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Morfogénesis de la península de Iberia
en el Plioceno inferior
Al final del Mioceno, hace 6-5
mill. a., la fuerza tectónica, del plegamiento Alpino, dio origen a las
principales montañas actuales del planeta: Himalaya, Rocosas, Andes, Alpes,
Apeninos, Cáucaso, Balcanes, etc. Concretamente; en la península Ibérica se
formaron la cordillera Cantábrica, los Pirineos y las Sierras Catalanas, que
se originan al comprimirse los estratos y sedimentos acumulados entre la
meseta norte y las tierras antiguas del sur de Francia. La Penibética se
forma por la comprensión de materiales entre la meseta sur de la placa
Ibérica y la placa Africana, sus bordes se extendieron hasta el archipiélago
de las Baleares. También se prefiguran las depresiones de la cuenca
sedimentarias: la del Duero, Tajo, Guadiana, Ebro y del Guadalquivir; estas
dos, posteriormente, pasan de ser golfos marinos a ser formaciones lacustres,
del tipo de las albuferas, que finalmente terminan siendo un sistema de
desagüe para los respectivos ríos. La paleogeografía de la costa ha sido muy
cambiante. El Guadalquivir, hace 5 mill. a., desembocaba en el Atlántico a
la altura de Sevilla. Durante el Plioceno, las rocas primarias del zócalo
Herciniano se fracturan, por efecto de la tectónica se producen
desplazamientos de los estratos en la corteza terrestre; y los materiales
más blandos del Secundario se pliegan durante el Mioceno, haciendo
cabalgamientos de los diferentes estratos; entre otros destaca el clásico
cabalgamiento en la Cantábrica de Valdoré, al norte de la provincia de León.
Las distintas oleadas del plegamiento resquebrajan la meseta, fallándose en
su parte sur en los bordes de contacto, con materiales endurecidos y
resistentes, formando los arcos montañosos de las sierras Penibéticas. Al
tiempo, se vuelven a elevar las viejas montañas hercinianas como el Sistema
Central y los Montes de Toledo. Coincidiendo con una fuerte actividad
volcánica en el Campo de Calatrava y la Garrotxa, se produce la ruptura
entre Europa y África por el estrecho de Gibraltar, hace 5 mill. a, dejando
entre ambos una serie de islas. También en esta época surgen las islas
Canarias, por la acción de erupciones volcánicas del borde occidental de la
placa Africana y por el empuje del dorsal del Atlántico, por entonces
sometido a una fuerte actividad geológica. Para comprender la morfogénesis y
la biodiversidad en la cuenca del Mediterráneo hay que remontarse al final
del Mioceno, entre 5 y 2 mill. a. En este período la placa de la Península
Ibérica se une a la de África. Esta unión dio origen al cierre del
Mediterráneo, el paleo Tethys, por el estrecho de Suez en la península de
Sinaí y el de Gibraltar. Por la falta de comunicación de las aguas del
Mediterráneo con las del Atlántico y el Índico, se convirtió el Mediterráneo
en una serie de grandes lagos interiores hipersalinos; que pierden
constantemente su masa acuosa por la intensa evaporación de sus aguas. Las
amplias extensiones de nuevas tierras emergidas formaron los materiales
llamados evaporitas: yesos, sal y calizas tobas, que se forman al evaporarse
el agua en un clima árido y estaciones bien marcadas. En estas fases de
regresión marina de la cuenca del Maditerraneo, el geólogo ruso Chumakov
encontró otro tipo de sedimentos más antiguos, correspondientes a un
anterior y estrecho brazo de mar que se encontraba más de 1.500 metros por
debajo del nivel actual. A este período se le llama Messiniense , cuando se
da en la cuenca del Mediterráneo un bioambiente semejante al del Mar Muerto.
La influencia del Atlántico queda lejos y en la cuenca mediterránea se
permite la adaptación de nuevas comunidades vegetales y animales procedentes
de las regiones esteparias frías euroasiáticas y cálidas norsaharianas. La
crisis más importante de la historia reciente del mar Mediterráneo ocurrió
durante este período, que como ya dijimos se le llamó: "Crisis de salinidad
del Messiniense", dando lugar a una disminución masiva de la fauna marina, y
la adaptación de la fauna continental.
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