Fuente: Rafapal.com
Siguiendo la ruta de tartessos… hacia la Atlántida.
Desconocida para muchos, perdida para otros, la civilización tartéssica revive de sus cenizas por medio de unas excavaciones del Centro Superior de investigaciones científicas (CSIC) y de las investigaciones de un ingeniero onubense.
El debate sobre la civilización tartéssica se ha reabierto con fuerza debido a los avances tecnológicos. Gracias a unas imágenes tomadas por satélite, los científicos alemanes W. Wickbolt y R. W. Kühne descubrieron hace apenas tres años unas extrañas formas circulares en la marisma de Hinojos, cerca del Parque Natural de Doñana. Según ellos, pertenecerían al reino de Tartessos pero, incluso, dejaron la puerta abierta de que ese hallazgo pudiera relacionarse con la mítica Atlántida.
Esas imágenes venían a corroborar otras, tomadas desde 100 metros de altura hacía ya tiempo, que mostraban formas circulares de un tamaño de hasta 200 metros de diámetro y también, figuras rectangulares. Éstas últimas, llevarían su autoría claramente al ser humano, pues la Naturaleza no puede crear formas con ángulos rectos.
La Historia oficial no ha sabido encuadrar con seguridad la civilización tartéssica, aunque existe un consenso en situarla con anterioridad a la llegada de los fenicios al sur de la Península. La necrópolis hallada en Huelva, el santuario de Coria del Río (Sevilla) y el palacio santuario de Cancho Roano, cerca de Badajoz, son las estructuras mejor conservadas que hasta ahora han salido a la luz. Sin embargo, el descubrimiento de una ciudad que testimoniase la existencia de una civilización como tal, iría más lejos.
Las muestras del subsuelo tomadas el verano pasado por los científicos del CSIC confirmaron lo ya esperado: “donde tenía que haber sólo arcilla [procedente de la sedimentación normal de una zona permanentemente anegada por el agua], hay dos capas que pueden tener un metro de concentración de arena”, explicó el profesor de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez, viendo en esta anomalía la prueba de la existencia de yacimientos. El mismo profesor explica que, en la zona, hay evidencias geológicas de dos episodios violentos, probablemente tsunamis, como se ha demostrado en otros trabajos. Uno de esos tsunamis dataría del 1500 antes de Cristo y el otro, en el II después de Cristo.
Con la evidencia de tsunamis en la zona, la puerta para el acontecimiento de la caída de la Atlántida estaría, pues, abierta, y la relación entre los tartessos y los atlantes, sugerida ya por muchos autores, también.
El polémico investigador hispano-cubano Georgeos Díaz-Montexano es uno de los que ha apoyado las teorías de los autores alemanes con relación a la validez de la Atlántida de Platón, definiéndolo como un “Imperio Ibero-Mauretano (Marroquí) de la Edad del Bronce”. Apoyando su teoría, se han descubierto pilares, murallas y losas bajo el mar en las costas onubense y gaditana.
Montexano ha estudiado los textos originales de Platón, encontrando varias malinterpretaciones de su famoso texto sobre la Atlántida, que daría nuevas claves para encontrarla.
Los reyes que representaban Atenas contra los atlantes fueron Kekrops, Erechteus, Erychsichton y Erichtonios. Por su parte, los nombres originales de los reyes de la Atlántida y de la misma isla-península ayudan a reconstruir que Elasippo, Elisipo u Olisippo era el nombre antiguo para Lisboa.
Para Montexano, la desaparición de la Atlántida, atendiendo al original del Critias de Platón, habría tenido lugar entre el 1500 y el 3000 antes de Cristo. El error en la datación, según él, vendría porque las centenas y los miles se pronunciaban casi igual en el egipcio antiguo, por lo que la transmisión oral pudo confundir las fechas.
En el “Timeo” Platón describe cómo la potencia unida de los reinos atlantes trató de esclavizar toda la región oriental del Mediterráneo. Pero Platón no inventó la historia de la Atlántida sino que la tomó de un texto anterior, de los tiempos de Solón, escrito en estilo arcaico, volcándola posteriormente en “su” Critias y en una parte del Timeo. A su vez, Solón escuchó esta historia por boca de unos sacerdotes Egipcios que le contaron cómo “los reinos Atlantes trataron de invadir ambas regiones (la nuestra (egipcia) y la vuestra (griega)”. Confirmando este hecho, el oriente mediterráneo sufrió, en efecto, una invasión masiva de consecuencias devastadoras a finales del segundo milenio a.C. a manos de una confederación de reinos de origen incierto, conocidos como “Los pueblos del Mar”. Bajo el nombre “Pueblos del mar” se asocian pueblos como Shardana (Cerdeña), Shekelesh (Sicilia) y Teresh (Tartessos). A consecuencia de esa invasión desaparecen entre otros y en un periodo muy corto de tiempo, el imperio hitita y la civilización micénica, consiguiendo el propio Egipto faraónico frenar dificultosamente la invasión.
Son tan importantes estos detalles que Montexano sitúa la desaparición de la civilización Atlante al final de la edad de Bronce o el periódico Micénico.
Según el especialista cubano en lenguas antiguas, Platón nunca habló de la Atlántida como un enorme continente sino como “Nhsos”, es decir, como una “isla o península” y la situó antes de la boca de los Pilares de Hércules, es decir, Gibraltar, y no en el centro del Océano Atlántico como erróneamente se ha mantenido.
Montexanos sostiene que la forma de construir de los atlantes, a base de anillos concéntricos, se encuentra en forma de glifos por miles en las islas Británicas, Irlanda y Escocia. Georgeos ha demostrado, al tiempo, que los mismos símbolos, que él describe como “círculos concéntricos y canal”. son también muy frecuentes en la simbología hallada de los primitivos iberos y Tartessos.
Montexanos traduce la palabra “Sevilla”, también conocida como “Ispalis” o “Ispalva”, directamente de lenguas semíticas como el Fenicio, como “isla para mantener, para sostener”, que es el mismo nombre en griego de “isla Atlántica” y de la propia “I-Beria”. En lengua indoeuropea, significa “isla para sostener o mantener”.
El filólogo vallisoletano Jorge María Ribero Meneses, que lleva sosteniendo desde hace decenios que la civilización humana nació en Iberia, ha reunido un verdadero arsenal de pruebas, tanto toponímicas, como numismáticas y de la reinterpretación de símbolos y mitos, que le han llevado a unas conclusiones muy similares a las de Díaz-Montexano. Al igual que éste y sin que ambos conozcan sus respectivos trabajos, sostiene que las míticas Islas Hespéridas y la civilización atlante son una misma cosa. Su primera fuente es Dionisio Periegeta, poeta griego del siglo II, que afirmó “las Islas Hespéridas, patria del estaño, estaban habitadas por la rica nación de los nobles Iberos”. Ribero Meneses encuentra en el río Ebro, el origen del gentilicio “Ibero” y, por tanto, de la palabra “Iberia”. Máximo de Tiro, filósofo del siglo II, le ofrece una inestimable ayuda con esta cita: “Hesperia era una vasta tierra rodeada por el mar, cuyos habitantes profesaban culto a Atlas”, lo que nos lleva al Magreb africano. Otros nombres dados a esta tierra serian “Eskanzia” y “Eskallanzia”, lo que la ligaría a los “euskos” o “vascos”, que para Ribero Meneses son el sustrato originario del pueblo ibero, pues habitaron originalmente la orilla del río Ebro.
Para Ribero Meneses, la Atlántida no se encuentra en el fondo del Océano sino parcialmente sumergida, a orillas de éste. Y se apoya en las palabras de Diodoro de Sevilla: “los Atlantes habitaban el litoral del Océano Atlántico, en un país muy fértil, montañoso, nada llano y de gran belleza que estaba situado en el extremo de la Tierra y en el que el aire es tan templado que los frutos de los árboles y otros productos crecen allí en abundancia la mayor parte del año. Su territorio se extendía por el Norte y por el Occidente de aquel país. Su primer país fue Urano y afirmaban también que su país había sido la Cuna de los Dioses”. El geógrafo hispano romanizado, Pomponio Mela, abunda en la identificación de la Atlántida con Hespéridas: “El monte Atlante se alzaba sobre las islas Hespéridas, junto a la ciudad de Pharusios”.
El Cronista regio José Pellicer i Ossau escribe en su “Aparato a la Monarquía antigua de las Españas”: “Pana, rey de España casado con Maya, su sobrina, engendró con ella a Theutates, a quien llamaron Mercurio. Eano (Jano), su hermano, casó con Camesis, nieta de Hespero”. Para Ribero Meneses, Theutates es el dios de los Titanes o Athalantes. El nombre Maya correspondería con la mítica Amaya de las fábulas norteñas, especialmente vascas. Pero las similitudes recogidas por Ribero Meneses no acaban ahí.
Bartolomé de la Hera y Barra, en su “Repertorio del Mundo” de 1584, afirma “En España, llamaron a “Noé”, “Hércules”, y así le veneraban en su famoso templo que hubo en Cádiz, a do dicen que fue sepultado y después visitado y frecuentado en romerías de todas las naciones”. De la importancia de Cádiz, da fe el vocablo “Gadeira” que aparece en diversos relatos, aunque Ribero Meneses lo sitúa en Cantabria.
El filólogo castellano deduce que si el culto a Neptuno (Juno) tuvo su origen en Iberia y este Neptuno fue el dios supremo de la Atlántida, por lo que deduce que la Atlántida floreció en algún lugar cercano a Iberia. Apoyándolo, las palabras de Plutarco referidas al dios de la Atlántida: “los romanos recibieron de los Iberos el culto al dios Neptuno”.
El culto a Hércules (por sus columnas) habría quedado grabado en la ciudad de Alicante y en la propia Sevilla.
Desconociendo estas investigaciones, “pues no he querido que influyeran en las mías, puramente empíricas”, Manuel Riquelme, profesor de la escuela de ingeniería de minas en Huelva durante 35 años, nativo de Punta Umbría ha volcado sus conocimientos de biofísica en la arqueología y, más concretamente, en el mítico pueblo tartesso, con tanta significación para todos los onubenses.
Tras una vida dedicada a la ingeniería minera, Riquelme descubrió la biofísica de manos del padre Pilón, decidiendo volcar sus enormes conocimientos en radioestesia y radiónica en el relato de la cultura tartéssica . Ayudado de un mecanismo inventado por él mismo que detecta mediante ondas los yacimientos y su origen, en el verano del 2004 obtuvo la cartografía de la factoría romana de salazones, que se encuentra en los límites del casco urbano de Punta Umbría, junto a la ría, enterrado a escasos dos metros y medio de profundidad. Siendo la factoría romana más importante encontrada, este descubrimiento le llevó a indagar sobre la cultura tartéssica y, tras unos meses de estudio, realizó la cartografía de “los límites de la civilización Tartessos”, que comprendía las ocho provincias andaluzas, el sur de Badajoz, Ciudad Real, Albacete y Murcia, algo del sureste de Alicante y el norte de Marruecos. Los más de 300 yacimientos cartografiados delimitan con claridad muchos de los conocidos y permiten atisbar la grandeza del reino Tartessos. Según Riquelme, en la localidad de Punta Umbría se encuentra una gran ciudad del reino tartesso. El porqué en esa zona existen tantos yacimientos se explica porque las marismas han conseguido salvaguardarla de la construcción y las carreteras. Hasta que no se construyó un puente, sólo se podía llegar a Punta Umbría mediante barca.
A principios del 2005, y a resultas de una petición de su nieto, Manuel decide dar un salto en sus pesquisas e intentar encontrar la Atlántida. Para ello, se ha basado en unas cartas marinas de una amplia zona del océano Atlántico al oeste de África y España.
Según Riquelme, insistimos, sin ningún conocimiento de los investigadores antes citados, “la Atlántida era un archipiélago, una de cuyas islas, tendría la extensión de una provincia española, situada entre Portugal y la ensenada de Huelva, y tiene 21 ciudades. Y habría otra en el Mar de Alborán”. Las islas Canarias serían, según él, la parte más alta de otra isla de la Atlántida que se habría hundido, con una extensión como la de Andalucía, habiendo numerosos yacimientos en el norte de Fuerteventura. Esta afirmación se apoyaría por la evidencia volcánica de estas islas y la evidencia de que existe una placa que contiene a las siete islas.
Riquelme afirma que en Punta Umbría, a sólo nueve metros bajo tierra, hay un yacimiento atlante. Todo indica que las excavaciones se van a llevar a cabo en poco tiempo.
Qué es la radiónica
Toda materia, sea orgánica o inorgánica, emite radiaciones de una frecuencia determinada, distinta a cualquier otra, pudiendo ser determinada y cuantificada por medio de un índice por un instrumento radiónico. En otras palabras, se puede medir el valor vibratorio de cualquier objeto o elemento de la creación y expresarse mediante un valor o código numérico. Cualquier forma geométrica emite ondas y vibraciones que se denominan “ondas de forma”. La radiónica es la interacción entre la mente y la materia a través de la distancia. Manuel Riquelme ha utilizado en sus descubrimientos mapas y aparatos radiónicos: “los más sencillos constan de tres o más diales para determinar los índices, un pozo para testigos y un detector táctil”.
El fundamental relato de Platón
Platón, en su Kritias, relata lo siguiente: “Habiendo dividido la Atlántida en diez partes, dio al primogénito de la primera pareja, la mansión de su madre Klito con la vasta y rica compañía que la rodeaba. Hízole rey además, con poder sobre sus hermanos, aunque cada uno de ellos tuviese autoridad sobre su propio país. Y a todos les impuso nombres. Al mayor, al que fue primer rey de este imperio, le llamó Atlas, y de él tomó su nombre la isla entera, así como el mar que la rodeaba, que fue llamado Atlántico. Su hermano gemelo tuvo como feudo el extremo del país que estaba más próximo a las columnas de Hércules. Éste se llamaba en la lengua de su país, “Hespero” o “Gadiriko”, en griego, “Eumelo”. Y a causa de él, su país recibió el nombre de Gadira”.