DESCUBRIMIENTO, EXCAVACIÓN, ESTUDIO Y PUBLICACIÓN
El rápido marco trazado de la historia de la investigación de la Cultura Ibérica ayuda a comprender el interés del descubrimiento de Pozo Moro y, en especial, lo que su estudio supuso para la comprensión actual del mundo ibérico. Pozo Moro es una necrópolis ibérica emplazada a 38º 49' 20'' de latitud Norte y 02º 01' 40'' de longitud Este del meridiano de Madrid, en un lugar situado cerca de un pozo en una zona endorreica del término de Pozo Cañada, al Sur de Chinchilla (Albacete), a casi 900 m. de a.s.n.m. y a unos 125 km. en línea recta desde la costa (Almagro-Gorbea 1983: 179 s.). Las noticias sobre los primeros hallazgos en este yacimiento se remontan a hace más de 50 años, aunque no se conoce la fecha con seguridad oscilando entre inicios de siglo, según unas referencias, y unos 50 años, según otras. Según dichas noticias, todas ellas orales y recogidas en Pozo Cañada, hacia 1910 aparecieron en Pozo Moro 2 leones de piedra que fueron recogidos por el entonces Alcalde de Albacete, aunque este dato y el paradero de dichas piezas nunca se ha podido comprobar. Tampoco se sabe si dicho alcalde fue el Sr. Conangla, citado por unas referencias, o D. Gonzalo Botija Cabo, según otras algo más precisas, que demuestran, en todo caso, el hallazgo esporádico de piezas en el yacimiento a partir de inicios de siglo, fecha en que se iniciaron los estudios ibéricos en la actual provincia de Albacete. De todos modos, el mérito del descubrimiento de Pozo Moro se debe, sin lugar a dudas, a la sensibilidad por la cultura de D. Carlos Daudén Sala, el entonces dueño de la finca donde se ubica el yacimiento (1076). A fines de 1970, al llevarse a cabo la concentración parcelaria de la zona, D. Juan González Zúñiga, arrendatario de Pozo Moro, procedió a retirar un antiguo majano que marcaba el límite entre la finca de Pozo Moro y la pedanía de Horna. En dicha operación observó algunas piedras con figuras que trasladó a la casa de labor, dando aviso a D. Carlos Daudén. Este recogió en su casa los objetos aparecidos y mandó conservar los relieves y sillares, disponiendo que se interrumpieran las labores de roturación para evitar el deterioro del posible yacimiento, cuyo hallazgo comunicó oportunamente al Museo Arqueológico Nacional, donde tuvimos el gusto de atenderle personalmente como Conservador de la Sección de Arqueología Prehistórica. A través de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas se dispuso la visita al yacimiento el 6 de Diciembre de 1970. El análisis del terreno permitió reconocer la aparente importancia del yacimiento, que parecía ser una necrópolis ibérica con materiales escultóricos como otras conocidas en la provincia de Albacete. Ya en esta visita fue posible recuperar nuevos elementos arquitectónicos entre las piedras retiradas del antiguo majano y trasladadas a uno nuevo, lo que confirmaba su interés. Por ello, de acuerdo con D. Carlos Daudén y contando con la colaboración de D. Juán González Zúñiga, se planeó realizar sondeos arqueológicos que permitieran precisar las características y extensión del yacimiento y el contexto arqueológico correspondiente a los sillares. Igualmente, se dio aviso del hallazgo a D. Samuel de los Santos, Director del Museo de Albacete, invitándosele a que participara conjuntamente en los trabajos de excavación, así como para que procediera a recoger en el Museo de Albacete los relieves aparecidos. Los trabajos se iniciaron con una detallada topografía de la aparente estructura tumular del terreno, llevados a cabo generosamente en abril de 1971 por el ingeniero agrónomo D. José Luis Pérez Abelairas, quién también planteó el cuadriculado para la ulterior excavación del yacimiento. En Septiembre de ese año se planificó y llevó a cabo una prospección inicial, iniciada en colaboración con un equipo del Museo de Albacete. Consistió en abrir 3 cuadrículas y una trinchera transversal para conocer la estructura del yacimiento y poder planificar el trabajo futuro, así como también en la revisión de todas las piedras del majano, lo que permitió recuperar nuevos restos arquitectónicos. El yacimiento fue inicialmente interpretado por dicho equipo como una necrópolis sobre un posible santuario, pues aparecieron varias esculturas de leones, que fueron inmediatamente retiradas, y un recinto cuadrado en cuyo interior aparecieron fragmentos de cerámica ática y un bronce, considerado como un posible exvoto. Sin embargo, la excavación detallada de un nuevo equipo en el que colaboró D. José Luis Argente, permitió comprobar que se trataba de una extensa necrópolis con una sepultura monumental en su fase inicial, a cuyo bustum correspondían los citados materiales griegos. Las esculturas de leones halladas fueron trasladadas a Madrid para su debida consolidación, donde se mostraron por primera vez en público en la exposición sobre "Realizaciones de la Dirección General de Bellas Artes en 1972" (Almagro Gorbea 1973), quedando los restantes piezas depositadas en la llamada "Casa de D. Pedro", edificio rural abandonado entre Pozo Moro y Pozo Cañada cedido al efecto por D. Carlos Daudén al no haber lugar en el Museo de Albacete al estar entonces en remodelación. En 1973, de Marzo a Junio, se llevó a cabo la principal campaña de excavación, en la que colaboraron D. Manuel Osuna y D. Alonso Zamora, así como Dña. Mª. Isabel Martínez Navarrete. Se excavaron unos 800 m2 del yacimiento, siguiendo el método de cuadrículas con testigos intermedios para el acceso y para facilitar la documentación de las superposiciones, aunque posteriormente se retiraban los testigos para analizar y documentar en área las estructuras aparecidas. Los más de 100 elementos arquitectónicos y escultóricos hallados se dejaron in situ durante toda la excavación para facilitar la documentación de conjunto. Al acabar ésta, fue preciso reenterrarlos en el yacimiento, pues tampoco esta vez se pudieron depositar en el Museo de Albacete, que seguía en obras, habiéndose perdido uno de los sillares en estas vicisitudes. Por el contrario, las esculturas y relieves de mayor interés y los ajuares de las sepulturas se llevan a restaurar a Madrid, donde se depositaron en el Museo Arqueológico Nacional. La restauración de los ajuares se finalizó en 1974, procediéndose a su dibujo y descripción hasta 1976. Pero la consolidación de las esculturas, relieves y demás sillares exigió un largo y complejo tratamiento sillar por sillar, que se inició a partir de 1974, cuando se pudo habilitar al efecto una sala en los sótanos del Museo Arqueológico Nacional, entonces también en obras, con la colaboración de D. Miguel Peinado y D. Luis Caballero. Tras la limpieza, desalación y tratamiento de las piezas existentes en el Museo Arqueológico Nacional, finalmente se pudo proceder a trasladar y reunir todos los restos conservados del monumento en esta institución. Para ello fue preciso recuperar los dejados in situ en la excavación y los reenterrados en el yacimiento, así como los relieves y figuras guardadas en la Casa de D. Pedro, cuya amenaza de ruina y carencia de condiciones de seguridad hacían peligrar su conservación. A partir de entonces se pudo tratar los sillares uno a uno, procediéndose a su limpieza y consolidación, por impregnación, dibujándose, fotografiándose e inventariándose cada uno de los restos conservados. Pero sólo en 1977 se contó con un local para poder clasificar y restaurar los sillares, así como para su consolidación definitiva por inmersión en una cuba construida al efecto, lo que permitió comprobar definitivamente que, según una estimación de NMI, los restos correspondían con alta probabilidad a un solo monumento.
En Marzo y Abril de 1979 se procedió a una nueva campaña de excavación, en la que participaron Dña. Teresa Chapa y Dña. Cristina Aldana. La finalidad era precisar algunos detalles de las tumbas ibéricas descubiertas y excavar un gran túmulo de 10 m. de lado, aparecido al Sur del monumento, para conocer la fecha de destrucción de éste y el lapso transcurrido hasta el inicio de la reutilización de sus sillares, así como asegurarse de que no había más restos arquitectónicos del monumento reutilizados en él, pues se había comprobado la posibilidad teórica de proceder a su anastilosis. Tras esa campaña, al no haber aparecido nuevos sillares, se procedió al montaje definitivo del monumento en el Museo Arqueológico Nacional. Para ello se ideó y construyó una plataforma especialmente calculada por los arquitectos D. Antonio Almagro y D. Santiago Camacho (1982) para que sostuviera la pesada estructura de sillares y permitiera, al mismo tiempo, su movilidad en caso necesario para su envío a exposiciones temporales o en caso de tener en el futuro que proceder a nuevas reconstrucciones. Durante el proceso de estos trabajos se fueron estudiando los restos encontrados, dándose a conocer noticias preliminares ya a partir de 1973 (Apéndice I). Poco a poco fueron viendo la luz diversas publicaciones con os estudios cada vez más definitivos, el último de los cuales fue un extenso artículo publicado en Madrider Mitteilungen en 1983. Sin embargo, la publicación definitiva no se pudo realizar, pues la cantidad solicitada a la CAYCIT en 1984, inexplicablemente, no fue concedida, lo que obligó a suspender esta línea de trabajos.
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