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Formación de los corredores de
Gibraltar y Sicilia
Otro acontecimiento importante,
que interesa resaltar, es la aparición de “puentes transcontinentales en el
Mediterráneo”. Destacan entre otros: el que une Gibraltar con el norte de
África; y el de Túnez que enlazaba con Sicilia y la península de los
Apeninos. (Ver figura nº 7 de la página siguiente). Estos puentes corredores
permiten el intercambio de plantas y animales en sentido norte sur y, a la
inversa; dadas las condiciones climáticas favorece principalmente a los
adaptados a los ambientes cálidos subtropicales, siendo de unas condiciones
de aridez en las estepas circunmediterráneas. Al final del Plioceno, hace 2
mll. a., no existía estrecho de Gibraltar. Entre la península Ibérica y el
Rif magrebí, había una cadena montañosa desde Marruecos hasta Portugal,
Valencia y Baleares; por la colisión la placa Africana con la microplaca
Ibérica y la Euroasiática. El Mar Mediterráneo formaba un valle ancho y
profundo, que algunos geólogos confirman de unos dos a tres mil metros de
desnivel. Entre los corredores de Gibraltar, y la placa Corsocerdeña, se
formó un gran lago salado, por que las aguas de los ríos Ródano, Ebro y
otros no eran capaces de restituir el agua que se evaporaba. Al norte de
Sicilia y entre Cerdeña e Italia había el lago salado del Tirreno a donde
iban a desaguar el río Tiber y otros ríos de los Apeninos. Al este del
corredor de Sicilia sucedía lo mismo. El Adriático se configuró en un
profundo cañón por donde discurrían las aguas del Poo y otros ríos de los
Balcanes y Cárpatos. Según el geólogo ruso Chumakov, a medida que el
Mediterráneo se fue desecando, el Nilo fue excavando un profundo valle para
ajustar su pendiente al hundimiento progresivo del nivel costero. El Nilo y
otros ríos turcos formaron otro gran lago, el Egeo. Los ríos griegos
desaguaban sus ríos en el lago Jónico. El mar Negro se redujo a un alargado
lago orientado de este a oeste.
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