Sobre la palabra Al-Andalus

Rafael Sanmartín

www.ana-andalucia.org ( Qandil de Andalucia)

            Puede que descubrir la etimología de un nombre, para muchos sólo tenga el valor de ayudarnos a conocer su origen. Sin embargo, tiene el no despreciable de descubrir claves fundamentales sobre el hecho, o, en el caso que nos ocupa, lugar a que se refiere.

            Es el caso de la palabra al Andalus, que da origen al actual nombre de Andalucía; lo que no ha sido óbice para que se aplique a este último un erróneo origen vándalo.

            Lo mismo ocurre con el original: varias teorías intentan explicar la procedencia. Pero, ni todas pueden ser ciertas, ni la mayoría se ajusta a criterios razonables.

Teoría germánica

            Es la que defiende un origen visigodo, procedente de la voz “Landahlauts”. Vendría a significar que al Andalus había sido adjudicada a los godos por sorteo, con todo lo que tiene de peregrino.

            Los godos –que, por cierto, no eran germánicos, sino nórdicos- no recibieron por sorteo ninguna tierra. El imperio les instaló en la Narbonense, con el compromiso de defenderles de los ataques de los francos y de otros pueblos germánicos. Sin embargo, empujados por estos, acabaron por entrar en la península ibérica, que dominaron, pero al cabo de casi trescientos años. La última zona conquistada fue la actual Andalucía, que solo poseyeron treinta y nueve años. Queda claro, por lo tanto, que ni se les asignó la provincia bética, ni nada parecido.

La opción helénica

            El territorio que hoy ocupa Andalucía, de límites similares a los que tuvo la provincia Bética y, antes que ella, el reino o ciudades-estado de Tartessos, tuvo siempre un interés especial para los griegos. Gracias a ellos podemos saber muchos detalles de nuestra historia. Pero los griegos son muy aficionados a dramatizar, novelar sus relatos, que, salvo Heródoto, tienen más forma de teatro que de crónica.

            Por ellos conocemos la existencia de leyes tartesias y del recorrido de los barcos de esta civilización, entre otros de mucho interés. Y por ellos se conoce, también, la unción de Andalucía con el agua. Tanto, que el llamado por los griegos  “país de occidente”, también es conocido como el “Lugar del agua”.

            “Lugar del agua”, dicho en idioma local de entonces, tiene la raíz “Atl”, de donde procede la voz “Atlántida”. Y la raíz Talt –de donde procede el nombre de Tartessos- es una deformación fonética de la primera.

            En sus diálogos, Platón da referencias sobre el “País de Occidente”, por boca de Critias. Sin embargo, la infructuosa e innecesaria búsqueda de un “continente perdido” en el Océano, ha retrasado considerablemente el conocimiento de esta realidad. Porque no se ha caído en la cuenta que es el océano atlántico el que recibe el nombre por suponerse que en él estuvo la Atlántida, y no al revés.

            Tratar esta cuestión sería objeto de un trabajo independiente, por lo que no queremos insistir en ello.

            Lo cierto es que cuando se produce la caída del reino visigodo, con la destrucción de su ejército ante la laguna de La Janda, y  se instaura un nuevo orden, más acorde con la mentalidad y la cultura del pueblo tartesio-bético, los nuevos dirigentes hispano-árabes, no se dedican a hacer “tabla rasa”, sino que, por el contrario, adoptan los nombres antiguos que sólo son actualizados, consecuencia lógica del idioma y de su evolución natural.

            Así, “Al Andalus” no viene a ser más que una actualización de la voz anterior, dado que la raíz fonética And, tiene el mismo significado que las anteriores Atl y TaltLugar del Agua. Durante el período andalusí, las distintas zonas del reino reciben nombres propios del lugar, a los que se antepone el artículo árabe; por ejemplo: al Musata  (La Meseta), al Garb (El Algarbe), ó al Xarq, (Levante).

            El actual nombre de Andalucía, aunque se preste a la formación gramatical “Vandalucía”, tampoco puede proceder de los vándalos. Por el escaso tiempo que este grupo étnico está en nuestra tierra; porque su nulo nivel cultural imposibilitarían la adopción de ningún nombre propio. Y, sobre todo, porque, como queda demostrado más atrás, la única teoría que resiste un análisis, la única que no parece una teoría, sino una realidad tangible, es la que, desde la “reforma” andalusí, nos emparenta con Grecia.

Una similitud, un entendimiento que ha sido una constante durante toda la historia antigua y media, hasta el punto que es un historiador belga, Jacques Pirenne, quien afirma que, durante toda la Edad Media:

Sólo quedan dos focos de cultura en Europa:
Uno es Bizancio.
El otro al Andalus