concepto bueno es cultural: lo que es bueno en un sitio, no tiene por qué serlo en otro. Por ejemplo: hace dos años un médico me dijo que la iglesia había hecho el bien en Sudamérica. ¿Para quién? Yo no entro en esos juicios, pero madre mía si le preguntásemos lo mismo a muchos de Sudamérica. Por otra parte, la diferencia entre positivo y optimista es más sutil. Éste, a diferencia del positivo, solo está convencido de la consecución de sus objetivos, que pueden ser apegos tremendos basados en la propiedad o en el prejuicio. En cualquier caso todos se apoyan en la idea de pérdida, pérdida de unas tierras, pérdida de identidad cultural… Conocemos a lo largo de la historia a unos cuantos que aplicaron el terror –el miedo en su grado extremo; o la separación en su grado superior– con estas prerrogativas del ego, individual o colectivo. Tampoco los juzgo.

Positivo es lo que integra, lo que armoniza, lo que entiende y acepta, lo que no se arredra ante nada ni nadie, lo que es creativo en su proceso, lo que se abre paso ante la dificultad y la convierte en su instrumento. Lo que calla o habla según su creación. Lo positivo es la premisa que necesita el Amor para expresarse. Lo positivo disuelve la esperanza, la fe. Sobre todo activa el sentido del ángel por excelencia, la certidumbre. Lo positivo no se proyecta en el futuro, porque aunque no lo vean los ojos físicos, ya es.

Positivo es preguntarse por el para qué de las dificultades en vez del porqué. Es el instante de la pregunta; es el instante de la respuesta. Una vez que lo positivo se convierte en pauta de la vida ya no podemos prescindir de ello. Entonces, nuestros problemas se transforman en llamas rutilantes de la experiencia que se instala en el Aquí y el Ahora.

Ser positivo es comprender que debemos vaciar el viejo armario para colgar las ropas nuevas, con el aroma de los tejidos nuevos, con telas más resistentes, colores más saturados y brillantes. Yo diría más, que ser positivo podría ser también tirar el armario. Así, que entiéndelo, ser positivo es permitir al Ser manifestarse en ti. Él te indicará que abandones aquellos vestidos que en su día abrazaste como tabla de salvación y a los que te aferras aún porque piensas que te continúan sirviendo. Mira bien lo que te digo: el instrumento de entonces que ya no usas o que ya no te sirve, se convierte en lastre… mientras lo sigas añorando, por muy salvador que fuese en el pasado.

Aún recuerdo el dolor que me produjo abandonar todos mis libros el año que nos mudamos de casa y nos marchamos al norte. Entregado y rendido al Ser lo escuché cómo me susurraba. Aunque en el fondo comprendí que era una certeza, sabía que aquello me dolería. Mi alma soportó una enorme pena cuando uno tras otro fui apilándolos en el interior de cada caja de cartón. Allí iba la Autobiografía de un Yogui, de Paramahansa Yogananda, Sai Baba y el psiquiatra, los tres tomos de Planeta sobre el arte de escribir y la colección de veinte tomos de color amarillo en la portada y en la contraportada sobre técnicas de fotografía, además de mis novelas de cabecera. En definitiva, mis mejores apoyos en las noches de angustia y de búsqueda interior.

Completé las seis cajas y las regalé a diversas personas. A mis hijas les dejé elegir. Pero me sorprendió algo. Solo tomaron unos cuantos. Comprendí que ellas formaban parte de mí y quizá la idea de ofrecerles mis tesoros a alguien tan unido era como hacer trampas. Al fin y al cabo, los seguiría teniendo en casa. O quizá mis hijas de alguna manera me expresaron: “No me des lo que tú no necesitas ya; si, al fin y al cabo, nosotras somos partes por descubrir en ti”.

Mi alma estuvo agitada durante un mes. De vez en cuando me acordaba de alguno de los libros y me asaltaba la idea de llamar por teléfono a las personas que se los había obsequiado para rogarle que me lo devolviera. Me resigné, hasta que poco a poco fue apareciendo una sensación de nueva libertad. Iba comprendiendo que el armario estaba receptivo para nuevos materiales. El aire se había renovado y hasta la luz de fuera penetraba por todos sus rincones. Comprendí que el corazón no retiene sangre –mataría al cuerpo–. El corazón succiona y rápidamente expulsa la sangre para favorecer su movimiento. Así debería ser nuestra vida, recoger sin pretensiones y desprendernos sin dolor, sin pensar en el premio. El corazón no se preocupa a donde va la sangre; solo hace su trabajo, sin más. Y en ese mero latir, quizá esté su felicidad.

Hoy puedo decirte que no me arrepiento de haberme desprendido de aquellos libros. Es más, he desarrollado un hábito basado en el abandono. Cada cierto tiempo bajo al sótano de mi mente y pregunto a los objetos que acumulé en los últimos años si piensan favorecer la entrada del Ser que, por cierto, ya está dentro. Escucho a mis emociones, a mi conciencia corporal, a la instintiva, a las piedras si hace falta; si no me responden, considero que se tarde o temprano se convertirán en grilletes de la nostalgia. Si veo que ninguno me contesta, entonces comienzo a sopesar la idea de desprenderme de ellos.  

Quiero que seas positiva. Mira tu casa, tu habitación, tu entorno. Contempla con una sonrisa la calidad de tus relaciones interpersonales. Nadie te causa nada, solo te exhala lo que ya huele dentro del sótano. El sótano lo llenaste tú, porque lo elegiste tú.

Ahora cambio de carril. Quiero ponerte por delante lo más peliagudo que pueda guardarse en los sótanos de tu mente, lo que más duele en estos tiempos que ya llamo sin tapujos La Segunda Venida. Te hablo de algo más delicado, te hablo de conceptos, de las ideas que ya no te sirven, pero a las que te aferras para conducirte por la vida, de tal manera que las usas de manera permanente para dirimir que todo “lo parecido” a ellas puede bajar al sótano, pero lo “no parecido” se quedará en la puerta de tu alma. Esa actitud te lastra, te hace sufrir porque no aceptas, siempre juzgas. Deja que entre y salga todo, como la sangre en el corazón, sin juzgar. Ya sabrá el Ser con qué debes quedarte y qué debes dejar pasar. ¿No ves que aquello que te hace sufrir es lo que no encaja con tus premisas, con tus viejos conceptos, con tus rígidas ideas? ¿De qué progenitor heredarías esa «energía» a la que podríamos llamar «rigidez»?

Me encuentro con personas espirituales que manejan maravillosos conceptos que atesoraron e integraron en el pasado. Aún hoy narran a sus contertulios sus creencias. A  veces, los usan como quien juega una partida de cartas. Buscan echar el palo más alto sobre el tapete. Algunas ideas son realmente originales y alentadoras. Esto es hablar con la cabeza.

En general yo no mido con la mente. Si tengo alguna medida, es la del corazón y, con él, la del amor. A menudo descubro en mí -y en otros- si lo que expresa la boca que “sabe mucho” es la consecuencia de su propia inercia, rumiando las mismas ideas durante años, pura seducción de la mente, nostalgia, deseo de victoria. ¿O acaso inspira Vida con su palabra y hasta con sus silencios?

Desprenderse de los viejos conceptos es lo más difícil. Este trabajo exige inevitablemente una rendición ante el Ser, o en términos psicológicos una muerte. Cuando alguien se ha rendido espiritualmente, sin saberlo, entra en un proceso al que llamo “La Crisálida”. En estas personas digamos que aparece durante el mismo una exacerbación de su poderío conceptual. Lo usa con mayor vehemencia ante los demás, calla menos, aprieta más, pero su espíritu expresa la angustia de la mutación (esto en la vida siempre se proyecta con una acentuación de viejos recuerdos basados en problemas de carácter profesional, conyugal o familiar). Ante eso no hay más que aguantarse y esperar.

En este caso la actitud positiva ayuda. Es como tomarse un analgésico para atenuar el terrible dolor de la transmutación. Mientras, esa persona seguirá expresando su actitud de poseer luminosos conceptos. Sin embargo, hasta que se convierta en mariposa, creo que serán los conceptos los que lo atraparán a él en el sótano de su infelicidad.  Recuerda: quien sufre es el ego cuando se intenta modificar su estatus. Tú no tienes libros, los libros te tienen a ti; tú no tienes conceptos, los conceptos te tienen a ti. Tú no tienes ego, el ego te tiene a ti. Sólo cuando el concepto y tú seáis uno, sabrás que eres libre.

La verdadera verdad –perdón– tiene vida, no se altera cuando se expresa, y normalmente es más silenciosa que parlanchina. De todas maneras, creo que este es un caso de excelencia espiritual, hasta donde yo puedo contrastar, claro.

En las circunstancias normales, el pensamiento positivo debe abrirse paso a través de esos esquemas que no dejan pasar nada nuevo para permitir una brisa renovadora, sobre todo, revolucionaria. Para ellos es preciso el silencio durante días. Así invocarán al testigo que les permita identificar, primero, y desterrar, luego, los gritos del miedo que proclama el ego. “¡Por Dios, no te desprendas de esto! ¡Ahora que es mío y me siento tan seguro con ello!” “Ahora que me prestan atención”.

Quiero que seas positivo. ¿Cómo vaciar esa mente de pensamientos viejos para llenarlos con otros nuevos? Cómo crear el vacío necesario para crear en ti un nuevo humano.  El Ser sabe muy bien lo que necesitas desde tu propia singularidad. Él solo quiere que comiences a crear un discurso nuevo, abierto, interior, que le permita usarlo como vehículo para expresarse en ti con calma, el quiere que te conviertas en su intrumento para danzar y crear.

Muchos sabemos lo que es sentir la presencia de la luz de Dios, del Ser, cuando uno tiene demasiada basura alrededor. Sencillamente no lo reconocemos. El dolor es indescriptible. A menudo te encuentras mal y no sabes por qué. Pero debes saber que es Él avanzando hacia ti, en cada peldaño, quemando a su paso toda la basura del sótano. Ese es tu dolor. ahora.

La repetición de afirmaciones positivas es vital cuando nos tropezamos una y otra vez con la misma duda, con la misma incidencia, con el mismo miedo. Durante siglos afirmaciones o decretos específicos en la mente de los hombres configuraron religiones poderosas.

En el taller de Huelva una persona verbalizó positivamente algo, y sonó realmente bien, pero su cuerpo y su cara expresaron un miedo tan terrible a equivocarse, por un lado, y al desmerecimiento que ella había acumulado durante años  que encogió los hombros, cerró los ojos y arrugó su cara. Parecía como si se le fuera a caer el techo encima. Con lo cual es cuestión de práctica y de crear ese testigo sagrado para comenzar a entrenarnos con frases de entusiasmo y totalidad, así, hasta que todo nuestro cuerpo lo exprese, con una postura regia, segura, con una impostación perfecta de la voz que llegue a decir sin tapujos lo siguiente: “Estoy convencido de que merezco la felicidad suprema aquí y ahora por el mero hecho de existir”. Y vuelva a repetir sin duda alguna: “Estoy convencido de que mis relaciones personales son fluidas y enriquecedoras”. Y mire a su alrededor y diga: “¿Sabéis? Estoy convencido de que me desprenderé de lo que ya no necesito”. Y si en el estómago todavía detectase algún resto de miedo: “He dicho que soy feliz y lo quiero compartir con el mundo”. Porque para eso trabajamos, para cambiar el mundo desde nuestro interior. No hay más camino.

El camino del positivo

Cuando me levanto por las mañanas y mi mente se empeña en mostrarme un panorama negativo, me vuelvo bastante cínico. Mi mujer está acostumbrada a escuchar cómo a veces hablo a solas en el baño o en cualquier parte de la casa. El repertorio positivo podría ser el siguiente. Hay más, pero aquí dejo un botón de muestra.

En la ducha canto, con las tripas constreñidas por algún miedo que desea instalarse en mi mente, unas sevillanas que aprendí cuando cursaba mi tercer año de carrera.

“El sol de la mañana que el campo sale, que al campo sale. Va dorando las lomas de los trigales. Campo de mieses, campo de mieses. Qué bonito es el campo cuando florece”. Este es el que mejor funciona. Como llevo años utilizándolo, en varios minutos cambia el estado de ánimo, y la constricción o bloqueo desaparece para descubrir nuevos caminos. Eso, vislumbro nuevos horizontes para salvar un escollo. Nuevos horizontes puede significar, por ejemplo, estarse quietecito y esperar que el Sistema del Ser hago su parte del trabajo. Ya vendrán las sincronicidades. Además, que culpa tiene mi esposa de nada: no la voy a fastidiar con el mal humor que engendran mis miedos. Es mejor subir a la cocina con alegría… y seguro que en esa conjunción positiva, la suya y la mía, surge otra idea, incluso más brillante.

Por Dios, algún día os contaré los milagros que suceden cuando uno comienza a practicar. La iglesia debería investigar que el territorio de los milagros está migrando hacia los positivos…, no hacia los crucificados, con lo cual, digo yo, ese sitio estará lleno de santidades; aunque tampoco me interesa esa idea porque creo que santos somos todos, empezando por los que están en la cárcel, y mira lo que te digo, todos. Siento un profundo amor cuando viajo y veo esas cárceles enormes rodeadas de alambradas eternas. No juzgo.

“Yo soy la ley del perdón y la llama consumidora de toda acción inarmoniosa y de conciencia humana”. Esta me la encontré en un libro de Saint Germain hace muchos años, y me la guardé. He descubierto hace poco que cada vez que la pronuncio es como si el mundo activase el perdón en niveles sutiles que la conciencia humana no puede aprehender, como si el perdón lavara los dolores del pasado de la humanidad, como si se extendiera por doquier… aunque yo me inspire en mi vida.

“En lo más profundo del centro de mi ser hay una fuente infinita de amor. Ahora permito que este amor aflore a la superficie. Este amor llena mi corazón, mi mente, mi conciencia, mi ser, e irradia en todas direcciones…” Es más larga pero la leí en un libro de Louise L. Haig: Usted puede sanar su vida. Esta mujer es extraordinaria y considero que es una verdadera sanadora del mundo. No estoy seguro, pero me pareció escuchar en cierta ocasión que padeció muchos abusos de niña y adolescente, hasta que abrió la puerta y dijo: “Entra, me rindo”, esto lo he añadido yo.

“Gran Espíritu, en tus manos estoy para que me otorgues la felicidad que yo merezco con el fin de derramarla en mi corazón y en aquellos que me rodean”. Esto sí es mío. También es un arte crear afirmaciones o decretos personales. El truco está en verbalizarlos. Solo serán perfectos y necesarios cuando tras muchas repeticiones sintamos que quedan redondos, que nos sentimos integrados con ellos, que ellos y tú sois uno.

En Internet escribes “Afirmaciones positivas” y te salen decenas de páginas interesantes. En la carpeta que entregué hay una colección de tres o cuatro páginas con afirmaciones positivas. Seguro que detectarás las que tú necesitas. Cada una aborda un ámbito específico de tu personalidad: como la soledad, la confianza, los miedos, el bloqueo, la tristeza, la ira, la indecisión.

La palabra ha de ser pura. Por eso, no juzgues. En los tiempos que corren, un juicio se vuelve contra ti antes de que puedas sospechar que lo creaste tú. Una crítica, ni te cuento. Además, en el momento que enjuicias te separas del amor de esa persona. Enjuiciar no es amor, ni hay Dios que lo haga. Solo lo hace el dios que se inventaron los hombres. Mira lo que te digo: ni siquiera cuando en la tele aparezcan imágenes de supuestos terroristas, o atentados. Si somos hermanos, lo somos todos. Y si alguien te inquiriera si tú has sufrido en tus carnes un atentado o la muerte como consecuencia de un ser querido, siempre le puedes tender a él una mano, ofrecerle un abrazo y hasta un hombro para consolarlo. No juicios, no juicios. Más abrazos, más abrazos. Si enjuicias, te separas de una oportunidad para amar, para redimir. Redimirte tú, no él. Eso sí, de momento los jueces tendrán que ejercer su trabajo. Pero tú no lo eres.

Quiero que seas positivo. Para conseguir el equilibrio necesario que te lleve a donde deseas o a donde Debes, es mejor que vayas tomando conciencia de que tú creas todo lo que te pasa. La realidad la creas tú a través de tus pensamientos. Alguien podría decir, ¿y los niños que padecen? Bien, te entrego dos explicaciones, y ambas son convergentes.

La primera es que no estamos libres de las acciones de nuestros padres. Por eso somos más responsables de lo que imaginamos respecto a las personas que nos rodean, sobre todo de nuestros hijos. No somos libres ni siquiera de las acciones de nuestros antepasados. He podido comprobar cómo hasta cinco generaciones atrás han soportado una pauta emocional, por ejemplo, atenazante  y que se ha podido desvelar en una terapia de constelación familiar. Los de Huelva lo visteis con vuestros propios ojos. Parecía que una persona tenía que resolver “su” problema, pero no exclusivo de ella, sino el mismo recorriendo varias generaciones, cambiando las caras y los escenarios en cada una de dichas genereaciones.

Por otra parte, el que parecía «su» problema también era el problema de otras tres personas. Y, más aún, las personas elegidas como actores para la constelación encajaron tan bien con el patrón energético del personaje que representaban que solo instantes después descubrieron que aquella historia, aparentemente ajena a ellas, también les atravesaba el alma, la suya y la de su propia familia. Con lo cual todo es tan íntimo que fíjate lo que te cuento a continuación. Me envío un correo X, a propósito de esa constelación, para decirme que era sorprendente cómo durante la semana posterior a la constelación se estaban produciendo tremendos movimientos emocionales entre sus familiares, aquellos que durante años llevaban encerrados entre los límites de la rutina y la resignación.

No me quiero desviar con este asunto tan interesante. Otros podrían cuestionarte desde su viejos castillos: ¿Qué han hecho los inocentes que son bombardeados en sus países mil unas veces? ¿Qué han hecho los niños que padecen la guerra y la hambruna? Es una pregunta trampa que obedece a la idea alimentada durante miles de años y preconcebida de que existe un dios externo, un dios moralizador, un dios humano. Muchas veces nos sentimos desconcertados ante semejante pregunta. Y siempre tornamos hacia ese dios, para olvidarnos de ese Aquí y Ahora, para decirle: “¿Por qué?” Hacemos esa pregunta porque seguimos pensando en un dios que no forma parte de nosotros, sino que se comporta como el viejo padre de la humanidad.  

¿Sabes lo único que han hecho esos amados niños para padecer o seguir padeciendo? Lo único que han hecho ha sido pertenecer al cuerpo llamado humanidad. Si el estómago ingiere alimentos que no son positivos, entonces tarde o temprando, el forúnculo estallará por otro lado de ese cuerpo humano. Solo una tremenda ignorancia nos impediría asociar ambos hechos.

La humanidad también conforma un cuerpo único, de manera energética, que no está separado en sus partes, sino íntimamente conectado, como los órganos del cuerpo humano. Chinos por allí y anglosajones por aquí, ¿Separados? Los pensamientos colectivos, los pensamientos basura usan su propio desagüe y crean las señales sociales precisas. Ocurre lo mismo que con nuestras enfermedades. Cada vez somos más conscientes de cómo una enfermedad es un grito de nuestra alma, nos lanza un mensaje sobre aquellas emociones que debemos trabajar. Por cierto, ayer recibí una visita de una persona que le había salido un forúnculo en el pecho. Menudo agujero traía cubierto por una gasa blanca. Es hijo único, pero, ¡sorpresa!, de repente –guiado por la intuición– le pregunto por el padre y me revela que a él también le había salido en el mismo lugar otro forúnculo diez días antes. ¿Casualidad o claro mensaje de que la línea paterna debe liberarse de algo que aflora en la última generación? Ni estamos separados por generaciones, ni lo estamos por continentes. Los que trabajan en este campo lo saben muy bien. Si somos positivos y permitimos al Ser que actúe en nosotros bajo la rendición del ego, todo se disuelve y la humanidad se libera a través de tu propia liberación. Estamos más conectados de lo que nos imaginamos. Por eso, siempre digo que el trabajo que aparentemente se hace en una sala, siempre traspasa sus paredes.

¿Por qué mueren los niños? Sencillamente porque nosotros no somos positivos y porque, en general, provocamos la basura mental que otros soportan. Los niños se mueren porque no rescatamos al niño interior que fue herido, literalmente machacado por angustias, miedos y abandonos. Los niños padecen hambruna porque no alimentamos nuestra alma con el alimento necesario, que es de la luz. Este el símbolo que se proyecta en la pantalla de la humanidad. Lo tenías dentro y no te has dado aún cuenta de ello.

Crear un poderoso testigo de lo positivo

Por todo ello quiero encarecidamente que seas positivo. No tienes ningún derecho a ser feliz; tienes la inexcusable obligación. Por ti y por los niños del mundo. ¿Te has parado a observar el tipo de pensamientos que pululan por tu mente? Todos ellos deciden por ti. Creo que deberías crear un poderoso testigo que los observara. Lee libros sagrados, inspiradores. Limpia tu corazón con las aguas frescas de la luz. Te puedo decir que nuestra mente atrae y genera aquello que piensa. Y más aquello que siente nuestro corazón. Si hay odio, atraes odio; si hay miedo a que te descubran, tranquila o tranquilo, que tarde o temprano aparecerá quien te lo ponga de manifiesto. Si te desgarra la traición, lo mismo, ya vendrá quien te la remueva, no quien te la cree. Todo es al revés con los ojos del ángel. Si no, mira hacia atrás y con calma siente el color de tus pensamientos y emociones. Luego, siente cuánto se parecieron ellos a tu experiencia.

¿Te imaginas que un día decidieras ser positivo? ¿Qué implicaría esa actitud? ¿Supondría un cambio importante en tu vida.

En vez de controlar a los demás, por qué no controlas esos pensamientos que no son tuyos. ¿Por qué no los apagas con el agua fresca del pensamiento positivo? Siento parecer sermoneador, pero es que tanto conocimiento “espiritual” que termina por convertirse en información, solo lleva a ensoberbecer la mente.

Sé positivo. ¿Y el humor? Llevaba mi mujer sin ver durante meses a una amiga que está rellenita, bueno, quiero ser sincero, más bien es gordita. Cuando la visitamos había engordado aún más. Lo primero que le dijo a mi esposa fue: “Ali, Ali, fíjate lo que me sucede, creo que tengo una enfermedad muy seria?” “¿Cuál?, peguntó mi mujer con preocupación. “Debo estar anoréxica perdida porque me miro al espejo ¡y me veo gorda!” ¿Humor negro? Sí, pero funciona. Este es el humor transmutador, herramienta maravillosa del pensamiento positivo (con toda mi compasión por esas chicas que padecen la enfermedad y por sus padres).

Sé positiva. Si rezas, ¿cómo lo haces? Vivir en la soledad, cargada de dolor interno,  y pedir a Dios rumiando esos problemas, es como pedir a alguien que remolque tu vehículo sin ruedas. Ponle ruedas a tu vida, ponle pensamientos positivos a tus oraciones, aunque te encuentres en la lista del paro. Ya verás lo que sucede. Quizá ocurra que sigas igual que siempre, pero con menor afectación de lo que te rodea; eso ya abre per se puertas. Eso ya es una conquista inmensa, ¿vedad?

No estoy de acuerdo con pedir a voleo al primer impulso que se pase por la cabeza porque nuestro camino no debe estar al servicio de los miedos. Eso podría ser, en todo caso, optimismo. O la incipiente popularidad de libros que hablan del poder de la mente donde se habla de técnicas basadas en el triunfo material. Lo positivo pertenece a la naturaleza del Ser. Él necesita que le pongas ruedas a tu vehículo, pero para ir a dónde realmente necesitas tú, y contigo, la humanidad; no a donde tus impulsos basados en el apego, el prejuicio o cualquier inquietud se propongan. En este sentido, ¿te imaginas qué poder tan tirano desarrollarías a partir de ese momento? Aquí y Ahora, humildad, que no es otra cosa que sentir qué debemos hacer, seas barrendero o principe. Debemos abrazar sin tapujos –rendidos– al cuerpo majestuoso del Ser que nos sostiene. Él nos abrazará. Y entonces sentiremos gracias a ese abrazo que Él y tú sois uno. Ese es el simbolismo del abrazo.

Una celúla pequeñita debería rezar con afirmaciones positivas: “Oh, gran cuerpo humano, mi adorado cuerpo que me sostienes con tu energía, gracias por otórgame confianza y felicidad para recibir lo que necesito y cumplir con mi función singular y maravillosa”. Ella recibirá tarde o temprano la información, donde el cuerpo le indicará hasta cómo necesita pedir, como pulir sus afirmaciones para que rinda mejor, incluso si debe desistir de ciertos alimentos que, por ejemplo, atacan al hígado y le generan rabia… 
¿A qué es fantástico ser positivo?

Para terminar, quiero que seas positiva. Búscate un modelo de persona positiva e imítalo al principio. Comprueba cómo tanto miedo no es más que un fantasma. Ah, ¿que tienes una enfermedad? Bueno, ¿y qué? ¿Acaso otras personas con la misma enfermedad no hacen humor y hasta lo llevan mejor que tú? Ah, que se te está muriendo esa persona a la que tanto quieres. Lo siento, sobre todo por ti. La sonrisa en “los peores momentos”, el ser positivo los convierte en “los mejores momentos”.  Y, por cierto, el querer ata y el amor permite la libertad, el dejar partir al otro.

En cualquier caso, quiero expresarte algo más: yo estoy cansado de conceptos. Yo solo quiero la contemplación en mí del Ser. Las definiciones se las dejo para los que sigan enredados en una mente que busca nuevas armas para autoproclamarse vencedores. Yo solo busco la sencillez, la humildad, que es la visión perfecta. Es decir, yo solo quiero el abrazo de Dios, y el Ser que habita en mí es Él, pura sencillez. Esta es mi devoción. Y si te escribo es para que seas valiente y descubras en tu armario lo que de nuevo ya no te sirve.